Pasar de la seguridad que mata a la paz esperada Manuel Humberto Restrepo Domínguez Rebelión
La
 seguridad fue convertida en el arma que se arroja para impedir la 
realización de los derechos, en especial los asociados a las necesidades
 vitales para vivir con dignidad y a la participación en las decisiones 
políticas. En nombre de la seguridad con el eufemismo de democrática, 
Colombia entró de lleno en el túnel de la confusión, el temor, el miedo a
 la institucionalidad del estado, la pérdida de sentido ético y la 
negación de la política como efecto de conjunto. Nadie podía ser ajeno a
 invocar la seguridad como bandera, ni cuestionar sus éxitos hoy 
descubiertos con dolor como aterradoras cifras de engaño. Hubo un giro 
de al menos 180 grados en los ejes de paz o guerra. Es cada vez mas 
claro que la seguridad fue sostenida con muerte, con cifras modeladas en
 el despacho del gobierno, lo que conduce a buscar que la paz que se 
pacte entre el estado colombiano y la insurgencia, tendrá que entender a
 los derechos humanos como asuntos concretos cuya estructura ética, 
social, política y normativa exige que tengan garantías materiales como 
requisito para su realización y oportunidades para ejercerlos sin 
obstáculos, sin barreras, sin los prejuicios morales, raciales y 
sexuales que todavía rondan a funcionarios e instituciones del estado y 
que impiden salir de los imaginarios de la sociedad sometida a la guerra
 y movida por el miedo.  
 Hay que renunciar a quedarse solo con la 
retórica de que basta que el poder anuncie que tenemos derechos para que
 estos se realicen o que se lucha para tener derecho a los derechos. Los
 derechos ganados son para ejercerlos y por eso en paz no pueden ser 
otra vez el mismo catálogo de ideales de futuro para aprender, memorizar
 y recitar, ajenos a la realidad, al margen de los contextos económicos,
 sociales y políticos en los que se ha vivido la guerra, porque es allí 
en los mismos territorios, escenarios y con adversarios políticos reales
 en los que se ha de convivir en paz. 
 Ha cambiado parcialmente 
la percepción autoritaria impuesta a través de la seguridad por el 
régimen Uribe de que el origen de todos los males está en la insurgencia
 y que por tanto la única salida es su exterminio, su liquidación total y
 la prohibición de entender que las consecuencias tienen causas y que la
 insurgencia no es origen sino resultado. La doctrina de que el único 
camino es la solución militar parece acercarse a su fin, junto con la 
táctica del todo vale y la política del enemigo terrorista, que tienden a
 perder el consenso indiscutible que tenían en el bloque dominante de 
poder político, económico y militar y sus conexiones donde ya algunos 
dudan, se alejan, se esconden, entran en balbuceos o sencillamente se 
pliegan a la maquinaria presidencial que parece condenada a enfrentar al
 Uribismo, que cada vez se asemeja mas a una cofradía que a un partido y
 de la que van cayendo uno a uno sus alfiles, su entorno inmediato, su 
primer anillo de la seguridad democrática, su escolta política personal y
 virtual y trata de sostener su fuerza insistiendo que la paz no debe 
ser posible, no puede ser creíble, no puede llegar. 
 Los 
funcionarios del régimen que quiso convertir a Colombia en un estado 
comunitario Nacional Uribista y que pusieron en alto riesgo de 
destrucción a la nación entera siendo ministros, consejeros, directivos 
de instituciones, alcaldes, gobernadores, asesores espirituales, jefes 
de inteligencia y contrainteligencia, oficiales, senadores, 
parlamentarios, contratistas, gerentes de bolsa y otros que aplaudían 
con desenfreno las mentiras del poder, desfilan hoy rumbo a despachos 
judiciales, centros carcelarios y aeropuertos, bien para rendir sus 
versiones, pagar irrisorias penas o huir, mientras sus antiguos aliados 
paramilitares comprometidos con la refundación de la patria van saliendo
 de las cárceles dejando libres sus celdas y grilletes. El común de los 
otrora poderosos alfiles es la arrogancia perdida, no dan órdenes, no 
tienen seguidores vitoreando su andar, carecen de subalternos, sus ojos 
no miran, sus cabezas abajo escapan a la luz y a los micrófonos de los 
mismos que sin vacilación retrasmitían el libreto de la seguridad 
dictado por ellos. El presidente de la seguridad busca reacomodarse para
 cogobernar o para influenciar los acuerdos y sacar avante sus 
responsabilidades por políticas de lesa humanidad, aunque su 
credibilidad política es mas débil que su capacidad para agitar y crear 
el caos sostenido con la técnica de lanzar un rumor que se convierta en 
un chisme que cien veces repetido provoque distracción, confusión, 
temor, rabia, odio y ganas de exterminar y seguir la guerra. Son ráfagas
 de rumores repitiendo que la paz no es posible, que solo la sangre 
libera, es la experticia de tramas, trampas, antiética, crueldad y 
estratagemas del engaño mezcladas para obstruir el derecho llamado paz, 
que a pesar de las adversidades, gana ventaja, está en furor, es 
noticia, es tema de estudio, está posicionado ya en el imaginario como 
derecho humano, y en consecuencia portador de un interés colectivo e 
individual supremo, inderogable e insustituible que debe ser garantizado
 por el estado. Hay optimismo a pesar de la brecha que todavía separa 
los compromisos pronunciados por el gobierno que aun llevan la sustancia
 de la seguridad y el respeto y compromiso que ofrece en la práctica. 
Los demás derechos humanos secuestrados en el régimen de la seguridad 
deben quedar libres de amenazas para que su libertad fortalezca la 
construcción del pacto de paz, deben quedar libres de los prejuicios 
morales que tratan de impedir su afirmación, libres de las mentiras y 
estigmatizaciones que les colocó la seguridad de la muerte a sus 
defensores. 
 El interés colectivo por la paz fortalece las 
libertades individuales y colectivas y su ejercicio sirve para prevenir 
de la discriminación y la violencia pero a la vez convoca y reta al 
gobierno a enfrentar al Uribismo que con la estrategia deliberada de 
defensa de la seguridad entendida como guerra, pone en riesgo el interés
 y la seguridad nacional que ofrece la paz y socava el respeto por los 
derechos humanos y la posibilidad de convivencia en paz, sin odios, ni 
muerte. 
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
 
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