Qué se juega en Venezuela en las elecciones presidenciales
Qué se juega en Venezuela en
las elecciones presidenciales
Quedan menos de quince días y todo
parece indicar que el triunfo de Hugo Chávez no se cuestiona. Más allá de la
guerra de encuestas, las cartas están sobre la mesa. Aun así, vale la pena
recapitular. Siempre hay lugar para imprevisibles. En estas elecciones,
Venezuela se juega seguir avanzando en el proyecto popular, nacional,
antimperialista y democrático iniciado en 1998. Pero también entra en liza dar
un paso de gigantes en la construcción de un proyecto regional cuyo organigrama
no contempla la presencia de Estados Unidos. De ganar el candidato de la
derecha, el proceso de involución está garantizado. La oposición venezolana,
hoy agrupada en torno a Henrique Capriles, no encuentra la hora de acabar con
todo lo que huele a Chávez y el proceso bolivariano.
Chávez en Portuguesa.
La revolución genera odio, resentimiento y desafección. Odio en la vieja clase política, los grandes empresarios y las elites dominantes, acostumbradas a mandar sin contrapesos. Resentimiento y desafección entre una izquierda vulgar cuyo imaginario de cambios se afincaba en el “manual” de estilo de la “revolución”. En este contexto combate la propuesta bolivariana. Políticas sociales populares, inversiones públicas, redistribución de la riqueza, nacionalizaciones, reforma agraria, acceso a la vivienda, salud, educación. Vorágine democrática que pone en cuestión la estructura social y poder tradicional, removiendo los cimientos de una sociedad piramidal y excluyente.
El desarrollo de la
alternativa tuvo que vencer temores, convocar una asamblea constituyente y
plebiscitar el proyecto democrático. El 15 de diciembre de 1999, por primera
vez en la historia política del país, sería aprobada, en referéndum, con 71.78
por ciento de votos afirmativos, la nueva Constitución. Y lo hizo marcando
diferencias con su predecesora, vigente desde 1961 aprobada en el seno del
Parlamento, sin un refrendo popular.
La promulgación de la Carta
Magna ha sido el primer triunfo de la revolución en marcha. Sin embargo, la
derecha tardará en reconocer el nuevo marco constitucional. Pasará un lustro y
entre medias, el frustrado golpe de Estado de 2002, cuyo fin era, entre otros,
aparte del magnicidio, derogar la Constitución de 1999, cuyo fundamento la
diferencia de la mayoría de las existentes en la región, al subrayar el
carácter fundante de la democracia participativa bajo la construcción de una
ciudadanía integral. Así lo destacan dos científico-sociales venezolanos, Edgar
Lander y Margarita López Maya: “La búsqueda de la igualdad social como objetivo
explícito es una de las diferencias que tiene la actual democracia venezolana
con otras democracias de la región, y es uno de los sentidos que se le puede
dar al término 'revolución' con que se auto-identifica esta experiencia. Es así
como la Constitución de 1999, establece en su segundo artículo, los principios
fundamentales de la república: "Venezuela se constituye en un Estado
democrático y social de derecho y de justicia, que propugna como valores
superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación la vida, la libertad,
la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad
social y en general la preminencia de los derechos humanos, la ética y el
pluralismo político".
Con este marco se han creado
las misiones, herramienta fundamental para resolver y definir proyectos
tendentes a la inclusión, la transformación económica y social. Asimismo, el
control de los recursos naturales y energéticos, como el petróleo, han permitido
tener los fondos necesarios para llevar a cabo las políticas redistributivas. A
lo que debe sumarse, en política exterior, el carácter antimperialista y
emancipador que hunde sus raíces en el pensamiento de los libertadores.
La revolución bolivariana marcha
a contracorriente. En América Latina y el mundo tiene enemigos que insisten en
minimizar sus logros tachándolos de populismo, sin diferenciar lo
popular-nacional, la construcción de un sujeto político autónomo, de lo que
configura el populismo, un discurso obrerista, que renegocia la dependencia y
cuyo liderazgo está en manos de las burguesías criollas que no altera la
estructura de poder ni ataca las desigualdades en su raíz. Piénsese en
Berlusconi, Aznar en España, Putin en Rusia, Calderón en México, Uribe en
Colombia y Piñera en Chile.
Las políticas implantadas en
Venezuela son populares ni populistas ni calla bocas, no busca comprar votos.
Es una acción tendiente a erradicar la miseria, devolver la dignidad a un
pueblo y hacerlo partícipe de su destino. Así lo demuestran los datos
económicos durante estos 10 años de cambios democráticos. La lucha contra la
desigualdad, la pobreza y marginalidad social rinden frutos. Durante el periodo
1999-2010, la inversión social acumulada se ubica en 330 mil millones de
dólares (20 por ciento del PIB), mientras que en la década de 1988-1998 sólo
alcanzó 8 por ciento. Según el Banco Mundial, la pobreza disminuyó de 70 por
ciento en 1996 a 23.9 en 2009 y la pobreza extrema se redujo de 40 por ciento a
5.9. El índice de Gini, para medir la desigualdad, se redujo en un punto,
situándose en 0.4068, el más bajo de toda América Latina. La tasa de desempleo
no supera 6.2 por ciento y el salario mínimo pasó de 185 dólares en 1998 a 462
en 2010. En 1998 los beneficiarios del sistema de pensiones alcanzaba a 387 mil
personas, hoy suman un millón 916 mil 618, con una pensión homologada al
salario mínimo, inexistente hasta la revolución. Igualmente el crédito a
microempresarios y sectores populares ha tenido un gran impulso.
En 2011 la banca pública aumentó 50 por ciento sus fondos de préstamos, pasando de 40 mil 200 millones de bolívares a 60 mil 346 millones. En salud, en 2011 se realizaron 113 obras de nueva construcción, cuatro hospitales, nueve maternidades y se incrementó en 21.1 por ciento el número de camas. Por otro lado, la Misión Milagro, programa conjunto cubano-venezolano, cuyo lema es "una visión solidaria del mundo" , que desde 2004 opera a la población de bajos recursos en patologías oculares de cornea, cataratas, glaucomas, oftalmología pediátrica y oncológica, ha devuelto la visión a un total acumulado de un millón 413 mil 708 personas de casi todo los países latinoamericanos. Venezuela tiene hoy una deuda externa saneada y sus reservas mundiales acumuladas se han duplicado en 10 años, aproximadamente de 30 mil millones de dólares. Pero sus logros se volatilizan en medio de una propaganda espuria que oculta la realidad y presenta un país sumido en la violencia, el caos y la represión. Su control sobre los medios de comunicación es abrumador. De 111 estaciones televisivas, 61 son privadas, 13 públicas y 37 comunitarias con alcance limitado. En las emisoras de radio AM, 87 por ciento pertenecen al sector privado, 3 por ciento a comunitarias y 10 por ciento es pública. Y en FM, 57 por ciento son privadas, 31 por ciento comunitarias y la minoría es pública. Y en la prensa escrita 80 por ciento está en manos de la oposición. Pero la imagen es la contraria.
En 2011 la banca pública aumentó 50 por ciento sus fondos de préstamos, pasando de 40 mil 200 millones de bolívares a 60 mil 346 millones. En salud, en 2011 se realizaron 113 obras de nueva construcción, cuatro hospitales, nueve maternidades y se incrementó en 21.1 por ciento el número de camas. Por otro lado, la Misión Milagro, programa conjunto cubano-venezolano, cuyo lema es "una visión solidaria del mundo" , que desde 2004 opera a la población de bajos recursos en patologías oculares de cornea, cataratas, glaucomas, oftalmología pediátrica y oncológica, ha devuelto la visión a un total acumulado de un millón 413 mil 708 personas de casi todo los países latinoamericanos. Venezuela tiene hoy una deuda externa saneada y sus reservas mundiales acumuladas se han duplicado en 10 años, aproximadamente de 30 mil millones de dólares. Pero sus logros se volatilizan en medio de una propaganda espuria que oculta la realidad y presenta un país sumido en la violencia, el caos y la represión. Su control sobre los medios de comunicación es abrumador. De 111 estaciones televisivas, 61 son privadas, 13 públicas y 37 comunitarias con alcance limitado. En las emisoras de radio AM, 87 por ciento pertenecen al sector privado, 3 por ciento a comunitarias y 10 por ciento es pública. Y en FM, 57 por ciento son privadas, 31 por ciento comunitarias y la minoría es pública. Y en la prensa escrita 80 por ciento está en manos de la oposición. Pero la imagen es la contraria.
La derecha venezolana
reconoce la Constitución con la boca chica, pide referéndum y se autodefine
moderada. Su candidato, Henrique Capriles, se presenta bajo la etiqueta de
"progresista" y hombre de "centro" , a pesar de su
beligerante acción en el golpe de 2002, asaltando la embajada de Cuba, sin ir
más lejos. No olvidemos que Capriles es el representante de una amalgama de
organizaciones, más de una docena, en la cual mayoritariamente se incluyen
personas cuyo objetivo es reconquistar, para las clases dominantes
tradicionales y el capital transnacional, su poder hoy en manos del pueblo
venezolano. En conclusión, en estas elecciones se juegan dos opciones, mantener
la senda del proyecto democrático o retornar al pasado neoliberal.
Marcos Roitman Rosenmann
La Jornada
Fuente original:
http://www.jornada.unam.mx/2012/09/22/opinion/022a1mun
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