Chávez sentó las bases del socialismo: ahora hay que edificarlo.

Tras los resultados de las elecciones regionales de este 16 de diciembre en los cuales el Partido Socialista Unido de Venezuela consiguió 20 gobernaciones, mientras que la oposición obtuvo sólo tres, el escenario político parece centrarse la evolución del estado de salud de Hugo Chávez y la factibilidad de su asunción para un nuevo período presidencial, el 10 de enero próximo.
La variable sigue siendo la “enfermedad de Chávez”, y pareciera que ni gobierno ni oposición tienen apuro en apurar los trámites, aunque siempre hay algunos debocados, sobre todo en las huestes antibolivarianas. La victoria de Capriles Radonski en Miranda le da una oportunidad personal, y los mismo podría decir Henri Falcón (vencedor en Lara), sobre todo teniendo en cuenta que Pablo Pérez perdió escandalosamente en Zulia. Pero ninguno de ellos fue nominado como “candidato único” para las (aún) eventuales próximas elecciones.
La lectura de los resultados del 16-D deja algunos signos claros: la tarea cumplida para con el presidente Chávez, la consolidación castrense en el mando civil (diez de los 20 gobernadores electos son militares retirados), el triunfo alcanzado sin Chávez en la campaña y con Nicolás Maduro como referente y, lo esperable, un paso hacia la llamada nueva geometría del poder, la reinvención del Estado desde las comunas.
Obviamente, para avanzar en este sentido, se necesita un sólido apoyo territorial. Desde el 7 de octubre se cuenta con el respaldo popular al Segundo Plan Socialista 2013-2019 (el plan de gobierno presentado por Chávez, desde el 16 de diciembre 20 de 23 gobernaciones y, en cuatro meses más, el 14 de abril se decidirá el destino de 355 alcaldes en todo el país.
Los signos externos indican que la continuación del proceso bolivariano sin Chávez en la primera línea de fuego está garantizada. Aun cuando el Tribunal Supremo de Justicia o la Asamblea Nacional deben resolver aún el vacío constitucional sobre la ausencia del presidente electo en la toma de posesión, pues no habrá nuevo vicepresidente.
La elección de la junta directiva de la Asamblea Nacional para el período 2013 también cobra especial importancia, debido a que su presidente (seguramente repita Diosdado Cabello) podría encargarse de Miraflores por un lapso.
El artículo 231 de la Constitución bolivariana de 1999 establece que el Presidente electo se posesionará el 10 de enero del primer año de su período constitucional, mediante juramento ante la Asamblea Nacional, instancia que no podrá modificar esa fecha. Difícilmente el equipo médico autorice el viaje de Chávez, si su vida peligrara.
Es época de especulaciones y análisis, que parte de la explicación de cómo pudieron incidir en estas votaciones la victoria, primero, y luego la súbita recaída del presidente Hugo Chávez, anunciada por él mismo una semana antes de los comicios. Desde el 8 de diciembre se suceden días de rumores, especulaciones políticas, disputas interpretativas y vacilaciones, en los que cada uno quiere sacar tajada de la incertidumbre.
Opositores internos al chavismo tratan de pescar en río revuelto lo que no pueden obtener por medios democráticos, mientras que la derecha latinoamericana y global sueña con un escenario que marque el fin de la tendencia ganadora de las fuerzas progresistas.
Un poco más allá, las grandes trasnacionales y sus socios, administradores de países “democráticos”, especulan con un nuevo Irak y con nuevos contratos petroleros. Pero quizá sigan sin entender lo que pasa en Venezuela: por más que esté ausente, Chávez no se va, está presente, porque existe una Venezuela con un proceso de transformación en vigencia, eso que solemos llamar “el chavismo”.
Todo indica que para unas elecciones inmediatas, la oposición no se habría aún recuperado de sus sucesivas derrotas y Maduro podría recibir –siempre y cuando la unidad del chavismo perdurase- una transferencia plena del apoyo a Chávez, para alzarse con una victoria.
Para esta etapa política, que arrancó en 1999, Chávez no eligió las armas, como sí lo hiciera en 1992, sino la determinación, el convencimiento y el aparato legal y político de las democracias liberales (constitución, partidos, leyes, tribunales, participación, soberanía), y contó con el respaldo de un pueblo, para ir de frente contra el poderosísimo imperio del neoliberalismo.
Hugo Chávez ha sido la locomotora de esta nueva América Latina, que buscaba salidas a la gravísima crisis en que la había sumergido el neoliberalismo, y que retomó el camino de la integración entre iguales, la cooperación, la complementación, la solidaridad. Supo establecer las alianzas imprescindibles (con Lula, Kirchner, Correa, Morales, Lugo…) para que hoy América Latina busque nuevas soluciones a sus viejos problemas, lejos del Consenso de Washington, las recetas del FMI y el Banco Mundial, lejos del ALCA, la dependencia y el cipayismo.
El chavismo fue capaz de construir una identidad popular y de generar amplias políticas de integración social. Le resta avanzar en un modelo económico y productivo alternativo al del rentismo petrolero. El 2013, además, viene con presagios de dificultades económicas, y las especulaciones de los medios y “expertos” apuntan a una devaluación y medidas de contención del gasto.

La oposición

Deshojando la margarita, así está la oposición. Buscando estrategias, tácticas y candidatos. Las sucesivas derrotas le impide hablar de unidad programática o de acción. Siguiendo las directivas de Washington, la diputada derechista María Corina Machado (valiente mujer que osó fotografiarse con Bush) convocó a la resistencia, “a la rebeldía y a la esperanza”.
“Resistir es no permitir que los consejos educativos se conformen en las escuelas; resistir es no permitir que se conformen los consejos de trabajadores que acaban con el movimiento sindical de nuestro país; resistir es no tolerar las comunas ni mucho menos llamar proceso constituyente a las asambleas del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV); resistir es que cada venezolano defienda su propiedad, sea su casa, su negocio o su pensión”, dijo.
Mientras, el secretario de la opositora Mesa de Unidad Democrática, Ramón Guillermo Aveledo, afirmó que el resultado expresado en las urnas no les satisface, pero “aquí continuamos al servicio del país, continuamos unidos como estamos hoy, como hemos estado a lo largo de esta campaña, así seguiremos, Venezuela puede contar con nosotros”.
Sin embargo, las encuestadoras exhortaron a la oposición venezolana a revisar sus liderazgos. “La MUD no logró articularse. Creo que la oposición debe tener una lectura más matizada que la que tuvo el 7 de octubre, pues en aquel momento hicieron un análisis equivocado, al no comprender y desconocer la cultura política venezolana”, explicó Germán Campos, director de Consultores 30.11, después de los comicios del 16-D.
Oscar Schemel, presidente de Hinterlaces, indicó que la principal debilidad de la MUD es su ausencia de identidad, de visión, de propuesta. “El chavismo, por el contrario, es una comunidad emocional, una identidad de clases y una cultura política”, con “una serie de características que transcienden el hecho electoral y le proporcionan al chavismo una fortaleza social, política y cultural superiores a la oposición”, concluyó.

Las instrucciones del año 12

La sorpresiva aparición de Chávez a primera hora del sábado 8 de diciembre tras tres semanas de absoluto silencio, obligaba a la oposición –ganada por disputas internas y divisiones- a hacer un más que decoroso papel en los comicios para gobernadores, para mantener esperanzas de presentarse con algún éxito en una elecciones presidenciales que pueden ser adelantadas. ¿Con qué proyecto, con qué candidato?
La aparición en cadena nacional, tras tres semanas donde los cipayos ¿o sicarios? columnistas de la prensa gráfica, radial y televisiva comercial cartelizada se quedaron sin argumentos y parecieron plegarse al consumismo navideño haciendo mutis por el foro, demostró que la relación del presidente con la gente está consolidada y comprobada y ese valor sentimental, ese afecto, es lo que la oposición no supo ni sabe sobrellevar. Chávez dejó sus instrucciones y el chavismo tiene su ruta, mientras que los dirigentes de la oposición parecen hoy más desorientados que Adán en el Día de la Madre, y la victoria de Capriles sobre Jaua no alcanza para soñar que hay un camino.
Diciembre transcurría entre las preocupaciones por el campeonato de béisbol local, las gaitas (estruendosa música del estado Zulia) navideñas y la tradicional orgía consumista decembrina, adobada con rumores de una devaluación “inminente” para 2013. Pero… llegó el comandante y mandó parar.
El discurso cayó como una bomba en los casi 30 millones de venezolanos (y mucho más allá de las fronteras). Con claridad, valor y respeto por el mismo pueblo que nuevamente le había refrendado su voto dos meses atrás, Chávez reconoció la gravedad de su cáncer y la posibilidad que por razones de salud deba retirarse de la vida política.
Asimismo designó a Nicolás Maduro – vicepresidente y canciller- como su sucesor, acabando con las eventuales pugnas internas y especulaciones sobre el tema; y ordenó que en caso de cualquier imprevisto que significara la ausencia indefinida del presidente se aplicara el procedimiento establecido en la Constitución. No hay que olvidar que el anuncio se realizó apenas días antes de las elecciones a gobernadores.
A su vez, Chávez desactivó otra campaña opositora, la que planeaba convocar a un proceso constituyente para modificar la Carta Magna para que, en caso de ausencia del presidente, no fueran convocadas nuevas elecciones. El Presidente dejó en claro que ante una posible ausencia fueran activados los mecanismos establecidos en la Constitución.
Algunos “analistas” internacionales hablaron de vacío de poder, de una inminente insurrección, del rol que iban a jugar de aquí en más las fuerzas armadas (un nada sutil llamado al golpe). Pero el ministro Defensa, almirante Diego Molero, dejó en claro la lealtad de la corporación castrense a “Chávez, a la Revolución y al pueblo”. Y aseguró que durante la ausencia del mandatario “garantizaremos con nuestra propia vida la patria socialista”. Amén.
Al inicio de la campaña electoral por la presidencia, la enfermedad era el centro del debate público y la campaña del aspirante opositor Henrique Capriles Randonsky se basó en mostrar a un candidato joven y saludable, con capacidad para r ecorrer el país, contra un candidato al borde de la muerte. Chávez –excelente comunicador- respondió con la frase “Viviremos y venceremos”, consigna que ayudó a mantener la cohesión sus seguidores.
Tras la victoria, Chávez lanzó el debate popular del “Segundo plan socialista 2013-2019”, su proyecto para el tercer mandato, apuntando a acallar los descontentos por la designación a dedo de los candidatos a gobernadores y mantener la euforia electoral ante un escenario de previsible abstención, pero también para revertir un proyecto político basado en la personalidad del líder con un proceso de dirección colectiva que diera continuidad al proyecto ante una hipotética ausencia del conductor.
Obviamente, no es transferible el carisma de Chávez y las dudas de los analistas (que han proliferado como hongos después de la lluvia) se centran sobre la continuidad del movimiento ante la ausencia del caudillo. Quedan en el tintero (modernicémonos: en la memoria dura del computador) miles de nuevas interpretaciones y especulaciones sobre si el país entra o no en una etapa de transición (y hacia qué)…
Por hora todo está en calma. Pero, como cantaba Alí Primera, no basta rezar. Hay que seguir luchando. Como dijera Marguerite Yourcenar: hay que entrar en el futuro con los ojos bien abiertos.

El mapa de gobernaciones

El PSUV rescató cinco estados que gobernaba la oposición: Carabobo, Monagas, Nueva Esparta, Táchira y Zulia, pero no pudo en Miranda, que se había convertido en el epicentro político de estas elecciones, donde el candidato derechista a la relección -y ganador- era Henrique Capriles Radonsky.
En 11 estados el partido de gobierno le dio una verdadera paliza a la oposición, en unas elecciones con una altísima abstención (46%) que contrasta con el 81% de votantes el 7 de octubre pasado. El PSUV perdió en Lara y Amazonas donde Chávez había ganado y ganó en los andinos Mérida y Táchira, donde el presidente había sido derrotado dos meses atrás.
Además, la presencia de militares en los poderes estadales se ratificó en las elecciones regionales. De las 20 entidades ganadas por el chavismo, diez están en manos de uniformados no activos. Entre ellos se encuentran cuatro exministros de la Defensa (Rangel Silva, Mata Figueroa, Ramón Carrizález y García Carneiro), un exjefe del sistema impositivo Seniat (Vielma Mora), un exministro del Interior (Rodríguez Chacín); y un exministro de la Secretaría de la Presidencia (Francis c o Rangel Gómez).
Muchos de estos militares que están en las gobernaciones participaron con Chávez en el fallido golpe de Estado de 1992, como Castro Soteldo (repite en Portuguesa), Francisco Ameliach (ganó Carabobo) y Vielma Mora (Táchira), quienes también formaron parte de la Asamblea Constituyente en 1999.
Luis Reyes Reyes, quien participó en la intentona golpista del 27 de noviembre de 1992, perdió en su aspiración a reelegirse en el estado Lara.
Francisco Arias Cárdenas, uno de los comandantes que participó con Chávez la intentona de febrero de 1992, fue gobernador del Zulia en 1995 por la causa R (movimiento de izquierda fundado por Alfredo Maneiro) e, incluso, perdió ante Chávez en las llamadas megaelecciones del año 2000, con el apoyo de una coalición de partidos opositores.
Tras las elecciones del domingo 16, el presidente en ejercicio, Nicolás Maduro, dijo que “el pueblo está aprobando el programa de la patria (…) Se abren las alamedas de la construcción de la patria buena”.
Indicó que la oposición tiene todas las garantías para hacer política, siempre y cuando sea en el contexto de la Constitución. Remarcó que cuando elige la vía de la conspiración “le va muy mal”, y reiteró que la Revolución necesita una oposición que no sea instrumento de los empresarios y los grandes ricos del país. “Ojalá tuviéramos una oposición verdaderamente política”, con pensamiento social y respeto por el pueblo”, dijo.

Todo en orden

Lo cierto es que en filas chavistas (con grandes manifestaciones en todo el país de apoyo al mandatario) no ha habido conatos de huida o deserción ni de peleas por la sucesión: al menos no trascendieron públicamente, pese a las diferentes tonalidades e intereses de la dirigencia cívico-militar bolivariana. Lo que debe llamar la atención del mundo entero es que todo ha ocurrido en orden, quizá porque la noticia esta vez tomó desprevenida a la oposición no democrática.
También es cierto que desde el Caracazo de 1989 hasta la resistencia popular al golpe des Estado y el paro empresarial y sabotaje petrolero (2002-2003) el pueblo ha actuado con o sin dirigencia. El 13 de abril de 2002 fue el pueblo, lanzado a la calle, el que rescató la democracia y reclamó la restitución de su presidente constitucional. Como dice Roberto Hernández Montoya, presidente del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg) sin la intervención de vanguardias iluminadas, arrogantes y autoproclamadas.
Hemos insistido en el hecho de que en Venezuela el único que hace política es Chávez. En octubre pasado 15 millones de venezolanos votaron por Chávez, dos millones más a favor que los que sufragaron en contra. Y una de las consecuencias del (llamémoslo así) paso al costado momentáneo del presidente, es que el país se queda sin política.
El oficialismo y la oposición comparten la ausencia de un proyecto claro para la eventual etapa poschavista. Lo más probable es que un Chávez ausente siga protagonizando la política en la Venezuela de los próximos años, porque unos intentarán mostrarse como los “verdaderos herederos” y los otros basarán, seguramente, su mensaje en el antichavismo revanchista. Hay quien especula en escenarios de despolarización, nuevas alianzas… Por ahora, política-ficción.
Recuerda la socióloga Maryclén Stelling que es a partir de 2001 cuando se consolida la propuesta política de Chávez y también cuando se inicia el fin de la luna de miel con los oportunistas. Medidas como las leyes habilitantes y el Decreto con Fuerza de Ley Orgánica de Hidrocarburos marcan la ruptura política definitiva y auspician, en ciertos sectores de oposición, prácticas que expresan la creencia en la eliminación física de Chávez como única vía posible para la recuperación del poder perdido.
Entre 2002 y 2003 se produce “la reacción del viejo orden” y la oposición transita rutas no democráticas –golpe de abril, huelga, paro y sabotaje petrolero– en la intención de suprimir al adversario, Chávez y su proyecto. Ante las sucesivas derrotas, se producen los primeros casos de impudicia y desnudez política en el país, señala Stelling.
Derrotada en sus intentos de derrotar, incluida la vía electoral, invoca la irracionalidad y fuerzas sobrenaturales. Derrotada también en el terreno mágico-religioso, apuesta, amparada en sentimientos inexpresables, a la salud de Hugo Chávez, señala Stelling.

Cómo duele pronunciar “transición”

Sin dudas, el cambio de ministro de Información ha sido positivo y la ciudadanía fue oportunamente informada de la evolución del postoperatorio. Un cambio importante, ya que ahora el gobierno cuenta con la credibilidad y la profesionalidad de Ernesto Villegas, hijo de un líder sindical comunista.
La etapa de transición venía siendo discutida desde que se manifestó el cáncer. Por eso Chávez primero decidió anular su propia designación de Maduro y de Cabello como candidatos a las gobernaciones de Carabobo y Monagas. Así mantenía al primero en la Cancillería, a un paso de la vicepresidencia y al segundo en la presidencia de la Asamblea Nacional. Esa es la línea sucesorial.
A la vez, ubicaba al entonces vicepresidente Elías Jaua como candidato a la gobernación de Miranda, con la tarea de eliminar políticamente a Henrique Capriles Radonsky en su propio reducto, tarea que no tuvo el éxito esperado.
Si bien la transición estaba en discusión, la decisión venía demorada al menos públicamente, ya que debía prepararse ala dirigencia y al público a aceptar el nombramiento de un sucesor y, simultáneamente, tratar de mantener unificado al PSUV y a las Fuerzas Armadas.
La nominación de Maduro como sucesor se ha explicado por el hecho de que es fiel y leal a Chávez y ejecutor de sus directivas, e incluso por ser quien pudiera dar continuidad al proyecto chavista, pero no se trata de una decisión ideológica, sino que es considerado como la persona que en esta nueva etapa de transición puede actuar como bisagra entre las distintas vertientes de la fuerza bolivariana, en la búsqueda de los consensos necesarios.
No hay que olvidar que dentro de la dirigencia del chavismo hay distintas posiciones e intereses, Una de ellas, la representa el hoy presidente de la Asamblea, Diosdado Cabello, con poder en el PSUV y con gran ascendencia dentro de las Fuerzas Armadas y el poder económico. Otra ala, es la que encabeza el ex vicepresidente Elías Jaua, sin tanto apoyo en la corporación castrense, mientras el ministro de Energía Rafael Ramírez también pareciera integrar la “pequeña mesa” de decisiones.
Hugo Chávez dice que él sólo echó las bases del socialismo: “quiero construir el edificio”, apunta. Para eso está allí políticamente maduro (rezando, incluso ateamente) presente y en lucha, el pueblo bolivariano. 

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