UNA VIDA DE COMBATE Y UN MINUTO DE SILENCIO TAMBIÉN SE VALE, PERO SOBRE TODO NUNCA OLVIDAR NUESTROS MUERTOS.

¡Claro que duele!

 Aquiles consultó a Tetis sobre su futuro, supo que la vida le deparaba dos opciones. Morir de viejo en su trono de rey y ser recordado por un par de generaciones de su pueblo o ir a la guerra de Troya, morir en ella, y ser recordado para siempre hasta el final de los tiempos. El gran Aquiles decidió lo segundo, y aún hoy lo recordamos.Ese desde siempre ha sido el ethos del guerrero, luchar y morir con dignidad, en el combate, bajo el filo de la espada, con honor. Los guerreros y guerreras farianas, aun van más allá, pues al contrario de Aquiles que sólo buscaba la gloria personal, lo hacen no por gusto, ni por vanidad; sino por necesidad, por entrega a la causa de los oprimidos, y bajo el noble ideal de darlo todo a cambio de nada, tal como dijera el comandante Jacobo Arenas.Es por eso que nos duele, si, nos duele el corazón fariano; nos duele nuestro ser comunista cuando de la manera más cobarde, y sin combate alguno, de la manera más deshonrosa para el código mismo de la guerra, son asesinadas y asesinados nuestros camaradas. Claro está, sabemos que la oligarquía sanguinaria, esa que ha enlutado a Colombia bajo ríos de sangre de hombres y mujeres humildes, carece de cualquier asomo de ética, carece de códigos, carecen de honor, carecen de gloria.Mientras el guerrero fariano va dispuesto al sacrificio de ser necesario y nada personal lo estimula, tal como lo eternizó Julián Conrado, el mercenario de la oligarquía va al campo de batalla por un miserable sueldo para pagar el arriendo y darle de comer a sus hijos, ignorante absoluto de su propia miseria.La cobardía es el sello con el que la oligarquía actúa. Nunca fueron capaces de enfrentar a la guerrilla respetando su propia institucionalidad jurídica, y por eso tuvieron que crear al paramilitarismo para "hacer el trabajo sucio". Sabían que legalmente no hubieran podido eliminar el sentimiento y legitimidad que las FARC-EP despiertan en la población; fue por ello que acudieron a miles de masacres. Basta recordar a los humildes pobladores de La Gabarra, Mapiripan, Ovejas, El Salado, Trujillo, entre tantas otras. Crímenes de lesa humanidad que les cuesta reconocer, y sobre los que no hay verdad, ni justicia, ni reparación. Crímenes no contra las FARC-EP, sino contra el pueblo Colombiano.Y son igualmente cobardes, cuando no son capaces de enfrentar a la guerrilla en el combate, y sin embargo se hacen llamar héroes por atreverse a oprimir un botón a miles de kilómetros de altura para descargar toneladas de muerte sobre los campamentos guerrilleros. ¡Qué valentía!, ¡cuánta admiración!. Saben que sin la tecnología y el poder del fuego aéreo no son nada. Saben que en el terreno, montaña o llano adentro, les tiemblan las piernas.Pero son triplemente cobardes, cuando ellos mismos, los grandes generales, empresarios y políticos sedientos de la muerte, no son capaces de librar la guerra frente a frente en el campo de batalla, sino que utilizan a una manada de jóvenes ignorantes y necesitados, reclutados en las barriadas más humildes. Mientras los soldados de la patria dejan sus piernas persiguiendo a la insurgencia, los hacedores de la guerra festejan con costosos licores y en exclusivos lugares, a la vez que los huérfanos y madres escasamente pueden tomar aguapanela. Esa es la triste realidad del pueblo colombiano. Esa es la cobardía que no son capaces de reconocer. Esa es la verdad a la que le temen.Pero es también desde esa indignación que sentimos en el corazón, que se forja la moral de lucha que ha permitido al pueblo en armas mantenerse en resistencia por más de 50 años. Al caer cada guerrillero y cada guerrillera, se nutre un ejemplo de dignidad, braveza, altura, y ética, que nos obliga a afianzar nuestro compromiso con la causa de la humanidad.Hoy lloramos con rabia la muerte de los camaradas Jacobo Arango, Carlos Patiño, Olimpo, Gilberto Becerro, Pedro Nel, y la de todos los caídos; quienes murieran no en medio del combate, sino en medio de un gesto franco de paz que la insurgencia brindara para alimentar los sueños de esperanza. ¡Gloria eterna!. Que sepa la oligarquía que esto no nos amilana, sino que nos empuja a seguir la lucha. Que sepan de nuestro profundo compromiso con la paz de Colombia, pero que sepan también que los puestos de combate de los caídos, no tardaran en ser ocupados si la historia a ello nos empuja. Hemos jurado vencer y venceremos!

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