Eduardo galeano: Necesidades que destruyen.

NECESIDADES QUE DESTRUYEN

Domingo 02 de diciembre de 2018

«En la historia de los hombres cada acto de destrucción encuentra su respuesta, tarde o temprano, en un acto de creación.» 

Eduardo Galeano 

Si de algo se ha aprovechado el hombre, son de las carencias o escasez de cuanto le ha sido imprescindible para existir como especie. Esas necesidades por satisfacer sus instintos las ha materializado de distintas formas y con variados efectos, incluso las de comprometer la presencia de sus iguales, cuando no de si mismo. 

Esta ha sido su razón para esa insaciable e inquieta búsqueda de tener, poseer, conquistar,…, más allá de lo que materialmente requiere y puede consumir. Es una conducta natural, probablemente sea su principal inquietud o naturaleza, la razón para hacerse presente en cada espacio del planeta y fuera de este.

Ese insaciable impulso, lo ha llevado a crear todo un interconectado y complejo sistema de necesidades del cual se generan otras y esta a su vez en otras y así casi hasta el infinito. Incluso, en oportunidades de dichas creaciones, confunde las más esenciales con las superfluas, colocándolas en un orden de prioridades en las que arriesga hasta sus propias necesidades existenciales.

Pareciera ser que la vida humana se inició con las necesidades, o la necesidad de esta, y finalizará cuando ya no tenga ninguna aspiración, ni razón para su presencia en el planeta. También es posible imaginar, que la especie humana se transmute a otra forma existencial, en las que la satisfacción de sus necesidades solo sean aquellas las que les permitan existir como tal. Por lo pronto, mientras se acerca ese catastrófico final, esa avidez continua latente e incluso desarrollándose vertiginosamente. Tal cual como el glotón cava su propia tumba con los dientes, así está la humanidad socavando la suya, maniobrando su propia destrucción. 

Si hay quienes no se han percatado de esa situación y además no quiere ejercitar en demasía su capacidad de razonamiento, simplemente obsérvese el asunto de las drogas denominadas sicotrópicas y estupefacientes, relacionadas con los daños materiales, espirituales, psicológicos, morales,…, que esta le produce al hombre/mujer. Sin embargo, aún conocidos los efectos a corto, mediano y largo plazo, la sociedad mundial en general ralentiza los procesos de su erradicación, mientras que se muestra más diligente permitiendo la aceleración de la destrucción ambiental, asociada con la producción de esas drogas.

Ejemplos como el anterior, son aplicables a otros órdenes de la vida humana. Para verificar lo antes dicho, pongamos el nefasto ejemplo de la economía capitalista relacionada con la salud. Si el hombre/mujer fuera permanentemente sano, no existieran las enfermedades, ni así los médicos dedicados a curarlas, pero mucho menos necesitaría de medicinas y de toda la logística que supone esa actividad. Es decir, una de las fuentes de mayores ingresos dinerarios inventado por el hombre, requiere ser satisfecha por la imperiosa necesidad de este por estar sano y saludable. 

Al igual que el ejemplo anterior, el de las drogas, la sociedad se muestra muy avivada ante esa necesidad, nos referimos a la dineraria, pero da impasibles muestras para que esos sistemas permanezcan casi desapercibidos, incluso a sabiendas que estos producen nuevas enfermedades para justificar su presencia. 

Que decir de otra necesidad del hombre, la de defenderse de si mismo. En ese sentido ha diseñado todo un complejo sistema bélico, que según sus defensores, les asegura la existencia, a pesar que en esos conflictos pueda que muy pocos queden para contarlo, en el mejor de los casos. Las reacciones de la sociedad ante esas circunstancias, son idénticamente similares a las descritas en los casos anteriores. 

Iguales consideraciones pueden realizarse, al comprometedor sistema creado por el hombre para manejar lo producido en los tres casos antes citados, es decir, el capital y todo el poder asociado al logro de esa ansiosa necesidad. Nos referimos al sistema financiero y en especial a los banqueros. Si a estos inefables sujetos se les diera, por alguna razón, la oportunidad y capacidad de envasar todo el oxigeno habido en el planeta, sin duda que este fuera el mayor de sus negocios.

En ese patético caso, probablemente siguieran existiendo los pobres, estamos convencido que se necesita que alguien haga el trabajo sucio que no quieren hacer aquellos. Esto es, trabajar para industrializar los procesos de producir, envasar, distribuir y comercializar tan necesario producto. Lo anterior va a requerir del desarrollo científico, industrial, publicitario, comercial,…, y todo el conjunto de procesos que el hombre ha creado para satisfacer sus necesidades, lo que sin duda hará aparecer una clase distinta, esto es, la clase media. 

Esta naciente clase se distanciará de aquella, por aquello de la supuesta inteligencia y de la creencia que en algún momento podrán ascender de categoría, como se lo han prometido los financistas. Así continuará el empuje hacia abajo y el escarceo hacia arriba, sin percatarnos que todos, absolutamente todos, estamos cavando nuestra propia tumba.

Lo triste de todo lo antes descrito, es que mucho llaman a esos procesos como progreso, lo que es peor, ruegan porque se mantenga así esa insaciable y destructiva necesidad.