El Gobierno Sirio de Bashar, con el apoyo de las fuerzas militares leales al pueblo Sirio, están a las puertas de un triunfo derrotando al ejército de mercenarios entrenados y pagados por el Capitalismo Internacional para derrocar el Gobierno del Pueblo Sirio, recientemente las fuerzas invasoras o mejor dicho la oposición armada actuando con hechos terroristas, ha recibido duros golpes en los enfrentamientos contra los militares fieles al gobierno y al pueblo sirio.
Siria, entre la revolución y la contrarrevolución
La aparición de un Kurdistán occidental que es potencialmente anti-imperialista en su orientación señala un enorme cambio en la correlación de fuerzas de Oriente Próximo.
La lucha entre el régimen Baaz de Bashar al-Assad y las masas populares de la ciudad y del campo sirios iniciada el 15 de marzo de 2011 parece haber consumido a ambas partes en su ferocidad. Promete la victoria inminente a una tercera fuerza que ha sido cuidadosamente diseñada, apoyada y armada por las fuerzas internacionales de la contrarrevolución. Esta tercera fuerza es una coalición burguesa integrada por diferentes tendencias políticas que incluye a oportunistas políticos burgueses pro-imperialistas que viven en el exilio a la espera de que llegue su día, a movimientos suníes musulmanes de diversas tendencias, especialmente los Hermanos Musulmanes, a representantes directos de varios sectores de la burguesía siria y a desertores del ejército sirio. Las fuerzas de la contrarrevolución internacional, integradas principalmente por el imperialismo, en primer lugar, de Estados Unidos, por supuesto, por árabes suníes reaccionarios dirigidos por Arabia Saudí y Qatar, y por Turquía (Israel ha mantenido un perfil muy bajo) parecen estar a punto de conseguir su gran objetivo de convertir el levantamiento de las masas populares, una parte auténtica de la revolución árabe, en un movimiento “responsable” y pro-imperialista que pueda ocupar el lugar de Assad sin que se produzca una ruptura radical con el Estado burgués existente.
Sin embargo, mientras la revolución de Siria se prepara para abandonar el escenario a favor de un nuevo gobierno burgués se ha engendrado hace muy poco un producto secundario que es capaz de trastocar el status quo no sólo en Siria sino en toda la región en forma de una región autónoma que toma forma en las provincias del norte de Siria. Un nuevo Kurdistán autónomo está emergiendo ante nuestros ojos y en esta ocasión, a diferencia del Gobierno Regional del Kurdistán en el norte de Iraq, no ha sido diseñado por Estados Unidos.
De cómo el imperialismo, los árabes reaccionarios y Turquía han suplantado a la Revolución Siria
A pesar de persistentes e infundados rumores en sentido contrario, la revolución árabe que se inició en Túnez a finales de 2010 y que se extendió como un reguero de pólvora a muchos otros países árabes (Egipto, Bahréin y Yemen, por citar sólo los ejemplos más destacados) pilló al imperialismo por sorpresa y causó un grave perjuicio a su posición en el mundo árabe. Aparte de la dinámica de la revolución permanente que se puso en marcha especialmente en Egipto, donde la lucha proletaria fue decisiva incluso en esta primera fase de la revolución, y de la perspectiva alternativa de la llegada al poder de tal o cual sector del Islam político —la oposición mejor organizada en estos países desde hace décadas— también se produjo una amenaza para Israel y para el status quo de tres décadas de un Oriente Próximo basado en Camp David. Enfrentado a la formidable arremetida de las masas más gráficamente simbolizadas por Tahrir, el imperialismo, después de una cierta improvisación, diseñó una estrategia. Se denominó “transición ordenada” y se basa en salvar lo que se pueda de las instituciones mientras se sacrifica a los actores más destacados del antiguo régimen. La salida de Ben Ali (Túnez), Hosni Mubarak (Egipto), y Ali Abdullah Saleh (Yemen) era esencial para contener la fiebre de las masas. Además, una coalición imperialista liderada por Estados Unidos y Francia, saltó sobre la guerra civil regional y tribal en Libia para apoyar a la oposición a Muamar Gaddafi militarmente a fin de crear una base segura para la intervención imperialista en Egipto y Túnez en caso de que estas dos revoluciones, las más avanzadas hasta el momento, se fueran de las manos.
Siria tiene sus especificidades. Es, más importante aún, vecino inmediato de Israel. Aunque la entidad sionista considera al régimen baasista como un enemigo tradicional, no hay que olvidar que a través de la intermediación de Recep Erdogan, primer ministro turco, Israel y Siria estuvieron a punto de crear su propia versión de Camp David hasta que el ataque sionista a Gaza a finales de 2008 destruyó toda la empresa. Ante el temor de que una alternativa islamista suní al gobierno Alawi de al-Assad, que podríamos llamar laico, constituyera una amenaza mayor aún para Israel, para Estados Unidos y para el establishment sionista, cuando vieron de frente la revolución siria de marzo de 2011, optaron en un primer momento por la reforma del régimen vigente con el fin de absorber las reivindicaciones del movimiento popular. Esta fue también la línea seguida por el gobierno islamista moderado de Erdogan en Turquía, pues había invertido mucho en sus relaciones con el gobierno de al-Assad en los años anteriores.
Pero el gobierno de al-Assad y la gran burguesía suní, cristiana y alawi estrechamente ligada a la oficialidad del partido Baaz en su existencia socio-económica no estaban dispuestos a ceder en ningún terreno de las reivindicaciones populares. Sólo cuando se dio cuenta de esta incapacidad o renuencia, la coalición contrarrevolucionaria internacional dio la espalda a al-Assad. Aproximadamente seis meses después de que la revolución comenzara, a finales del verano de 2011, el gobierno turco creó para personalizar el orden una oposición bajo el paraguas del denominado Consejo Nacional Sirio (en adelante CNS) a imagen del Consejo Nacional de Transición de Libia, con el fin de para formar una “respetable” oposición burguesa en el exilio que reuniera a todas las tendencias leales al orden imperialista. Esto se complementó unos meses más tarde con la creación del Ejército Sirio Libre (ELS), al que descaradamente da refugio y entrena Turquía, arma el dinero saudí y qatarí, y proporciona servicios de inteligencia Estados Unidos. La oposición burguesa representada por el binomio del CNS y el ESL es una criatura del imperialismo, de los árabes reaccionarios y de Turquía para desviar la revolución siria hacia un sendero aceptable para ellos.
'Amigos de Siria'
De nuevo, la estrategia aquí es la de la “transición ordenada”. De las tres conferencias organizadas por los llamados “Amigos de Siria”, que reúne a los países imperialistas, a miembros de la Liga Árabe, a Turquía y a otros parásitos del imperialismo, la más relevante ha sido la de Estambul, celebrada a principios de abril de este año. La resolución allí adoptada destacó por su claridad de propósitos: “una transición pacífica, ordenada y estable” (“pacífica”, resulta, obviamente, pura hipocresía), y la insistencia en preservar y reformar las instituciones sirias. Este segundo punto está dirigido de nuevo a la estrategia de salvar lo máximo posible de los regímenes existentes a fin de descartar la soberanía popular o un régimen islamista.
Sin embargo, a diferencia de la experiencia del Consejo Nacional de Transición de Libia, el CNS no ha sido capaz, en su año de existencia, de hegemonizar la oposición siria. Hay varios factores en juego. En primer lugar, muchas fuerzas de la revolución popular, comenzando por movimientos de izquierda, se han posicionado firmemente contra la intervención extranjera y han expuesto al CNS como un títere del imperialismo y de los [regímenes] árabes reaccionarios. En segundo lugar, los movimientos que representan a los kurdos, una nacionalidad oprimida que predominantemente vive en el norte del país, no vieron ni ven un atisbo de esperanza en la orientación política de la oposición. En tercer lugar, el CNS ni siquiera puede crear una relación armoniosa entre las diferentes tendencias burguesas. Existe un temor creciente en el campo de la contrarrevolución internacional de que el CNS y la lucha armada en el interior del país estén siendo cada vez más dominados por los Hermanos Musulmanes, un movimiento panárabe moderado que es la fuerza que está en auge en Egipto, así como por movimientos salafistas más próximos a Arabia Saudí e incluso a al-Qaida.
Esta última tendencia de la creciente influencia islámica en el movimiento de oposición está estrechamente relacionada con un aspecto explosivo de la lucha por Siria. Este último país se ha convertido ahora en el escenario de vanguardia de la lucha entre el campo islamista suní edificado por Arabia Saudí contra el frente chií-alawi liderado por Irán. Siria no es sino un eslabón de la cadena de fuerzas en alianza ahora con Irán: el nuevo Iraq dominado por la chi’a, y Hizbolá, que es el poder más fuerte en el actual gobierno de Líbano, además de la Siria dominada por los alawíes, (los alawíes están próximos a los chiíes en ciertos aspectos, aunque son muy diferente en otros; la verdadera fuerza que les une es su común oposición a la dominación suní). Hamas en Palestina, que fuera un importante aliado de Irán, ha dado señales de volver al redil suní como consecuencia del impacto del ascenso de los Hermanos Musulmanes en la estela de la revolución egipcia. Así que la lucha por Siria forma parte asimismo de una rivalidad sectaria más amplia entre suníes y chiíes que amenaza con una conflagración a gran escala en Oriente Próximo que, de desatarse, amenaza con llegar a dimensiones de barbarie.
A pesar de todas estas contradicciones dentro del campo de la oposición burguesa pro-imperialista, la lucha dentro de Siria, que comenzó como operaciones relámpago en localidades restringidas, se ha convertido en una guerra civil a gran escala en la que según se informa, la oposición controla ya muchas áreas. Se ha producido una serie de deserciones en el ejército y en la burocracia civil (las más llamativas entre algunos embajadores). Lo más importante es la reciente deserción de Manaf Tlas, general de la Guardia Republicana, el ejército pretoriano de la familia al-Assad. La familia Tlas, suní, es la segunda en importancia después de la de al-Assad en el régimen baasista y una de las familias capitalistas más poderosos del país. Manaf está siendo considerado como probable candidato para dirigir un gobierno de transición. Ello garantizaría la supervivencia del poder capitalista en el país. Tlas tiene la ventaja adicional de recibir el posible respaldo de Rusia, el oponente más activo de la coalición imperialista en la cuestión siria, junto con China e Irán.
Parece que los días de al-Assad están contados. Si Tlas o alguien similar liderase el gobierno de transición, el objetivo estratégico del imperialismo se habría cumplido, con las instituciones del Estado o incluso las del régimen mantenidas parcialmente y una Siria capitalista subordinada al imperialismo garantizada. Este escenario más probable, significaría la muerte dulce de la revolución popular siria. El dinero de Arabia Saudí y Qatar, el santuario y el entrenamiento ofrecido a la oposición burguesa por parte de Turquía y la abrumadora influencia diplomática del imperialismo han jugado a favor de la oposición burguesa contra el movimiento popular. Está por estudiar la responsabilidad política de la izquierda siria una que vez que el enigma en que se ha convertido la revolución en este momento revele sus secretos en el futuro. Sin embargo, aún no podemos declarar la consumación de la muerte de la revolución. El período post-Assad puede que dé más de una sorpresa al mundo.
La moribunda revolución siria engendra una criatura: un Kurdistán occidental autónomo
Los recientes acontecimientos que están teniendo lugar en el norte de Siria aportan nuevos factores a la ecuación. Desde el 20 de julio, las ciudades del norte de Siria, incluyendo la más extensa de Qamishlo, han sido tomadas por el pueblo kurdo una tras otra de manos de los representantes del gobierno baasista. Los habitantes de esas ciudades y pueblos han formado consejos para administrar los asuntos locales y milicias para defender la nueva configuración política. Banderas kurdas ondean por todas partes.
Para entender lo que está sucediendo es necesario tener información completa sobre la situación de los kurdos en Oriente Próximo. La historia de los kurdos, uno de los pueblos autóctonos de la región, y del Kurdistán es larga y complicada. Baste decir que, desde la Primera Guerra Mundial el Kurdistán se dividió en cuatro partes colonizada cada una por un Estado de Oriente Próximo: Turquía, Irán, Iraq y Siria. Así que en términos del estatus quo del Derecho Internacional, el norte de Siria es, de hecho, el Kurdistán occidental. Durante largas décadas las cuatro partes del Kurdistán fueron esclavizadas con diferentes grados de opresión nacional en diferentes momentos y lugares por esos cuatro Estados. Por lo tanto, la lucha del pueblo kurdo por el derecho a la autodeterminación y la unificación nacional es una causa de lo más justa. Hubieron, por supuesto, revueltas y guerras de liberación nacional en todo el siglo XX que dieron efímeras victorias a veces. Pero sólo en este inicio del siglo XXI emerge lentamente la silueta de un Kurdistán.
Dos factores de origen muy diferente están en juego. Uno de ellos es la creación de un Kurdistán autónomo en el norte de Iraq, con el patrocinio de los estadounidenses en el proceso del asalto imperialista contra Iraq desde la Primera Guerra del Golfo de 1991. El líder de este Gobierno Regional del Kurdistán, una entidad federal [sic] dentro de Iraq, es Barzani. El otro es la lucha emprendida por el PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) desde que iniciara una guerra de guerrillas en el interior de Turquía en 1984. Aunque el líder del PKK, Abdullah Ocalan, fue capturado por la CIA y entregado a Turquía en 1999, y a pesar de que Ocalan ha estado en confinamiento solitario en una prisión de una isla durante los últimos doce años, el PKK cuenta con una masa de seguidores que es también la base electoral de un partido legal representado en un grupo parlamentario conjunto. El partido es también una fuerza política muy importante entre los kurdos de Irán y Siria a través de partidos locales que están más o menos afiliados a él.
Es importante entender que debido a estas circunstancias, Barzani y el PKK se disputan las fuerzas que compiten entre sí por la hegemonía sobre la totalidad del Kurdistán. En esta competencia, Estados Unidos y Turquía son aliados de Barzani. Turquía en los últimos años ha llevado a cabo negociaciones secretas sin éxito con Ocalan en la cárcel y con la dirección del PKK por separado, pero el Estado turco y el PKK son todavía fuerzas hostiles. En cuanto a Estados Unidos, el PKK no ha sido un aliado atractivo ya que es un enemigo del preciado aliado estadounidense y miembro de la OTAN, Turquía, y un rival a la dirección de Barzani.
En el contexto de esta información, la situación actual en el Kurdistán Occidental, (norte de Siria) presenta algunas características muy interesantes. En primer lugar, cabe señalar que las fuerzas que han sacado de las ciudades kurdas a las instituciones del gobierno son una coalición de partidarios del PKK y simpatizantes de Barzani. Teniendo en cuenta lo dicho anteriormente respecto a la relación a cuatro bandas entre Estados Unidos, Turquía, Barzani y el PKK, esta es una situación de lo más inesperada. Ello puede explicarse por el hecho de que, perturbado por la clara hegemonía del PKK sobre el Kurdistán occidental, Barzani intentó, justo antes de la conquista de las ciudades kurdas, que todas las fuerzas políticas kurdas sirias se unieran en un frente con el fin de ser capaz de mantener al PKK bajo control. El hecho es que los partidarios del PKK son visiblemente hegemónicos a pesar de este tipo de intento de control.
En segundo lugar, después de décadas de esclavitud kurda, esta es la segunda entidad kurda que emerge en el espacio de una década. Esto, por supuesto, levanta ampollas en los cuatro países opresores, incluido Iraq, donde existe un creciente temor de que se produzca una eventual declaración de independencia por parte de Barzani. Más recientemente, el ejército federal de Iraq ha comenzado a amenazar a los peshmerga [milicias kudas de Barzani] con un ataque.
En tercer lugar, esta entidad promete ser, si es capaz de sobrevivir, muy diferente de la de Iraq. El feudo de Barzani es congénitamente pro-estadounidense y recientemente se convirtió en pro-turco, mientras que el PKK es actualmente y al menos en un futuro previsible, independiente del imperialismo de Estados Unidos y una amenaza para Turquía. La situación es ciertamente extraña. Abdullah Ocalan, el líder del PKK está condenado a cadena perpetua en Turquía pero se ha levantado in absentia al poder en el Kurdistán sirio!
En cuarto lugar, el gobierno turco ha entrado en estado de pánico como consecuencia de la emergencia eventual de este del Kurdistán occidental. Ha amenazado con una intervención militar afirmando que la presencia del PKK en el poder en su flanco sur es simplemente inaceptable para la “seguridad nacional”.
En quinto lugar, la facilidad con que las fuerzas kurdas han sido capaces de capturar las ciudades del norte de Siria crea la sospecha de que el régimen de Assad pueda estar, cuando menos, haciendo la vista gorda ante este acontecimiento. Esto no disminuye el valor de la nueva administración en la región. Sin embargo, supone una gran diferencia en cuanto a si los líderes kurdos de Siria están actuando en un espíritu revolucionario o simplemente aprovechando el tirón de la guerra entre el imperialismo y un déspota regional. También supone una gran diferencia en cuanto a la motivación que hay detrás de la conducta del gobierno de Assad. En efecto, Assad puede estar tratando de involucrar a Turquía militarmente en el campo de batalla de Siria con el fin de ser capaz de crear un ambiente patriótico entre los sirios, tal vez su última oportunidad para mantenerse en el poder.
La aparición de un Kurdistán occidental que es potencialmente anti-imperialista en la orientación señala un enorme cambio en la correlación de fuerzas de Oriente Próximo. Ya el gobierno turco ha amenazado con la guerra y la invasión de este nuevo potencial Kurdistan. Los internacionalistas del mundo tienen el deber de defender a este pueblo oprimido contra sus opresores, los Estados regionales reaccionarios, así como contra el imperialismo. Hay que decir, sin embargo, que el Kurdistán occidental, incluso con el poder consolidado en manos de sus nuevos amos, es una empresa sumamente frágil. Sólo con una estrategia de revolución permanente que tenga como objetivo la liberación de las cuatro partes del Kurdistán puede esta nueva entidad sobrevivir y florecer.
En términos más generales, la revolución árabe puede seguir adelante y tirar las cadenas tanto del despotismo pro-imperialista del antiguo régimen como del islamismo reaccionario si se inclina cada vez más en un proceso de revolución permanente hacia la clase trabajadora, los pobres y los jóvenes desempleados. Una vez más, es deber de la izquierda internacional luchar contra las estúpidas teorías de “la reconfiguración estadounidense de Oriente Próximo” como la explicación de la revolución árabe y echar una mano a la izquierda y a las masas populares que han hecho de sus cuerpos un escudo contra las balas de los nuevos faraones, los Ben Alis, los Mubarak, los Salehs y los Assad.
Sungur Savran es editor del periódico Isci Mucadelesi (Lucha Obrera) en Estambul, Turquía.
La lucha entre el régimen Baaz de Bashar al-Assad y las masas populares de la ciudad y del campo sirios iniciada el 15 de marzo de 2011 parece haber consumido a ambas partes en su ferocidad. Promete la victoria inminente a una tercera fuerza que ha sido cuidadosamente diseñada, apoyada y armada por las fuerzas internacionales de la contrarrevolución. Esta tercera fuerza es una coalición burguesa integrada por diferentes tendencias políticas que incluye a oportunistas políticos burgueses pro-imperialistas que viven en el exilio a la espera de que llegue su día, a movimientos suníes musulmanes de diversas tendencias, especialmente los Hermanos Musulmanes, a representantes directos de varios sectores de la burguesía siria y a desertores del ejército sirio. Las fuerzas de la contrarrevolución internacional, integradas principalmente por el imperialismo, en primer lugar, de Estados Unidos, por supuesto, por árabes suníes reaccionarios dirigidos por Arabia Saudí y Qatar, y por Turquía (Israel ha mantenido un perfil muy bajo) parecen estar a punto de conseguir su gran objetivo de convertir el levantamiento de las masas populares, una parte auténtica de la revolución árabe, en un movimiento “responsable” y pro-imperialista que pueda ocupar el lugar de Assad sin que se produzca una ruptura radical con el Estado burgués existente.
Sin embargo, mientras la revolución de Siria se prepara para abandonar el escenario a favor de un nuevo gobierno burgués se ha engendrado hace muy poco un producto secundario que es capaz de trastocar el status quo no sólo en Siria sino en toda la región en forma de una región autónoma que toma forma en las provincias del norte de Siria. Un nuevo Kurdistán autónomo está emergiendo ante nuestros ojos y en esta ocasión, a diferencia del Gobierno Regional del Kurdistán en el norte de Iraq, no ha sido diseñado por Estados Unidos.
De cómo el imperialismo, los árabes reaccionarios y Turquía han suplantado a la Revolución Siria
A pesar de persistentes e infundados rumores en sentido contrario, la revolución árabe que se inició en Túnez a finales de 2010 y que se extendió como un reguero de pólvora a muchos otros países árabes (Egipto, Bahréin y Yemen, por citar sólo los ejemplos más destacados) pilló al imperialismo por sorpresa y causó un grave perjuicio a su posición en el mundo árabe. Aparte de la dinámica de la revolución permanente que se puso en marcha especialmente en Egipto, donde la lucha proletaria fue decisiva incluso en esta primera fase de la revolución, y de la perspectiva alternativa de la llegada al poder de tal o cual sector del Islam político —la oposición mejor organizada en estos países desde hace décadas— también se produjo una amenaza para Israel y para el status quo de tres décadas de un Oriente Próximo basado en Camp David. Enfrentado a la formidable arremetida de las masas más gráficamente simbolizadas por Tahrir, el imperialismo, después de una cierta improvisación, diseñó una estrategia. Se denominó “transición ordenada” y se basa en salvar lo que se pueda de las instituciones mientras se sacrifica a los actores más destacados del antiguo régimen. La salida de Ben Ali (Túnez), Hosni Mubarak (Egipto), y Ali Abdullah Saleh (Yemen) era esencial para contener la fiebre de las masas. Además, una coalición imperialista liderada por Estados Unidos y Francia, saltó sobre la guerra civil regional y tribal en Libia para apoyar a la oposición a Muamar Gaddafi militarmente a fin de crear una base segura para la intervención imperialista en Egipto y Túnez en caso de que estas dos revoluciones, las más avanzadas hasta el momento, se fueran de las manos.
Siria tiene sus especificidades. Es, más importante aún, vecino inmediato de Israel. Aunque la entidad sionista considera al régimen baasista como un enemigo tradicional, no hay que olvidar que a través de la intermediación de Recep Erdogan, primer ministro turco, Israel y Siria estuvieron a punto de crear su propia versión de Camp David hasta que el ataque sionista a Gaza a finales de 2008 destruyó toda la empresa. Ante el temor de que una alternativa islamista suní al gobierno Alawi de al-Assad, que podríamos llamar laico, constituyera una amenaza mayor aún para Israel, para Estados Unidos y para el establishment sionista, cuando vieron de frente la revolución siria de marzo de 2011, optaron en un primer momento por la reforma del régimen vigente con el fin de absorber las reivindicaciones del movimiento popular. Esta fue también la línea seguida por el gobierno islamista moderado de Erdogan en Turquía, pues había invertido mucho en sus relaciones con el gobierno de al-Assad en los años anteriores.
Pero el gobierno de al-Assad y la gran burguesía suní, cristiana y alawi estrechamente ligada a la oficialidad del partido Baaz en su existencia socio-económica no estaban dispuestos a ceder en ningún terreno de las reivindicaciones populares. Sólo cuando se dio cuenta de esta incapacidad o renuencia, la coalición contrarrevolucionaria internacional dio la espalda a al-Assad. Aproximadamente seis meses después de que la revolución comenzara, a finales del verano de 2011, el gobierno turco creó para personalizar el orden una oposición bajo el paraguas del denominado Consejo Nacional Sirio (en adelante CNS) a imagen del Consejo Nacional de Transición de Libia, con el fin de para formar una “respetable” oposición burguesa en el exilio que reuniera a todas las tendencias leales al orden imperialista. Esto se complementó unos meses más tarde con la creación del Ejército Sirio Libre (ELS), al que descaradamente da refugio y entrena Turquía, arma el dinero saudí y qatarí, y proporciona servicios de inteligencia Estados Unidos. La oposición burguesa representada por el binomio del CNS y el ESL es una criatura del imperialismo, de los árabes reaccionarios y de Turquía para desviar la revolución siria hacia un sendero aceptable para ellos.
'Amigos de Siria'
De nuevo, la estrategia aquí es la de la “transición ordenada”. De las tres conferencias organizadas por los llamados “Amigos de Siria”, que reúne a los países imperialistas, a miembros de la Liga Árabe, a Turquía y a otros parásitos del imperialismo, la más relevante ha sido la de Estambul, celebrada a principios de abril de este año. La resolución allí adoptada destacó por su claridad de propósitos: “una transición pacífica, ordenada y estable” (“pacífica”, resulta, obviamente, pura hipocresía), y la insistencia en preservar y reformar las instituciones sirias. Este segundo punto está dirigido de nuevo a la estrategia de salvar lo máximo posible de los regímenes existentes a fin de descartar la soberanía popular o un régimen islamista.
Sin embargo, a diferencia de la experiencia del Consejo Nacional de Transición de Libia, el CNS no ha sido capaz, en su año de existencia, de hegemonizar la oposición siria. Hay varios factores en juego. En primer lugar, muchas fuerzas de la revolución popular, comenzando por movimientos de izquierda, se han posicionado firmemente contra la intervención extranjera y han expuesto al CNS como un títere del imperialismo y de los [regímenes] árabes reaccionarios. En segundo lugar, los movimientos que representan a los kurdos, una nacionalidad oprimida que predominantemente vive en el norte del país, no vieron ni ven un atisbo de esperanza en la orientación política de la oposición. En tercer lugar, el CNS ni siquiera puede crear una relación armoniosa entre las diferentes tendencias burguesas. Existe un temor creciente en el campo de la contrarrevolución internacional de que el CNS y la lucha armada en el interior del país estén siendo cada vez más dominados por los Hermanos Musulmanes, un movimiento panárabe moderado que es la fuerza que está en auge en Egipto, así como por movimientos salafistas más próximos a Arabia Saudí e incluso a al-Qaida.
Esta última tendencia de la creciente influencia islámica en el movimiento de oposición está estrechamente relacionada con un aspecto explosivo de la lucha por Siria. Este último país se ha convertido ahora en el escenario de vanguardia de la lucha entre el campo islamista suní edificado por Arabia Saudí contra el frente chií-alawi liderado por Irán. Siria no es sino un eslabón de la cadena de fuerzas en alianza ahora con Irán: el nuevo Iraq dominado por la chi’a, y Hizbolá, que es el poder más fuerte en el actual gobierno de Líbano, además de la Siria dominada por los alawíes, (los alawíes están próximos a los chiíes en ciertos aspectos, aunque son muy diferente en otros; la verdadera fuerza que les une es su común oposición a la dominación suní). Hamas en Palestina, que fuera un importante aliado de Irán, ha dado señales de volver al redil suní como consecuencia del impacto del ascenso de los Hermanos Musulmanes en la estela de la revolución egipcia. Así que la lucha por Siria forma parte asimismo de una rivalidad sectaria más amplia entre suníes y chiíes que amenaza con una conflagración a gran escala en Oriente Próximo que, de desatarse, amenaza con llegar a dimensiones de barbarie.
A pesar de todas estas contradicciones dentro del campo de la oposición burguesa pro-imperialista, la lucha dentro de Siria, que comenzó como operaciones relámpago en localidades restringidas, se ha convertido en una guerra civil a gran escala en la que según se informa, la oposición controla ya muchas áreas. Se ha producido una serie de deserciones en el ejército y en la burocracia civil (las más llamativas entre algunos embajadores). Lo más importante es la reciente deserción de Manaf Tlas, general de la Guardia Republicana, el ejército pretoriano de la familia al-Assad. La familia Tlas, suní, es la segunda en importancia después de la de al-Assad en el régimen baasista y una de las familias capitalistas más poderosos del país. Manaf está siendo considerado como probable candidato para dirigir un gobierno de transición. Ello garantizaría la supervivencia del poder capitalista en el país. Tlas tiene la ventaja adicional de recibir el posible respaldo de Rusia, el oponente más activo de la coalición imperialista en la cuestión siria, junto con China e Irán.
Parece que los días de al-Assad están contados. Si Tlas o alguien similar liderase el gobierno de transición, el objetivo estratégico del imperialismo se habría cumplido, con las instituciones del Estado o incluso las del régimen mantenidas parcialmente y una Siria capitalista subordinada al imperialismo garantizada. Este escenario más probable, significaría la muerte dulce de la revolución popular siria. El dinero de Arabia Saudí y Qatar, el santuario y el entrenamiento ofrecido a la oposición burguesa por parte de Turquía y la abrumadora influencia diplomática del imperialismo han jugado a favor de la oposición burguesa contra el movimiento popular. Está por estudiar la responsabilidad política de la izquierda siria una que vez que el enigma en que se ha convertido la revolución en este momento revele sus secretos en el futuro. Sin embargo, aún no podemos declarar la consumación de la muerte de la revolución. El período post-Assad puede que dé más de una sorpresa al mundo.
La moribunda revolución siria engendra una criatura: un Kurdistán occidental autónomo
Los recientes acontecimientos que están teniendo lugar en el norte de Siria aportan nuevos factores a la ecuación. Desde el 20 de julio, las ciudades del norte de Siria, incluyendo la más extensa de Qamishlo, han sido tomadas por el pueblo kurdo una tras otra de manos de los representantes del gobierno baasista. Los habitantes de esas ciudades y pueblos han formado consejos para administrar los asuntos locales y milicias para defender la nueva configuración política. Banderas kurdas ondean por todas partes.
Para entender lo que está sucediendo es necesario tener información completa sobre la situación de los kurdos en Oriente Próximo. La historia de los kurdos, uno de los pueblos autóctonos de la región, y del Kurdistán es larga y complicada. Baste decir que, desde la Primera Guerra Mundial el Kurdistán se dividió en cuatro partes colonizada cada una por un Estado de Oriente Próximo: Turquía, Irán, Iraq y Siria. Así que en términos del estatus quo del Derecho Internacional, el norte de Siria es, de hecho, el Kurdistán occidental. Durante largas décadas las cuatro partes del Kurdistán fueron esclavizadas con diferentes grados de opresión nacional en diferentes momentos y lugares por esos cuatro Estados. Por lo tanto, la lucha del pueblo kurdo por el derecho a la autodeterminación y la unificación nacional es una causa de lo más justa. Hubieron, por supuesto, revueltas y guerras de liberación nacional en todo el siglo XX que dieron efímeras victorias a veces. Pero sólo en este inicio del siglo XXI emerge lentamente la silueta de un Kurdistán.
Dos factores de origen muy diferente están en juego. Uno de ellos es la creación de un Kurdistán autónomo en el norte de Iraq, con el patrocinio de los estadounidenses en el proceso del asalto imperialista contra Iraq desde la Primera Guerra del Golfo de 1991. El líder de este Gobierno Regional del Kurdistán, una entidad federal [sic] dentro de Iraq, es Barzani. El otro es la lucha emprendida por el PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) desde que iniciara una guerra de guerrillas en el interior de Turquía en 1984. Aunque el líder del PKK, Abdullah Ocalan, fue capturado por la CIA y entregado a Turquía en 1999, y a pesar de que Ocalan ha estado en confinamiento solitario en una prisión de una isla durante los últimos doce años, el PKK cuenta con una masa de seguidores que es también la base electoral de un partido legal representado en un grupo parlamentario conjunto. El partido es también una fuerza política muy importante entre los kurdos de Irán y Siria a través de partidos locales que están más o menos afiliados a él.
Es importante entender que debido a estas circunstancias, Barzani y el PKK se disputan las fuerzas que compiten entre sí por la hegemonía sobre la totalidad del Kurdistán. En esta competencia, Estados Unidos y Turquía son aliados de Barzani. Turquía en los últimos años ha llevado a cabo negociaciones secretas sin éxito con Ocalan en la cárcel y con la dirección del PKK por separado, pero el Estado turco y el PKK son todavía fuerzas hostiles. En cuanto a Estados Unidos, el PKK no ha sido un aliado atractivo ya que es un enemigo del preciado aliado estadounidense y miembro de la OTAN, Turquía, y un rival a la dirección de Barzani.
En el contexto de esta información, la situación actual en el Kurdistán Occidental, (norte de Siria) presenta algunas características muy interesantes. En primer lugar, cabe señalar que las fuerzas que han sacado de las ciudades kurdas a las instituciones del gobierno son una coalición de partidarios del PKK y simpatizantes de Barzani. Teniendo en cuenta lo dicho anteriormente respecto a la relación a cuatro bandas entre Estados Unidos, Turquía, Barzani y el PKK, esta es una situación de lo más inesperada. Ello puede explicarse por el hecho de que, perturbado por la clara hegemonía del PKK sobre el Kurdistán occidental, Barzani intentó, justo antes de la conquista de las ciudades kurdas, que todas las fuerzas políticas kurdas sirias se unieran en un frente con el fin de ser capaz de mantener al PKK bajo control. El hecho es que los partidarios del PKK son visiblemente hegemónicos a pesar de este tipo de intento de control.
En segundo lugar, después de décadas de esclavitud kurda, esta es la segunda entidad kurda que emerge en el espacio de una década. Esto, por supuesto, levanta ampollas en los cuatro países opresores, incluido Iraq, donde existe un creciente temor de que se produzca una eventual declaración de independencia por parte de Barzani. Más recientemente, el ejército federal de Iraq ha comenzado a amenazar a los peshmerga [milicias kudas de Barzani] con un ataque.
En tercer lugar, esta entidad promete ser, si es capaz de sobrevivir, muy diferente de la de Iraq. El feudo de Barzani es congénitamente pro-estadounidense y recientemente se convirtió en pro-turco, mientras que el PKK es actualmente y al menos en un futuro previsible, independiente del imperialismo de Estados Unidos y una amenaza para Turquía. La situación es ciertamente extraña. Abdullah Ocalan, el líder del PKK está condenado a cadena perpetua en Turquía pero se ha levantado in absentia al poder en el Kurdistán sirio!
En cuarto lugar, el gobierno turco ha entrado en estado de pánico como consecuencia de la emergencia eventual de este del Kurdistán occidental. Ha amenazado con una intervención militar afirmando que la presencia del PKK en el poder en su flanco sur es simplemente inaceptable para la “seguridad nacional”.
En quinto lugar, la facilidad con que las fuerzas kurdas han sido capaces de capturar las ciudades del norte de Siria crea la sospecha de que el régimen de Assad pueda estar, cuando menos, haciendo la vista gorda ante este acontecimiento. Esto no disminuye el valor de la nueva administración en la región. Sin embargo, supone una gran diferencia en cuanto a si los líderes kurdos de Siria están actuando en un espíritu revolucionario o simplemente aprovechando el tirón de la guerra entre el imperialismo y un déspota regional. También supone una gran diferencia en cuanto a la motivación que hay detrás de la conducta del gobierno de Assad. En efecto, Assad puede estar tratando de involucrar a Turquía militarmente en el campo de batalla de Siria con el fin de ser capaz de crear un ambiente patriótico entre los sirios, tal vez su última oportunidad para mantenerse en el poder.
La aparición de un Kurdistán occidental que es potencialmente anti-imperialista en la orientación señala un enorme cambio en la correlación de fuerzas de Oriente Próximo. Ya el gobierno turco ha amenazado con la guerra y la invasión de este nuevo potencial Kurdistan. Los internacionalistas del mundo tienen el deber de defender a este pueblo oprimido contra sus opresores, los Estados regionales reaccionarios, así como contra el imperialismo. Hay que decir, sin embargo, que el Kurdistán occidental, incluso con el poder consolidado en manos de sus nuevos amos, es una empresa sumamente frágil. Sólo con una estrategia de revolución permanente que tenga como objetivo la liberación de las cuatro partes del Kurdistán puede esta nueva entidad sobrevivir y florecer.
En términos más generales, la revolución árabe puede seguir adelante y tirar las cadenas tanto del despotismo pro-imperialista del antiguo régimen como del islamismo reaccionario si se inclina cada vez más en un proceso de revolución permanente hacia la clase trabajadora, los pobres y los jóvenes desempleados. Una vez más, es deber de la izquierda internacional luchar contra las estúpidas teorías de “la reconfiguración estadounidense de Oriente Próximo” como la explicación de la revolución árabe y echar una mano a la izquierda y a las masas populares que han hecho de sus cuerpos un escudo contra las balas de los nuevos faraones, los Ben Alis, los Mubarak, los Salehs y los Assad.
Sungur Savran es editor del periódico Isci Mucadelesi (Lucha Obrera) en Estambul, Turquía.
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