Forzar en Suramérica un cambio de ciclo… ¿Qué busca Obama al agredir a Venezuela?
Editorial #4 - 17/03/2015
La declaración de Venezuela como “amenaza inusual y extraordinaria” para
Estados Unidos por parte del Sr. Obama, desnuda una política
continental del imperialismo norteamericano para recuperar el control
sobre lo que consideran su “patio trasero”.
Hechos que se presentaban aislados hasta el momento, como por ejemplo,
las reuniones que se llevan adelante en La Habana por la Paz en Colombia
entre las FARC y el gobierno de Santos, o el avance de negociaciones
hechas públicas recientemente, para la eliminación del bloqueo a Cuba,
serían la cara amable de la misma política integral hacia la región,
cuya cara más abiertamente injerencista es la de las amenazas a la
Venezuela Bolivariana y al gobierno del Presidente Maduro.
La reunión CELAC–China realizada en Beijín en enero de este año, que dio
como resultado la aprobación de un Plan Quinquenal de inversiones
chinas de características neo coloniales; sobre todo, la irrupción de
Syriza como punta de lanza de un fenómeno social y político europeo de
rechazo masivo a la austeridad neoliberal que impulsa la Troika de la
que hace parte Estados Unidos a través del FMI; y la amenaza que
representa Podemos para el régimen del ’78 en España, 4ta. Economía de
la Zona Euro y miembro esencial de la OTAN para el Mediterráneo, son los
hechos recientes que, aparentemente, aceleraron este rumbo de
injerencia.
Sin embargo, otros dos hechos de características de fin de ciclo
sucedieron en 2013 y significaron una alerta para las clases dominantes
en nuestra región y, suponemos, para sus amos de Washington. En junio de
aquel año las impactantes y multitudinarias movilizaciones en Brasil
abrieron un periodo de luchas que continúa y que debilitó la capacidad
de control social del PT sobre el pueblo trabajador de la sexta economía
mundial, contagiando el “movimiento de indignación” que había comenzado
a recorrer el sur de Europa, al país más poderoso de nuestro
continente.
Mientras que, por otra parte, en marzo de 2013, el fallecimiento del
Comandante Chávez abrió un periodo de incertidumbre, inestabilidad
política y contrarreformas económicas exigidas por la burguesía
venezolana y en algunos casos cedidas por el gobierno del presidente
Nicolás Maduro, debilitando la base social del Proceso Bolivariano e
impactando también sobre la región.
Todo esto sucede en el 8º año de desarrollo continuo de la crisis
mundial más prolongada y profunda del capitalismo en el último siglo.
Es en este marco que hay que entender el alcance, los objetivos y las
tácticas de esta contraofensiva gringa. Sólo así podremos responder con
precisión y contundencia a la política de Obama y sus aliados
regionales. Saber qué es lo que está en juego y por qué Venezuela es el
“enemigo declarado”, elegido por el gobierno de Obama, es fundamental
para enfrentar lo que podría ser una nueva coyuntura continental.
1.- Una década de ciclo no - neoliberal
El avance neoliberal de la década de los 90 que en más o en menos
recorrió el conjunto de América latina, encontró un potente freno en un
proceso de rebelión masivo y extendido a nivel regional.
Ecuador, Bolivia, Argentina, para señalar algunos de los países más
convulsionados de ese periodo, como Venezuela desde antes, fueron
sacudidos por una rebeldía masiva que tumbó gobierno, tras gobierno,
hasta demoler prácticamente los regímenes políticos que intentaron
aplicar el conjunto de las recetas del FMI.
Cuando en agosto de 2004 el comandante Chávez volvió a derrotar a la
oposición, esta vez en el Referendo Revocatorio, derrotó al mismo tiempo
las ilusiones de la vieja oligarquía local y de Estados Unidos de
desalojarlo del gobierno por el momento. Lo habían intentado con el
golpe de abril de 2002, con el paro patronal, con el sabotaje petrolero y
con el revocatorio. Fracasaron.
Pero no se trató solamente de la consolidación del Proceso Bolivariano y
del gobierno Chávez en Venezuela. Fue al mismo tiempo un nuevo paso en
un ciclo en el conjunto de Suramérica. Un ciclo que montado en una
potente rebelión de masas buscaba abrirse paso desde inicios de la
década de los ’90 del siglo pasado, pero que en 2005, con el rechazo al
ALCA, impulsado por Venezuela desde el año 2000, y que era acompañado en
Mar del Plata por Brasil, Argentina y Uruguay, chocó con la política
central del gobierno Bush y encontró un nuevo piso antinorteamericano en
el continente. Este ciclo político empalmó con un momento
extraordinario de precios de las materias primas a nivel mundial que
parecería haber llegado a su fin.
Más allá de las diferencias de país a país, en los procesos de avances
sociales y políticos y entre los propios gobiernos, el rechazo al ALCA
fue una amalgama entre el ideario de la Agenda Bolivariana de Chávez, de
Segunda Independencia continental, y la vocación de búsqueda de
hegemonía en la región de la burguesía brasilera, que intentó con el PT y
con Lula, una herramienta de disciplinamiento social en su país, para
lanzarse a la conquista de esa hegemonía.
Esta amalgama tenía una hoja de ruta que no pudo desarrollarse
plenamente, pero era distinta del neoliberalismo de los tempranos ‘90.
En el terreno económico arrancaba justamente del rechazo al ALCA, la
construcción del Banco de Sur, y la instalación del SUCRE como moneda
alternativa al dólar para el comercio interregional, entre otras
medidas. Algunas de ellas se implementaron, otras lamentablemente
quedaron engavetadas por las vacilaciones de gobiernos que respondían
más a los intereses de sus propias burguesías.
Por otra parte, desde el punto de vista político y de la integración
suramericana, la construcción de instancias superadoras de la OEA, como
UNASUR. Un proyecto que frente a la agresión de Obama está mostrando sus
debilidades estructurales. Debilidades que se acentuaron luego de la
muerte de Chávez.
Los gobiernos surgidos de este mar de fondo que recorrió América latina a
finales del siglo pasado, no fueron todos iguales. Por el contrario,
excepto el de Chávez y el de Evo Morales y quizás el de Correa, el resto
no intentó una salida de relativa independencia nacional y en distinto
grado mantuvo su relación de dependencia o semidependencia. Y con roces
con Estados Unidos, comenzaron a abrirle las puertas a la penetración
del emergente coloso chino. Estos gobiernos, excepto los que se
reivindican bolivarianos, se escudaban más en un discurso o “relato” de
tono supuestamente “progresista” que en una política concreta de
soberanía y unidad latinoamericana.
Sin embargo sería un grave error de enfoque no entender que detrás de
las amenazas a la Venezuela Bolivariana, la ofensiva norteamericana es
sobre toda la región, y tiene un objetivo fundamental: recuperar la
dominación plena, que, en más o en menos, fue cuestionada en esta
década. Sobre todo en una situación económica regional montada en la
caída de los precios de las materias primas y el petróleo, que, como
parte de la crisis mundial, da la impresión de haber llegado para
quedarse por un tiempo prolongado.
La política yanqui busca la instalación de gobiernos más confiables,
sólidos y menos desgastados, para cumplir las tareas que les encomiende
el gran capital y frenar o enfrentar las luchas sociales que esta nueva
etapa abrirá como ya adelantó el “junio” de 2013 brasilero.
En segundo lugar, pero no por eso menos importante, intentan frenar el
rápido, extendido y profundo avance de la penetración China en el
continente. Sin olvidar que intentará amortiguar el impacto que podría
tener en los más de 50 millones de latinos, que viven en Estados Unidos,
una situación de estallido al Sur del Río Grande.
2.- Una política fruto de la debilidad y la crisis
Más allá de los anuncios de recuperación económica por parte de las
autoridades gringas, por tercer año consecutivo el gobierno
estadounidense se balancea al borde del pedido de ampliación de la
capacidad de endeudamiento fiscal como manera de sostener “abierta” las
labores de la administración central. Al tiempo que su supuesta
recuperación no alcanzaría todavía para llegar a algunos indicadores
fundamentales de superación de la crisis que estalló en 2007.
Paul Craig Roberts, ex adjunto del Secretario del Tesoro durante el gobierno Reagan, escribía a principios de marzo:
“De acuerdo con el cuento de hadas económico oficial, la economía norteamericana ha estado recuperándose desde el mes de junio del 2009.
Este cuento de hadas brinda apoyo a la imagen de Estados Unidos como un puerto seguro, imagen que sostiene al dólar y al mercado de valores en alza y a las tasas de interés hacia la baja. Se trata de una imagen que hace que enormes cantidades de norteamericanos desempleados se culpen a sí mismos y no a aquellos que manejan mal la economía.
Este cuento de hadas sobrevive a pesar del hecho de que no existe información económica que lo sustente.
El ingreso real familiar no ha experimentado crecimiento durante años y se encuentra por debajo de los niveles de la década del 70 del siglo pasado.
No ha habido crecimiento real en las ventas al detalle durante los últimos seis años.
¿Cómo hace una economía que depende del crecimiento de la demanda de los consumidores cuando el ingreso real del consumidor y las ventas al detalle no crecen?
No se debe a falta de inversiones empresariales. ¿Por qué invertir si no hay crecimiento en las ventas? La producción industrial con inflación reducida, permanece muy por debajo del nivel recesivo.
No se debe a la construcción. El valor real de la construcción total terminada bajó de manera aguda en el período 2006 hasta el 2011 y ha estado rebotando desde el nivel del 2011 durante los últimos tres años.
¿Cómo crece una economía cuando la fuerza laboral está disminuyendo? La tasa de participación de la fuerza laboral viene disminuyendo desde el año 2007 tanto como la proporción del empleo civil respecto a la población.
¿Cómo podría haber recuperación cuando nada se ha recuperado?”
Pero que Estados Unidos aún esté sumergido en la crisis abierta en 2007,
no quiere decir que haya dejado de ser la potencia más poderosa y
agresiva del planeta. Es justamente por esto, por su debilidad, y como
una política para eliminar los efectos del rechazo del ALCA, para frenar
a China, y para intentar que no se desmadre la relativa estabilidad
política de la década. Por todo esto es que, aprovechando el desgaste y
la clara intención de pactar de algunos de los gobiernos llamados
progresistas, o las necesidades de otros, agobiados por largos años de
crisis económica y aislamiento, el gobierno de Estados Unidos parece
haber decidido una política con la que intenta retomar su control e
influencia pasada en el continente.
3.- Las tácticas de Estados Unidos
El Profesor Luis Brito García hace un recuento de todos los pasos,
tácticas o combinación de ellas que estaría dispuestos a emplear Estados
Unidos en su escalada contra la República Bolivariana y el Legado del
Comandante Chávez. Dice en su artículo Venezuela Amenaza (da):
que las tácticas estadounidenses pueden variar desde las declaraciones
injerencistas hasta la intervención militar, las maniobras diplomáticas y
el manejo mediático para justificar sus políticas.
En ese artículo, recomendable para la lectura y el debate, aconseja dos
propuestas. Una económica, y otra política. Ambas en sintonía con las
que viene planteando Marea Socialista. Una de ellas es el monopolio
estatal de la parte esencial del comercio exterior y la otra tiene que
ver con el perfil de los candidatos que el chavismo debe presentar a las
elecciones de Asamblea Nacional.
Aunque desde nuestro punto de vista las condiciones actuales de la
realidad venezolana y continental hace muy poco probable una
intervención bélica directa de Estados Unidos, es imprescindible que, en
cualquier circunstancia, el gobierno avance en la propuesta económica
de Monopolio del Comercio exterior, para nosotros integral, que se
sintetiza en la consigna ni un dólar más a la burguesía, así como en el
reconocimiento de la necesidad de que nuestros candidatos a la Asamblea
Nacional tengan una trayectoria intachable y no sean sospechosos de
corrupción. Son propuestas correctas para elevar la moral del pueblo
bolivariano, intentar resolver una crisis económica que mantiene
angustiado y molesto al pueblo que vive de su trabajo y encaminarnos con
posibilidades de éxito en la disputa electoral por la Asamblea.
También estamos convencidos de que la articulación de la ofensiva
gringa, está centrada en todo tipo de chantaje económico, político y
diplomático de injerencia flagrante contra nuestra soberanía y para eso
nos tenemos que preparar. Sin embargo, estar desde ahora, como se está
haciendo desde el gobierno venezolano, anunciando la intervención
militar directa como inminente, debilita la preparación política de
nuestro pueblo y no ayuda a que el movimiento de masas de Nuestra
América, antinorteamericano hasta los tuétanos, entienda que debe
prepararse para la defensa y profundización de los avances alcanzados en
la década pasada, muchos de ellos conseguidos en lucha contra sus
propios gobiernos, que en todo el territorio continental están siendo
amenazados.
No se trata solamente de realizar ejercicios militares preventivos, que
hay que realizar. Sino de preparar a la base social del proceso con las
herramientas políticas para el debate nacional, para desplegar una
movilización social contundente y ayudar a levantar una voluntad de
solidaridad activa y movilizada, en la defensa de las conquistas
obtenidas.
4.- Venezuela símbolo de la rebeldía
Una serie de circunstancias particulares explican la decisión de Estados
Unidos de desarrollar esta política de recuperación de su preeminencia
en América latina. El impulso de organismos, incluso vacilantes como
CELAC o UNASUR, significaron un paso, al menos diplomático de reducir el
poder de la OEA al suprimir la participación de Estados Unidos y Canadá
en ellos.
El avance de los BRICS, del cual Brasil es uno de los animadores
principales, también en la última década, con sus organismos
multilaterales de crédito, con sus bancos, sus política de inversión y
comercio en la región y otros, significaron en este periodo de crisis no
resuelta, una amenaza para la ya deteriorada hegemonía mundial de
Estados Unidos.
Sin embargo, para Estados Unidos en lo que hace a la recuperación de su
status en nuestro continente, el verdadero símbolo de rebeldía, de
contestación, de desobediencia irreverente, es el Proceso Bolivariano.
Es el Proceso que más ha avanzado hacia una relativa independencia
económica, el que ha dado más muestras de vocación de conquistar su
soberanía política, y el que más ha hecho por instalar un avance en la
justicia social en la distribución de su renta nacional.
El Proceso Bolivariano y el Legado del Comandante Chávez, son el símbolo
a derrotar para que la inclinación a ceder a Estados Unidos de amplios
sectores dominantes y sus gobiernos, en nuestro continente, se haga
realidad.
A ello ayuda la actual coyuntura en Venezuela. Algunos de cuyos datos
salientes son: a) El fallecimiento de Chávez y la apertura de una etapa
de disputa por el control del país; b) La política de aplicación de
contrarreformas a las conquistas del pueblo bolivariano llevada adelante
por el gobierno del presidente Maduro; c) La crisis económica, que se
agudiza con la caída abrupta de los precios del petróleo; y d) El
malestar creciente hacia el gobierno de amplios sectores de base del
chavismo.
Por ello la presión sobre el Proceso y el gobierno Bolivariano no
cederá. Hace parte de esa política integral hacia Nuestra América.
Sin embargo esta contraofensiva se enfrentará a un pueblo que viene de
haber obtenidos triunfos importantes y que mantiene alto su espíritu de
lucha, como hoy mismo demuestra la respuesta frente a la agresiva
injerencia.
Lo que podemos afirmar es que esta política pre anuncia que entraremos
en un nuevo momento de luchas, convulsiones sociales y nuevos fenómenos
políticos. Desde el punto de vista objetivo, se ha comenzado a
desarrollar una enorme oportunidad, la de avanzar hacia un nuevo nivel
en la lucha por imponer el verdadero contenido de la Agenda Bolivariana.
La condición es que esta lucha no puede ser solo antiimperialista. Debe
avanzar decididamente hacia el anticapitalismo, ser, al mismo tiempo,
profundamente democrática y buscar un nuevo tipo de integración no
capitalista de Latinoamérica: una integración solidaria, movilizada e
independiente de los grandes centros del poder mundial.
5.- Las tareas de la izquierda radical en esta hora
Marea Socialista, corriente crítica, ubicada con claridad en el Proceso
Bolivariano, no se confunde, y enfatiza en que la primera obligación de
la militancia de izquierda en el continente y a nivel internacional es
el rechazo contundente, con nombre propio, a la agresiva injerencia
yanqui.
No sirve escudarse en supuestos o reales errores del gobierno
bolivariano actual, gran parte de los cuales hemos señalado. No se trata
de “derechos humanos” limitados a tal o cual dirigente de tradición
golpista y violenta de la oposición. La defensa de la Venezuela
Bolivariana ante la injerencia gringa es hoy una tarea imprescindible
para la izquierda latinoamericana y mundial. Incluso más allá de las
políticas acertadas o equivocadas del propio gobierno para defenderla.
La otra obligación irrenunciable es impulsar el debate sobre cómo
construir en mejores condiciones una política de rechazo a las
aspiraciones de Estados Unidos hacia nuestro país y el continente. Este
debate, abierto, crítico, democrático, con participación inclusiva es,
al contrario de lo que señalan altos jerarcas del gobierno, más
importante que nunca para encontrar la mejor forma de defender las
conquistas del Proceso, construir un piso de resistencia a las
contrarreformas internas y empujar una política continental de soberanía
e independencia más allá de las vacilaciones o la voluntad negociadora
de los gobiernos de la región.
En tercer lugar ha llegado la hora de estrechar lazos, abrir debates y
construir confianza a partir de la acción unitaria, entre la izquierda
radical de nuestro continente. Porque, como ha quedado demostrado, son
insuficientes las políticas anti neoliberales, debemos reconstruir el
antiimperialismo continental, impulsar un anticapitalismo militante,
luchar por una integración solidaria y post capitalista de la región.
Estos pueden ser los pilares de la construcción de una nueva ola
revolucionaria que revitalice del espíritu de la Agenda Bolivariana para
Nuestra América y conquistar la definitiva independencia.
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