Libia es nuestro futuro
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Ningún  hombre es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, predicaba John  Donne. Ningún país está fuera del planeta: el genocidio cometido contra  un pueblo me asesina. Todo lo que acontece en Libia me hiere, te daña,  nos afecta. 
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Hablemos como hombres, y no  como chacales o monopolios mediáticos. A Libia no se la bombardea para  proteger su población civil. A ningún pueblo se lo protege arrojándole  explosivos ni despedazándolo con 4.300 ataques “humanitarios” durante  más de cien días. A Libia se la incinera para robarle su petróleo, sus  reservas internacionales, sus aguas subterráneas. Si el latrocinio  triunfa, todo país con recursos será saqueado. No preguntes sobre quién  caen las bombas: caerán sobre ti.
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Encarcelaron  a los comunistas; nada podría importarme menos, porque no soy  comunista, ironizaba Bertold Bretch. El Consejo de Seguridad de la ONU  aprueba una zona de “exclusión aérea” a favor de los secesionistas  libios, pero permite un bombardeo infernal; China y Rusia se abstienen  de vetar la medida porque como no son libios nada podría importarles  menos. De inmediato Estados Unidos amenaza a China con declarar una  “moratoria técnica” de su impagable deuda externa con ella y agrede  Pakistán. China replica que “toda nueva injerencia de Estados Unidos en  Pakistán será interpretada como acto no amistoso” y arma al país  islámico con cincuenta cazas JF-17. Ningún pueblo está fuera de la  humanidad: si no vetas la agresión contra otro, la desencadenas contra  ti. 
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Cuenta Tolstoy que un oso ataca a  dos campesinos: uno escala un árbol, cediendo al otro el privilegio de  defenderse solo. Éste vence, y cuenta que las últimas palabras de la  fiera fueron: “Quien te abandona no es tu amigo”. La Liga Árabe, la  Unión Africana, la OPEP trepan al árbol de la indecisión esperando el  turno de ser descuartizadas. Al abandonar a las víctimas te abandonas.
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Como  en los tiempos cuando el fascismo asaltaba África, hoy Italia,  Alemania, Inglaterra, Francia y otros sicarios de la OTAN sacrifican  armamentos y efectivos en una guerra que sólo favorecerá a Estados  Unidos. Impedido por su Congreso de invertir fondos abiertamente en el  conflicto, Obama regaña a sus cómplices de la OTAN porque sacrifican al  gasto militar menos del 2% de sus PIB, y les ordena inmolar por lo menos  el 5% (“El futuro de la Otan”, Editorial El País, 15-6-2011). Son  instrucciones inaplicables cuando la protesta social, la crisis  financiera, la deuda pública impagable y el mismo gasto armamentista  socavan los gobiernos del G-7. Ante tales requerimientos, Italia opta  por no participar más en en el agavillamiento. La Agencia Internacional  de Energía autoriza para gastar de las reservas que no tiene sesenta  millones de barriles de petróleo en dos meses. Estados Unidos derrocha  para 2010 un gasto militar de 698.000 millones de dólares, 43% del total  mundial de 1.600.000 millones de dólares (Confirmado.net 17-6-2011).  Así se dilapilan en muerte los recursos que deberían salvar la vida. Si  montas guerras para devorar a otro, las guerras te devorarán a ti. 
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Como  en épocas de Alí Babá y los cuarenta ladrones, los banqueros  internacionales que tan benévolamente recibieron 270.000 millones de  dólares en depósitos y reservas de Libia asaltan el botín y estudian  traspasarlo a quienes intentan asesinar a los legítimos dueños. También  le crean a los monárquicos de Benghazi un banco central y una divisa  secesionistas. Son los mismos financistas cuyo latrocinio cuesta a la  humanidad el actual colapso económico: no indagues a quién roban los  banqueros: te desfalcan a ti. 
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Al estilo  de las blitzkrieg nazis, el presidente de Estados Unidos inicia guerras  sin autorización de sus legisladores y las prolonga ignorando al  Congreso, donde diez diputados denuncian al Presidente y al secretario  de Defensa saliente Robert Gates y vetan los fondos para la agresión  contra Libia tachándola de ilegal e inconstitucional. No averigües si  debes imponer a tiros la democracia a otros pueblos: antes acaba con los  vestigios de ella que quedaban en tu propio país. 
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Cada  hombre es pieza del continente, parte del todo, insiste John Donne. Los  enemigos del hombre no cesan de fragmentarlo para destruirlo mejor. Los  imperios, que son inestables rompecabezas de piezas juntadas a la  fuerza, en el exterior fomentan o inventan el conflicto de civilización  contra civilización, la rencilla del iraní contra el kurdo, del chiíta  contra el sunita, del hindú contra el musulmán, del serbio contra el  croata, del descendiente contra el ascendiente, del ancestral contra el  menos ancestral, del libio contra el libio, del venezolano contra el  venezolano. De cada variante cultural pretenden hacer un paisito y de  cada paisito un protectorado. Quien nos separa nos hace añicos, quien me  divide me mutila. No indagues cómo trizan Libia: te descuartizan a ti.
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Todo  pillaje arranca con promesas de golpe fácil y se empantana en  carnicería insoluble. Las guerras de Afganistán, Irak, Libia, Yemen y la  agresión contra Pakistán despegan como paseos triunfales, se estrellan  en holocaustos catastróficos y ninguna concluye ni se decide. La  resistencia de sus pueblos retarda la inmolación de la que no te  librarán ni vetos omitidos ni organizaciones abstencionistas ni  banqueros carteristas ni Congresos nulificados. No preguntes por qué son  asesinados los patriotas libios: están muriendo por ti. 
Fuente original: http://luisbritto.wordpress.com


 
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