MODERNIDAD, POSTMODERNIDAD, SEXO, PLACER Y DOLOR

MODERNIDAD, POSTMODERNIDAD, SEXO, PLACER Y DOLOR

            Podríamos decir muchas cosas sobre la modernidad y la postmodernidad, pero empezaremos nuestro discurso hablando sobre lo que no son para usar el método de reducción al absurdo. A estos conceptos no los podemos asociar con alguna escuela filosófica, política o estética en particular, porque dentro de una misma corriente del pensamiento podemos encontrar lo que pudiéramos considerar como rasgos modernos o postmodernos; hallaremos modernistas de izquierda y de derecha, materialistas e idealistas, racionalistas o empiristas, etc. Son tan amplias ambas definiciones, que se podría catalogar dentro del modernismo o postmodernismo a algunos filósofos del mundo clásico (Greco-Romano). Sin embargo, para darle una mayor especificidad histórica, ubicaremos el origen del pensamiento moderno en la Europa del renacimiento, con una continuidad que se prolonga hasta la actualidad, y las posiciones postmodernas, las entenderíamos como una reacción al optimismo modernista.
¿Entonces que son el modernismo y el postmodernismo?
A esta pregunta, contestamos, que son visiones distintas ante los mismos fenómenos humanos. Si esquematizamos ambos conceptos diremos que el modernismo implica una fe ciega en la razón humana. La razón se hace ciencia y la ciencia tecnología (máquina) que le permite al hombre doblegar los obstáculos de la naturaleza. La verdad de la ciencia es universal, única e irrefutable y en consecuencia, su poder llevará al hombre hacia el progreso y la utopía feliz de un mundo perfecto, sin guerras, ignorancia, pobreza y enfermedades. El postmodernismo, es una visión experimentada de la historia y en tal sentido, pesimista. El ser humano sabe que la ciencia y la tecnología lejos de ser una panacea, se han transformado en un instrumento de muerte y destrucción. La máquina no libera al hombre, lo desplaza; por otra parte, la verdad científica es considerada por esta concepción, múltiple, fragmentada y sincrética (teorías distintas pueden llegar a conclusiones similares, como por ejemplo el marxismo de Marcuse y el keynesianismo de Galbrait).
Quisiéramos personificar ambas concepciones en dos grandes figuras de la estética literaria (Casanova y Sade), ciencia que nos es tan grata y en la que coincidimos con un psicoanalista como Lacan y con un neomarxista como Lucién Golman, quienes consideran que en el discurso literario se puede detectar una mayor riqueza de elementos que nos arrojen luz sobre una época determinada, al contrario del discurso político-científico, ya que este último se auto limita por la rigidez del lenguaje que utiliza.
Como modelo del hombre moderno, citaremos a ese gran aventurero italiano del siglo XVIII, Giácomo Casanova( 1725-1798), quien escribió sus memorias (redactadas en francés) en seis volúmenes, bajo el título general de “ Histoire de ma vie “ , del cual el príncipe de Line dijo, “ cada línea es un mundo, cada párrafo un universo”.
Cuando se habla de Giácomo Casanova, antes de mencionarlo como escritor, se le califica de aventurero y de caballero, pero ante todo se le debe considerar como un hombre universal, un ser renacentista, un individuo integral. Sabe algo de matemáticas, química, mecánica, pero sobre todo sabe de aventuras, y dentro de ellas la gran aventura: ¡la mujer ¡ si , porque la mujer aparece después de una larga ausencia( la del Medioevo )en la escena histórica. En el Renacimiento hay que descubrir el universo y dentro de él la femineidad. El gran poeta cristiano Rainer María Rilke dice que Casanova, “no ama a una mujer, sino a la mujer universal, al eterno femenino”
En tal sentido Casanova es un conocedor de la psicología femenina; atributo que usa magistralmente como en el caso de la bella princesa que el desea intensamente, pero que está enamorada de otro caballero. Giácomo sabe que cuando una mujer está enamorada, no se entrega a otro que no sea el objeto de su pasión; esto obliga a Casanova a esperar una mejor oportunidad…Un día se entera que la dama atraviesa por graves apuros, debido a que está preñada de un hombre casado y el escándalo está en ciernes; presuroso Giácomo, acude a ella para prestarle sus servicios como médico y nigromante, experto en abortos discretos. La dama agradecida le exige que comience el tratamiento, el cual consiste en una pomada inventada por él, que al colocarla en el miembro del médico, se transforma en un eficaz abortivo. Ella accede gustosa.
Después de tres semanas de intenso tratamiento, nuestro héroe se arrepiente de su mentira y como buen caballero, que debe decir siempre la verdad (código de caballería), confiesa a su amor lo inservible de su ungüento, argumentando que fue una estrategia para poseerla. La princesa enamorada de su nuevo amante, lo perdona con benevolencia.
Casanova fue un gran mecánico, constructor de ingeniosos mecanismos de relojería destinados a asombrar y llenar de regocijo a los espectadores (máquina como instrumento de placer y felicidad, típico de la visión moderna); un día arruinado el caballero por sus quiméricos proyectos y sin un céntimo para sus aventuras, el destino le depara una oportunidad (para Casanova, la diosa de la fortuna ama a los audaces). Resulta que en Francia una vieja condesa millonaria que profesaba la tesis metafísica de la reencarnación (qué extraña paradoja, cuando los millonarios profesan disparates, son excéntricos, si lo hacen los pobres son chiflados), se creía la destinataria de la bella reina egipcia Nefertiti, pero para lograr encarnar y así se lo hizo saber al aventurero, debía ser poseída carnalmente por el mejor de los amantes de Europa. ¡Qué terrible compromiso!, pero ¡qué gran oportunidad de hacerse de fortuna! ¿Cómo hacer para poseer aquella horrible vieja desdentada? Su ingenio no tardó en dar respuesta. La noche acordada para el ritual, cuando la condesa semidesnuda, cubierta con fina seda, le pide que la tome, nuestro caballero le responde que antes de hacer el amor, él acostumbra orar, y de esa manera se acerca a una esquina de la habitación, donde tras unas cortinas le espera una joven amante previamente concertada para ayudarle a excitarse. Después de unos besos y una breve intimidad con la muchacha, Casanova regresa enervado donde la condesa y sin ver que tiene debajo a la horripilante anciana; observa el trasero de su joven amante. Esta situación le lleva a hacer el amor con tanto ímpetu a la vieja, que a esta le sobreviene un intenso y mortal orgasmo que da al traste con su vida, echando a perder tan refinado plan… (Así es el destino).
El otro personaje que analizaremos como prototipo del hombre postmoderno, es el escritor francés Donatien Alphonse François, Marqués de Sade. Nació en 1740 y murió en 1814, es decir que vivió entre dos siglos, el XVIII y el XIX. Apenas le llevaba quince años a Casanova, pero eso le bastó para comprender que la historia es sufrimiento, que no existe la felicidad. Comprendió que la revolución es una mala madre que devora a sus mejores hijos; en efecto, Sade fue un revolucionario que recibió la libertad cuando el pueblo de París derrumbó la Bastilla.
A pesar de ser noble, fue un feroz crítico del feudalismo y de sus clases dominantes, la nobleza y el clero, de ahí su anticlericalismo y ateísmo radical que se refleja en obras como “Dialogue entre un préte et un moribond”, “Les 120 journes de Sodome” y “Les infortunes de la vertu “, (1785 y 1787) respectivamente.
En 1800, después de haber ocupado cargos en la revolución, cae en desgracia y es apresado nuevamente para pasar el resto de sus días en la cárcel, donde escribió otras obras e innumerables cartas.
La obra que traemos a colación en este ensayo es “La nóvele Justine, con la histoire de Juliette”. Aquí el autor hace vocación de satanismo y es donde se manifiesta plenamente su visión postmoderna de la sociedad.
Juliette y su hermana Justine, por avatares del destino quedan huérfanas siendo niñas, procedentes de una familia muy cristiana son entregadas a distintos preceptores, tocándole a Juliette la “suerte” de ser adoptada por un hombre de fe, un sacerdote. Pero resulta que el religioso era un hipócrita taimado, que viola a la joven sin miramientos.
Nuestra heroína huye horrorizada y va recibiendo escarnios sexuales por parte de la nobleza y el clero a lo largo de su penosa odisea; una de las aventuras más interesantes de todas, es cuando la joven llega al palacio de un señor que vive con su esposa; ambas mujeres se hacen muy amigas y el príncipe le propone a Juliette que trabaje para ellos, como dama de compañía de su señora. A juliette le parece una proposición honesta y acepta sin chistar. Todo transcurre en forma normal, lo único que inquieta a Juliette es la palidez marmórea de su señora; una noche en que Juliette está desvelada observa que se abre una pared en la habitación de la princesa, de ella sale el esposo quien la toma de la cama y la conduce por unas escaleras hacia un sótano; Juliette los sigue en secreto y ve como el marido latiguea a la dama, de la cual mana roja sangre que es absorbida con la avidez de un vampiro por el príncipe , quien experimenta con este acto una gran exitación.Entretenida y asustada Juliette hace ruido y es atrapada por su empleador , enseguida la despojan de su ropaje ,¡ lo más extraño es que quien la desnuda es la propia princesa! , que se hace cómplice de su opresor, así ocurre en la sociedad; los oprimidos colaboran con el opresor. Luego es conducida hacia una extraña máquina o columpio sádico, cuyo asiento son dos correas por las cuales pasan los muslos y dichas correas están atadas a una cadena en cuyo extremo se encuentra otra que rodea el cuello de Juliette, para continuar la cadena, hasta el techo de donde cuelga sostenida por poleas que gradualmente la hacen descender, apretándole levemente el cuello a la prisionera, mientras el príncipe la penetra.
En esta singular máquina se resume una concepción de un hedonismo particular de Sade, ya que en ella se sintetizan el placer y el dolor. Esta situación hace que a la joven le sobrevenga lo que los franceses denominan una petite mort, que la deja inconsciente
y exhausta. Es de hacer notar, que esta es la dialéctica de la tecnología moderna; genera placer a las élites y dolor (pobreza) a los desplazados.
Pero nos desviamos, al despertar Juliette de su aturdimiento, entra en una crisis moral, le parece que ha pecado y le pide perdón a Dios, de inmediato se percata que no; ella ha sido obligada, la entrega no fue voluntaria y tampoco el placer (este fue mecánico), de tal manera y si se nos permite el símil, Juliette es como esas garzas de níveo plumaje, que se hunden en el cieno y siempre salen impolutas.
Vuelve a huir nuestra heroína y ahora la encontramos en una taberna o posta de caminos, ahí está, llorando desolada en una mesa su infortunio, con un vestido raido y viejo. Una dama muy rica y bella que la observa, se conduele de ella y se le acerca escuchando de los labios de Juliette la triste historia que acabamos de narrar. Al terminar Juliette, la bella señora la abrasa y la besa diciéndole; ¡oh hermanita mía, el destino nos separó y él nos vuelve a reunir! , (que terrible es el destino), te compadezco, pero te juzgo ingenua y algo tonta. Fíjate en mi, yo he triunfado, me adapté a este mundo de fieras y por eso detento el poder; sin embargo por ser mi querida hermana, emplearé mis recursos en vengarte de quienes te ofendieron. Juliette responde que todo ha sido una prueba del Señor, de la cual ha salido airosa. Montan en rico carruaje con pajes y galopan por la cuesta de una montaña, donde un hermoso ocaso sirve de marco a su alegría. Justo en la cima, Juliette hace que el cochero se detenga para postrarse de rodillas y dar gracias al Creador. Pareciera que todo augura un final feliz cuando desde unos negros nubarrones se desprende un rayo que la fulmina. ¡Que final tan sádico! No hay justicia, la virtud ha sido escarnecida.
Entre Casanova y Sade existe una diferencia de escasos quince años, pero esta brecha ha servido para hacer perder el optimismo que tiene el modernista (Casanova). La maquina en Casanova es instrumento de felicidad y diversión, esto se refleja en la culminación de la hermosísima película de Fellini sobre el aventurero italiano (un genio interpretando a otro), el director refleja el final de la vida del caballero, cuando ya anciano sueña con aquel delicioso vals que baila con una muñeca mecánica ¡Que ironía él, que amó a tantas mujeres, quedó en la más triste desolación!
Profesor César Burelli, capítulo del libro del mismo autor, “Aspectos Ideológicos de la Globalización”

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