Karl Marx y el Socialismo.

2 Lunes 25 de abril de 2022s.Žs!×Os#ARACAS204 años del padre del socialismo científicoLos aportes de Carlos Marx a la cultura universal son tan valiosos que su obra persiste en el tiempo como el padre del socialismo científico, vigente en los estudios de filosofía y economía de alto nivel académico en el mundo desde mediados del siglo XIX hasta el presente. Correo del Orinoco y el Instituto de Altos Estudios Di-plomáticos Pedro Gual del MPPRE ofrecen a los lectores de La Artillería, opiniones y referencias sobre el autor de El Capital cuya contribución a las ciencias sociales alcanza icónicos parámetros.F/ Cortesía 2Suplemento dominical delT/ Tony Boza F/ C or te sí aKarl Heinrich Marx, nació el 5 de mayo de 1818, hace 204 años, en la casa número 664 de la ca-lle Brückengasse, en la ciudad alemana de Tréveris, situada en el va-lle del río Mosela. Este niño alemán de ascendencia judía, el tercero de nueve hermanos, vino al mundo para partir la historia en dos. Sobre Marx se puede hablar desde un cálido solar o desde la cima de una montaña, podemos disertar sobre su activismo político en la Liga de los Comunistas, de sus polémicas con fi-lósofos como el francés Proudhon, el ale-mán Hegel o con varios de sus discípulos como Feuerbach y Bruno Bauer, se pue-de incluso hablar de su vida familiar o sus dolencias; pero nunca se puede ha-cer tal ejercicio en calma, todo en Marx es movimiento tectónico, volcán, fuerza cósmica en ascenso; y el paso del tiempo no hace más que aumentar la potencia de toda esa conjunción entrópica y orde-nada a la vez, como buena manifestación dialéctica, que lo colocan siempre en el centro de la polémica, como si de su esta-do natural se tratase. Marx participó en la redacción de diversos periódicos y revistas de corte radical en toda Europa, como la Gaceta Renana de la ciudad alemana de Colonia, que fue cerrada después que apareciese en sus páginas un artículo contra el Zar de Rusia. También escribió en los Anales franco-alemanes, y otras tantas publica-ciones en París y Londres. En casi todos los países terminaba siendo expulsado por sus ideas revolucionarias.Pero Marx está en el punto más dis-tante del anecdotario o la reseña tipo efeméride, invocarlo es hablar del pen-samiento crítico y libertario en torno a la clase llamada por él a conducir la liberación de la humanidad: el proleta-riado. Cada una de sus polémicas con otros pensadores condujo indefectible-mente a la superación de una limita-ción teórico-filosófica, de algún entuer-to o de una distracción de los objetivos supremos de la clase proletaria en aras de su emancipación. A Hegel le endere-za el edificio teórico, lo asume, lo tras-ciende y termina concluyendo que “no es la conciencia del hombre la que deter-mina su ser sino, por el contrario, es el ser social lo que determina su concien-cia”, supera “El Espíritu” hegeliano, planteando que el motor de la historia es “la lucha de clases”. El corolario es la asunción “en conciencia de clase” del proletariado como sujeto histórico de la revolución.Marx ha tenido numerosos exegetas, muchos de ellos deformadores de la fuerza original de sus escritos. Ludovico Silva, con aguda inteligencia, cuestionó al marxismo althusseriano, en su desga-jamiento entre el joven y el viejo Marx, especialmente por desnaturalizar la ca-tegoría “alienación”, que vino a formar parte fundamental del andamiaje teóri-co del marxismo. Al respecto comentaba en su anti-manual: “Althusser no ha leído bien a Marx. Sólo una lectura superficial puede afirmar, como lo hace Althusser, que el concepto de alienación es “ideoló-gico”. Pese a las vacilaciones que Althus-ser tiene acerca del concepto de ideología, pienso que la entiende como falsa concien-cia (aunque, para él, como lo confesó en su Pour Marx, una sociedad comunista es inconcebible sin ideología, que es lo mis-mo que decir que la sociedad comunista seguirá teniendo falsa conciencia), y por ello mismo la entiende como término ne-gativo”. Para el autor venezolano no se salvaba ni el propio Engels, que según él había trans-formado a Marx en un fi-lósofo, con su sistema filo-sófico incluido, condición que el propio Marx nunca reivindicó para sí: “los filó-sofos no han hecho más que interpretar de diversos mo-dos el mundo, pero de lo que se trata es de transformar-lo”. En ese mismo orden de ideas, fue el propio Engels, quien enredó la petaca (di-cho maracucho) en torno a categorías tan difundidas como la de “superestruc-tura”, acerca de lo cual co-menta Ludovico Silva “en contra de lo que pudiera desprenderse de tanto pensamiento manualesco marxista sobre la superestructura ideológica. Es cierto que Engels sí insiste en el término (...) que, aunque ilustrativa de una teoría científica, la célebre «superestructura» no era otra cosa, para Marx, que una metáfora, usada con discreción y econo-mía estilística en unas pocas ocasiones.”Aunque aquí hay un sesgo interpretati-vo, también hay un error de traducción por parte de Engels sobre los escritos de Marx, en nada y más y nada menos que un concepto que se convirtió en pilar del edificio teórico del marxismo, del de-nominado por los manuales de la URSS como “el materialismo histórico”.Si no bastasen las confusiones gene-radas por los exegetas e intérpretes, debemos entonces sumarle las de los traductores, que han agregado mag-nas complicaciones a las formulacio-nes teóricas de Marx. El escritor co-lombiano Erick Pernett, quien estudió en la entonces Unión Soviética entre los años 1978 y 1984, encontró más de 500 errores de traducción al español en las ediciones más reconocidas de las obras de Carlos Marx, incluyendo las muy difundidas del Fondo de Cultura Económica de México, errores que en muchos casos deforman el fondo de los planteamientos marxistas.Marx dejó un gran legado científico, que permitió conocer el verdadero fun-cionamiento del sistema capitalista. El aporte más esclarecedor gira en torno a la teoría del valor y la construcción de la categoría “plusvalía”, que explica la verdadera naturaleza de las relaciones de explotación en su seno, piedra contra la que tropezaron grandes pensadores como Smith, Mill y Marshall, por citar los más conocidos, que no lograron dis-cernir el misterio detrás de la creación del “valor”. Los fisiócratas pensaron que su fuente era la naturaleza, consi-derando al resto de las actividades como estériles o parasitarias. Smith, a pesar de haberlo formulado correctamente en un primer momento, asumiendo que el tiempo de trabajo invertido en la trans-formación de un bien es la fuente del valor, inmediatamente, en palabras de Marx, “da media vuelta de repente, y en lugar de resolver el valor de cambio en sa-larios, ganancias y renta del suelo”, como partes que salen del valor creado sólo y únicamente por la fuerza de trabajo, cada una de ellas (ganancia, renta y sa-lario) se convierten según Adam Smith en las fuentes originarias del valor” por separado y con vida propia. Este tema, que parece cuestión de aca-démicos o licenciados en economía, tiene una grandísima importancia en la lucha de clases, sobre todo en tiempos cuando se resalta la naturaleza “productiva” del capital, desnaturalizando la verdad, de que solo la fuerza de trabajo crea valor y que ninguna economía que propenda a la superación del capitalismo puede fundar sus bases sobre tales premisas falsas. La obra de Marx no es “la biblia del proletariado” como algunos la han calificado, no contiene verdades eter-nas, pero es la contribución argumen-tal más poderosa como herramienta de luchas que hasta ahora existe para la emancipación del proletariado y la construcción del socialismo.Suplemento del3Nº 558 s,UNESDEABRILDEParte SOBRELAVIGENCIADELPENSAMIENTOMARXISTA2Suplemento delParte SOBRELAVIGENCIADELPENSAMIENTOMARXISTANº 558 s,UNESDEABRILDEMarx: una fuerza telúricaT/ Rodolfo Magallanes F/ C or te sí aEl nombre de Karl (Carlos) Marx (05-05-1818 al 14-03-1883) sigue atemorizando a las élites econó-micas y políticas, especialmen-te, en el mundo asociado con el sistema capitalista. A pesar de ser, sobre todo, un pensador (uno de los grandes) del siglo XIX, por lo tanto, en gran parte heredero de su época, el impacto de su trabajo intelectual, como político, filó-sofo, sociólogo, historiador, periodista y, sobre todo, como economista se pro-longa, más allá del límite acotado del transcurso de su vida personal, hasta el presente. Su pensamiento, contenido en una obra inmensa aunque dispersa, aún no publicada en su totalidad, pero tam-bién inconclusa ha tenido -a pesar de sus adversarios- un gran reconocimien-to y un amplio impacto que se mantiene hoy y que, en buena medida, ha servido de inspiración -al menos, así se ha re-conocido públicamente- entre otros a logias, grupos, asociaciones, sindicatos, partidos políticos, confederaciones y coaliciones a lo largo de la historia y al interior de los países y en todo el mun-do, sirviendo de guía a sus aspiraciones y reclamos a favor de la justicia y refor-mas sociales, principalmente, en refe-rencia a los derechos de los trabajadores y sectores sociales oprimidos, en gene-ral, incluyendo también las demandas del mundo subdesarrollado frente a los países imperialistas. El trabajo principal de Marx puede vá-lidamente citarse en relación con gran-des pensadores clásicos de la economía, entre otros, Adam Smith y David Ricar-do; pues, sin duda, en cierta medida sus estudios se inspiraron (al menos, para oponerse finalmente a ellos) en el tra-bajo de grandes economistas que le pre-cedieron (aún el nuevo conocimiento, se sostiene en conocimientos precedentes). Sin embargo, su propio esfuerzo termi-na realizando aportes significativos que revisan, corrigen e innovan dentro de esta tradición y justifican la decisión de separarlo del resto de los economis-tas clásicos, dando lugar válidamente a una escuela original: la escuela econó-mica marxista. Entre los aportes prin-cipales de Marx en este campo podemos reconocer: la creación de un método de análisis e interpretación de la historia y del cambio de los modos sociales de producción, la precisión de la noción de trabajo productivo que genera valor, por oposición a toda la tradición económica burguesa -la que le precedió y la que le sigue-, la adecuada definición de plusva-lía o excedente económico, la precisión de su origen, la distinción de sus dife-rentes formas sociales de apropiación y, de manera muy destacada, la definición de una teoría de la explotación de los trabajadores. Destaquemos, sobre todo, esta idea fundamental: “Bajo el régimen social vigente, el capitalista encuentra en el mercado una mercancía que posee la peregrina cualidad de que, al consu-mirse, engendra nuevo valor, crea un nuevo valor, esta mercancía es la fuerza de trabajo”. Marx no escribió, prácticamente, nada acerca de cómo debería ser la for-mación social que sustituiría a la socie-dad capitalista (con la excepción quizás de las breves referencias a la igualmen-te brevísima experiencia histórica de la Comuna de París). Conscientemente evitaba ello, pues consideraba de cier-ta manera tal intento ocioso por in-fundado. A diferencia, Marx hizo -sin ninguna duda- un gran aporte (aún no superado) a la comprensión del modo de producción capitalista, revelando sobre todo las tensiones internas que contiene y que en opinión de Marx de-berían dar al traste con su existencia. Fue, precisamente, la comprensión de su funcionamiento y de las “leyes” que deberían regir las condiciones para el desenvolvimiento y crisis de la sociedad capitalista, el interés principal de su trabajo científico. No hay duda, de que el interés de Marx fue esencialmente, aunque no exclusivamente, científico. A favor de esta interpretación resulta válido citar las siguientes palabras de su gran amigo y colaborador, Friedrich (Federico) Engels: “toda la manera que tenía Marx de concebir las cosas no es una doctrina, sino un método. No pro-porciona dogmas acabados, sino puntos de apoyo para la investigación posterior y el método para esta investigación”. De hecho, Marx y Engels pensaban estar haciendo en el ámbito de las ciencias sociales o morales -como se las solía lla-mar- el mismo tipo de esfuerzo y logro que Darwin alcanzó en las ciencias na-turales. Por otra parte, teoría y acción política no se hallaban para nada divor-ciadas en el pensamiento y conducta de Marx y Engels, quienes fueron a lo largo de su vida perfectamente coherentes. Aunque el debate rodea aún la difu-sión de sus principales ideas, como ca-bría esperar de un pensamiento revolu-cionario, ni siquiera sus más enconados adversarios desde el pensamiento eco-nómico más típicamente burgués han podido hacerlas a un lado. Hoy mismo nos encontramos más bien en un esce-nario mundial que podría servir para poner sus ideas a prueba e ilustrar la validez de las mismas. Una nueva gra-ve crisis del sistema capitalista global está ocurriendo, se han ampliado las desigualdades sociales al interior de los países, también en los países más ricos; crece la oposición entre derecha e izquierdas en todo el mundo; una se-rie de crisis estructurales amenazan la sostenibilidad de las formas capitalistas de sociedad, la existencia hoy de crisis climática y ambiental, crisis energética, crisis demográfica y migratoria, crisis de los partidos políticos y la represen-tación política, una importante crisis geopolítica que apunta a acabar con el predominio de la potencia capitalista hegemónica, ante el reto planteado por potencias emergentes, mientras cada día es más patente la debilidad econó-mica de Estados Unidos, entre las que podemos identificar. La memoria del trabajo de Marx ha perdurado en el tiempo, al igual que las aspiraciones más nobles de la humani-dad que le sirvieron de motivo final. Tal como ayer, continúa siendo válido con-cluir este recordatorio haciendo un lla-mado a la unión de los oprimidos en la construcción de una sociedad más libre y mejor para todos. ¡Proletarios de todos los países uníos!. Trabajo, tiempo y valor“En la historia de la producción capitalista la reglamentación de la jornada laboral se presenta como lucha en torno a los límites de dicha jornada, una lucha entre el capitalista colectivo, esto es, la clase de los capitalistas, y el obrero colectivo, o sea la clase obrera”+-ARX%L#APITAL4OMO) 4Suplemento dominical delT/ Nelson Rodríguez A.F/ C or te sí aLa figura de Carlos Marx (1818-1883), desde el siglo XIX hasta hoy, no ha dejado de mencionar-se en algún lugar del mundo. Su obra cumbre, El Capital, es materia de estudios académicos, por sus aportes al pensamiento científico universal. Trata sobre la evolución de la humanidad des-de el colonialismo hasta la explotación de la fuerza de trabajo y el valor de uso de las cosas con énfasis en el plusva-lor que enriquece a unos y empobrece a otros, tema presente en la sociedad desde que la civilización requirió de la ofer ta y la demanda de bienes para el de -sarrollo moderno de la economía.Entre él y Federico Engel, también alemán, se fraguó una dupla intelectual que los hermanó para siempre. Sus es-tudios sobre el rol perverso del capita-lismo y acerca de la lucha de clases los llevó al destierro de países que conside-raron subversivas sus tesis ideológicas. Para 1857 ya habían sido expulsados de Alemania a Francia, de allí a Bélgica y de Bélgica los echaron para Londres. Entonces la estancia fue mayor por la presencia de fábricas manufactureras y un marcado auge de organizaciones laborales.En las dos próximas décadas, Marx pudo consolidar buena parte de su obra filosófica, pero solo vio publicado el pri-mero (que escribió 5 veces) de los tres tomos de El Capital. Al morir, en 1883, dejó un sinfín de manuscritos, libros su-brayados y notas para los siguientes to-mos, que finalmente organizó Federico Engel, quien compartía en profundidad el pensamiento filosófico de su amigo.140 años después del nacimiento de Marx se produce en Venezuela el derro-camiento de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez. Este hecho ha-bía despertado en los venezolanos ganas inusitadas de ascender a la condición de mundo, surgían los partidos políticos y, con ellos, ideologías propias influencia-das por la socialdemocracia, el social-cristianismo, y en ese contexto también el socialismo y sus emblemáticas figuras ideológicas: Marx, Engel y Lenin.Los jóvenes, para continuar su edu-cación formal, debían trasladarse a las ciudades. En mi caso, a Ciudad Bolívar o a Caracas. Quienes tenían oportunidad de retornar al pueblo lo hacían en los ci-clos vacacionales; traían nuevas ideas y con ellas las influencias capitalinas so-bre la necesidad de conquistar un mun-do mejor, sin la explotación de la fuerza laboral como ocurría en otras partes. Por esa vertiente surgió en mi genera-ción el interés por la lectura y el amor por los libros. Así descubrí y me hice militante de las ideas esplendorosas que llegaban en esas páginas. Tuve ante mis ojos la figura de Carlos Marx. Un veci-no matriculado en la Escuela Técnica Industrial de Caracas, Aquiles Lugo, en sus primeras vacaciones me regaló un libro pequeño intitulado El Capital. Con el tiempo, a través de círculos de estudios, supe que las ideas filosóficas y políticas de su autor marcaron el pen-samiento social, filosófico y económico del siglo XX, e influyeron de manera no-table en las luchas de millones de seres humanos a escala planetaria.¡Sorpresa! El director del colegio se detiene en la puerta de quinto grado: to-dos de pie en el acto. Él ordena que nos sentemos y dice con voz autoritaria pro-pia de un director de entonces: “Alumno Nelson Rodríguez Antoima, acompáñe-me a la Dirección”. Lo sigo. Las pare-des saturadas de retratos de próceres y figuras diversas le daban al ambiente cierta solemnidad; observo que hay una persona sentada en uno de los muebles de imitación afrancesada.El director me mira fijamente, luego al visitante, y de nuevo a mí. Lanza esta tremenda pregunta: “Rodríguez Antoi-ma: ¿Qué es comunismo?”. La criatura tiembla de miedo y tartamudea. El di-rector la acosa: “¿Qué es comunismo?”.No hay respuesta. Y ante la mirada acusadora de ambos en medio de un sepulcral silencio solo pude responder: “Es la dictadura del proletariado”.El director, erguido, trata de comu-nicar algo en connivente expresión al visitante; y le replica al muchacho: “Ro-dríguez, usted está ciego2. Se cubre los ojos con las manos y da varios pasos va-cilantes. “Mire, Rodríguez, usted anda así”. Dio otros pasos con los ojos cubier-tos y ordenó: “Retírese y venga mañana con su representante”.La persona extraña al parecer quedó satisfecha con la actitud del director. Era el padre de un compañero de aula, a quien yo había inscrito en la Juventud Comunista y le había asignado con su nombre un carnet ilustrado con el galli-to rojo que él había mostrado orgulloso a sus hermanos en casa.De mi sector El Tamarindo salie-ron varios muchachos a estudiar en Caracas. Los que permanecíamos en los cursos de primaria militábamos en la Juventud Comunista (JC) y des-de las células alimentábamos nues-tras ganas de saber cosas y cambiar el mundo; vendíamos Tribuna Popu-lar, repartíamos volantes políticos y asistíamos a los mítines de dirigentes sindicales de las empresas del hierro de Guayana y líderes provenientes de Ciudad Bolívar o Caracas, por lo gene-ral profesores universitarios y desta-cadas figuras de la política, a quienes habíamos visto una que otra vez en la prensa nacional.Hasta San Félix, a orillas del Orinoco, llegaba la palabra de este fantasma que recorría a Europa, por allá, en la déca-da de los años cuarenta del siglo XIX. Un folleto (El Manifiesto Comunista) de unas 27 páginas escritas a dos manos en la efervescencia de la juventud de ambos pensadores. Para aquella época, Marx tendría 29 años y Engel 27. En medio de sesudas ref lexiones, radiografiaban el mundo:“Un fantasma recorre Europa: el fan-tasma del comunismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada contra ese fantasma: el papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes (...) »De este hecho resulta una doble ense-ñanza: Que el comunismo está ya reco-nocido como una fuerza por todas las potencias de Europa. Que ya es hora de que los comunistas expongan a la faz del mundo sus conceptos...”.Son los primeros párrafos del Mani-fiesto Comunista. Escrito por encargo de la Liga de los Comunistas vio la luz en Reino Unido, el 21 de febrero de 1848 en medio de las llamadas “Revoluciones europeas de 1848”. Desde entonces circuló en distintos idiomas alrededor del globo. Aportes de investigadores serios per-miten inferir que en pleno auge de la Guerra Federal en Venezuela (1859-63) el texto redactado por Marx y Engel era conocido en la patria de Simón Bolívar. Recordemos que el líder federal Ezequiel Zamora el de tierras y hombres libres se enteraba de las luchas de las masas rurales europeas gracias a su cuñado, el francés alsaciano, José de Gaspers.Por cierto, en 1852 Carlos Marx es-cribió, para el tomo III de la The New American Cyclopedia, un texto bastante adverso al Simón Bolívar que conoce-mos (hasta se equivocó en el nombre del Libertador). Tal vez si hubiese contado con voces autorizadas como las de Hum-boldt o Bonpland, se habría ahorrado su error histórico.Utilizó veneno de textos de militares fracasados, como de filibusteros, cor-sarios y piratas, que leyó en el archi-vo del museo británico. Y pláticas de café. Creyó en “rapiñas de la mar” y en mercenarios tarifados como Gustavus Mathias Hippiesley (1819) y Ducondray Hosltein (1831), enemigos declarados del Libertador. Tal vez sí hubiese conta-do –como dijimos– con otras fuentes de información, mucho más éticas y fide-dignas, hoy aseguraríamos sin equívo-cos que Marx habría simpatizado con los ideales libertarios y revoluciona-rios del caraqueño en vez de cometer el exabrupto de injuriarlo.Suplemento delParte sobre la vigencia del pensamiento marxistaNº 558 s,UNESDEABRILDEEngel en el sepelio del filósofo amigo: h5NHOMBREVIVEATRAVÏSDESUSLIBROSv%L#APITAL LAOBRACUMBRE-ARXY%NGELS DUPLAINTELECTUAL-ANIlESTODELOSCOMUNISTAS

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