Macri, la derecha del siglo XXI en Argentina
No hay excusas. Se perdió. No sirven los pretextos aritméticos
característicos del día después. No vale eso del “país dividido” ni
hablar de fraude electoral. La derrota es incuestionable. Ganó Macri con
su plataforma conservadora (Cambiemos) y perdió Scioli (con el Frente
para la Victoria). Esta es la primera conclusión que no debe ser
maquillada de ninguna manera. Ellos son más. Las urnas en Argentina,
esta vez sí, le dieron la razón electoral. Ganaron por algo más de tres
puntos de diferencias. En este siglo XXI, es la primera vez que un
proceso de cambio en América latina pierde en las urnas. Esto merece una
explicación. O al menos, un intento. He aquí algunos apuntes.
2. La
Presidenta Cristina no llegó a decidirse. No logró imponer su
candidatura. Aunque tampoco cedió frente al viejo aparato peronista.
Prefirió no involucrarse demasiado en la campaña. Quiso siempre
consolidar su capital político con independencia: el kirchnerismo como
fuerza propia organizada. Seguramente no creyó en Scioli desde el primer
momento. Quizás se confío e imaginó que todo estaba ganado. Pero no fue
así. Aún falta por ver si la Presidenta ya está pensando en lo que se
viene. Va a contar con una importante presencia en el congreso, como
primera fuerza. Veremos cuál es su rol político en los próximos meses.
De ello dependerá en gran medida mucho de lo que sea el espacio K en
Argentina: no se puede tirar por la borda todo lo que se ha avanzando en
esta época ganada para las mayorías. Toca afrontar este delicado
momento, por ejemplo, tal como lo encaró Chávez cuando perdiera el
referéndum constitucional del año 2007. El desafío es levantarse y
asumir que hoy ya es mañana. La política sigue.
2. Scioli no era
el candidato. Scioli no se escribe con K. Ni es kirchnerista ni pudo
disfrazarse como tal. La mayoría del Partido Justicialista (PJ) quiso
que fuese él quien pudiera transitar de nuevo hacia el centro de
gravedad del peronismo, que no necesariamente significa ser
kirchnerista. Scioli está más cerca de un peronista de los noventas que
de un kirchnerista del siglo XXI. Hay una distancia sideral entre él y
la Presidenta. Su discurso carece de épica, de emotividad. No se siente
cómodo en la confrontación. Su carisma brilla por su ausencia. En
campaña, no sumó ni un solo voto. No fue un buen candidato. No sirve
cualquiera para continuar con un proyecto de cambio por muy bien
engrasado que esté. Lo cual obliga a pensar con mayor responsabilidad el
tema de la sucesión, quién, cuándo, cómo, qué identidad política
representa.
3. Macri se reinventó. La derecha del siglo XXI ya
no es la del siglo XX. No quiere ni revanchas ni ajuste de cuentas. Se
presenta como la política de la buena onda, amigable, sin confrontar,
revestido excesivamente de marketing. Supo sumar sin renunciar a su
esencia. No rompió con él mismo, pero sí logró incorporar más perfiles
al personaje. Amplió así la base de votos. He aquí la cuestión. Fue
agregando siglas, creando coaliciones, alianzas territoriales. Crearon
un Macri poliédrico, abarcando muchas dimensiones. Su proyecto político
es una coctelera donde cabe casi todo: el Estado y las privatizaciones,
lo social y las transnacionales, el FMI y la patria argentina. Al final,
le dio sus frutos. Y por tanto, es clave aprender a no subestimar a
esta nueva derecha emergente que se complementa -a la perfección- con
los medios hegemónicos y con los poderes económicos, pero que se
presenta cómo otra cosa, con otro tono, con otras formas.
4. No
vale la pena disputar el pasado, la clave está en el futuro. La campaña
del miedo no es suficiente para ganar. La lectura hacia atrás no suma lo
deseado. Las nuevas generaciones no saben qué es eso de la vieja y
larga noche neoliberal. Otros muchos, que sí la padecieron, han
naturalizado los nuevos derechos sociales y el nuevo vivir bien
fuertemente sustentados en la mejora del consumo. No creen de verdad en
que se pueda volver atrás. El cambio de época logró instalar un nuevo
sentido común de irreversibilidad. A partir de ello, se trata de pensar
el futuro. La construcción de expectativas es la fuente real para
encantar a las mayorías; la fidelidad se sostiene con desafíos hacia
delante. Scioli jugó más a atacar a Macri centrándose en la idea de la
vuelta al pasado en lugar de buscar la manera de seducir al electorado
con lo que se podría lograr en los próximos años. Macri hizo todo lo
contrario. Evitó hablar del pasado proponiendo una narrativa
esperanzadora, de oportunidades futuras. Esta es una lección para los
procesos de cambio en la región: se precisa identificar las nuevas
demandas de la ciudadanía para seguir avanzando. No sirve de nada viejas
respuestas a nuevas preguntas.
A esas claves, hay que sumar los
errores propios de la gestión gubernamental, el desgaste de más de una
década, la continua restricción externa de los últimos años, la férrea
oposición mediática, la dificultad de sortear los obstáculos impuestos
por los poderes económicos internacionales, y además, tener que lidiar
con las contradicciones propias de un proceso de transformación a tanta
velocidad. Todo ello ayuda a explicar y problematizar esta derrota
electoral. Pero el análisis no debe llevarnos a un catastrofismo
exagerado. Se perdió. Sí, se perdió. Sin excusas. Pero toca pensar en
cómo no perder en la próxima cita electoral en cualquier otro lugar de
la región; o cómo levantarse de ésta para volver a ganar. El capitalismo
nunca tira la toalla, y por lo tanto, nosotros tampoco.
Alfredo Serrano Mancilla es Director del CELAG@alfreserramanci
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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