WOODY ALLEN O COMO HACERSE FAMOSO CON LA TRIVIALIDAD.

Con este “gran Director” de cine me ocurre algo que hasta hoy no me había atrevido a decir, simplemente no me gusta. Alguien dijo alguna vez que el arte debía ser universal, no importa que estés en el más apartado y recóndito rincón del mundo, reflejando las costumbres de una aldea, pero debes escribir para la humanidad, para que todo ser humano se identifique y comprenda cualquiera sea su cultura . Es de hacer notar que el gran filósofo universal Emmanuel Kant jamás salió de su pueblo natal en Alemania, Kö nigsberg y que el extraordinario Julio Verne precursor de la literatura de ciencia ficción y de viajes extraordinarios, salió muy poco de su Nantes natal en Francia. Pero su prolífica imaginación lo llevo hasta la luna, al centro de la tierra y al soberbio Orinoco, donde jamás estuvo; por cierto que esta interesante novela de aventuras fue prologada por nuestro inolvidable Salvador Garmendia, autor de “Los Pequeños Seres”, seres de nuestra geografía pueblerina que se inmortalizan o engrandecen en su pequeñez, tal como lo hace el gigante Cervantes sin salir de su estéril Castilla.
Aseverar que Woody Allen es un cineasta mediocre puede ser considerado una blasfemia o herejía digna del peor de los castigos por la Santa Inquisición de los Críticos del cine, pero asumo mi sacrílega opinión. Al considerarlo un mediocre, no niego que en su obra existan destellos de talento que son desaprovechados por el autor en el más superfluo de los géneros del teatro (del cual es hijo el séptimo arte), como es la comedia. Los griegos, creadores del teatro, simbolizaban a este género en dos dialécticas máscaras, la que ríe y la que llora, la comedia y la tragedia, ellas son antitéticas como la vida misma y en tal sentido se deben alternar, pero esto sólo lo logran los genios como Fellini, Antonioni, Chaplin. Wells, Hitchcock, Hiuston, Bergman, Buñuel, el indio Fernández y tantos otros que se me escapan por ser larga la lista. Reitero, nada más los dioses nos pueden alegrar y entristecer al unísono.
En una de sus más celebradas películas, “La Rosa Purpura del Cairo”, Woody hace uso de un extraordinario recurso narrativo( literario o pictórico), como es aquel, donde el autor o los personajes de la ficción cobran vida y se meten dentro de la obra con el afán existencial de eternizarse .Como por ejemplo, cuando la princesa y el rey de los feocios invitan al Polifemo Ulises a un banquete donde el aeda que toca la lira y narra la historia de Odiseo es un anciano ciego que identificamos como al propio Homero; por cierto que este estratagema o recurso del autor hace que Ulises sea el primer hombre que en vida oye contar a otros sus penurias. Nuestro héroe, hombre curtido por la guerra de Troya que no puede por dignidad mostrar sus lagrimas, se emboza entre su capa y llora sus desventuras. En pintura Rembrandt se incorpora al cuadro en “La Lección de Anatomía” y de igual forma se autorretrata Velásquez en “Las Meninas”, por cierto que aparece de pie, parado dignamente frente a los poderosos monarcas del imperio Español, en aquella luminosa mañana imperecedera. ¡El recuerdo del poder de los reyes es frágil y secundario, el del artista inmortal!
Así mismo, en la hermosísima y misteriosa novela “Niebla “de Don Miguel de Unamuno, los personajes cobran vida e increpan a su creador a que no termine la obra para no perder su existencia.
De estos ejemplos está lleno el arte, como decía, Allen utiliza la metáfora y hace que un actor de una película romántica en blanco y negro, se salga del celuloide y se dirija a la heroína quien es una joven obrera victima de las penurias del sistema capitalista que para ese momento en que está ambientada la cinta( década de 1930 ) transita por la gran depresión que asoló al mundo, la joven trabajadora no sólo es explotada por la fabrica, también es victima de un machismo brutal por parte del esposo que es consustancial al modo de producción capitalista. Hasta aquí la historia marcha viento en popa, pero resulta que el supuesto héroe en lugar de forjar una ardiente pasión con la trabajadora y hacerla sentir humana y no un simple objeto de explotación sexual y plusvalía, en lugar de enarbolar la bandera roja de la revolución (le da tanto pavor el rojo que lo edulcora como purpura) como lo hizo el titán de Chaplin en “Los Tiempos Modernos” y salir a incinerar sus cuerpos en la hoguera del verdadero amor y de la revolución, se comporta como un mequetrefe, como “un tigre de papel”, como un lumpen proletario, induciéndola a echar el carro en una cafetería, robarse un vehículo y otros disparatados delitos que aúpa el sistema, porque no lo daña en su esencia. La obrera continúa en su rutinaria y desgraciada vida sin que se produzca en ella un cambio de conciencia. Termina este miserable film con la mujer en una sala de cine viendo embelesada a Fred Áster, como un consuelo o máxima alienación que la magia del cine le brinda a los humildes.
Es Woody Allen un pobre judío pueblerino de Nueva York, refleja en sus películas al intelectual pequeño burgués del gueto judío, esta ultima condición religiosa jamás la niega, como si lo hizo Karl Marx quien era hebreo pero no judío. Es cómodamente apolítico nunca a denunciado el genocidio de los nazis y menos aun el del pueblo palestino por parte del régimen Sionista que financia sus insignificantes creaciones. A Woody le gusta el sexo mas no el amor, la risa fácil sin compromiso, las pequeñas y débiles angustias del judío refugiado en el cómodo gueto(su debilidad y su calvicie), cuyas angustias existenciales no trascenderán al ámbito de lo universal.
Woody Allen y Steven Spielberg son los adalides de los financistas y banqueros judíos interesados en adormecer a los pueblos, por cierto el hijo de Woody y Mia Farrow es asesor para el medio oriente de Hillari Clinton .

Economista: Cesar Burelli