Apoyar a Nicolás Maduro Moros es mantener el muro de contención contra la reconquista del poder por los sectores socioeconómicos históricamente privilegiados.



Ante todo mis condolencias a los familiares, colaboradores inmediatos y, sobre todo a los venezolanos de a pie, que por millones, fueron, el centro de atención de la Administración chavista en los catorce años de ejercicio del poder.
Originalmente este artículo estuvo programado para apuntalar algunas reflexiones como consecuencia de la masiva asistencia a los actos fúnebres originados por el deceso del Presidente Chávez Frías. Sin embargo, leyendo dos sólidos trabajos publicados por César Burelli Valero y  Rafael Martínez González, ambos economistas de filiación marxista, colegas profesores y sobre todo, amigos y compañeros del autor de estas reflexiones, en la permanente lucha porque este país logre más temprano que tarde un estadio de justicia y equidad, fue lo que nos indujo, no a cambiar lo planificado originalmente, sino más bien, a aumentar los componentes del juicio.
En efecto, la masiva participación y muestra de aflicción de hombres y mujeres, fundamentalmente del espectro popular a raíz de la muerte del presidente de la República (1954-2013), no es un hecho casual, menos de inconciencia tumultuaria de una masa que llora a un líder mesiánico y demagógico que engañó descaradamente a millones de compatriotas, como lo pretenden “Analizar” y presentar, los recurrentes “expertos” a los cuales les dan cobertura la mayoría de los medios impresos y radioeléctricos privados. Basta con abrir las páginas de opinión de periódicos como El Universal, El Nacional, Nuevo País o sintonizar los programas de entrevistas de Globovisión, Televen y la mayoría de las emisoras de Amplitud Modulada (A.M) para conseguir que los entrevistados u opinadores, algunos en forma directa como los señores Alberto Mazza, Roberto  Giusti, Martha Colomina, Germán Carrera, Diego Arría y, otros sutilmente como Pino Iturrieta,  Antonio Cova,  Andrés Cañizales, Rafael Poleo, y Pedro León Zapata entre otros, quienes persistentemente, en sus peroratas radiofónicas o ininteligles escritos dan muestra de tales percepciones.  Al contrario, los millones de afligidos compatriotas por la muerte del hasta entonces presidente,  atienden a un sentimiento colectivo consciente de dolor por la desaparición física del primer jefe de Estado cuyo discurso se correspondió con una praxis de visibilización  de densas capas sociales marginadas históricamente de las obligaciones que tiene toda república con sus ciudadanos.
 En Venezuela, - salvo en la época indígena donde la estructura socioeconómica fue en esencia comunitaria- , la característica fundamental ha sido la diferenciación permanente entre unos pocos de goce opulento de las riquezas y privilegios sociales y  las mayorías nacionales explotadas y marginadas de las condiciones mínimas de sobrevivencia. Esta ha sido la historia de Venezuela.
Pues bien, con el ascenso a la primera magistratura del presidente Chávez, este comenzó a ejecutar medidas de carácter social en términos masivos, para aminorar la brecha entre minorías privilegiadas y mayorías desprotegidas, por supuesto para tal ejecución, fue necesario una redefinición del presupuesto de gasto, a tal efecto, en los primeros diez años de gobierno chavista, el 43,13 % del gasto público central drenó hacia el gasto social, expresado en inversión en  educación, salud, vivienda, cultura, deportes, alimentación y protección directa a los niños y la población mayor. Es aquí donde se encuentran las raíces del masivo apoyo en las recurrentes elecciones al recién fallecido presidente y las presentes muestra de dolor por su desaparición y no a la despreciativa explicación de una seudo intelectualidad miserable ética y moralmente, que a través del tiempo, ha sido el instrumento más eficaz que han utilizado los sectores conservadores y reaccionarios internos y externos para imponer sus designios en suelo venezolano.
Ahora bien, producto de la última  discusión fraternal realizada por un grupo de compañeros, entre los cuales estuvimos algunos de los editores del Blog “Comuna Roja”, fue lo que dio lugar a la redacción de un artículo por el camarada Burelli, con la respuesta inmediata del también camarada Martínez González; no tomaré postura a favor de ninguno,  por dos razones: primero, no soy analista económico y segundo, ambos tienen  fundamentos teóricos que respeto.
 Sin embargo, los acontecimientos recientes me llevan a redactar algunas opiniones en materia socioeconómica de los tiempos recientes, actuales y futuros. En primer lugar, apoyé al presidente Chávez, no por militar insurgente, tampoco por caudillo, sino por un discurso que ponía el acento en denunciar los responsables del desastre nacional de entonces, acusando a los patriarcas de la democracia punto fijista, bipartidista adeco-copeyana en alianza con factores internos y externos en términos de la estructura y superestructura nacional, para lo cual el proyecto institucional enmarcado en la constitución de 1961 los legitimaba para cometer sus tropelías y desafueros. En segundo término, porque al principio como candidato y luego como presidente de la República, se abocó a transformar institucional y en la práctica a la vida pública del país, donde lo central lo constituía el mejoramiento sustancial de las condiciones de vida de los marginados históricamente, para lo cual tomó un conjunto de medidas que contrariaban los intereses de las clases y sectores de mayor privilegio interno y externo: doblegó a Fedecamaras, desinfló a la CTV, metió por el aro a los grandes medios de comunicación nacional, retomó el control de PDVSA,  disminuyó la dependencia de las casi monopólicas compras de petróleo por los Estados Unidos, obligó al pago de impuesto de los grandes evasores, y por supuesto le dio un giro al uso de los ingresos públicos, al priorizar la inversión social como quedó registrado al principio del artículo.
Ahora bien, calificar de socialismo esas medidas, es al menos desproporcionado, porque la protección social de los más débiles es una de las funciones del Estado social de derecho, como sucede en Suecia, Suiza Dinamarca u otros países que por lo demás, algunos de ellos son monarquías constitucionales con orientación capitalista.  El ejercicio administrativo chavista, se inscribe más bien, en el nacionalismo antinorteamericano; el integracionismo regional, suramericano y caribeño; la propensión a la reducción del unipolarismo y, en fin al fortalecimiento de los bloques alternativos.
No puede llamarse socialismo a un modelo que si bien es cierto tiene una fuerte presencia estatal por el control de los ingresos petroleros, cuya distribución tiene una orientación social, todavía, después de catorce años, seguimos siendo rentistas, monoproductores y para colmo el PIB  tiene un alto componente privado (69,4% según estimaciones de un economista de filiación chavista). Es más, las empresas públicas ( PDVSA, CANTV, SIDOR,ALCASA, cementeras, Lácteos Los Andes, Fama de América, Banca Pública entre otras) la orientación que tienen, contribuyen al fortalecimiento del capitalismo de Estado. Mientras que los proyectos de creación de Empresas de producción social, solo son eso proyectos, es más el cacareado Estado comunal (título por lo demás incongruente, porque si es comunal no debe ser Estado) se enfrió antes de nacer. Dicho de otro modo, es evidente que se han dado pasos gigantescos en la búsqueda de un modelo de vida de mayor justicia y equidad social pero el aparato productivo y la institucionalidad existente, se inscriben en el modelo capitalista, por supuesto no neo liberal como lo propugnan y quisieran tarifados como Emeterio Gómez, Hugo Faría, Orlando Ochoa, José Guerra y el nefasto Moisés Naím.  
Esto último, nos lleva a una conclusión, el hecho que lo que está sucediendo en Venezuela no sea un sistema modélico típicamente socialista, pero sí, de evidente contenido social, hace que los tradicionalmente  privilegiados, mantengan una actitud y práctica de permanente acecho a fin de debilitar y derrotar el modelo de gestión Bolivariano o del “Socialismo del siglo XXI” como solía llamarlo el presidente Chávez, su ideólogo principal. Razón por la cual, compatriotas, camaradas revolucionarios, amigos nacionalistas, compañeros Antiiperialistas, combatientes latinoamericanistas, integracionalistas anti unipolaristas y en fin Venezolanos todos, debemos cerrar filas con el presidente interino, candidato en ciernes y futuro presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro Moros para que continúe y  profundice el mejoramiento en la calidad de vida de todos los compatriotas, pero sobre todo los históricamente desplazados y se mantenga el muro de contención contra las intentonas de volver a un estado de cosas donde el privilegio lo detentaban grupos minoritarios Económica y socialmente.
                                      Víctor Palacios Vargas
          Profesor universitario y  orituqueño, jugador de Bolas criollas

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