La llamada acumulación originaria
Principios de economía
marxista (I)
I.
La llamada acumulación originaria
No es ningún secreto que la
economía política burguesa ha tratado de combatir al marxismo no sólo en sus
principios políticos, sino en lo que siempre han considerado su núcleo duro, el
análisis del funcionamiento del sistema capitalista y las leyes que lo rigen.
La crítica de la teoría del valor, la formulación de las tesis sobre la
plusvalía y la apropiación, la acumulación originaria del capital o la teoría
marxista sobre las crisis, han sido denunciadas por economistas, catedráticos y
políticos de la clase dominante, sin que hasta el momento hayan formulado un
alternativa coherente capaz de sustituirlas.
Desde las páginas de El
Militante queremos dedicar un espacio a comentar las ideas más sobresalientes
de la economía política marxista y contrastarlas con la situación general por
la que atraviesa el capitalismo hoy. Inevitablemente muchas consideraciones no
podrán ser tratadas por falta de espacio, pero intentaremos de forma sintética
y a trazo grueso abordar las principales cuestiones del pensamiento de Marx en
este terreno.
Iniciaremos esta serie de
artículos con el proceso de la acumulación originaria, tal como Marx lo planteó
en El Capital.
Marx señaló que dinero y
mercancía no son de por sí capital, como tampoco lo son los medios de
producción o los bienes de consumo. Mercancía y dinero existían también en
otros modos de producción anteriores como el esclavismo o el feudalismo, pero
no se transformaban masivamente en capital, ni éste era el motor de la
actividad económica.
¿Cómo se realiza esta
transición imprescindible en el alumbramiento del capitalismo? Marx lo explica
en la sección séptima de su obra: el cambio se produce cuando los poseedores de
dinero, medios de producción y consumo entran en contacto entre ellos y logran
valorizar su posesión. La forma de lograr esta valorización se realiza mediante
la utilización de fuerza de trabajo ajena. Es decir, la relación capitalista
presupone en primer lugar la desvinculación de los trabajadores con la
propiedad de los medios e instrumentos de trabajo.
Este proceso de transición
se desarrolló a lo largo de varios siglos, fundamentalmente en Inglaterra y
Holanda, cunas del capitalismo contemporáneo. La estructura de la sociedad
capitalista surgió de la disolución de las viejas relaciones de propiedad del
feudalismo. Varios factores fundamentales marcan este proceso:
1.– El productor directo
deja de estar ligado a la gleba o ser siervo. El obrero se sustrae al dominio
de los gremios, a sus ordenanzas sobre aprendices y oficiales y a sus normas
laborales. Los recién liberados sólo se convertirán en vendedores de sí mismos
cuando se les arrebate de todos sus medios de producción y de todas las
garantías de existencia que les ofrecían las viejas instituciones feudales. Tal
como señaló Marx, "la historia de esta expropiación se ha escrito en los
anales de la humanidad con rasgos de sangre y fuego".
2.– La expropiación de
tierras del productor rural, constituye la base fundamental de todo este
proceso. En Inglaterra la servidumbre de la gleba había desaparecido, en la
práctica, a finales del siglo XIV. La inmensa mayoría de la población la
constituían para aquel entonces campesinos libres y autónomos,
independientemente de la etiqueta feudal con la que escondieran su propiedad.
La disolución de esta
relación de servidumbre lanzó al mercado de trabajo a una masa de propietarios
libres, en un movimiento caracterizado por la violencia. Los grandes señores
feudales expulsaron por la fuerza al campesinado de las tierras que cultivaban
y usurparon sus tierras comunales, en beneficio de los grandes rebaños de
ovejas, fenómeno alimentado por el florecimiento de la manufactura lanera en
Flandes. De esta manera no es extraño que Tomas Moro, en su obra Utopía,
hablara del extraño país donde las ovejas se comían a las personas.
Este proceso violento de
explotación de miles de antiguos siervos recibió un fuerte espaldarazo en el
siglo XVI, con la Reforma y la expropiación generalizada de los bienes de la
Iglesia.
Sobre estas bases los
terratenientes abolieron la propiedad feudal del suelo y reivindicaron la
propiedad moderna de las fincas. Esta época culminó en el plano político
durante la llamada Revolución gloriosa de 1688, golpe de Estado que reforzó la
monarquía constitucional en Inglaterra, basada en el compromiso entre la
nobleza terrateniente y la burguesía. Como señaló Marx, el poder fue
transferido a los "forjadores de plusvalía terrateniente y
capitalista".
A partir de entonces el
saqueo de tierras públicas se desarrolló a una escala desconocida y la
burguesía favoreció el proceso, entre otras razones, para convertir la tierra
en un nuevo artículo de comercio, extender el área de las grandes explotaciones
agrícolas y abastecerse de proletarios baratos del campo. Este saqueo fue
acompañado de un arsenal de leyes que se convirtieron en vehículo para el robo
de las tierras del pueblo.
3.– Por otro lado, los
capitalistas industriales tuvieron que desplazar no sólo a los maestros
artesanos de los gremios, sino también a los señores feudales. Es decir
necesitaron transformar radicalmente las relaciones políticas para asegurar el
triunfo de las nuevas formas de propiedad y producción. La revolución burguesa
en Holanda, Inglaterra y posteriormente en Francia jugaron ese papel necesario.
Si los primeros indicios de
producción capitalista se encuentran esporádicamente en los siglos XIV y XV,
localizados en algunas ciudades del Medi-terráneo, no se puede hablar de la era
capitalista como tal hasta el siglo XVI.
Siguiendo el caso inglés,
esta masa popular expulsada de sus tierras no podía ser absorbida por una
manufactura todavía incipiente, y se transformó en una legión de mendigos,
ladrones y vagabundos, contra los que se dictó una legislación sanguinaria.
Paralelamente, en la
agricultura, la transformación radical que supuso el cambio en las relaciones
de propiedad, mejoró los métodos de cultivo, favoreció la cooperación y la
concentración de los medios de producción, en definitiva incrementó la
producción del campo. "La materia prima agrícola", señalaba Marx "se
transformó en el elemento del capital constante", en la materia prima para
la manufactura.
Esta revolución agrícola,
junto con el alza de los precios del grano, de la carne y de todos los
productos agrícolas en el siglo XVI, engrosó el capital de los arrendatarios, mientras
que la renta del suelo, que éstos tenían que pagar a los viejos propietarios,
seguía contratada en el viejo valor en dinero (los contratos a veces duraban 99
años). De esta manera estos arrendatarios se enriquecieron, convirtiéndose en
arrendatarios capitalistas.
El papel de la manufactura
El desarrollo de la
manufactura creado mediante la expropiación de pequeños productores
independientes, dio lugar a la aparición de un mercado interno, esencial para
el fortalecimiento de las relaciones de producción capitalistas.
Las materias primas y medios
de subsistencia se convirtieron en mercancías, que el gran arrendatario vendía
en la manufactura, su mercado preferente. Al mismo tiempo todas las materias
primas que en el ámbito de la vieja familia campesina se elaboraban para el
propio consumo, como el lino, artículos baratos de lana, etc, se convierten
ahora en los artículos de la manufactura que, a su vez, encuentran en los
distritos rurales su mercado de ventas.
Sin embargo la manufactura
se apodera sólo de un modo muy fragmentario de la producción nacional,
apoyándose siempre en la artesanía urbana y la industria subsidiaria doméstica.
Por eso Marx enfatiza en la idea de que la destrucción de la industria
doméstica rural, es el factor decisivo para darle al mercado interior la
expansión y la consistencia que el modo de producción necesita, algo que solo
se conseguirá con la aparición de la gran industria.
Escrito por Juan Ignacio
Ramos
Lunes, 18 de Enero de 2010
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