La multifacética crisis del sistema-mundo (II) Perspectivas de los movimientos populares y de los gobiernos posneoliberales de América Latina y el Caribe Á. Guerra, K. Arkonada, L. Suárez S. y O. González (coord.) Rebelión.
 Perspectivas de los movimientos populares y de los gobiernos posneoliberales de América Latina y el Caribe
 
 
 
Edición: 2 de junio de 2015.
Participantes del taller internacional, por orden alfabético de los nombres
Ángel Guerra (Cuba), Arantxa Tirado (Estado Español), Darío Salinas (Chile), Esteban Rivero (México), Fernando Sánchez Cuadros (Perú), Gilberto López y Rivas (México), Héctor Díaz-Polanco (México), John Saxe-Fernández (México), Jorge Casals (Cuba), Jorge Veraza (México), Josefina Morales (México), Katu Arkonada (País Vasco), Lila Molinier (Paraguay), Luis Suárez (Cuba), Marco Gandásegui (Panamá), Nayar López Castellanos (México), Omar González (Cuba), Raúl García Linera (Bolivia), Silvina Romano (Argentina), Tamara Barra (México).
Hicieron llegar sus aportes por escrito:
Frente Guasú (Paraguay), Narciso Isa Conde (República Dominicana), Paula Klachko (Argentina), Sergio Rodríguez Gelfenstein (Venezuela), Tania García (Cuba).
El equipo de coordinación del taller y de redacción de la versión final de este documento, estuvo integrado por: Ángel Guerra, Katu Arkonada, Luis Suárez.
Parte I: Una mirada crítico-prospectiva a su impacto en Nuestra América
 52.- No nos corresponde definir el contradictorio impacto que los 
escenarios más probables, sintetizados en los dos acápites precedentes, 
tendrán en cada uno de los 33 estados políticamente independientes y en 
los 18 territorios sometidos a diferentes formas de dominación colonial 
en América Latina y el Caribe. Esa compleja tarea les corresponderá a 
los diversos movimientos sociales y políticos, y a los intelectuales y 
científicos sociales comprometidos con las luchas populares que en ellos
 actúan; asimismo, a los gobiernos revolucionarios, reformadores o 
reformistas –genéricamente calificados como “progresistas”, “de 
izquierda” y/o “posneoliberales”— actualmente instalados o que en el 
futuro se instalen en Nuestra América. 
 53.- Sin embargo, 
consideramos necesario indicar que ninguno de los escenarios antes 
sintetizados u otros que no hayamos sido capaces de identificar, están 
predeterminados. En tanto los campos de batalla entre los diferentes 
actores sociales y políticos, gubernamentales y no gubernamentales, 
hemisféricos o extra hemisféricos, serán heterogéneos, al tiempo que 
esos mismos actores pugnarán entre sí por defender su cuota de poder o 
la razón de sus ideas e intereses, en esa misma medida crecerán las 
reacciones conservadoras y, como contraparte, la creatividad popular y 
la resistencia, dando lugar a la aparición de nuevos y muy diferentes 
escenarios. 
 54.- En nuestros debates también se fortaleció 
nuestra convicción de que la política de saqueo y depredación de los 
recursos naturales renovables y no renovables y de los bienes comunes, 
seguida por el capital imperialista en América Latina y el Caribe, con 
pleno apoyo de los gobiernos de Estados Unidos y de la Unión Europea, 
provocará un amplio abanico de resistencias populares en buena parte de 
los países de la región, incluido México. 
 55.- Frente a la 
redoblada ofensiva del capital transnacional y nacional, en el propio 
México se han multiplicado las formas de resistencia popular, al igual 
que la construcción social alternativa de los pueblos indígenas, la 
defensa del trabajo y las organizaciones sindicales, la lucha contra el 
capital transnacional minero, la defensa del agua, de la tierra, de los 
territorios sagrados, de los saberes, de los espacios públicos urbanos, 
de la educación, y la batalla permanente contra la contaminación 
ambiental, por la justicia y por el derecho a la vida. De manera que los
 desafíos para la construcción de la unidad en la diversidad, serán 
enormes, pero no imposibles de solventar. Encontrar los caminos para 
coordinar, hacer confluir y unificar las diversas formas de lucha para 
enfrentar el despojo y las políticas de un Estado criminal que 
criminaliza la resistencia, será un reto que el pueblo mexicano, sus 
movimientos sociales y las diversas organizaciones políticas de 
izquierda, tendrán que asumir por encima de las diferencias y 
contradicciones que en la actualidad se advierten en el campo popular. 
 56.- Estas y otras evidencias nos inducen a pensar que —ante la que se 
ha calificado como “acumulación por desposesión”—, los diversos sectores
 populares y, en especial, las comunidades indígenas, afrodescendientes y
 mestizas, así como las y los campesinos y las y los trabajadores sin 
tierra, tendrán que padecer y enfrentar incontables proyectos de minería
 a cielo abierto, extracción de petróleo y gas convencional o no 
convencional, construcción de grandes carreteras y de obras hidráulicas e
 hidroeléctricas, o la plantación de enormes extensiones de diversos 
cultivos agrícolas (algunos de ellos transgénicos, como es el caso de la
 soya), que llevarán aparejado el desplazamiento de miles de familias 
por medios coercitivos, y la pérdida de la tierra y el territorio en los
 que han vivido y creado su cultura. El resultado de este nuevo e 
incesante despojo, históricamente hablando, será la ampliación del 
hambre y la profundización de la marginación a las que han estado 
sometidos buena parte de los habitantes de nuestro continente desde que 
los colonizadores impusieran, a sangre y fuego, sus múltiples formas de 
dominación en este, aquel Nuevo Mundo. 
 57.- Lo antes dicho nos 
permite vislumbrar que en los próximos años se producirá una gran ola de
 luchas populares en defensa de la tierra y los territorios, así como 
del agua y otros bienes comunes, al igual que de los recursos naturales,
 como las que se libraron hace algunas décadas en diferentes países de 
América Latina y el Caribe contra las políticas neoliberales. Sin 
excluir a ninguna de esas luchas, consideramos importante destacar las 
llamadas guerras del Agua y del Gas que se produjeron en Bolivia. Como 
se demostró en este y otros países del continente --en Ecuador, por 
ejemplo--, para lograr la victoria fue imprescindible fortalecer la 
organización y, sobre todo, lograr la articulación de los esfuerzos de 
los diferentes sectores populares del campo y la ciudad en aras de 
ampliar la movilización popular, y, del mismo modo, organizar y 
consolidar la fuerza política capacitada para expresar las aspiraciones 
de quienes participaban en las luchas. Esas fuerzas políticas pudieron 
ir mucho más lejos que la oposición de los movimientos sociales y las 
comunidades a los proyectos que los afectaban de manera más o menos 
directa, hasta transformarse en un movimiento político de alcance 
nacional, capacitado para disputar y arrebatar a las clases dominantes 
el gobierno y una parte importante del poder. 
 58.- De modo que 
la posibilidad de derrotar la nueva ofensiva contrarrevolucionaria que 
han emprendido los representantes políticos, económicos, miliares e 
ideológico-culturales de las clases dominantes, estrechamente aliadas 
con las principales potencias imperialistas (y sobremanera con Estados 
Unidos), dependerá de la voluntad y capacidad de los pueblos 
latinoamericanos y caribeños para unirse y organizarse sobre una 
plataforma que vaya de la resistencia puntual a formas de organización 
político-social que permitan plantearse la toma del gobierno y del poder
 y, posteriormente, las transformaciones políticas, económicas, sociales
 y culturales que se demandan. 
 59.- Al mismo tiempo, los 
procesos políticos genéricamente calificados como progresistas y/o 
posneoliberales que en la actualidad se están produciendo en diferentes 
países de América Latina y el Caribe, implican retomar el debate 
inconcluso sobre el Estado y, en correspondencia, acerca de la 
problemática del poder. En este contexto, consideramos imprescindible 
asumir la necesidad de la defensa de la soberanía y la autodeterminación
 de los pueblos y las naciones contra el imperialismo y las 
transnacionales; igualmente, la función reguladora y redistributiva del 
Estado, con la finalidad de contrarrestar los mecanismos de mercado, tan
 lesivos para la economía popular. Esa desmercantilización relativa 
permitirá que broten formas de gestión popular que sustituyan los 
mecanismos automáticos inherentes al propio mercado. En nuestro 
criterio, resulta fundamental que estos temas sean objeto de debate 
permanente en los distintos espacios de las izquierdas latinoamericanas y
 caribeñas. 
 60.- Tales debates son aún más importantes, si 
entendemos el camino al socialismo como una transición civilizatoria 
que, partiendo del desplazamiento de las clases dominantes y del poder 
recolonizador de la burguesía transnacional, contemple, como bases 
mínimas, una economía sustentable, con crecimiento y redistribución de 
la riqueza, el ascenso en la calidad de vida de la mayoría de la 
población, y una democracia participativa que posibilite el control 
popular en los asuntos centrales del país. Todo esto presupone 
rediscutir los parámetros fundamentales del desarrollo a partir de 
nuestras características dependientes y subdesarrolladas, colocando en 
un lugar primordial el debate de la matriz productiva y extractivista 
que caracteriza a las estructuras económicas de la mayor parte de los 
estados latinoamericanos y caribeños. 
 61.- Esto es mucho más 
necesario porque a nuestros análisis los atraviesan lógicas del 
capitalismo y la modernidad que nos dificultan visualizar un horizonte 
postcapitalista. Sin embargo, tenemos que ser honestos: quinientos años 
de colonialismo y treinta de neoliberalismo nos han dejado déficits tan 
abismales que no se nos puede negar el derecho al desarrollo, a luchar 
para salir de la pobreza y a vivir en condiciones de dignidad plena, 
sencillamente humanas. La tarea para las diversas fuerzas de la 
izquierda en América Latina y el Caribe, especialmente cuando acceden al
 gobierno, es conjugar ese derecho al desarrollo con los derechos de la 
Madre Tierra, no entendida esta como una naturaleza estática a la que le
 damos derechos, sino como el conjunto de seres vivos que interactuamos 
en un escenario de biodiversidad. 
 62.- En un sistema 
alternativo al capitalismo, también necesitamos pensar en nuevos modelos
 de desarrollo a partir de un cambio de la matriz productiva, cambio que
 solo puede ser fruto de una transición sostenida y paulatina; o sea, en
 modelos inequívocamente diferentes al que asumieron los países 
capitalistas centrales y, en particular, las principales potencias 
imperialistas. Aquellos y estas pudieron “desarrollarse” a costa de los 
pueblos, las personas y la naturaleza. Un escenario postcapitalista en 
América Latina y el Caribe, no se puede sustentar en la explotación ni 
resignarse a que perdure la alienación de las personas sin la 
formulación e implementación de políticas que mejoren su vida cotidiana,
 sin regular la explotación de una naturaleza que cuenta con recursos 
limitados e insuficientes para que el Sur del mundo crezca y mantenga 
niveles de consumo similares a los del Norte. Miles de millones de 
personas en América Latina y el Caribe, China, India y el Sur 
geopolítico del planeta, necesitan mejorar sus condiciones de vida, pero
 no habrá recursos estratégicos suficientes para ello si se mantiene el 
actual modelo consumista y mientras no se alcance una soberanía 
tecnológica que libere a nuestros países de las diversas formas de 
dependencia respecto a los denominados países centrales o altamente 
desarrollados. 
 63.- Para emprender ese otro modelo de 
desarrollo, resulta imprescindible demandar que los gobiernos 
latinoamericanos y caribeños comiencen a gestar una arquitectura 
financiera internacional ajustada a los intereses públicos y nacionales.
 Ese nuevo proyecto económico y financiero, deberá contar con un Banco 
de Desarrollo e Integración Latinoamericano y Caribeño que, tomando como
 punto de partida el Banco del ALBA y el ya aprobado, pero aún 
inoperante, Banco del Sur, y actuando de manera complementaria con el 
Banco del Grupo BRICS, se plantee sustituir las instituciones 
financieras internacionales en el menor tiempo posible, específicamente 
al Fondo Monetario Internacional, al Banco Mundial y al Banco 
Interamericano de Desarrollo. 
 64.- Del mismo modo, será 
imprescindible seguir luchando para que los gobiernos del continente que
 los hayan suscrito, se liberen de los leoninos tratados de libre 
comercio que se han venido implementando desde 1994, tanto con los 
Estados Unidos como con la Unión Europea. Sobre todo porque, como 
demuestran múltiples evidencias, esos tratados son totalmente 
asimétricos, constituyen mecanismos para la dominación geopolítica y 
están centrados en las necesidades del gran capital, lo que ha agudizado
 las desigualdades, la inequidad y el rol primario exportador de las 
economías de la mayor parte de los países latinoamericanos y caribeños. 
 65.- Los perjuicios al medioambiente constituyen uno de los efectos 
provocados por la exacerbación de la cultura del consumo individualista 
de energía y de otros bienes y recursos materiales. Es un imperativo 
trascender esta ecuación suicida para poder avanzar hacia una planeación
 y un consumo colectivos, a fin de compartir beneficios y 
responsabilidades, tanto sociales como ambientales. 
 66. Como 
parte de las perspectivas y deberes de los movimientos populares y de 
los gobiernos posneoliberales de América Latina y el Caribe más allá de 
sus fronteras, se impone la creación de un Tribunal Internacional de 
Justicia Climática y Ambiental, encargado de juzgar a países que no 
cumplen con sus compromisos ni con los tratados internacionales que 
ellos mismos refrendaron. Será necesario considerar que debe ser una 
institución que evite reproducir las asimetrías características de los 
organismos vigentes y que garantice mecanismos de coerción reales, 
considerando la enorme diferencia entre los niveles de consumo de los 
países centrales y los periféricos. 
 67.- Por otra parte, en la 
lucha contra el capitalismo en crisis se requiere priorizar más que 
nunca las que José Martí denominó “trincheras de ideas”, sin perder de 
vista, como él mismo señalara en abril de 1895, que “ De pensamiento es 
la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento.” Para 
lograrlo, debe emprenderse con celeridad el lento y trabajoso proceso de
 subordinar los medios de comunicación privados a los intereses de las 
grandes mayorías, pues en tanto aquellos sean controlados por las clases
 dominantes, actuarán como promotores de la cultura del derroche, de la 
banalización de la historia y de la identidad; en fin, como 
reproductores de la ideología hegemónica de la dominación, la exclusión y
 la manipulación, centrada en la despolitización de lo cotidiano y en la
 pérdida de la memoria colectiva, hasta logar el control absoluto de 
cualquier sociedad. 
 68.- En la batalla contra los medios 
hegemónicos, será necesario establecer estrategias de comunicación 
claras y consensuadas que permitan la creación de proyectos alternativos
 de prensa gráfica y digital y fomenten la utilización intencionada e 
inteligente de las redes sociales y de las radios, las pequeñas 
televisoras y otros espacios culturales a nivel comunitario. Estos 
espacios/medios pueden constituirse en herramientas útiles para 
(re)construir el sentido común, la conciencia colectiva y los sentidos 
de pertenencia. Tales estrategias de comunicación deben proponerse 
arropar el rol protagónico de los jóvenes y las mujeres, apuntando a la 
toma de conciencia no sólo desde lo político, sino también desde todo el
 espectro cultural de lo local, lo nacional y lo regional. 
 
69.- El presente siglo no puede tener otro horizonte que la inexistencia
 de una civilización que ha subordinado todos los aspectos de la vida, 
incluida la muerte, a una maquinaria de acumulación de ganancias; que ha
 sometido a la dictadura del lucro a la producción, la ciencia, la 
tecnología, la educación, la política, el ocio, la naturaleza, y, por si
 fuera poco, a cualquier forma de intercambio comercial, por ingenua que
 parezca. La comunitarización universal de todas las relaciones humanas 
con la naturaleza, pasa por un largo y complicado proceso de transición 
en el que se desarrollarán enconadas batallas entre la civilización 
dominante, la del capitalismo decadente, y la nueva civilización 
socialista, que ya emerge desde los intersticios, las grietas y 
contradicciones del propio capitalismo. 
 70.- En ese contexto, 
la necesidad y posibilidad de fundar un contra-poder popular y 
conquistar el poder político, por parte de la izquierda, constituye una 
oportunidad para dar la batalla entre el viejo Estado --que monopoliza 
las decisiones asociadas a las elites capitalistas transnacionales y 
locales--, y un nuevo Estado, que cada vez democratice y fundamente más 
sus decisiones en las comunidades, en los movimientos sociales, en los 
diversos sectores populares que componen la sociedad civil y política. 
Debemos apostar por el desborde democrático, hasta lograr la superación 
de la democracia fósil, meramente representativa, y alcanzar la 
democracia comunitaria, de género, multicultural, multiétnica, 
verdaderamente participativa. 
 71.- Esta será una batalla por el
 predominio de la democracia en todas las vertientes de la vida en 
sociedad, una democracia que envuelva y atraviese las disímiles 
actividades cotidianas de todas las personas; desde la cultura hasta la 
política, desde la economía hasta la educación. Una batalla de la que 
también formará parte la lucha nacional e internacional por la 
ampliación de los bienes comunes y por la gestión común de esos mismos 
bienes, como son el agua, la salud, la educación, la ciencia, la 
tecnología, el medio ambiente. 
 72.- En esa batalla entre la 
civilización capitalista dominante y la civilización comunitaria 
emergente — que comenzará a gestarse a partir de las características 
nacionales de cada país —, se conjugarán diferentes formas de propiedad,
 desde la estatal hasta la comunitaria y la privada, pero todas ellas en
 función de la socialización de la producción y de la apropiación social
 de los resultados. En ese contexto, un Estado revolucionario debe 
ayudar a que lo comunitario se expanda, se fortalezca y pueda superar 
más rápidamente los obstáculos que se interponen en su camino. La 
comunitarización de la economía solo puede ser una creación heroica de 
los propios productores y consumidores. 
 73.- La apuesta por la 
toma del poder y la conquista del Estado, es la apuesta por un largo 
proceso de transición en el que el Estado revolucionario, los partidos y
 movimientos sociales se fusionan para apuntalar y expandir o disputar 
la democratización de las decisiones, el desmontaje permanente de la 
lógica del lucro, en aras de la lógica comunitaria y la apuesta al 
intercambio armónico entre el ser humano y la naturaleza en la 
producción de la riqueza y en el vivir cotidiano. 
 A modo de conclusión 
 74.- Durante el primer decenio del siglo XXI se produjo una 
contraofensiva de las fuerzas opuestas a todos los procesos de cambio 
que, desde el triunfo de la Revolución bolivariana, comenzaron a 
gestarse en América Latina y el Caribe. Aunque esa contraofensiva no 
pudo derrotar a la mayor parte de los gobiernos revolucionarios, 
reformadores o reformistas instalados en este continente, ni evitar 
nuevas victorias electorales de las fuerzas políticas populares en 
algunos países de Centroamérica y el Caribe, produjo una especie de 
ralentización o reflujo en varios de los procesos de cambio que venían 
desarrollándose y, por tanto, en las luchas por la “segunda 
independencia” de Nuestra América. 
 75.- En la coyuntura actual 
se nos plantea la necesidad impostergable de realizar una valoración 
ponderada de los progresos antineoliberales que hasta ahora se han 
obtenido, así como de profundizar en los debates que se han realizado 
sobre los límites de los diversos procesos de cambio que se están 
desarrollando en la actualidad en América Latina y el Caribe. Aunque 
resulte obvio decirlo, no habrá consolidación de lo alcanzado hasta 
aquí, si la marcha se detiene o si se cae en la trampa del inmovilismo 
posibilista. Mucho más porque las evidencias históricas --entre ellas, 
la experiencia de la Revolución cubana-- indican que la única garantía 
para evitar retrocesos, es la constante profundización de los procesos 
antiimperialistas y anticapitalistas, y la socialización de la 
propiedad, la economía, los servicios públicos, el poder y la cultura. 
 76.- En este contexto habría que señalar que, si bien actuar dentro de 
la democracia representativa ha constituido un recurso empleado por la 
izquierda para avanzar en la lucha por la liberación de los pueblos, una
 vez que se logra la instauración de un gobierno posneoliberal mediante 
la vía electoral, las dinámicas de los mecanismos de la democracia 
representativa incrustados en las estructuras político-estatales 
republicanas, tienden a favorecer a la burguesía y al capital, con 
indudable perjuicio para los propios procesos de cambio y para la 
conciencia política y social. Por eso, se torna imprescindible crear 
instancias de democracia directa, participativa, lo más nutridas 
posibles, para contrarrestar esa tendencia negativa y evitar que se 
estanquen o retrocedan las gestiones al servicio del pueblo. 
 
77.- De modo que la ampliación de los márgenes de la democracia, 
mediante la participación popular y directa en la construcción del poder
 popular, y la educación política de las masas, constituyen armas 
sumamente eficaces para derrotar la contraofensiva de Estados Unidos y 
sus aliados en la región. 
 78.- Como se ha visto, prácticamente 
en todos los países latinoamericanos y caribeños en los que se ha 
emprendido procesos de cambios favorables a los intereses nacionales y 
populares, esa contraofensiva ha demostrado que cada avance --por muy 
moderado que sea-- hacia la construcción de una sociedad, no sólo 
posneoliberal, sino poscapitalista, desencadenará las más feroces 
reacciones de la derecha y de sus garantes imperialistas, con múltiples 
tácticas, recursos y estrategias, tanto encubiertas como declaradas. 
 79.- Ese comportamiento se mantendrá en los próximos años, durante los 
cuales la lucha entre lo nuevo y lo viejo, entre la revolución y la 
reacción, se agudizará en diferentes países del continente y, en 
especial, como hemos señalado, en la República Bolivariana de Venezuela.
 Si la contrarrevolución lograra triunfar en ese país, el escenario más 
probable sería una cruenta guerra civil que desestabilizaría a toda la 
región y, en particular, a sus gobiernos posneoliberales. No hay ni 
habrá, entonces, tarea más apremiante para todas las fuerzas 
progresistas, los movimientos populares y los liderazgos transformadores
 en Nuestra América, que patentizar por todas las vías a su alcance la 
mayor solidaridad con el pueblo bolivariano y chavista y con el gobierno
 presidido por el compañero Nicolás Maduro. 
 80.- Al saludar 
todo paso firme de cualquier Estado y gobierno hacia la 
autodeterminación y hacia las reformas sociales y políticas que 
debiliten y desmonten el orden impuesto por la globalización neoliberal,
 y al reconocer todo esfuerzo de unidad e integración no subordinada a 
EEUU, ni a otros centros imperialistas, estamos convencidos de que 
resulta imprescindible renovar, recrear y unificar en cada país la gran 
diversidad de fuerzas sociales, políticas y culturales con capacidad de 
asumir y profundizar cada proceso transformador e impulsar nuevas y 
originales acciones que contribuyan a la construcción de una Patria 
Grande latinoamericana y caribeña, social y políticamente liberada. Una 
meta tan trascendente, como sería lograr nuestra impostergable unidad de
 acción, exige que traspasemos fronteras, erradiquemos dogmas y 
revitalicemos, con renovadas expectativas, el internacionalismo y el 
latinoamericanismo de los fundadores de la idea de la gran patria 
latinoamericana y caribeña, y de sus continuadores más cercanos, entre 
los cuales figuran, por el mérito de sus grandes aportes, los 
comandantes Fidel Castro Ruz y Hugo Chávez Frías. 
Edición: 2 de junio de 2015.
Participantes del taller internacional, por orden alfabético de los nombres
Ángel Guerra (Cuba), Arantxa Tirado (Estado Español), Darío Salinas (Chile), Esteban Rivero (México), Fernando Sánchez Cuadros (Perú), Gilberto López y Rivas (México), Héctor Díaz-Polanco (México), John Saxe-Fernández (México), Jorge Casals (Cuba), Jorge Veraza (México), Josefina Morales (México), Katu Arkonada (País Vasco), Lila Molinier (Paraguay), Luis Suárez (Cuba), Marco Gandásegui (Panamá), Nayar López Castellanos (México), Omar González (Cuba), Raúl García Linera (Bolivia), Silvina Romano (Argentina), Tamara Barra (México).
Hicieron llegar sus aportes por escrito:
Frente Guasú (Paraguay), Narciso Isa Conde (República Dominicana), Paula Klachko (Argentina), Sergio Rodríguez Gelfenstein (Venezuela), Tania García (Cuba).
El equipo de coordinación del taller y de redacción de la versión final de este documento, estuvo integrado por: Ángel Guerra, Katu Arkonada, Luis Suárez.
Parte I: Una mirada crítico-prospectiva a su impacto en Nuestra América
 
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