Asesinatos por encargo.
A eso huele el atentado contra Borís Nemtsov (hijo de Efin Neiman y Dina
Eiman), un político que en todo criticaba acérrimamente al presidente
Putin y que fue asesinado con cuatro disparos hechos a quemarropa, cerca
de la media noche del 27 de febrero mientras cruzaba un puente de piedra
que en las cercanías del Kremlin atraviesa el río Moscova.
Acababa de salir de un lujoso restaurante en la Plaza Roja, donde una taza de café cuesta 200 dólares, e iba acompañado de Anna Durítskaya, una agraciada modelo ucraniana de 23 años, que salió indemne del atentado y dijo no haber visto a la persona que jaló el gatillo. Sostuvo la chica que caminaban rumbo al departamento de Nemtsov, al otro lado del río Moscú. “No vi al sujeto. Volteé y sólo vi un auto de color claro. No vi la marca ni la placa, solamente un auto que se alejaba”. Luego de hacer esta declaración ante el Comité de Investigación Ruso, la testigo clave de este asesinato político, que goza de total libertad de circulación por no haber ninguna medida cautelar en su contra, regresó a Kiev.
Nemtsov, de 55 años de edad, fue vicepresidente del gobierno ruso en la década de los noventa e, incluso, se llegó a pensar que sería el futuro jefe de Estado porque se creía que era el delfín de Yeltsin. Desde que llegó Putin al poder, se había convertido en un opositor a la política del Kremlin en todos los campos.
Como muchos otros hombres públicos de esa época fue fruto de la decadencia moral de los herederos del sector corrupto de la vieja guardia bolchevique, aunque haya quienes sostengan de él que era un demócrata liberal, un incorruptible con el que se podía discutir por ser incapaz de una bajeza por tratarse del último político romántico. Se silencia, en cambio, que Nemtsov era un portavoz del imperialismo mundial globalizado, IMG, porque se reunía con Michael McFaul, Embajador de los EE.UU. en Moscú, para planificar una “revolución naranja” en Rusia, que eliminara del poder a las autoridades legalmente elegidas; Nemtsov, según Paul Craig Robert, subsecretario del gobierno de Reagan, era agente de la CIA. Nemtsov nadaba contra corriente cuando afirmaba que las Fuerzas Armadas Rusas combaten en el sureste de Ucrania y que fue ilegal la decisión mayoritaria del pueblo de Crimea, hecha en referéndum, de retornar a su madre patria, Rusia.
Entre muchos políticos del tipo de Nemtsov, el derrumbe de la URSS desencadenó una lucha virulenta por obtener e incrementar sus áreas de influencia. Yeltsin, con el pretexto de las privatizaciones, les entregó las riquezas del país por una bagatela; fue una época fructífera para los intereses de estos buitres hambrientos. Basta indicar que la mafia a la que pertenecía Nemtsov sustrajo de ese país cerca de trescientos mil millones de dólares, con los métodos más inverosímiles.
El ciudadano común fue engatusado por estos nuevos “libertadores” que se adueñaron del producto del trabajo sacrificado de tres generaciones, de todo aquello que representó “la sangre, el sudor y las lágrimas” de trescientos millones de soviéticos. Este colapso no fue casual sino que fue planificado y organizado por el círculo macabro del IMG. Desintegrar Rusia ─lo mismo que habían hecho con Yugoslavia y la Unión Soviética─ fue el siguiente paso en su meta de obtener el predominio hegemónico del mundo. Lastimosamente para ellos y para la buena suerte del mundo, Putin les quitó el caramelo de la boca.
Por eso en la actualidad se da la campaña mediática que alaba lo que pasaba en ese entonces e intenta convencernos de que todo era lindo cuando se entremezclaban los negocios, los crímenes, el chantaje y las parrandas, que todo era democrático y había libertad. Pero que ahora, cuando el obrero no tiene que matar perros callejeros ni los soldados deben mendigar en las calles, para sobrevivir, ahora, cuando la seguridad social, la educación y los servicios públicos funcionan, todo lo que hay es malo. Por eso es extraño que la mayoría de los políticos de esa época se hayan vuelto opositores a muerte del gobierno actual y la monstruosa maquinaria de propaganda que engatusa a la humanidad intente convencer al mundo de que lo bermejo es blanco. Lo cierto del caso es que, hoy como ayer, cuando en Occidente se critica a Rusia por su falta de democracia, libertad y autonomía de la justicia, en realidad están conspirando para robarle sus recursos naturales.
Con respecto a la muerte de Nemtsov, el presidente ruso, Vladímir Putin, señaló que este “cruel asesinato tiene todos los indicios de haber sido encargado y de tener un carácter exclusivamente provocador” y prometió a la madre del occiso que “se hará todo para que los organizadores y los autores materiales este vil y cínico asesinato sean debidamente castigados”.
¿Quién pudo encargar su muerte? Sin duda, los servicios secretos del IMG, que en esto de eliminar políticos tienen un largo historial. Basta recordar los casos de Eliécer Gaitán, Aldo Moro, Olof Palme y Yitzhak Rabin, por mencionar unos pocos, y que esperan, en vano, que el pueblo ruso acuse de ello al Presidente Putin y se levante en su contra. Ramzán Kadírov, Presidente de Chechenia, opina: “No cabe ninguna duda de que el asesinato de Nemtsov fue organizado por los servicios secretos de Occidente que a toda costa pretenden provocar un conflicto interno en Rusia”. Siempre actuaron así, los usan y cuando ya no les son útiles los arrojar al tacho de basura para acusar al que se les antoje.
El mismo Nemtsov se puso la soga al cuello cuando en su última entrevista manifestó que podría ser eliminado por Putin, palabras que hicieron que los servicios secretos del IMG lo condenaran a muerte. Es que como ya no les servía como opositor, por no ser un aspirante real al poder del Kremlin, decidieron eliminarlo para que pudiera servirles en la campaña mediática por satanizar a los dirigentes de Rusia; podrían argumentar: Si Putin no permite oposición alguna, entonces bien vale la pena apoyar con armas letales al gobierno de Kiev, que lo combate, y tratar de crear un Maidán Moscovita para desestabilizar políticamente a Rusia. Inútil intento de estas mentes calenturientas que, por lo visto, desconocen la idiosincrasia de la nación rusa que, para impedir su desintegración, se consolidará alrededor de un ideal común.
Mientras los politólogos de Occidente desconozcan la naturaleza de los procesos políticos que se dan en Rusia, darán palo de ciegos en sus intentos por interpretar y transformar esa sociedad y sus resultados, por contraproducentes, terminarán por sorprenderlos.
Acababa de salir de un lujoso restaurante en la Plaza Roja, donde una taza de café cuesta 200 dólares, e iba acompañado de Anna Durítskaya, una agraciada modelo ucraniana de 23 años, que salió indemne del atentado y dijo no haber visto a la persona que jaló el gatillo. Sostuvo la chica que caminaban rumbo al departamento de Nemtsov, al otro lado del río Moscú. “No vi al sujeto. Volteé y sólo vi un auto de color claro. No vi la marca ni la placa, solamente un auto que se alejaba”. Luego de hacer esta declaración ante el Comité de Investigación Ruso, la testigo clave de este asesinato político, que goza de total libertad de circulación por no haber ninguna medida cautelar en su contra, regresó a Kiev.
Nemtsov, de 55 años de edad, fue vicepresidente del gobierno ruso en la década de los noventa e, incluso, se llegó a pensar que sería el futuro jefe de Estado porque se creía que era el delfín de Yeltsin. Desde que llegó Putin al poder, se había convertido en un opositor a la política del Kremlin en todos los campos.
Como muchos otros hombres públicos de esa época fue fruto de la decadencia moral de los herederos del sector corrupto de la vieja guardia bolchevique, aunque haya quienes sostengan de él que era un demócrata liberal, un incorruptible con el que se podía discutir por ser incapaz de una bajeza por tratarse del último político romántico. Se silencia, en cambio, que Nemtsov era un portavoz del imperialismo mundial globalizado, IMG, porque se reunía con Michael McFaul, Embajador de los EE.UU. en Moscú, para planificar una “revolución naranja” en Rusia, que eliminara del poder a las autoridades legalmente elegidas; Nemtsov, según Paul Craig Robert, subsecretario del gobierno de Reagan, era agente de la CIA. Nemtsov nadaba contra corriente cuando afirmaba que las Fuerzas Armadas Rusas combaten en el sureste de Ucrania y que fue ilegal la decisión mayoritaria del pueblo de Crimea, hecha en referéndum, de retornar a su madre patria, Rusia.
Entre muchos políticos del tipo de Nemtsov, el derrumbe de la URSS desencadenó una lucha virulenta por obtener e incrementar sus áreas de influencia. Yeltsin, con el pretexto de las privatizaciones, les entregó las riquezas del país por una bagatela; fue una época fructífera para los intereses de estos buitres hambrientos. Basta indicar que la mafia a la que pertenecía Nemtsov sustrajo de ese país cerca de trescientos mil millones de dólares, con los métodos más inverosímiles.
El ciudadano común fue engatusado por estos nuevos “libertadores” que se adueñaron del producto del trabajo sacrificado de tres generaciones, de todo aquello que representó “la sangre, el sudor y las lágrimas” de trescientos millones de soviéticos. Este colapso no fue casual sino que fue planificado y organizado por el círculo macabro del IMG. Desintegrar Rusia ─lo mismo que habían hecho con Yugoslavia y la Unión Soviética─ fue el siguiente paso en su meta de obtener el predominio hegemónico del mundo. Lastimosamente para ellos y para la buena suerte del mundo, Putin les quitó el caramelo de la boca.
Por eso en la actualidad se da la campaña mediática que alaba lo que pasaba en ese entonces e intenta convencernos de que todo era lindo cuando se entremezclaban los negocios, los crímenes, el chantaje y las parrandas, que todo era democrático y había libertad. Pero que ahora, cuando el obrero no tiene que matar perros callejeros ni los soldados deben mendigar en las calles, para sobrevivir, ahora, cuando la seguridad social, la educación y los servicios públicos funcionan, todo lo que hay es malo. Por eso es extraño que la mayoría de los políticos de esa época se hayan vuelto opositores a muerte del gobierno actual y la monstruosa maquinaria de propaganda que engatusa a la humanidad intente convencer al mundo de que lo bermejo es blanco. Lo cierto del caso es que, hoy como ayer, cuando en Occidente se critica a Rusia por su falta de democracia, libertad y autonomía de la justicia, en realidad están conspirando para robarle sus recursos naturales.
Con respecto a la muerte de Nemtsov, el presidente ruso, Vladímir Putin, señaló que este “cruel asesinato tiene todos los indicios de haber sido encargado y de tener un carácter exclusivamente provocador” y prometió a la madre del occiso que “se hará todo para que los organizadores y los autores materiales este vil y cínico asesinato sean debidamente castigados”.
¿Quién pudo encargar su muerte? Sin duda, los servicios secretos del IMG, que en esto de eliminar políticos tienen un largo historial. Basta recordar los casos de Eliécer Gaitán, Aldo Moro, Olof Palme y Yitzhak Rabin, por mencionar unos pocos, y que esperan, en vano, que el pueblo ruso acuse de ello al Presidente Putin y se levante en su contra. Ramzán Kadírov, Presidente de Chechenia, opina: “No cabe ninguna duda de que el asesinato de Nemtsov fue organizado por los servicios secretos de Occidente que a toda costa pretenden provocar un conflicto interno en Rusia”. Siempre actuaron así, los usan y cuando ya no les son útiles los arrojar al tacho de basura para acusar al que se les antoje.
El mismo Nemtsov se puso la soga al cuello cuando en su última entrevista manifestó que podría ser eliminado por Putin, palabras que hicieron que los servicios secretos del IMG lo condenaran a muerte. Es que como ya no les servía como opositor, por no ser un aspirante real al poder del Kremlin, decidieron eliminarlo para que pudiera servirles en la campaña mediática por satanizar a los dirigentes de Rusia; podrían argumentar: Si Putin no permite oposición alguna, entonces bien vale la pena apoyar con armas letales al gobierno de Kiev, que lo combate, y tratar de crear un Maidán Moscovita para desestabilizar políticamente a Rusia. Inútil intento de estas mentes calenturientas que, por lo visto, desconocen la idiosincrasia de la nación rusa que, para impedir su desintegración, se consolidará alrededor de un ideal común.
Mientras los politólogos de Occidente desconozcan la naturaleza de los procesos políticos que se dan en Rusia, darán palo de ciegos en sus intentos por interpretar y transformar esa sociedad y sus resultados, por contraproducentes, terminarán por sorprenderlos.
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