Noam Chomsky dio la conferencia magistral en el Foro por la Emancipacion y la Igualdad en Buenos Aires “La vanguardia contra el neoliberalismo”.
El filósofo y activista estadounidense analizó el devenir geopolítico
global a 70 años de la Segunda Guerra Mundial, con el ascenso y el
declive de los EE.UU. como eje. “América latina ha dado pasos
significativos hacia su liberación del dominio imperial”, dijo.
No
bien amainaron los aplausos que lo recibieron en el Teatro Cervantes,
Noam Chomsky, serio y concentrado, comenzó a leer lo que sería la
conferencia magistral del Foro por la Emancipación y la Igualdad. Con
retórica clásica, lo primero que hizo fue presentar su tema: un balance
histórico y geopolítico a 70 años del final de la Segunda Guerra
Mundial. “Uno de los desarrollos más espectaculares de este período se
produjo en América latina. Por primera vez en 500 años, América latina
ha dado pasos significativos hacia su liberación del dominio imperial”,
dijo el intelectual y militante de izquierda estadounidense, en la única
digresión de su discurso, que fue también la única concesión a la
tribuna, y a los palcos, donde no se podía encontrar una silla vacía.
“Son desarrollos de un significado histórico muy profundo –siguió–, que
incluyen pasos importantes hacia la integración y hacia enfrentar
problemas internos extremadamente graves que habían impedido el
crecimiento saludable de lo que debería ser una de las regiones más
dinámicas y prósperas del mundo.”
Chomsky, de 86 años, propuso
una mirada global, pero enfocada en el lugar de los Estados Unidos, su
auge y su declive, que ilustró a partir del contraste entre dos
conferencias regionales, la de Chapultepec (México) en 1945 y la de
Cartagena de Indias (Colombia) en 2012, que “fueron radicalmente
diferentes”, un índice de los profundos cambios históricos que mediaron
entre ambas.
Al final de la Segunda Guerra, mientras las que
habían entrado en ese conflicto como grandes potencias salían “muy
dañadas”, los Estados Unidos comenzaron a crecer exponencialmente,
alcanzaron a concentrar “la mitad de la riqueza del mundo”,
multiplicaron su poderío bélico (la bomba atómica) y expandieron su
control sobre el continente y los dos océanos. Sobre esa base, la
dirigencia norteamericana (Chomsky habló concretamente del personal del
Departamento de Estado) se dispuso a “organizar el mundo para satisfacer
las necesidades de los sectores dominantes de EE.UU., es decir, de los
sectores corporativos”. Y lograron “detentar un poder indiscutido”, que
intentaba obstruir la soberanía de otros estados que pudieran competir
con Norteamérica.
La reorganización del globo tuvo entre sus
objetivos “restaurar el orden en Europa”, lo que implicaba “destruir la
resistencia antifascista comprometida con la democracia radical”. Para
establecer “las reglas de juego en América latina” se convocó la
conferencia de Chapultepec, en el ’45, donde se promovió “la eliminación
del nacionalismo económico, con la excepción del de Estados Unidos”,
para asegurar el rendimiento de las inversiones norteamericanas.
Latinoamérica era, para los gobiernos estadounidenses, “nuestra pequeña
región de por acá”, según recordó Chomsky la definición de Henry
Stimson, entonces secretario de guerra de EE.UU.
Otra relación de
fuerzas describió el lingüista y profesor del MIT para comienzos del
siglo XXI. En la conferencia de Cartagena, en 2012, no hubo declaración
de consenso porque Estados Unidos y Canadá quedaron en una posición de
aislamiento, cercados por la postura mayoritaria de la región sobre tres
cuestiones. Cuba, la lucha contra el narcotráfico y el reclamo
argentino por las Islas Malvinas. “Todo esto era impensable hace algunos
años”, advirtió Chomsky. “La comparación de estas conferencias permite
observar la decadencia de los Estados Unidos.” ¿Cómo se produjo ese
declive? Para Chomsky, es el resultado de un largo proceso que ya estaba
en germen en 1945, en el presupuesto tácito de que EE.UU. era el dueño
del mundo. “La decadencia era inevitable a medida que el mundo
industrial se recomponía (después de la guerra) y avanzaba el proceso de
descolonización.”
Noam Chomsky intentó luego mostrar la
impostura norteamericana esbozada para justificar el despliegue militar y
la amenaza latente de nuevas incursiones bélicas. “¿Qué pasó cuando
terminó la Guerra Fría?”, se preguntó. Los sucesivos gobiernos
estadounidenses mantuvieron la presión militar “no para enfrentar a la
Unión Soviética, sino para enfrentar a las potencias del Tercer Mundo”.
La idea dominante en los Estados Unidos sigue siendo la misma y Chomsky
la describió con sutil ironía como “una preocupación por el nacionalismo
radical que sucumbe a la falacia de que los principales beneficiarios
de la riqueza de un país deben ser los ciudadanos de ese país y no los
inversores de los Estados Unidos”.
Desde fines de la década del
’70 esa ideología se tradujo en “un ataque neoliberal, un ataque mundial
sobre los derechos humanos”, y en una ingeniería burocrática organizada
para proteger a los grandes bancos y corporaciones de las recurrentes
crisis del capitalismo, cuyos costos se transfieren al conjunto de la
sociedad. “América latina –evaluó– ha estado a la vanguardia de la lucha
contra el ataque neoliberal.”
El final de la conferencia estuvo
marcado por la postulación de riesgos apocalípticos. “La especie humana
está al borde del precipicio. Dos sombras se ciernen sobre la humanidad:
la guerra nuclear y la catástrofe ambiental. En los últimos años, estas
amenazas están creciendo. Para la primera, conocemos la respuesta: hay
que eliminar las armas nucleares”, dijo Chomsky, entre aplausos. Pero
recordó que EE.UU. ha anunciado una millonaria inversión para modernizar
su armamento nuclear. Y tampoco fue optimista sobre los problemas
ambientales generados por la actividad del hombre (se refirió en
particular a la extracción de combustibles fósiles): “No está claro que
sepamos cómo superar la catástrofe ambiental”, pero es imprescindible
abordarla, si es que el hombre quiere seguir viviendo sobre la Tierra.
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