Entrevista al dirigente de Podemos: Pablo Iglesias “El cambio político es posible en España y Podemos será determinante”.
Por Orencio Osuna | Pablo Iglesias nos recibe recién
llegado de Israel, un viaje marcado por la polémica después de que el
Gobierno de Netanyahu le impidiera a él y a otros eurodiputados de la
Izquierda Unitaria Europea entrar en la torturada Franja de Gaza. El
líder de Podemos lleva una actividad frenética, desempeñando su tarea en
el Parlamento Europeo, atendiendo a medios de comunicación de medio
mundo y preparando la Asamblea constitutiva de su formación política.
Pablo Iglesias hace un amplio repaso a la situación española y europea, a
las expectativas de su partido y de su visión de una estrategia de
cambio político a las puertas de un intenso y decisivo ciclo electoral. (Fotos: Prudencio Morales)
nuevatribuna.es | 14 Septiembre 2014
Orencio Osuna entrevistando a Pablo Iglesias. (Fotos: Prudencio Morales)
Orencio Osuna | El manifiesto de presentación de
Podemos el 16 de enero de este año se titulaba ‘Mover ficha’. En poco
más de siete meses ese movimiento de ficha no sólo ha movido las fichas
del escenario político sino que el resto de los jugadores, el tablero y
la mesa han sufrido una fuerte sacudida que, quizás, anticipe un gran
cambio en el sistema de partidos y en el futuro escenario político en
España. Podemos ha significado una catarsis para sectores crecientes de
la sociedad, que empezó a expresarse con el 15-M y las mareas
ciudadanas, que impugnan o rechazan la estructura actual de
representación de los partidos. Pero a su vez para Podemos este
fulgurante éxito le obliga inexorablemente a un nuevo reto como es ser
un actor político central, no solamente un catalizador de la indignación
y del "No nos representan". ¿Cómo afrontáis esa responsabilidad que cae
sobre vuestros hombros y que tantas ilusiones de cambio político ha
suscitado?
Podemos cometería un enorme error si nos emborracháramos de optimismo o de autosuficiencia
Pablo Iglesias | Pues asumiendo las enormes
dificultades que se plantean y con enorme prudencia. Lo que tenemos
ahora mismo, independientemente de lo que digan las encuestas, es 1,2
millones de votos en unas elecciones europeas. Es verdad que se están
abriendo muchas expectativas, es verdad que las encuestas apuntan una
tendencia que señala que el cambio político en España es posible y
Podemos será determinante en ese proceso. Pienso que esa perspectiva no
es sólo una buena noticia para Podemos, sino que es una buena noticia
para el país. Pero no hay que olvidar otras experiencias históricas y
que lo más difícil y lo más duro está todavía por hacer. Nos vamos a
enfrentar a adversarios muy poderosos que se opondrán a los cambios y
que no es razonable esperar que sigan cometiendo las mismas torpezas que
han cometido hasta ahora con nosotros. Es verdad que la situación
social permite pensar en un proceso como este, pero seguramente
nosotros, al mover ficha, tocamos una serie de teclas fundamentales para
hacer que ese cambio comience a ser posible. Sin embargo creo que
Podemos cometería un enorme error si echáramos las campanas al vuelo y
nos emborracháramos de optimismo o de autosuficiencia. Va a ser un
proceso muy difícil. Nosotros tenemos una discusión en la gran asamblea
que hemos organizado este otoño, que debe desembocar en la reaparición
de Podemos como una fuerza política muy organizada y con la musculatura a
punto para acometer un proceso político completamente nuevo en este
país. El desafío de Podemos será conquistar por la vía electoral el
poder político para una política de transformaciones. Todo eso plantea
enormes dificultades y escenarios muy complejos. Pero, desde luego,
del mismo modo que podemos ganar, podríamos no ganar. Así pues,
necesitamos prudencia, humildad y seguir trabajando, como dice el
‘Cholo’ Simeone, partido a partido, evitando cometer errores, como los
del propio Simeone, que a veces te pueden dejar en la grada algunos
partidos.
Orencio Osuna | El manifiesto constituyente de Podemos
hacía un llamamiento nítido a convertir la indignación en cambio
político. Ya que usas el símil del ‘Cholo’ Simeone, ¿en qué momento del
“partido a partido” de Podemos estamos? La estructuración de Podemos
como una fuerza política organizada seguramente supondrá un salto en su
cohesión política. Existirá una dinámica que obligará a definirse a
Podemos ante los grandes problemas generales y también a adoptar
posiciones concretas, por ejemplo, sobre la consulta convocada en
Catalunya el 9N o las elecciones municipales. ¿En qué momento está
Podemos para poder transformar 1,2 millones de votos en un proyecto de
cambio que, sin duda, requerirá tiempo y sumar mucha más gente?
Pablo Iglesias |
Estamos en el momento de la política. La política implica brindar
inteligencia a circunstancias y contextos que no eliges tú. Nosotros no
elegimos las etapas que tiene el curso político que comienza ahora en
septiembre, son las que son y, a partir de ahí, es fundamental que
juguemos con la máxima inteligencia para no dejar de ser útiles, para
ser un instrumento político para el cambio. Cometeríamos un error -esto
es mi opinión, aunque tendremos que discutirlo en la asamblea- si
antepusiésemos el interés de Podemos como marca política exitosa a las
necesidades de la transformación política de nuestro país. Y nosotros
sabemos muy bien que hacer política es buscar los mejores escenarios
para el enfrentamiento. Que hacer política es provocar las
contradicciones del adversario y eso también nos lo tenemos que aplicar a
nosotros mismos en un contexto que puede ser dificultoso y desfavorable
para nosotros. Ahí es donde tendremos que demostrar que estamos a la
altura política de las circunstancias, si hemos acumulado suficiente
inteligencia colectiva, si vamos a salir de la asamblea con un equipo
con capacidad para tomar decisiones políticas para la gente que sean las
acertadas y las adecuadas para el cambio político o si, por el
contrario, nuestros adversarios son capaces de llevarnos a terrenos que
no nos favorezcan y que, por lo tanto, detengan esa experiencia de
cambio. Es un escenario muy difícil pero sabíamos dónde nos estábamos
metiendo y que no nos lo van a poner fácil.
Orencio Osuna | Efectivamente, Podemos no puede alterar
los tiempos y el ciclo político. Precisamente por eso, ya existen
momentos políticos que requieren definiciones de los actores políticos,
como la respuesta a la pregunta de la consulta del 9-N en Catalunya.
Estos momentos políticos siguen su curso lógicamente con independencia
del proceso interno de Podemos y su asamblea. Por utilizar también un
símil deportivo, ¿está Podemos en una especie de "tiempo muerto" o
“descanso”?
Me gustaría que los catalanes se quedaran y poder construir un país con ellos
Pablo Iglesias | Creo que no, en el descanso de un
partido de fútbol, no se descansa, se planifica el segundo tiempo.
Nosotros estamos planificando el segundo tiempo y determinadas cosas que
van a pasar hay que asumirlas con normalidad, no tenemos ningún
complejo. Las soluciones a un problema político tienen que ser
soluciones democráticas, a nosotros nos parece una cuestión de salud
democrática que se pregunte a los catalanes qué quieren? Si a mí me
preguntan que quiero, pues contesto claramente que a mí me gustaría que
los catalanes se queden, que podamos construir un país con ellos. Creo
que puede existir una identidad en este país plurinacional en la que
pueda sentirse cómoda mucha gente. Pero, ¿quién soy yo para imponer ese
proyecto a los catalanes? Es evidente que en Cataluña hay un problema
muy profundo como es el hecho de que una parte de la población no se
siente a gusto con las relaciones jurídicas que hay entre Cataluña y el
resto del Estado. Nosotros somos demócratas y entendemos que la mejor
manera que hay de avanzar en soluciones es saber lo que la gente piensa.
Al mismo tiempo que decimos esto, a nosotros no nos engaña esa casta
catalana que, al igual que la casta española, sólo tiene una patria,
Suiza o Andorra. Esos no tienen más patria que su dinero. Lo hemos visto
en el caso Pujol, que no tiene nada que ver con lo que representa el
soberanismo, sino con una forma de gobierno muy de este país, muy
española, en la que las élites políticas -sean del PP, del PSOE o de
CiU- han contribuido a taparse los unos a los otros. Nosotros en eso no
hemos tenido ninguna duda, al mismo tiempo que decimos que nos parece
muy bien que la gente vote, también decimos que con los corruptos
tolerancia cero.
Orencio Osuna | Los ciudadanos catalanes ya sea el 9-N o
en otro momento, ya sea en forma de consulta o de elecciones, más
pronto o más tarde, tendrán que votar democráticamente y decidir sobre
si quieren un Estado independiente o un Estado federal. A esas preguntas
concretas en el caso de que se haga la consulta del 9-N, ¿qué posición
adoptará Podemos?
Pablo Iglesias | Nosotros debemos respetar la discusión
asamblearia que tenemos en el mes de octubre. En ese sentido, creo que
es muy importante que yo no utilice la enorme presencia que tengo en los
medios de comunicación para condicionar los debates. He dicho lo que
pienso muchas veces y me he mostrado partidario del derecho a decidir.
Pero creo que es importante que Podemos en este momento tenga el debate
en esta cuestión y que la decisión final la adopte la asamblea, así que
yo no querría condicionar esa posición.
Orencio Osuna | Prácticamente nos encontramos en las
puertas del inicio de un ciclo electoral que empieza en mayo con las
autonómicas y municipales, continuará con las generales y puede que
haya también elecciones anticipadas en Catalunya y Andalucía. Este ciclo
puede ser el momento para que cristalicen las ansias de cambio que
laten en la sociedad española ante el resquebrajamiento del sistema
político nacido en 1978. Pero para eso se necesitan nuevas mayorías en
las instituciones, ya que estamos en un sistema en que todos los
procedimientos de cambio se van a producir, al menos es lo previsible,
en procesos electorales. En Madrid, Valencia, Sevilla o en Barcelona y
muchos otros lugares del Estado español, parece, según dicen los
estudios demoscópicos, que pueden emerger candidaturas capaces de
catalizar mayorías alternativas al actual sistema de representación de
partidos. ¿Podemos ha adoptado ya una posición concreta sobre cómo
contribuirá a la construcción de unas nuevas mayorías alternativas, en
primer lugar en los ayuntamientos y autonomías?
Para Podemos el escenario electoral crucial son las elecciones generales
Pablo Iglesias | Es un debate que hay que tener y que
es enormemente complejo. Para Podemos el escenario electoral crucial son
las elecciones generales que será el momento electoral que marque la
posibilidad de alterar el escenario político en este país. Somos
conscientes de la importancia de las elecciones municipales y
autonómicas, pero son un escenario, en términos estratégicos, muy
complejo. Nuestros adversarios, sin duda, van a tratar de utilizar sus
mayores recursos y el peso de todo su poder para afrontar en las mejores
condiciones posibles las elecciones generales, que saben que serán
decisivas. Incluso es posible que muchos actores favorables al cambio,
puede que no estén lo suficientemente atentos para comprender cuáles son
las claves de transformación del régimen en este momento. Pienso, en
ese sentido, que al poder le interesaría muchísimo tener como adversario
un frente de izquierdas. Para nosotros, lo hemos dicho muchas veces,
independientemente de los valores, referencias históricas o de cultura
política con los que nos identifiquemos cada uno, - y está claro cuáles
son mis valores tanto por lo que digo y lo que pienso, como por lo que
he hecho y por lo que hago- está claro que la meta de cambiar el
régimen del 78 pasa por buscar unas mayorías capaces de hacerlo posible.
El régimen estaría encantado de que su mayor desafío fuera una
coalición de siglas que pareciera un frente de izquierdas, eso a
nosotros nos parecería un error. Por eso decimos que es fundamental la
unidad popular, por encima de la unidad de las siglas. Desde esa
reflexión estratégica, pienso que los diferentes procesos y experiencias
que se puedan dar en los distintos ámbitos municipales y autonómicos
son extremadamente complejos, diferenciados y, por tanto, difíciles de
abordar de modo general. No quiero condicionar un debate que está en
marcha en Podemos. Antes de que adoptemos posiciones definitivas,
prefiero escuchar lo que piensa la gente de mi formación, quiero
escuchar lo que piensan los afiliados, quiero escuchar lo que piensan
los círculos. A partir de ese proceso de debate, podremos colectivamente
diseñar una estrategia, que probablemente tendrá que ser flexible para
seguir siendo útiles a nuestra prioridad que será, reitero, el proceso
de cambio político en este país. Teniendo en cuenta, además, que la
iniciativa en el caso de las municipales la puede tener el PP cambiando
las reglas del juego en el último minuto.
Orencio Osuna | La reflexión que haces sobre la
prioridad, para una estrategia de cambio, de impulsar la unidad popular o
una mayoría ciudadana por encima de una coalición de siglas de
izquierda, ¿cómo se concreta ante iniciativas de candidaturas ciudadanas
como las que lidera Ada Colau con Guanyem u otras fórmulas análogas que
están proliferando en muchos municipios?; ¿cómo conjugará Podemos
priorizar la gestación de una alternativa de cambio de régimen con un
cambio en los ayuntamientos y autonomías gobernadas hoy por la derecha
más conservadora y ultra liberal? Podemos deberá decidir en los próximos
meses sobre si se suma o no a ellas, impulsa nuevas convergencias o se
presentará sola. ¿Es prioritario llevar a cabo el cambio en los
ayuntamientos y comunidades que hoy están gobernados por la derecha?, ¿o
la prioridad estratégica será ir madurando un proyecto político
alternativo en las elecciones generales?
Podemos es el resultado del fracaso de la izquierda tradicional
Pablo Iglesias | Es indudable que los dos procesos
están relacionados, que el cambio es necesario que se dé en todos los
ámbitos, pero en política a veces hay que correr, como en el caso del
fútbol, hay que acosar el área del equipo contrario y otras hay que
pisar el balón, levantar la cabeza, calcular y evaluar qué le conviene a
tu equipo. Vivimos un momento político en el que seguramente estamos
ante una oportunidad histórica de desafiar al régimen político español
fundamentado en el turnismo de dos partidos políticos, con la eventual
concurrencia de fuerzas nacionalistas conservadoras, que forman parte
también de la casta. Creo que ese es el objetivo y que las estrategias
deben diseñarse en función de ese objetivo fundamental. A partir de ahí
debemos ver qué opciones se pueden dar. Al mismo tiempo insisto en que
respeto y admiro otras experiencias políticas que se han dado en otros
ámbitos. Pero debo decir que también existen algunos sectores en la
izquierda que tienen que hacer una enorme autocrítica de sus
planteamientos y práctica política. De hecho resulta innegable que el
propio fenómeno Podemos es el resultado del fracaso de la izquierda
tradicional, que ha sido incapaz de hacer un diagnóstico de lo que
sucedía realmente en este país. El hecho de que a Podemos nos haya ido
tan bien no solamente tiene que ver con nuestros aciertos, sino que
también tiene que ver con las torpezas de algunos compañeros y, en
particular, de una generación política que fue incapaz de asumir que el
régimen del 78 estaba ante una posibilidad cierta de disolución. Ese
análisis de la realidad implicaba necesariamente desplazar los
escenarios del enfrentamiento político a lógicas distintas a las del
marco del 78, como la lógica izquierda/derecha, que es una lógica
política que acaba trabajando para la derecha y para el poder
establecido. Cuando dividimos la política en España en un campo que
establece exclusivamente como polos derecha e izquierda, quien celebra
esta división del campo político es la derecha porque saben que, si las
reglas funcionan así, ellos tienen todas las de ganar. Sin embargo, si
entendemos que una estrategia de cambio que se aproxima mucho más a
nuestra realidad se debe apoyar en una mayoría social que está de
acuerdo con que tienen que existir derechos sociales; que está de
acuerdo con que la corrupción es intolerable; que está de acuerdo con
que los privilegios de la clase económica dirigente son insostenibles,
injustos y nos están llevando al desastre; entonces existirá la
posibilidad de la construcción política de una mayoría social por el
cambio. Perder eso de vista y dejarnos enamorar por la posibilidad de
que la izquierda se tome la revancha ante muchos años de gobierno de la
derecha es trabajar para ellos. Es no entender que el cambio político de
este país exige analizar qué ha pasado, qué es lo que ha ocurrido en
las elecciones europeas, porqué las encuestas están diciendo lo que
están diciendo, porqué determinados discursos funcionan en los medios
de comunicación, porqué determinados discursos y determinadas figuras
son capaces de movilizar la ilusión popular, mientras otras no lo
consiguen. Cuando esas reflexiones se conviertan en un análisis
compartido y se obre en consecuencia creo que será mucho más sencillo
entender la manera en la que se produce la transformación política en
este país. Desdichadamente algunos sectores de la izquierda siguen
defendiendo una concepción, que a mí me parece un error, de apelar a un
‘¡unámonos!’, que es como una fórmula de carácter complementario de sus
propias estrategias. Con ese planteamiento parecen decir: ‘aquí estoy
yo con mi mochila y con lo que he sido siempre, yo aporto estos números,
tú aportas estos números, así que unámonos’. El cambio de régimen no es
un cambio cuantitativo, es un cambio cualitativo que tiene como
consecuencia llevar el terreno de juego a otro escenario en el que se
puede ganar a los que llevan demasiado tiempo gobernando. Eso el PSOE
lo supo siempre y no ha tenido miedo a dejar de ser alternativa de
gobierno hasta que hemos aparecido nosotros. Todos los actores
políticos tienen que entender que el mérito en el cambio de escenario
que se abre tras las europeas no es personal, ni es individual por parte
de Podemos, pero tienen que entender cuáles son las claves
fundamentales para que esa posibilidad, inédita en la historia política
reciente de nuestro país, como es que la oposición al PP no sea el PSOE,
sino una fuerza política que debe plantear cosas radicalmente distintas
a las que plantea el PP, disputarle el gobierno. Para eso tiene que
haber una serie de cambios de mentalidades y de análisis que no termino
de ver que se estén produciendo. Me consta que hay una serie de
dirigentes políticos que vienen de la izquierda, sobre todo muy jóvenes,
que lo han entendido perfectamente y que han formado parte de los
debates que nosotros tuvimos, que hicieron el análisis de la misma
manera que nosotros, pero creo que todavía no han sido capaces de ser
representativos de unos espacios políticos que algunos se empeñan
tozudamente en entender que son los mismos de hace 10 o 15 años.
Orencio Osuna | Estamos ante una crisis del régimen del
78 que se resquebraja, como demuestra la abdicación de Juan Carlos, las
sucesión incesante de dimisiones y defenestraciones de los dirigentes
políticos de las últimas décadas, la pujanza de los movimientos
independentistas, la corrupción sistémica, la pérdida masiva de
legitimidad social e institucional…, de un régimen que, en definitiva,
fue fruto de una correlación de fuerzas presentes en ese momento…
Pablo Iglesias | O de una correlación de debilidades, como dijo Manuel Vázquez Montalbán.
Orencio Osuna | Sí, de debilidades, indiscutiblemente,
pero sobre todo fruto de la hegemonía de las fuerzas fácticas -como el
ejército, la oligarquía, las provenientes del franquismo o de las
potencias de la OTAN, ante una oposición democrática debilitada por
cuarenta años de una dictadura sangrienta. Pero lo cierto es que durante
varias décadas este régimen generó unos consensos políticos y sociales,
basados sobre todo en un gran crecimiento económico, una mayor
redistribución de rentas, la conquista de ciertas libertades, la
conquista de derechos y servicios públicos, el ingreso en la UE… Ha sido
precisamente la crisis del modelo económico, la incapacidad de generar
riqueza y empleo, del recorte de servicios públicos, del aumento de las
desigualdades y la pobreza, la contestación a la representación de los
partidos y las élites… todo ello es lo que probablemente está rompiendo
veloz y simultáneamente los consensos políticos, económicos y sociales
que tenía el régimen. Una alternativa al régimen del 78 precisa
obviamente de una mayoría social que la sustente y en mayorías políticas
en las instituciones y en los gobiernos. En su libro "Curso urgente de
política para gente decente", Juan Carlos Monedero identifica cuáles
son las tres tradiciones político/ideológicas para construir esa
mayoría: la reformista, la revolucionaria y la rebeldía. ¿Piensas que en
torno a Podemos pueden desembocar todos estos componentes o más bien
habrá que construir unos nuevos espacios políticos organizados donde
cada uno con sus culturas y tradiciones históricas o, digamos, con sus
“mochilas positivas” y “mochilas negativas”, vaya a sumar para generar
esas mayorías sociales de cambio?
Con la fuerza que tenga cada uno, habrá que ver si hay posibilidades de acuerdo
Pablo Iglesias | Habrá que analizar los resultados
electorales que se vayan dando en las urnas. En ese momento será cuando
habrá que hablar de programas de gobierno, es decir, de los cambios
políticos y de los dispositivos administrativos que dependen de mayorías
parlamentarias. Con la fuerza que tenga cada uno, habrá que ver si hay
posibilidades de acuerdo. Nosotros trabajamos en esa línea. Una de
nuestras iniciativas en el Parlamento Europeo fue promover un
llamamiento al Gobierno y al Consejo General del Poder Judicial para
acabar con los desahucios en España como consecuencia de una sentencia
del tribunal europeo de justicia y ahí convocamos a todos los partidos
políticos y logramos firmar un llamamiento conjunto con todos los
partidos políticos del estado español representados en el parlamento
europeo, con la sola excepción del PP y UPyD, es decir conseguimos una
amplia mayoría parlamentaria entre los diputados elegidos en la
circunscripción española. Creo que esa experiencia es un buen ejemplo de
nuestra línea de trabajo. Otra cosa diferente a esos eventuales
acuerdos postelectorales, que han de fundamentarse en cuestiones
programáticas, es la manera en la que se llega hasta ahí. El que se
llegue a ese momento no estará en mis manos, ni en manos de Podemos,
estará en manos de lo que cada actor demuestre y ponga encima de la
mesa. En todo caso, se debe tener en cuenta que hay muchos actores
haciendo política simultáneamente y que cuando llegue la hora de
acuerdos habrá que poner encima de la mesa las fuerzas con las que
contamos cada uno para cambiar las cosas.
Orencio Osuna | Has dicho que las izquierdas más
institucionalizadas han fracasado ante esta pavorosa crisis que ha
provocado la globalización ultraliberal. Pero la tradición
socialdemócrata ha sido la constructora del estado de bienestar, con sus
sistemas públicos de sanidad, la enseñanza , las pensiones y otra serie
de servicios públicos en toda Europa, pero que han acabado entregados
al dictak liberal, primero del llamado consenso de Washington y luego de
las políticas austericidas que dominan la UE. También en la tradición
comunista y poscomunista tras el final de la guerra fría y el fin de la
URSS ha habido un anquilosamiento, una incapacidad de superar el
fracaso de la experiencia histórica del llamado "socialismo realmente
existente" y que ha terminado por agotar gran parte de su patrimonio
transformador. Así las dos ideologías dominantes -el reformismo y la
revolución- de la izquierda en el siglo XX, parece que han perdido su
capacidad de enfrentarse al capitalismo globalizado de hoy. Pero, aún
así, esas dos tradiciones, siguen presentes en la sociedad, no van a
desaparecer de raíz. El eje izquierda /derecha, seguirá latiendo en la
sociedad probablemente, aunque no tenga la misma centralidad que tuvo.
Al fin y al cabo, se trata de referentes históricos de larga data, como
son el marxismo, las reformas y las revoluciones del siglo XX.
Las propuestas políticas de Podemos las hubiera firmado cualquier partido socialdemócrata hace 30 o 40 años
Pablo Iglesias | No estoy de acuerdo, te lo dice
alguien que se considera marxista y que tengo la izquierda tatuada en
las entrañas, pero no estoy de acuerdo. Creo que el mundo empezó a
cambiar hace mucho tiempo. Cuando Norberto Bobbio, escribía "Destra e
Sinestra", estaba de alguna manera relativizando esos conceptos después
de la caída del Muro de Berlín. Después de la guerra fría, eso que
consideramos socialdemocracia, eso que consideramos movimiento
comunista, ven reducidas al mínimo sus posibilidades de existencia, no
por razones ideológicas, no por razones de valores, sino por cómo se
transforma el mundo. Los partidos socialdemócratas dejan de ser partidos
socialdemócratas, es decir, la tercera vía de Blair no es más que
acomodación de una fuerza política -que históricamente tenía que ver
con las Trade Unions y el sindicalismo británico- a unas condiciones de
absoluta hegemonía del neoliberalismo en el que no hay más espacio para
gobernar. Perry Anderson decía, con toda la razón, que durante un
tiempo la diferencia entre centro izquierda y centro derecha era que
mientras unos privatizaban más y favorecían los intereses empresariales
aun respetando elementos constitucionales y entendiendo que el trabajo
era la clave de los derechos sociales, el centro izquierda redistribuía
la renta un poco más sin poner en cuestión la propiedad privada y ni las
formas de acumulación capitalista. Cuando el neoliberalismo se empieza a
implementar por Tatcher en 1979, hace que poco a poco se vayan
reduciendo posibilidades de las posiciones laboristas de hacer una
política muy distinta a la de las fuerzas políticas más conservadoras,
que no son desdeñables, pero que no tienen que ver sólo con la
economía, sino también cuestiones de derechos civiles. Pero la crisis
que empieza en 2008 revela el escaso margen de maniobra que le queda a
eso que se le llamaba la socialdemocracia, pero que ya no es
socialdemocracia en ningún caso. Nosotros no hemos parado de repetir que
esa gran coalición que funciona en Europa es una realidad derivada de
un sistema en el que los socialdemócratas tienen enormes dificultades
para demostrar que son diferentes a los conservadores. Eso mismo está
ocurriendo en España con el PSOE. El caso griego resulta revelador de
esa deriva de la socialdemocracia: el PASOK prácticamente ha
desaparecido. Las fuerzas políticas que proceden, de tradiciones
comunistas, después de la guerra fría, les queda de comunistas sólo el
nombre. Sus propias propuestas económicas son más bien socialdemócratas,
cuando proponen la reducción de la jornada laboral a 35 horas, la
mejora de los servicios sociales, una mayor redistribución de la
riqueza, es decir, proponen lo que en última instancia podrían llevar a
cabo si tuvieran responsabilidades de gobierno, aunque añadan en sus
manifiesto que “estamos por la socialización de los medios de
producción y por la construcción del socialismo”. Cuando han estado en
gobiernos con los socialdemócratas, cuando en España han tenido
responsabilidades de gobierno en ayuntamientos o comunidades autónomas,
los socialdemócratas tienen un margen de maniobra pequeño y ese margen
de maniobra tan pequeño nos arrastra a todos. Las propuestas políticas
de Podemos son propuestas que, seguramente, hubiera firmado cualquier
partido socialdemócrata hace 30 o 40 años. Proponemos una reforma fiscal
justa que haga que las rentas más altas paguen más, proponemos una
auditoría y una quita de la deuda pública, proponemos proteger los
servicios públicos, proponemos combatir la corrupción, proponemos una
política exterior respetuosa con los derechos humanos, en definitiva lo
que estamos proponiendo nosotros lo hubiera aceptado la socialdemócrata
reformista. Es decir las condiciones políticas que permitían establecer
esa diferencia entre reformistas y revolucionarios han desaparecido con
el fin de la guerra fría. Otra cosa es que haya algunos nostálgicos que
sigan queriendo ver las relaciones internacionales o Europa con los
anteojos de la guerra fría, pero ese mundo terminó. Las nociones de
izquierda y derecha no sirven en exclusiva para expresar un conflicto
que enfrenta a mayorías sociales con las élites y que pueden ser
identificadas en diferentes momentos históricos por sujetos distintos.
Es decir, las mayorías sociales pueden estar identificadas con la clase
obrera o pueden estar identificadas genéricamente con una noción de
pueblo, con una noción de patria o con una etno-nación como algunos
países del tercer mundo. Pero eso es una cosa que va cambiando en
función de las circunstancias frente a una élite que trabaja con
intereses de clase propios. Ese conflicto durante mucho tiempo lo pudo
representar la dialéctica izquierda y derecha, pero cuando ambas se
convierten en unas nociones de valores que cuando se enfrentan siempre
se lo ponen más fácil a la derecha, seríamos enormemente torpes si
siguiéramos asumiendo unas reglas del juego trucadas en las que siempre
pierdes. Por otro lado, claro que los valores se transforman, hay muchos
países del mundo que no se pueden entender lo que sucede con las
nociones de izquierda y derecha. Ahora acabo de llegar de Israel y es un
país en el que hablar de izquierda israelí es un eufemismo, no sirven
las categorías izquierda/derecha para entender a Israel. De la misma
forma que pasa en muchos países de América Latina -y nosotros hemos
aprendido de muchos de ellos- y creo que ningún marxista que reivindique
las identidades simbólicas del movimiento obrero pondría muchos peros a
las transformaciones que se han producido en algunos países de América
Latina en términos de redistribución de la riqueza y justicia social, no
se entenderían estableciendo una interpretación en clave del viejo eje
izquierda/derecha. Nosotros hemos dicho esto con claridad y lo hemos
puesto encima de la mesa con unas biografías políticas que tienen poco
que envidiar a las de algunos que se echan las manos a la cabeza. Me
consta que algunos bienpensantes fingen que escandalizan con estas
reflexiones y nos acusan falsamente de no ser de izquierdas, ni de
derechas. No, eso no es verdad, nosotros no hemos dicho eso. Nosotros lo
que hemos dicho, lo repito una vez más, es cómo pensamos que se puede
ganar para hacer un cambio en nuestro país y, quien tenga alguna duda de
quienes somos nosotros, los impulsores de Podemos, que nos busque en
internet y lea a que nos hemos dedicado y la posición política que
tenemos. Pero algunos están convencidos de que ser de izquierdas tiene
que ver con identificarse con la bandera republicana, con la bandera
roja, con la hoz y el martillo y piensan que esa movilización de
simbologías, que en términos identitarios es muy respetable, puede
seguir siendo útil porque el mundo se puede seguir viendo con esos
prismas, como le ocurre a una parte de la vieja izquierda que se dice
así misma comunista. Esto de ponerte una etiqueta es una cosa muy
respetable, pero ser comunista se demuestra en la praxis política y en
esto creo que pocos se pueden poner demasiadas medallas. Los
socialdemócratas incurren también en esa misma descalificación: hace
unos días yo me moría de la risa cuando leía un artículo de Diego López
Garrido, que es un señor muy preparado, afirmando que ‘estos de Podemos
se han equivocada porque no han entendido que la clave para interpretar
lo que pasa en este país es el eje izquierda/derecha’. Hay personas que
deberían jubilarse, al menos para que dispongan de tiempo para
estudiar. Porque a estas alturas resulta patético que a alguien le
pongas delante de lo que está ocurriendo en España, lo que ocurre en
Europa, en Francia, en Grecia, y te siga diciendo, "no, no, no, la
alternativa está entre la derecha y la izquierda, que somos nosotros".
Entonces, si es lo que vosotros decís, si la clave de la diferenciación
es esa, ¿porqué estuvisteis de acuerdo en reformar el artículo 135 de la
Constitución? Si el mundo de la política sigue siendo la izquierda y la
derecha, ¿porqué habéis sido favorables a la amnistía fiscal, porqué
estáis de acuerdo con que el BCE no tenga controles democráticos, porqué
aceptasteis la moneda única, porqué aceptasteis las imposiciones de la
troika estando en el gobierno? ¡Sé coherente, Diego! Tú sabes de qué va
esto, no hay ningún problema en decir la verdad y llamar a las cosas
por su nombre. ¡Vosotros sois los que habéis demostrado que si el rótulo
izquierda y derecha es lo que sirve para distinguir al PP del PSOE,
eso no sirve para nada! Nosotros hemos asumido el escenario que nos han
dado, que no hemos elegido nosotros. Nosotros no estamos en política
para cantar una canción con el puño en alto y emocionarnos mucho.
Estamos en política para cambiar las cosas y para ganar hay que asumir
que el terreno que te permite ganar no lo eliges tú, es el que construye
la historia.
Orencio Osuna | Pero hay una tradiciones políticas que
tienen un largo aliento, no solamente de las últimas décadas, de la
época neoliberal, sino que se remontan incluso a la revolución francesa,
pero sobre todo el siglo XX con las diversas tradiciones que arrancan
del marxismo. El concepto ‘gramsciano’ de hegemonía ideológica y la
construcción de instrumentos políticos organizados han sido el horizonte
de muchas fuerzas transformadoras. En España hemos tenido, por ejemplo,
durante toda la larga noche franquista una línea de lucha
antifranquista enfocada a sumar, sumar a todos los que pudieran estar
contra la dictadura, con independencia de la ideología. Enrico
Berlinguer cuando detectó que efectivamente estaba frente a una crisis
que denominó de civilización propuso el "compromesso stórico" a la
democracia cristiana que superase el eje izquierda/derecha para afrontar
los graves problemas de Italia. Asimismo los Frentes Populares
representaron una respuesta tardía al ascenso del fascismo en Europa.
Existen, según pienso, a pesar de los fracasos, una "globalidad" de la
izquierda mundial, unos referentes históricos comunes, unos poetas,
cantantes, literatos, tradiciones, leyendas, héroes, que han construido
el mundo cultural de la izquierda. Ese mundo existe y va a seguir
existiendo. Tú mismo lo has dicho: "yo soy un hombre de izquierdas".
En España, además, la guerra civil y la cruel represión franquista
dividió al país y generó mucho dolor y muchas emociones que siguen
perviviendo en la memoria de nuestra sociedad.
A determinadas izquierdas les hace muy feliz ser una minoría antes que afrontar contradicciones políticas
Pablo Iglesias | No, no, no. Fíjate que el ejemplo
italiano me entusiasma, a mi me gusta mucho la lectura que hace Perry
Anderson de un ‘gramscianismo’ discutible del PCI. Anderson, como buen
marxista, dice que el marxismo del PCI en su lectura de Gramsci a través
de Benedetto Croce les convierte en unos idealistas que les hace pensar
que se puede ganar trabajando exclusivamente en el ámbito de la
ideología. Y dice, a propósito de lo que estamos hablando, una cosa que
es conmovedora, dice que el PCI estaba convencido de que era el dueño de
la cultura en Italia. Allí se habían repartido el poder después de la
Guerra Mundial. Después de errores tras errores del PCI, de confiar
permanentemente en la democracia cristiana, de ser víctima de la
traición De Gasperi, de cómo les traicionan todos y aunque el poder
político lo tuviera la DC, la cultura estaba en manos de los comunistas y
cualquier intelectual de prestigio italiano o había estado o había
tenido algún tipo de vinculación con el partido. Los mejores cineastas,
los mejores literatos, la influencia en la escuela, incluso en la
magistratura estaban con ellos y el PCI estaba convencido que la
cultura era suya. Y, de pronto, aparece un tipejo que se llama Silvio
Berlusconi, que está apoyado por Betino Craxi, que no podía comparar sus
apoyos sociales a los de la DC, en un contexto en que la cultura
audiovisual procedente de los EEUU es hegemónica, y resulta que en
cuestión de unos pocos años, la realidad del éxito político en Italia se
llama Forza Italia, que es un partido que demuestra que el país ha
cambiado y que de esa tradición de los valores vinculados al comunismo
queda muy poquito. La prueba es que vemos nada más y nada menos que al
partido de Togliatti, Berlinguer convertido, primero, en algo que se
llama el Olivo y finalmente en una cosa que se llama Demócratas y que no
está ni siquiera en la internacional socialista, que encabeza un señor
que se llama Matteo Renzi que es la definición de la nada política. Esa
nada política que gobierna en Italia en estos momentos tiene como
esqueleto, como base ósea, el antiguo PCI y seguramente muchos de sus
dirigentes tienen en su casa también los libros del Che Guevara y
cantan el Bella Ciao. Yo creo que perdimos y que la cultura con la que
nos identificamos algunos, es impotente para movilizar un cambio
político. Puede ser un cadáver que nos emocione a muchos, a mi al menos
me emociona ya que son mis referentes culturales, mis referentes
sentimentales, pero para dar la batalla en un terreno en el que gana
Berlusconi, en el terreno de la ideología del mercado, en el terreno de
una posmodernidad que nos ha situado en una posición extremadamente
difícil, la movilización de los valores de la izquierda,
independientemente de que resista en nuestras mesillas de noche o en
nuestras bibliotecas o incluso en nuestra formación teórica. Pensar que
con ese bagaje se pueden movilizar mayorías para ganar, es un tremendo
error. Debemos ser conscientes de que somos muy pocos y cada vez somos
menos. Si somos un poco más laicos y menos clasistas, si respetamos un
poco más a nuestro pueblo, ese pueblo español que no tiene problema con
la bandera rojigualda, que le gusta la selección de fútbol, que no se
emociona con la bandera republicana y con la guerra civil, si respetamos
un poco más a ese pueblo español que es el nuestro y que, sin embargo,
está contra la corrupción, está contra la injusticia, está a favor de
los derechos sociales, entonces podemos ganar. Tenemos que respetar al
pueblo español que tenemos y ese pueblo español no ha sido construido
como colectividad a partir de los valores de la izquierda, ¿me gusta a
mí que eso sea sí?, no, no me gusta, pero esa es la realidad. Me hacen
mucha gracia las críticas a cuando hacemos apelaciones a la Guardia
Civil, a las Fuerzas Armadas, o dices que eres patriota, entonces
algunos como que se escandalizan. Muy bien, pero es que se supone que
estamos en la política para cambiar la vida de la gente y para que la
vida de la gente sea mejor y sin embargo parece que algunos están más
contentos adorando a sus santos, cuando en el fondo, en la intimidad
saben que no pueden ganar. Eso le ha ocurrido a una izquierda española
que, aunque nunca se ha atrevido a decirlo públicamente, sabía que con
su identidad y su discurso aspiraba, como mucho, a gobernar en minoría
con el PSOE. Lo sabían, no querían ganar, incluso en un momento de
crisis que abría muchas opciones, no querían ganar. Preferían vivir en
la comodidad del 8% o del 12% de los votos, antes que asumir que hay que
soltar lastres y que hay que hacer cosas difíciles para cambiar tu
país. A determinadas izquierdas, a algunas las conozco muy bien, les
entusiasma y les hace muy feliz ser una minoría, antes que afrontar
contradicciones políticas, rodeado de mis símbolos, de mi gente, de un
discurso fácil que lo critica absolutamente todo, sabiendo que jamás me
voy a tener que manchar las manos y asumir que el cambio político
implica jugar en un terreno que no es el nuestro.
Orencio Osuna | Hemos hablado de que la crisis del
régimen del 78 podría desembocar en un ciclo de reformas
constitucionales o un proceso constituyente. Ese debate va a
reproducir, en cierta manera, los mismos dilemas que hubo en la
Transición. No son las mismas situaciones históricas, claro está, pero
sí en el sentido que se generará tensión entre un polo político que
procurará hacer reformas ‘gatopardianas’, de maquillaje y otro polo que
propugnará la necesidad de un proceso de ruptura con el actual régimen
constitucional. ¿Cuáles serían los aspectos esenciales que tendría que
abordar ese proceso constituyente o de reforma constitucional?
Un proceso constituyente expresaría una nueva relación de fuerzas
Pablo Iglesias | El problema es que un proceso
constituyente o de reforma no puede ser la mera plasmación del programa
político que a uno le gustaría, es decir, yo quisiera que hubiese una
estructura territorial del Estado diferente, un blindaje de los derechos
sociales, una ley electoral con otras características, entre otras
cosas importantes. Pero eso sería contar lo que a mí me gustaría. Un
proceso constituyente expresaría una nueva relación de fuerzas e
implicaría asumir la democratización de la discusión con la apertura de
una serie de temas, que hasta ahora no se pueden discutir y deliberar
libremente sobre ellos. A partir de ahí tenemos que trabajar todos los
sectores sociales implicados para ver hasta dónde se puede llegar con
los cambios. Pero no queremos hacer trampas y engañar a los ciudadanos.
Debemos decir con claridad que en un proceso constituyente no se trata
de que se tenga que hacer lo que lo que llevamos en nuestro programa.
No, no, un proceso constituyente es abrir la discusión y el debate de
todos los temas.
Orencio Osuna | ¿Pero crees que un proceso constituyente es la única alternativa a la crisis del régimen del 78?
Pablo Iglesias | Creo que sí. Ahora bien, para que ello
sea posible es preciso previamente un cambio en la estructura del poder
político, un cambio que impulse abrir un proceso constituyente. El
camino más viable, con todas sus contradicciones y sus dificultades, es
que, en términos electorales, acabemos con el sistema político del
régimen del 78, que acabemos con ese juego partidario que, en última
instancia, ha funcionado de forma estable hasta ahora. Si logramos ese
objetivo, si de repente existiese en España una nueva fuerza política
gobernando o una nueva fuerza de oposición que rompa con el modelo de la
gran coalición, si llegamos a una situación equivalente a lo que se
está produciendo en Grecia, se abrirán nuevas posibilidades de cambio,
no exentas de riesgos y de fracasos. De que, en definitiva, se produzca
un proceso constituyente que cambie las bases políticas de nuestro país.
Orencio Osuna | La llamada crisis económica es quizás
la crisis de un modelo, de un sistema. El estallido de la burbuja
financiera que se origina en EEUU y que en España tiene un, digamos,
casticismo derivado de la súper burbuja inmobiliaria, en ese
capitalismo del IBEX 35 basado en un control del Estado por parte de los
oligopolios, en una estructura empresarial dependiente de las
subvenciones y contratos públicos, en la subordinación a la economía
financiera y a la troika. Las consecuencias, por otro lado, de las
políticas austericidas son devastadoras con su correlato de
devaluación salarial, de la pérdida de derechos y de servicios públicos,
de recorte de pensiones, de paro masivo, de la precariedad como sistema
de empleo, de liquidación de los derechos sindicales. Pero, ¿tú qué
crees, se trata de una crisis cíclica más del capitalismo o de
consolidar permanentemente esas políticas neoliberales como el nuevo
modelo de este capitalismo global en Europa?
Nosotros no estamos planteando cuestiones maximalistas
Pablo Iglesias | Creo que esta crisis está siendo muy
particular. Está revelando algo que los marxistas han sabido siempre:
que las crisis son consustanciales al capitalismo como proceso de
acumulación. Dio la impresión, durante un tiempo, de que esta crisis se
iba a traducir en una suerte de corrección neokeynesiana de los excesos
del capital financiero. Luego algunos autores dijeron que el crack de
Lehman Brothers era equivalente a la caída del Muro de Berlín e,
incluso, dirigentes políticos hablaron de refundar el capitalismo.
Parecía que se iban a poner correctores y sin embargo lo que hemos visto
es que lo que se ha producido es una profundización en esa
contrarrevolución global que sigue institucionalizando hasta niveles
insoportables el poder de las finanzas asociados a una clase
plutocrática con intereses propios y que es transnacional. Cuando
Warren Buffett dice que claro que hay lucha de clases pero van ganando
los suyos, está diciendo la verdad. Si la pregunta es cómo se puede
combatir una tendencia que es global a través de espacios de
empoderamiento político local, estatal, pues pienso que es enormemente
difícil, pero que no queda otro remedio que afrontar ese desafío. El
sistema neoliberal es un modelo de desarrollo de consecuencias
catastróficas para el género humano. No solamente es un sistema que
condena a la pobreza a millones de personas y al deterioro ambiental. Es
que, además, en nuestra realidad está haciendo saltar por los aires una
de las conquistas históricas de la clase trabajadora en los países del
centro del sistema mundo, en los países europeos, como son las
instituciones del estado de bienestar. El nivel de destrucción de las
condiciones materiales que permiten el acceso a la felicidad es
escandaloso y eso es un contexto que nos puede hacer pensar que
políticamente nos puede ir bien porque, en realidad, nosotros no estamos
planteando cuestiones maximalistas. No estamos planteando que la tierra
sea el paraíso, patria de la humanidad, estamos plateando que haya
instituciones al servicio de la colectividad que garanticen las
condiciones materiales mínimas para que los seres humanos puedan ser
felices.
Orencio Osuna | De todas formas, hay varias respuestas a
la crisis ciñéndonos a Europa. Una respuesta es una oleada de
neofascismos y xenofobia como en Francia y en otros, como Dinamarca,
Holanda o Finlandia, se conjuga una identidad chovinista y xenófoba con
expresiones laicas, contra la globalización, contra la pérdida de
derechos sociales, contra la pérdida de soberanías nacionales. Otra es
la salida liberal/conservadora, como la gran coalición gobernante en
Bruselas o Alemania, que pretende defender la competitividad de Europa
en un mundo globalizado mediante el recorte de los costes sociales y
servicios públicos. En Europa, ahora, la hegemonía la tiene esta opción
neoliberal. ¿Un país como España, qué puede hacer en realidad?, ¿puede
construir una estrategia propia o está inserta en procesos que son ya
irreversibles y eso exige también alianzas en la sociedad europea en su
conjunto?
Nuestros principales adversarios a la hora de cuestionar Europa son la extrema derecha
Pablo Iglesias | El estado nación es ineludible, pero a
su vez no hay solución exclusivamente en el marco del estado nacional.
Y por eso nosotros teníamos claro desde el principio que nos queríamos
vincular al grupo de Tsipras porque sabemos que pueden ganar las
elecciones en Grecia y que es necesario establecer alianzas entre los
sectores políticos europeos que pueden estar por el cambio, que no será
fácil. Nosotros defendemos un mayor protagonismo del sur de Europa en
nuestro grupo parlamentario, que es todavía un grupo muy ideologizado
con tradiciones que, a nuestro juicio, se ponen zancadillas a sí mismas
para aspirar al cambio político, pero donde también están las
posibilidades de un cuestionamiento del sistema actual. Es decir,
nuestros principales adversarios a la hora de cuestionar Europa son la
extrema derecha. Son los diputados que vienen del frente nacional u
otras formaciones ultras los que apelan de manera más contundente a la
recuperación de la soberanía. A mí me comen los demonios cuando veo que
esas gentes despreciables pueden ocupar una parte de un terreno político
que deberíamos ocupar nosotros defendiendo la soberanía democrática
frente al poder de los mercados. Y veo a Alexis Txipras, en particular,
las veces que he hablado con él, muy bien, entendiendo muy bien lo que
hay que hacer. También coincidimos mucho con Jean-Luc Mélenchon, con el
que tenemos una relación magnífica. Pero a otros compañeros les veo
mucho más sumidos en tradiciones de la izquierda dogmática y que son un
freno a la posibilidad de victoria. Cambiar Europa es algo que no
podremos hacer en un solo país. Eso pasa por asumir un escenario de
excepcionalidad en el que lo fundamental es reivindicar la soberanía
popular, ese el eje fundamental. Me cuesta más, por ejemplo, coincidir
con los compañeros alemanes. Hay algo que me molesta enormemente del
Parlamento Europeo y es que todos los grupos están dominados por
alemanes. Incluso los sectores más progresistas de la izquierda alemana
no están en una posición equivalente a como estamos los europeos del
sur. No es lo mismo ser una formación política a la izquierda de la
socialdemocracia en Alemania que estar en contextos políticos de
precolonización como estamos en Portugal, en España, Grecia, en Irlanda e
incluso en Italia y eso lo tenemos que empezar a entender. Construir
otra Europa implica asumir que esa Europa no puede girar en torno a los
intereses de Alemania y eso puede crear muchas contradicciones en los
discursos de la izquierda. Yo quiero un griego jefe de mi grupo
parlamentario, aunque la compañera alemana que lo preside es encantadora
y nos llevamos muy bien, pero yo quiero un griego y si a nosotros nos
va bien y nos sigue yendo bien en las elecciones, pues tendrá que ser
un español quien presida el grupo parlamentario que encabece la
posibilidad de una Europa distinta.
Orencio Osuna | Mientras tanto suenan tambores de
guerra. Desde el año 89 parece que vivamos una guerra permanente por la
conquista de nuevos mercados neoliberales, de control de la zonas de
recursos petroleros y gasísticos, la guerra en Oriente Medio es
interminable con los pertinaces ataques de Israel al pueblo palestino,
hay un incremento de las intervenciones armadas en las que está
implicada la UE y España, la OTAN se rearma y estrecha el cerco a Rusia
aprovechando la crisis de Ucrania. La guerra ha sido una de las salidas
clásicas de las crisis económicas como instrumento de control y dominio
y también como estímulo a ciertos intereses económicos.
Pablo Iglesias | Está claro que las guerras son los
instrumentos políticos de reordenación sistémica, después de las crisis,
más efectivos por excelencia. En el caso europeo el problema es que
cuando hablamos de la OTAN no hablamos de política exterior europea,
hablamos de política exterior puesta al servicio de una organización
militar dominada por los EEUU. Cada vez que trato de decir esto en la
Comisión de Exteriores en la que estoy, me interrumpen. El otro día
trataba de decir que lo que había hecho la UE en Ucrania era favorecer
un desplazamiento de poder ilegal, asumiendo un gobierno en el que había
neonazis -aunque la verdad es que eso no es una cosa tan
extraordinaria ya que EEUU no han dejado nunca de promover golpes de
estado-, y el presidente del grupo me retira la palabra. A mí me
gustaría que hubiera una conciencia en lo que queda de la
socialdemocracia europea de que, si creemos en Europa, si creemos en
Europa en serio y no sólo en las cancioncitas y la banderita azul, si
asumimos Europa como un espacio geopolítico, es imprescindible que se
dote de recursos militares propios, de una política exterior propia y
condenada a tener unas relaciones lo más pacíficas posibles con Rusia.
La escalada militarista protagonizada por los EEUU está poniendo en
riesgo la seguridad de los ciudadanos europeos y está comprometiendo las
líneas de lo que debería ser una política exterior fundamentada en los
derechos humanos y en la soberanía de los países. El problema es que
estamos gobernados por ‘vendepatrias’. A mí me hace muchísimas gracia
cuando califican a Podemos como euroescépticos, ¿cómo que
euroescépticos? ¡Todo lo contrario¡ Nosotros sí que creemos en Europa
en serio, son ustedes los que defienden una Europa sin soberanía
militar, una Europa donde sus países no tienen ningún tipo de
instrumento soberano para hacer política, una Europa precarizada, una
Europa que firma tratados de libre comercio con EEUU que pone en riesgo a
los consumidores y a los productores europeos, una Europa con una
imagen de policías disparando a personas huyendo de la miseria de
África. ¡Ellos son los que están destruyendo la idea de Europa como algo
asociado al triunfo del antifascismo durante la Segunda Guerra Mundial!
No soy partidario de que se integren partidos políticos en Podemos
Orencio Osuna | Tenéis la Asamblea constituyente de
Podemos en octubre, eso implica un gran debate que persigue una mayor
cohesión, unas definiciones ante importantes asuntos, unas estrategias
electorales consensuadas en el seno de la organización. ¿Cómo vais a
compatibilizar una tendencia, en cierta medida inscrita en el
asambleísmo, en lo libertario, en el democratismo, con la necesidad de
ser una fuerza política que tiene que operar cohesionadamente en el
conjunto de los escenarios donde tiene presencia? ¿El proyecto de
Podemos podría implicar que se integrasen otros partidos políticos?
Pablo Iglesias | Yo no soy partidario de que se integren partidos políticos en Podemos.
Orencio Osuna | Pero está Izquierda Anticapitalista, que es un partido.
Pablo Iglesias | Pero no como partido. Hay gente en
Podemos que puede militar en diferentes lugares, pero creo que nosotros
somos otra cosa, no soy partidario de que nos parezcamos a una izquierda
que ha cometido innumerables errores. No soy partidario de que Podemos
se convierta en un parque temático en el que los que han fracasado
políticamente siempre encuentren una oportunidad de volver a proponer
las mismas recetas que nos ha llevado al fracaso. No quiero eso, pero
habrá que discutirlo en un espacio amplio. Yo no he sido libertario
nunca y parece que a veces se quiere identificar la democracia radical y
el hecho que pueda participar todo el mundo en las decisiones como
una falta de eficacia. Nosotros podemos tener muchos defectos, pero no
hemos sido ineficaces. Es más, creo que hemos navegado como un velero,
en comparación con otras estructuras que han navegado como un
portaaviones, mucho más lentos e ineficientes. El desafío que tenemos es
asumir que hay que estar organizados y que, al mismo tiempo, tiene que
existir la discusión y la participación democrática en la toma de
decisiones, pero nosotros estamos aquí para ser eficaces. Es decir,
Podemos tiene que ser un instrumento fundamental para el cambio en
España y no sólo para la deliberación y el debate interno. No hemos
creado Podemos para que algunos se sientan muy a gusto discutiendo,
sino para cambiar el país y tendremos que adaptar la organización a
ello.
Orencio Osuna | Decía Gramsci que ‘La ideas no viven
sin organización". Tú idea es, efectivamente, que Podemos se organice
para ser un actor político, un espacio político cohesionado en el que
fluyan personas de distintas culturas, de distintos proyectos, de
distintas ideas, pero que tengan todos una identidad compartida en torno
a ese proyecto de cambio.
Pablo Iglesias | Pero sobre todo que Podemos sea un
instrumento de la gente normal. A mí no me interesa únicamente, aunque
está muy bien, que las gentes de las izquierdas vengan a Podemos, pero
Podemos no es un lugar para invitar a las gentes de las izquierdas a que
vengan ahora que hay una marca ganadora. Podemos ha de ser ante todo un
instrumento para invitar al país, para invitar al pueblo a hacer un
cambio en nuestro país.
Orencio Osuna | Sí, pero dentro de poco vais a tener
probablemente miles de concejales, centenares de diputados autonómicos,
suponemos que decenas de diputados nacionales, vais a tener
responsabilidades reales, de constituir mayorías de gobiernos, incluso
de liderar gobiernos. Esa perspectiva implica efectivamente cohesión y
que numerosas personas desempeñen responsabilidades políticas de todo
tipo. El proyecto de Podemos necesita, según dices, no solamente gente
de izquierda, pero aún prescindiendo de su origen político, es
previsible la necesidad de que adopte un discurso y un relato común.
Quien piense que Podemos va a ser una especie de reinos de taifas se equivoca
Pablo Iglesias | No sé porqué puede parecer que Podemos
va a ser una jaula de grillos en el que cualquiera pueda hacer lo que
le dé la gana. No somos así. De hecho, creo que hemos sido capaces de
mantener una coherencia que otras fuerzas políticas no tienen y así va a
continuar siendo. Quien piense que esto va a ser una especie de reinos
de taifas se equivoca, no hicimos Podemos para perder y todo ese tipo de
estructuras es ir hacia la derrota. Nosotros hemos impulsado Podemos
para ganar y ser útiles. Hemos movilizando una amplia ilusión que cuando
se manifiesta en términos democráticos es inequívoca. Eso va a ser una
característica fundamental de Podemos o yo, al menos, quiero que sea una
característica fundamental. Cada vez que haya que tomar una decisión en
Podemos que sea compleja y difícil propondremos que vote la gente.
Orencio Osuna | Juan Carlos Monedero declaró
recientemente que Podemos no va a ser la UCI de otros proyectos
políticos fracasados. Pero, sin embargo, Podemos representa hoy una
alternativa abierta y una ilusión para muchas personas que provienen de
otros proyectos políticos o de las luchas sociales y ello se traducirá,
probablemente, en que se cuelen oportunistas y arribistas. ¿No os
preocupa de qué manera controlar ese aluvión, en cierto modo,
inevitable?
Pablo Iglesias | Sí, nos preocupa y habrá que dotarse
de los elementos para que el proyecto funcione y tenga cierta
coherencia. Pero claro que las contradicciones son consustanciales al
hecho de crecer y de recibir los apoyos, habrá muchas dificultades y
habrá muchos problemas y tendremos que establecer criterios al respecto.
El que existan contradicciones es inevitable, pero nos esforzaremos en
tratar de navegar y surfearlas siendo siempre transparentes y
democráticos.
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