Chávez y la soberanía
¿Qué es la soberanía? Es la suprema, perpetua e inalienable potestad de 
un Estado de darse sus propias leyes, ejecutarlas con sus autoridades y 
decidir con sus propios tribunales las controversias que se plantearan 
sobre dicha ejecución. Es una potestad suprema, porque por encima de 
ella no hay ni puede haber otra. Es inalienable, porque un Estado no 
puede cederla, comprometerla ni condicionarla sin dejar de existir. Es 
perpetua, porque una vez instaurada, perdura sin limitaciones en el 
tiempo. Ello es así porque la soberanía expresa la voluntad del pueblo 
libre. La pérdida de la soberanía es la muerte del cuerpo político. 
Nadie puede consentir válidamente en perder la soberanía o en ser 
esclavo, porque como decía Rousseau, la locura no genera derechos.
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Estos conceptos son muy claros y muy fáciles de entender para todos, 
salvo para la clase política que nos gobernó durante casi dos siglos. A 
lo largo de esa desfalleciente historia republicana tuvimos próceres 
como Bolívar, que defendió denodadamente el derecho a resolver nuestras 
cuestiones internas con nuestros propios tribunales, incluso contra 
potencias como Estados Unidos. Pero también padecimos traidores que 
entregaron la soberanía a órganos  foráneos. Durante el pasado siglo 
vimos cómo una Carta de Intención pretendió transferir al Fondo 
Monetario Internacional el derecho a decidir cuáles leyes podíamos 
darnos y cuáles medidas económicas debíamos adoptar. Tratados de 
Promoción y Protección de Inversiones y Tratados contra la Doble 
Tributación intentaron  limitar nuestras potestades legislativas y 
conferir al  Centro Internacional de Arreglos de las Diferencias sobre 
las Inversiones (CIADI)  el derecho a decidir sobre la aplicación de las
 leyes económicas. Estas potestades, empleadas contra el pueblo, 
condujeron primero a la insurrección popular del 27 de febrero de 1989 y
 a la rebelión militar del 4 de febrero de 1992.
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Ambos movimientos iniciaron un proceso de restauración de la soberanía, 
vale decir, de la Independencia de Venezuela.  Si en algo  revela Chávez
 su verdadera naturaleza es en la sucesión de medidas con las cuales va 
liberando al país de las tutelas que otros poderes pretendían ejercer 
sobre él. Apenas juramentado, ordena que se marche la Misión Militar de 
Estados Unidos que dentro de nuestras propias instalaciones castrenses 
pretendia supervisar nuestro Ejército. Los marines estadounidenses 
tratan de desembarcar en nuestras costas con el pretexto de prestar 
ayuda humanitaria durante la vaguada de Vargas. Chávez les ordena no 
poner su planta insolente en las playas, y los hace retirarse. La Nómina
 Mayor de Petróleos de Venezuela S.A. se considera dueña de la empresa: 
Chávez ejerce el derecho de la Nación como única accionista de remover y
 designar la Junta Directiva, aunque ello le cuesta un golpe de Estado y
 un sabotaje petrolero. Sucesivamente recupera Chávez para Venezuela el 
control sobre las industrias estratégicas: la electricidad, la 
telefónica, la siderúrgica. Una ley inconstitucional pretende privatizar
 los ríos, lagos, lagunas y aguas; valiéndose de la Constitución, Chávez
 la veta. El CIADI decide sistemáticamente contra nuestro país las 
demandas de las transnacionales: Chávez impulsa la denuncia del Tratado 
que nos somete a esos árbitros prejuiciados. La Corte Interamericana de 
los Derechos Humanos de la OEA actúa como órgano prejuiciado contra 
Venezuela y pretende enmendarle la plana a nuestros legisladores y 
jueces: Chávez impulsa la denuncia de la Convención Interamericana de 
los Derechos Humanos, y cesamos de estar bajo las sentencias del llamado
 Ministerio de Colonias de Estados Unidos. Para evitar que cortes 
foráneas nos confisquen las reservas internacionales, ordena repatriar 
la casi totalidad de los lingotes de oro que estaban en poder de 
instituciones extranjeras. El imperialismo es la muerte de las 
soberanías; la resurrección de éstas, la defunción de los imperios.
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Pero para los países pequeños o medianos la soberanía es difícil de 
sostener sin alianzas. Chávez rompe con la diplomacia unipolar; se abre a
 la multilateralidad, a las relaciones Sur-Sur, a los vínculos con el 
Asia y con el  Movimiento de los Países No Alineados. Integracionista 
raigal, es factor fundamental en la derrota del ALCA y en la integración
 al Mercosur, así como en la creación de las grandes hermandades 
nuestramericanas del Alba, Unasur y la Celac. Releamos sus discursos, 
sabiendo que son la expresión fiel de una política que se confunde con 
su ser y con el de Nuestra América. Como la soberanía, su voz perdurará 
mientras el cuerpo político aliente y manifieste su voluntad de 
continuar existiendo: como la soberanía, por siempre.
 
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