Karl Marx y el Socialismo.
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Lunes 25 de abril de 2022s.s!×Os#ARACAS204 años del padre  del socialismo  científicoLos  aportes  de  Carlos  Marx  a  la  cultura  universal  son  tan valiosos que su obra persiste en el tiempo como el padre del socialismo científico, vigente en los estudios de  filosofía  y  economía  de  alto  nivel  académico  en  el  mundo desde mediados del siglo XIX hasta el presente. Correo  del  Orinoco  y  el  Instituto  de  Altos  Estudios  Di-plomáticos Pedro Gual del MPPRE ofrecen a los lectores de  La  Artillería,  opiniones  y  referencias  sobre  el  autor  de El Capital cuya contribución a las ciencias sociales alcanza icónicos parámetros.F/ Cortesía
2Suplemento dominical delT/ Tony Boza F/ C or te sí aKarl  Heinrich  Marx,  nació  el  5  de mayo de 1818, hace 204 años, en la casa número 664 de la ca-lle  Brückengasse,  en  la  ciudad  alemana  de  Tréveris,  situada  en  el  va-lle  del  río  Mosela.  Este  niño  alemán  de  ascendencia  judía,  el  tercero  de  nueve  hermanos,  vino  al  mundo  para  partir  la historia en dos. Sobre Marx se puede hablar  desde  un  cálido  solar  o  desde  la  cima de una montaña, podemos disertar sobre su activismo político en la Liga de los Comunistas, de sus polémicas con fi-lósofos como el francés Proudhon, el ale-mán Hegel o con varios de sus discípulos como Feuerbach y Bruno Bauer, se pue-de  incluso  hablar  de  su  vida  familiar  o  sus  dolencias;  pero  nunca  se  puede  ha-cer tal ejercicio en calma, todo en Marx es movimiento tectónico, volcán, fuerza cósmica en ascenso; y el paso del tiempo no  hace  más  que  aumentar  la  potencia  de toda esa conjunción entrópica y orde-nada a la vez, como buena manifestación dialéctica,  que  lo  colocan  siempre  en  el  centro de la polémica, como si de su esta-do natural se tratase.  Marx  participó  en  la  redacción  de  diversos  periódicos  y  revistas  de  corte  radical en toda Europa, como la Gaceta Renana de la ciudad alemana de Colonia, que  fue  cerrada  después  que  apareciese  en sus páginas un artículo contra el Zar de Rusia. También escribió en los Anales franco-alemanes, y otras tantas publica-ciones en París y Londres. En casi todos los  países  terminaba  siendo  expulsado  por sus ideas revolucionarias.Pero Marx está en el punto más dis-tante  del  anecdotario  o  la  reseña  tipo  efeméride, invocarlo es hablar del pen-samiento  crítico  y  libertario  en  torno  a  la  clase  llamada  por  él  a  conducir  la  liberación de la humanidad: el proleta-riado.  Cada  una  de  sus  polémicas  con  otros  pensadores  condujo  indefectible-mente  a  la  superación  de  una  limita-ción teórico-filosófica, de algún entuer-to o de una distracción de los objetivos supremos de la clase proletaria en aras de su emancipación. A Hegel le endere-za el edificio teórico, lo asume, lo tras-ciende  y  termina  concluyendo  que  “no es la conciencia del hombre la que deter-mina  su  ser  sino,  por  el  contrario,  es  el  ser  social  lo  que  determina  su  concien-cia”, supera  “El  Espíritu”  hegeliano,  planteando  que  el  motor  de  la  historia  es  “la  lucha  de  clases”.  El  corolario  es  la  asunción  “en  conciencia  de  clase”  del  proletariado  como  sujeto  histórico  de la revolución.Marx  ha  tenido  numerosos  exegetas,  muchos   de   ellos   deformadores   de   la   fuerza original de sus escritos. Ludovico Silva,  con  aguda  inteligencia,  cuestionó  al marxismo althusseriano, en su desga-jamiento  entre  el  joven  y  el  viejo  Marx,  especialmente por desnaturalizar la ca-tegoría  “alienación”,  que  vino  a  formar  parte  fundamental  del  andamiaje  teóri-co del marxismo. Al respecto comentaba en su anti-manual: “Althusser no ha leído bien a Marx. Sólo una lectura superficial puede  afirmar,  como  lo  hace  Althusser,  que  el  concepto  de  alienación  es  “ideoló-gico”. Pese a las vacilaciones que Althus-ser tiene acerca del concepto de ideología, pienso que la entiende como falsa concien-cia  (aunque,  para  él,  como  lo  confesó  en  su Pour Marx, una sociedad comunista es inconcebible  sin  ideología,  que  es  lo  mis-mo  que  decir  que  la  sociedad  comunista  seguirá  teniendo  falsa  conciencia),  y  por  ello  mismo  la  entiende  como  término  ne-gativo”. Para el autor venezolano no se salvaba ni el propio Engels, que  según  él  había  trans-formado  a  Marx  en  un  fi-lósofo,  con  su  sistema  filo-sófico   incluido,   condición   que el propio Marx nunca reivindicó para sí: “los filó-sofos no han hecho más que interpretar  de  diversos  mo-dos el mundo, pero de lo que se  trata  es  de  transformar-lo”. En ese mismo orden de ideas, fue el propio Engels, quien enredó la petaca (di-cho maracucho) en torno a categorías  tan  difundidas  como  la  de  “superestruc-tura”, acerca de lo cual co-menta  Ludovico  Silva  “en contra de lo que pudiera desprenderse de tanto pensamiento manualesco marxista sobre  la  superestructura  ideológica.  Es  cierto  que  Engels  sí  insiste  en  el  término  (...) que, aunque ilustrativa de una teoría científica,   la   célebre   «superestructura»   no  era  otra  cosa,  para  Marx,  que  una  metáfora,  usada  con  discreción  y  econo-mía  estilística  en  unas  pocas  ocasiones.”Aunque aquí hay un sesgo interpretati-vo, también hay un error de traducción por parte de Engels sobre los escritos de Marx, en nada y más y nada menos que un  concepto  que  se  convirtió  en  pilar  del edificio teórico del marxismo, del de-nominado por los manuales de la URSS como “el materialismo histórico”.Si no bastasen las confusiones gene-radas  por  los  exegetas  e  intérpretes,  debemos  entonces  sumarle  las  de  los  traductores,  que  han  agregado  mag-nas  complicaciones  a  las  formulacio-nes  teóricas  de  Marx.  El  escritor  co-lombiano Erick Pernett, quien estudió en  la  entonces  Unión  Soviética  entre  los  años  1978  y  1984,  encontró  más  de  500 errores de traducción al español en las  ediciones  más  reconocidas  de  las  obras  de  Carlos  Marx,  incluyendo  las  muy  difundidas  del  Fondo  de  Cultura  Económica  de  México,  errores  que  en  muchos casos deforman el fondo de los planteamientos marxistas.Marx dejó un gran legado científico, que  permitió  conocer  el  verdadero  fun-cionamiento  del  sistema  capitalista.  El  aporte más esclarecedor gira en torno a la  teoría  del  valor  y  la  construcción  de  la  categoría  “plusvalía”,  que  explica  la  verdadera  naturaleza  de  las  relaciones  de explotación en su seno, piedra contra la  que  tropezaron  grandes  pensadores  como  Smith,  Mill  y  Marshall,  por  citar  los  más  conocidos,  que  no  lograron  dis-cernir el misterio detrás de la creación del   “valor”.   Los   fisiócratas   pensaron   que  su  fuente  era  la  naturaleza,  consi-derando al resto de las actividades como estériles  o  parasitarias.  Smith,  a  pesar  de haberlo formulado correctamente en un  primer  momento,  asumiendo  que  el  tiempo  de  trabajo  invertido  en  la  trans-formación de un bien es la fuente del valor,  inmediatamente,  en  palabras  de  Marx, “da  media  vuelta  de  repente,  y  en  lugar de resolver el valor de cambio en sa-larios, ganancias y renta del suelo”, como partes  que  salen  del  valor  creado  sólo  y  únicamente  por  la  fuerza  de  trabajo,  cada una de ellas (ganancia, renta y sa-lario)  se  convierten  según  Adam  Smith  en las fuentes originarias del valor” por separado y con vida propia. Este tema, que parece cuestión de aca-démicos o licenciados en economía, tiene una grandísima importancia en la lucha de  clases,  sobre  todo  en  tiempos  cuando  se resalta la naturaleza “productiva” del capital,  desnaturalizando  la  verdad,  de  que solo la fuerza de trabajo crea valor y  que  ninguna  economía  que  propenda  a  la  superación  del  capitalismo  puede  fundar  sus  bases  sobre  tales  premisas  falsas. La obra de Marx no es “la biblia del  proletariado”  como  algunos  la  han  calificado,  no  contiene  verdades  eter-nas,  pero  es  la  contribución  argumen-tal  más  poderosa  como  herramienta  de  luchas  que  hasta  ahora  existe  para  la  emancipación  del  proletariado  y  la  construcción del socialismo.Suplemento del3Nº 558 s,UNESDEABRILDEParte SOBRELAVIGENCIADELPENSAMIENTOMARXISTA2Suplemento delParte SOBRELAVIGENCIADELPENSAMIENTOMARXISTANº 558 s,UNESDEABRILDEMarx: una fuerza telúricaT/ Rodolfo Magallanes F/ C or te sí aEl nombre de Karl (Carlos) Marx  (05-05-1818  al  14-03-1883)  sigue  atemorizando a las élites econó-micas  y  políticas,  especialmen-te,  en el mundo asociado con el sistema capitalista.  A  pesar  de  ser,  sobre  todo,  un  pensador  (uno  de  los  grandes)  del  siglo XIX, por lo tanto, en gran parte heredero  de  su  época,  el  impacto  de  su  trabajo  intelectual,  como  político,  filó-sofo,  sociólogo,  historiador,  periodista  y,  sobre  todo,  como  economista  se  pro-longa,  más  allá  del  límite  acotado  del  transcurso de su vida personal, hasta el presente. Su pensamiento, contenido en una obra inmensa aunque dispersa, aún no publicada en su totalidad, pero tam-bién inconclusa ha tenido -a pesar de sus adversarios- un gran reconocimien-to y un amplio impacto que se mantiene hoy y que, en buena medida, ha servido de  inspiración  -al  menos,  así  se  ha  re-conocido  públicamente-  entre  otros  a  logias, grupos, asociaciones, sindicatos, partidos   políticos,   confederaciones   y   coaliciones a lo largo de la historia y al interior de los países y en todo el mun-do, sirviendo de guía a sus aspiraciones y reclamos a favor de la justicia y refor-mas  sociales,  principalmente,  en  refe-rencia a los derechos de los trabajadores y  sectores  sociales  oprimidos,  en  gene-ral,    incluyendo  también  las  demandas  del mundo subdesarrollado frente a los países imperialistas. El trabajo principal de Marx puede vá-lidamente citarse en relación con gran-des pensadores clásicos de la economía, entre otros, Adam Smith y David Ricar-do; pues, sin duda, en cierta medida sus estudios  se  inspiraron  (al  menos,  para  oponerse  finalmente  a  ellos)  en  el  tra-bajo de grandes economistas que le pre-cedieron (aún el nuevo conocimiento, se sostiene en conocimientos precedentes). Sin  embargo,  su  propio  esfuerzo  termi-na realizando aportes significativos que revisan,  corrigen  e  innovan  dentro  de  esta  tradición  y  justifican  la  decisión  de  separarlo  del  resto  de  los  economis-tas clásicos, dando lugar válidamente a una  escuela  original:  la  escuela  econó-mica  marxista.  Entre  los  aportes  prin-cipales de Marx en este campo podemos reconocer: la creación de un método de análisis  e  interpretación  de  la  historia  y  del  cambio  de  los  modos  sociales  de  producción, la precisión de la noción de trabajo productivo que genera valor, por oposición a toda la tradición económica burguesa -la que le precedió y la que le sigue-, la adecuada definición de plusva-lía  o  excedente  económico,  la  precisión  de  su  origen,    la  distinción  de  sus  dife-rentes formas sociales de apropiación y, de manera muy destacada, la definición de  una  teoría  de  la  explotación  de  los  trabajadores. Destaquemos,  sobre  todo,  esta  idea  fundamental:  “Bajo  el  régimen  social  vigente,  el  capitalista  encuentra  en  el  mercado  una  mercancía  que  posee  la  peregrina  cualidad  de  que,  al  consu-mirse,  engendra  nuevo  valor,  crea  un  nuevo valor, esta mercancía es la fuerza de trabajo”.  Marx    no    escribió,    prácticamente,    nada acerca de cómo debería ser la for-mación social que sustituiría a la socie-dad capitalista (con la excepción quizás de las breves referencias a la igualmen-te  brevísima  experiencia  histórica  de  la  Comuna  de  París).  Conscientemente  evitaba  ello,  pues  consideraba  de  cier-ta  manera  tal  intento  ocioso  por  in-fundado.  A diferencia,  Marx hizo -sin ninguna  duda-  un  gran  aporte  (aún  no  superado)  a  la  comprensión  del  modo  de   producción   capitalista,   revelando   sobre  todo  las  tensiones  internas  que  contiene  y  que  en  opinión  de  Marx  de-berían  dar  al  traste  con  su  existencia.    Fue,  precisamente,  la  comprensión  de  su  funcionamiento  y  de  las  “leyes”  que  deberían  regir  las  condiciones  para  el  desenvolvimiento y crisis de la sociedad capitalista,  el  interés  principal  de  su  trabajo  científico.  No  hay  duda,  de  que  el  interés  de  Marx  fue  esencialmente,  aunque  no  exclusivamente,  científico.  A  favor  de  esta  interpretación  resulta  válido  citar  las  siguientes  palabras  de  su gran amigo y colaborador, Friedrich (Federico) Engels:   “toda la manera que tenía  Marx  de  concebir  las  cosas  no  es  una  doctrina,  sino  un  método.  No  pro-porciona dogmas acabados, sino puntos de apoyo para la investigación posterior y el método para esta investigación”. De hecho,  Marx  y  Engels  pensaban  estar  haciendo  en  el  ámbito  de  las  ciencias  sociales o morales -como se las solía lla-mar-  el  mismo  tipo  de  esfuerzo  y  logro  que Darwin alcanzó en las ciencias na-turales.  Por  otra  parte,  teoría  y  acción  política no se hallaban para nada divor-ciadas en el pensamiento y conducta de Marx y Engels, quienes fueron a lo largo de su vida perfectamente coherentes. Aunque  el  debate  rodea  aún  la  difu-sión  de  sus  principales  ideas,  como  ca-bría esperar de un pensamiento revolu-cionario, ni siquiera sus más enconados adversarios  desde  el  pensamiento  eco-nómico  más  típicamente  burgués  han  podido  hacerlas  a  un  lado.  Hoy  mismo  nos  encontramos  más  bien  en  un  esce-nario  mundial  que  podría  servir  para  poner  sus  ideas  a  prueba  e  ilustrar  la  validez  de  las  mismas.  Una  nueva  gra-ve  crisis  del  sistema  capitalista  global  está  ocurriendo,  se  han  ampliado  las  desigualdades   sociales   al   interior   de   los  países,  también  en  los  países  más  ricos;  crece  la  oposición  entre  derecha  e  izquierdas  en  todo  el  mundo;  una  se-rie de crisis estructurales amenazan la sostenibilidad de las formas capitalistas de  sociedad,  la  existencia  hoy  de  crisis  climática y ambiental, crisis energética, crisis  demográfica  y  migratoria,  crisis  de  los  partidos  políticos  y  la  represen-tación  política,  una  importante  crisis  geopolítica  que  apunta  a  acabar  con  el  predominio de la potencia capitalista hegemónica, ante el reto planteado por potencias   emergentes,   mientras   cada   día  es  más  patente  la  debilidad  econó-mica  de  Estados  Unidos,  entre  las  que  podemos identificar.    La  memoria  del  trabajo  de  Marx  ha  perdurado en el tiempo, al igual que las aspiraciones  más  nobles  de  la  humani-dad que le sirvieron de motivo final.  Tal como  ayer,  continúa  siendo  válido  con-cluir este recordatorio haciendo un lla-mado a la unión de los oprimidos en la construcción de una sociedad más libre y mejor para todos. ¡Proletarios de todos los países uníos!. Trabajo, tiempo y valor“En la historia de la producción capitalista la reglamentación de la jornada laboral se presenta como lucha en torno a los límites de dicha jornada, una lucha entre el capitalista colectivo, esto es, la clase de los capitalistas, y el obrero colectivo, o sea la clase obrera”+-ARX%L#APITAL4OMO)
4Suplemento dominical delT/ Nelson Rodríguez A.F/ C or te sí aLa  figura  de  Carlos  Marx  (1818-1883),  desde  el  siglo  XIX  hasta  hoy, no ha dejado de mencionar-se en algún lugar del mundo. Su obra  cumbre,  El  Capital,  es  materia  de  estudios académicos, por sus aportes al pensamiento científico universal. Trata sobre la evolución de la humanidad des-de  el  colonialismo  hasta  la  explotación  de la fuerza de trabajo y el valor de uso de  las  cosas  con  énfasis  en  el  plusva-lor  que  enriquece  a  unos  y  empobrece  a  otros,  tema  presente  en  la  sociedad  desde  que  la  civilización  requirió  de  la  ofer ta y la demanda de bienes para el de -sarrollo moderno de la economía.Entre  él  y  Federico  Engel,  también  alemán, se fraguó una dupla intelectual que  los  hermanó  para  siempre.  Sus  es-tudios  sobre  el  rol  perverso  del  capita-lismo  y  acerca  de  la  lucha  de  clases  los  llevó al  destierro de países que conside-raron subversivas sus tesis ideológicas. Para 1857 ya habían sido expulsados de Alemania a Francia, de allí a Bélgica y de  Bélgica  los  echaron  para  Londres.  Entonces  la  estancia  fue  mayor  por  la  presencia  de  fábricas  manufactureras  y  un  marcado  auge  de  organizaciones  laborales.En  las  dos  próximas  décadas,  Marx  pudo consolidar buena parte de su obra filosófica, pero solo vio publicado el pri-mero  (que  escribió  5  veces)  de  los  tres  tomos  de  El  Capital.  Al  morir,  en  1883,  dejó un sinfín de manuscritos, libros su-brayados y notas para los siguientes to-mos,  que  finalmente  organizó  Federico  Engel, quien compartía en profundidad el pensamiento filosófico de su amigo.140  años  después  del  nacimiento  de  Marx se produce en Venezuela el derro-camiento    de  la  dictadura  del  general  Marcos  Pérez  Jiménez.  Este  hecho  ha-bía despertado en los venezolanos ganas inusitadas de ascender a la condición de mundo, surgían los partidos políticos y, con ellos, ideologías propias influencia-das  por  la  socialdemocracia,  el  social-cristianismo, y en ese contexto también el socialismo y sus emblemáticas figuras ideológicas: Marx, Engel y Lenin.Los  jóvenes,  para  continuar  su  edu-cación  formal,  debían  trasladarse  a  las  ciudades. En mi caso, a Ciudad Bolívar o a Caracas. Quienes tenían oportunidad de retornar al pueblo lo hacían en los ci-clos vacacionales; traían nuevas ideas y con ellas las influencias capitalinas so-bre la necesidad de conquistar un mun-do mejor, sin la explotación de la fuerza laboral  como  ocurría  en  otras  partes.  Por  esa  vertiente  surgió  en  mi  genera-ción  el  interés  por  la  lectura  y  el  amor  por  los  libros.  Así  descubrí  y  me  hice  militante de las ideas esplendorosas que llegaban en esas páginas. Tuve ante mis ojos  la  figura  de  Carlos  Marx.  Un  veci-no  matriculado  en  la  Escuela  Técnica  Industrial  de  Caracas,  Aquiles  Lugo,  en  sus  primeras  vacaciones  me  regaló  un  libro  pequeño  intitulado  El  Capital.  Con  el  tiempo,  a  través  de  círculos  de  estudios,  supe  que  las  ideas  filosóficas  y políticas de su autor marcaron el pen-samiento  social,  filosófico  y  económico  del siglo XX, e influyeron de manera no-table en las luchas de millones de seres humanos a escala planetaria.¡Sorpresa!  El  director  del  colegio  se  detiene en la puerta de quinto grado: to-dos de pie en el acto. Él ordena que nos sentemos y dice con voz autoritaria pro-pia de un director de entonces: “Alumno Nelson Rodríguez Antoima, acompáñe-me  a  la  Dirección”.  Lo  sigo.  Las  pare-des  saturadas  de  retratos  de  próceres  y figuras diversas le daban al ambiente cierta solemnidad; observo que hay una persona  sentada  en  uno  de  los  muebles  de imitación afrancesada.El  director  me  mira  fijamente,  luego  al visitante, y de nuevo a mí. Lanza esta tremenda  pregunta:  “Rodríguez  Antoi-ma:  ¿Qué  es  comunismo?”.  La  criatura  tiembla  de  miedo  y  tartamudea.  El  di-rector la acosa: “¿Qué es comunismo?”.No  hay  respuesta.  Y  ante  la  mirada  acusadora  de  ambos  en  medio  de  un  sepulcral  silencio  solo  pude  responder:  “Es la dictadura del proletariado”.El  director,  erguido,  trata  de  comu-nicar  algo  en  connivente  expresión  al  visitante; y le replica al muchacho: “Ro-dríguez,  usted  está  ciego2.  Se  cubre  los  ojos con las manos y da varios pasos va-cilantes.  “Mire,  Rodríguez,  usted  anda  así”. Dio otros pasos con los ojos cubier-tos y ordenó: “Retírese y venga mañana con su representante”.La  persona  extraña  al  parecer  quedó  satisfecha  con  la  actitud  del  director.  Era  el  padre  de  un  compañero  de  aula,  a quien yo había inscrito en la Juventud Comunista  y  le  había  asignado  con  su  nombre un carnet ilustrado con el galli-to rojo que él había mostrado orgulloso a sus hermanos en casa.De mi sector El Tamarindo salie-ron  varios  muchachos  a  estudiar  en  Caracas.  Los  que  permanecíamos  en  los  cursos  de  primaria  militábamos  en la Juventud Comunista (JC) y des-de  las  células  alimentábamos  nues-tras  ganas  de  saber  cosas  y  cambiar  el  mundo;  vendíamos  Tribuna  Popu-lar,  repartíamos  volantes  políticos  y  asistíamos a los mítines de dirigentes sindicales  de  las  empresas  del  hierro  de Guayana y líderes provenientes de Ciudad Bolívar o Caracas, por lo gene-ral  profesores  universitarios  y  desta-cadas figuras de la política, a quienes habíamos visto una que otra vez en la prensa nacional.Hasta San Félix, a orillas del Orinoco, llegaba la palabra de este fantasma que recorría a Europa, por allá, en la déca-da  de  los  años  cuarenta  del  siglo  XIX.  Un folleto (El Manifiesto Comunista) de unas  27  páginas  escritas  a  dos  manos  en  la  efervescencia  de  la  juventud  de  ambos  pensadores.  Para  aquella  época, Marx tendría 29 años y Engel 27. En medio de sesudas ref lexiones, radiografiaban el mundo:“Un  fantasma  recorre  Europa:  el  fan-tasma del comunismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada  contra  ese  fantasma:  el  papa  y  el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses  y  los  polizontes  alemanes  (...)  »De  este  hecho  resulta  una  doble  ense-ñanza:  Que  el  comunismo  está  ya  reco-nocido  como  una  fuerza  por  todas  las  potencias  de  Europa.  Que  ya  es  hora  de  que los comunistas expongan a la faz del mundo sus conceptos...”.Son  los  primeros  párrafos  del  Mani-fiesto  Comunista.  Escrito  por  encargo  de  la  Liga  de  los  Comunistas  vio  la  luz  en Reino Unido, el 21 de febrero de 1848 en medio de las llamadas “Revoluciones europeas de 1848”. Desde entonces circuló en distintos idiomas alrededor del globo. Aportes de investigadores serios per-miten  inferir  que  en  pleno  auge  de  la  Guerra  Federal  en  Venezuela  (1859-63)  el texto redactado por Marx y Engel era conocido en la patria de Simón Bolívar. Recordemos que el líder federal Ezequiel Zamora  el  de  tierras  y  hombres  libres  se enteraba de las luchas de las masas rurales europeas gracias a su cuñado, el francés alsaciano, José de Gaspers.Por  cierto,  en  1852  Carlos  Marx  es-cribió, para el tomo III de la The  New  American Cyclopedia, un texto bastante adverso  al  Simón  Bolívar  que  conoce-mos (hasta se equivocó en el nombre del Libertador).  Tal  vez  si  hubiese  contado  con voces autorizadas como las de Hum-boldt o Bonpland, se habría ahorrado su error histórico.Utilizó  veneno  de  textos  de  militares  fracasados,  como  de  filibusteros,  cor-sarios  y  piratas,  que  leyó  en  el  archi-vo  del  museo  británico.  Y  pláticas  de  café. Creyó en “rapiñas de la mar” y en mercenarios  tarifados  como  Gustavus  Mathias Hippiesley (1819) y Ducondray Hosltein   (1831),   enemigos   declarados   del Libertador. Tal vez sí hubiese conta-do –como dijimos– con otras fuentes de información,  mucho  más  éticas  y  fide-dignas, hoy aseguraríamos sin equívo-cos  que  Marx  habría  simpatizado  con  los  ideales  libertarios  y  revoluciona-rios del caraqueño en vez de cometer el exabrupto de injuriarlo.Suplemento delParte sobre la vigencia del pensamiento marxistaNº 558 s,UNESDEABRILDEEngel en el sepelio del filósofo amigo:  h5NHOMBREVIVEATRAVÏSDESUSLIBROSv%L#APITALLAOBRACUMBRE-ARXY%NGELSDUPLAINTELECTUAL-ANIlESTODELOSCOMUNISTAS
 
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