Material de Trabajo de Rafael H. Martínez G.




















                         Rafael H. Martínez G.

MATERIAL DE TRABAJO DE RAFAEL  H. MARTINEZ G.

LA CIENCIA ECONOMICA: EL PROBLEMA ECONOMICO

            A pesar de las importantes evoluciones históricas realizadas por la vía de solución del problema del trabajo y los salarios, es decir, la relación entre trabajadores y empresarios, entre propietarios y productores, como la determinación de las horas de trabajo, el pago de las horas extraordinarias, los permisos y vacaciones, el reconocimiento de un salario mínimo, la participación de los trabajadores en las ganancias y en la producción, la prohibición del despido arbitrario, la seguridad social, el derecho a la huelga, así como todo el contenido de las legislaciones de trabajo, prácticamente a la par de toda legislación moderna, y pese a las transformaciones no menos importantes en el terreno de la propiedad, en cuanto a la promulgación de normas tendentes a la limitación de ingresos y otras, prohibiendo la propiedad privada, confiándola al gobierno; pese a todos estos avances, nada desdeñables en la trayectoria del problema económico, este sigue absolutamente vigente, a pesar de las mejoras, cambios y progresos logrados que lo han hecho menos agudo que los pasados siglos, con la consiguiente consecución de múltiples beneficios para los trabajadores. El problema económico sigue sin ser resuelto en el mundo, ya que los intentos realizados en el sector de la propiedad no han solucionado el problema de los productores que permanecen en su condición de asalariados, pese al traspaso de la propiedad, desde la extrema derecha hacia la extrema izquierda, pasando por distintas posiciones en el centro entre la izquierda y la derecha. Tampoco los intentos efectuados en el terreno de los salarios son menos importantes que los realizados en relación con la propiedad y su traspaso de una situación a otra. En el conjunto del tratamiento de esta cuestión, se incluyen las ventajas obtenidas por los trabajadores, contenidas en la legislación y defendidas por los sindicatos, con lo que ha cambiado el mal estado en que se hallaban los productores en vísperas de la revolución industrial y adquirido los obreros, técnicos y administrativos un conjunto de derechos, antes inalcanzables, a lo largo del tiempo.
Pero, de hecho, el problema económico sigue en pie. El intento habido en materia de salarios no representa en absoluto una solución. Se trata de un intento ficticio y reformista, más parecido a la caridad que al reconocimiento del derecho de los trabajadores. ¿Por qué se le paga a los trabajadores un salario? Pues porque han realizado una producción a favor de terceros que les han contratado para que efectuaran esta producción. Por lo tanto, no han consumido su producción, sino que se han visto obligados a cederla a cambio de un salario, cuando en buena norma, "quien produce. Consume”.
Por mucho que mejoren sus salarios, los asalariados son una especie de esclavos.
El asalariado es casi un esclavo del "señor" que le arrienda. Más aún, es un esclavo temporal y su esclavitud lo es en función del trabajo que realiza a cambio de un salario pagado por el patrón, independientemente de la condición de éste, sea persona o gobierno. En su relación con el propietario o la entidad productora, así como en cuanto a su comunidad de intereses, no dejan de ser asalariados, en todos los casos y en todo en el mundo, pese a la diversidad de la situación de la propiedad, entre derecha e izquierda. Incluso las instituciones económicas del sector público no ofrecen a sus trabajadores más que salarios y otras ayudas sociales más parecidas a la caridad, que los potentados empresarios del sector privado dan a sus obreros, que a otra cosa.
Decir que los ingresos, en los casos de propiedad pública, revierten en la sociedad,
con los trabajadores incluidos, a diferencia' de las empresas privadas, en que revierten exclusivamente en los propietarios, resulta cierto, visto el interés general de la sociedad y no los intereses particulares de los trabajadores. Incluso, suponiendo que el poder' político que ejerce el monopolio de la propiedad, pertenece a toda la sociedad, es decir que es el poder del pueblo que ejerce, en toda su integridad, a través de las Asambleas Populares, de los Comités Populares, de los sindicatos profesionales, no como poder de una sola clase, de un solo partido o conjunto de partidos, ni como poder tribal, de una tribu, una familia o un individuo, ni ningún tipo de poder parlamentario. Aún así, lo que revierte directamente en los trabajadores, en cuanto a sus intereses particulares, en forma de salario, participación en beneficios o servicios sociales, es lo mismo que les corresponde en las empresas privadas. Es decir que los trabajadores, tanto de la institución pública como de la empresa privada, son asalariados, a pesar de ser distinto el propietario.
De este modo, la evolución que había en el terreno de la propiedad, en cuanto a su traspaso de una mano a otra, no ha solucionado el problema del derecho del trabajador a la propia producción que él realiza de manera directa, no a través de la sociedad, ni a cambio de un salario. Lo demuestra el hecho de que los productores siguen siendo asalariados, pese al cambio de la situación de la propiedad.
La solución definitiva la constituye la supresión del salario, la liberación del hombre de su esclavitud y el retorno a las normas naturales que han determinado la relación antes de la aparición de las clases, de las formas de gobierno y de las legislaciones.
Estas normas naturales son la medida y la única fuente válida para las relaciones humanas.
Las normas naturales han generado un socialismo natural, basado en la igualdad entre los factores económicos de la producción, logrando una casi igualdad entre los individuos, en cuanto al consumo de la producción de la naturaleza. Mientras, la explotación del hombre por el hombre y la apropiación por el individuo de una mayor proporción de riqueza que la que le corresponde, representa el fenómeno de desviación de la norma natural, el comienzo de la corrupción de la vida de la colectividad humana y la aparición de la sociedad de explotación. Si analizamos los factores económicos de la producción, desde la remota antiguedad hasta nuestros días, hallaremos que, necesariamente, se componen de factores básicos tales como material de producción, medios de producción y productores, La norma natural de igualdad establece que a cada uno de los factores de producción le corresponde un papel en el proceso de la misma, de modo que, si es retirado cualquiera de ellos, deja de haber producción. Es decir, que cada uno de los factores desempeña un papel fundamental en el proceso de producción, sin el cual ésta cesaría.
Y. como quiera que todos los factores son necesarios y fundamentales, resulta entonces que todos son igualmente imprescindibles en el proceso productivo, con lo que sus derechos a la producción que ellos mismos han generado deben ser, asímismo, iguales. Así, el predominio de uno sobre el otro chocaría con las normas naturales de igualdad y atentaría contra el derecho de los demás. Por lo tanto, a cada factor le corresponde un papel específico, independientemente de su condición. Si nos encontramos ante un proceso de producción en el que intervengan solamente dos factores, a cada uno de ellos le corresponderá la mitad de la producción, si son tres, la tercera parte, y así sucesivamente.
Al aplicar esta norma natural a la realidad antigua y contemporánea, concluiremos lo siguiente:
Durante la etapa de la producción manual, el proceso productivo se compone de materias primas y hombre productor. Después fue introducido, entre ellos, el medio de producción, utilizado por el hombre en este proceso y del que se toma por modelo al animal, en calidad de unidad de fuerza. Más tarde, éste medio fue evolucionando y la máquina ha reemplazado al animal. Luego, la clase y la calidad de las materias primas han pasado, de ser sencillos y baratos, a ser materias compuestas y extremadamente valiosas. También el hombre se ha transformado, y pasó de ser un sencillo trabajador a ser un ingeniero y técnico, de grupos masivos de obreros, se ha pasado a reducidos conjuntos de técnicos. Sin embargo los factores de  producción, aunque cambien cualitativa y cuantitativamente, no modifican, en esencia, el grado de necesidad de cada uno de ellos en el proceso de producción. Por ejemplo, el hierro que constituye uno de los factores de producción, antes y ahora, se trabajaba con métodos primitivos, para fabricar, manualmente, un cuchillo, un hacha o una lanza. Ahora la misma materia prima se elabora en altos hornos, para que los ingenieros y técnicos fabriquen maquinaria, motores y vehículos de distinta clase. El animal, que era el caballo, la mula, el camello, etc., que constituía un factor de producción, ha sido reemplazado por la gran fábrica y las gigantescas máquinas. Las materias primas que antes eran instrumentos primitivos, se han convertido ahora en complejos equipos técnicos. Sin embargo, los principales factores de producción siguen siendo constantes esenciales, pese a su fabuloso desarrollo, y esta constancia esencial de los factores de producción hace de la norma natural la única regla válida, a la que hay que volver, inevitablemente, para solucionar, definitivamente, el problema económico, tras el fracaso de todos los intentos históricos que han ignorado tales normas naturales.
Las anteriores teorías históricas han tratado el problema económico desde la perspectiva de la propiedad, perteneciente, exclusivamente a uno de los factores de producción y de los salarios, a cambio de producción, sin resolver el verdadero problema, el de la propia producción. (Así, la más sobresaliente característica de los sistemas económicos actualmente vigentes en el mundo es la del sistema de salarios que priva al trabajador de todo derecho a los productos que él elabora tanto por cuenta de la sociedad como de una empresa privada).
Las empresas industriales de producción se basan en material de producción, maquinaria y trabajadores. El proceso productivo se genera mediante la utilización, por los trabajadores, de la maquinaria para la elaboración de las materias primas. Desde luego, los productos elaborados y listos para el consumo, habrán pasado por un proceso de producción que no tendría lugar de no reunirse los factores de materia prima, fábrica y trabajadores, de forma que, si descartáramos las materias primas, la fábrica no tendría qué producir, y si descartamos a ésta, tampoco se elaborarían aquellas. Y, al mismo tiempo, si dejamos de lado a los productores tampoco funcionaría la fábrica. Así, los tres factores del proceso de producción resultan igualmente necesarios. Si prescindimos de uno de ellos, el proceso productivo no se podría llevar a cabo, como tampoco serían dos de los tres factores suficientes para efectuar la producción en ausencia del tercero. En este caso el principio natural impone la igualdad del grado de necesidad de estos tres factores para la producción, es decir, que la producción de la fábrica se divide en tres partes, cada una de las cuales corresponde a uno de los factores. Lo importante no es solo la fábrica, sino quien consume la producción.
Así mismo, el proceso de producción agrícola que se lleva a cabo gracias al hombre y la tierra, sin utilización de un tercer medio, resulta igual que el proceso de producción industrial manual. En ambos casos, la producción se divide en dos partes solamente, según los factores de producción. En caso de utilizar un medio mecánico o similar para la producción agraria, esta se dividirá en tres partes: La tierra, los campesinos y la maquinaria utilizada.
De este modo, se establece un sistema socialista al que se someten todos los procesos de producción en base a este principio natural.
Los productores son los trabajadores y se llaman así porque la palabra trabajador u obrero ya no resulta real debido a que los trabajadores, según la definición clásica, han empezado a cambiar cuantitativa y cualitativamente. La clase trabajadora está en constante decrecimiento, en una proporción inversa a la del avance de la tecnología y la Ciencia.
La máquina produce ahora el esfuerzo que antes requería un determinado número de trabajadores. A su vez, la puesta en funcionamiento de la máquina requiere ahora un menor número de trabajadores que antes. A esto se refiere el cambio cuantitativo de la fuerza trabajadora. Por otra parte, la máquina precisa capacidad técnica más que fuerza física. Y ésta es el cambio cualitativo de la fuerza trabajadora.
Así, una sola fuerza se convierte en factor de producción. La clase trabajadora deja de estar compuesta por grandes masas de mano de obra no cualificada, para estar formada por reducidos grupos de técnicos, ingenieros y científicos, gracias a los progresos experimentados. Como consecuencia de esto, los sindicatos obreros habrán de desaparecer para ser reemplazados por sindicatos de ingenieros y técnicos, ya que el avance científico ha constituido para la humanidad un logro irreversible, con el que el analfabetismo ha quedado definitivamente condenado. En función de esto, los trabajadores convencionales vienen ahora a representar un fenómeno llamado a desaparecer, paulatinamente, ante los progresos científicos. No obstante, el nuevo hombre seguirá siendo un factor esencial en el proceso de producción.

LAS NECESIDADES
LA NECESIDAD: La libertad del hombre siempre será incompleta mientras sus necesidades estén supeditadas a terceros. La necesidad puede conducir a la esclavitud del hombre por el hombre. Así, la explotación es resultado de la necesidad, que constituye un auténtico problema. Con esto, la lucha surge de la supeditación de las necesidades del hombre.

LA VIVIENDA constituye una necesidad ineludible para el individuo y la familia, por lo cual no debe ser propiedad de terceros. Un hombre no tendrá libertad mientras habite una vivienda propiedad de otro, a cambio o no de un alquiler. Por ello, todos los intentos realizados por los distintos Estados del mundo, para tratar el problema de la vivienda, no representan, en absoluto, una solución. Esto se debe a que tales intentos no apuntan hacia soluciones radicales y definitivas –es decir, la necesidad de que el hombre sea dueño de su vivienda– sino que han girado en torno del valor de la renta (elevarla, reducirla y legislarla, etc), tanto si es por cuenta del sector público o privado. En la sociedad socialista, ninguna entidad –ni siquiera la propia sociedad- debe controlar las necesidades del hombre. Nadie tiene derecho a construir una vivienda que exceda de sus propias necesidades y las de sus sucesores, con el propósito de arrendarla. La vivienda representa una necesidad para otros y su construcción con el fin de arrendarla es tanto como emprender el control de la necesidad de los demás y la libertad radica la necesidad.

            LA RENTA constituye una necesidad ineludible para el hombre. La renta de un hombre en la sociedad socialista no debe ser un sueldo pagado por nadie o una caridad ofrecida por los demás. En la sociedad socialista no debe haber asalariados, sino socios. Tu renta es tu propio patrimonio, que tú administras en función de tus necesidades. Es tu parte en la producción de la cual eres uno de los principales factores, no un salario a cambio de una producción a favor de terceros.

            EL TRANSPORTE es igualmente una necesidad imprescindible para el individuo y la familia. Tu medio de transporte no debe ser propiedad de otros, pues en la sociedad socialista ningún hombre o entidad tiene el derecho de poseer medios de transporte con el propósito de alquilarlo, ya que ello supone el control de las necesidades de los demás.
 
LA TIERRA
LA TIERRA no es propiedad de nadie. Sin embargo, cada cual tiene derecho a explotarla para su propio beneficio, mediante su labranza, cultivo y regadío, a lo largo de toda su vida y la de sus herederos, en la medida de su esfuerzo personal -es decir, sin emplear a otros con o sin sueldo- y la satisfacción de sus necesidades. De admitirse la apropiación de la tierra, no lo harían más que los presentes en la misma. La tierra es fija y sus usuarios cambian al paso del tiempo, en oficio, capacidad y presencia.
La finalidad de la nueva sociedad socialista es la formación de una sociedad feliz por libre. Para lograrlo, hay que satisfacer las necesidades materiales y espirituales del hombre, mediante la liberación de las mismas del control y la supeditación de los demás. Esta satisfacción de las necesidades del hombre debe llevarse a cabo sin explotación por parte de terceros; de lo contrario se entraría en contradicción con la meta de la nueva sociedad socialista.
En la nueva sociedad, el hombre, o bien trabaja por su propia cuenta para asegurarse sus necesidades materiales, o bien lo hace para una empresa socialista, en la que sea socio de producción, o presta un servicio público a la sociedad, con lo que esta le proporcionaría la satisfacción de tales necesidades.
La actividad económica en la nueva sociedad es una actividad productiva para la saturación de las necesidades materiales. No es una actividad improductiva o lucrativa, para ahorrarse excedentes una vez satisfechas estas necesidades, lo que no tendría lugar en virtud de las nuevas bases socialistas.
Así, la finalidad lícita de la actividad económica de los ciudadanos es, únicamente, la satisfacción de las necesidades, ya que la riqueza del mundo es limitada, al menos en cada etapa. Igualmente lo es la riqueza de cada sociedad. Por ello, nadie tiene derecho a realizar una actividad económica con el propósito de adueñarse de una parte de esta riqueza, que sobrepase la correspondiente a la saturación de sus necesidades, puesto que la parte excedente corresponde a la necesidad de otros. En todo caso, podría economizar parte de sus propias necesidades de la propia producción, no del esfuerzo de los demás. Si se admite la realización de una actividad económica mayor a la requerida para la saturación de las necesidades, otro se vería privado de la satisfacción de las suyas.
El ahorro del excedente de la necesidad propia, corresponde a la necesidad de otros de la riqueza de la sociedad.
Tolerar la producción propia para la obtención de un ahorro sobrante de la satisfacción de las necesidades, así como su utilización para disponer de excedente -es decir, la explotación del hombre para la saturación de las necesidades de los demás y la obtención de un ahorro, a favor de otro y a expensas de las necesidades propias-es lo que representa, precisamente, la explotación.
Trabajar a cambio de un salario extraordinario, además de ser una exclavitud para el hombre como ya hemos señalado, viene a ser tanto como trabajar sin aliciente, al ser el productor, en este caso, asalariado, y no socio.
Aquel que trabaja por su propia cuenta es, sin duda, leal en su labor productiva, pues esta lealtad en la producción nace de su propio aliciente de hacerlo para saturar sus necesidades materiales. El que trabaja para una empresa socialista es un socio en la producción, leal ciertamente en su labor productiva, ya que su aliciente lo constituye la saturación de sus necesidades de esta producción. En cambio, los que trabajan por un salario, carecen de alicientes para hacerlo.
Trabajar a cambio de un salario representa la incapacidad para solucionar el problema del aumento y desarrollo de la producción. Tanto si se trata de servicios como de producción, se genera un constante deterioro, al estar basados en el esfuerzo de los asalariados.
Ejemplos del trabajo asalariado por cuenta de la sociedad, por cuenta del sector privado y del trabajo no-asalariado:
Ejemplo primero:
a)        Un trabajador que produce 10 manzanas por cuenta de la sociedad, a quien ésta la concede una sola manzana a cambio de su rendimiento, lo que viene a satisfacer plenamente su necesidad
b)        Un trabajador que produce 20 manzanas por cuenta de la sociedad, a quien esta le concede una sola manzana a cambio de su rendimiento, lo que no alcanza para la satisfacción de su necesidad.
Ejemplo segundo:
Un trabajador que produce 10 manzanas por cuenta de otro individuo, a cambio de un salario inferior al precio de una sola manzana.
Ejemplo tercero:
            Un trabajador que produce 10 manzanas por su propia cuenta.
Conclusiones
            El del ejemplo primero (a) no incrementará su rendimiento puesto que, por mucho que lo hiciese, no obtendrá, personalmente, más que una manzana, lo que satisface su necesidad. Así, todas las fuerzas trabajadoras por cuenta de la sociedad se encuentran en un continuo estado de pasividad psíquico-expontánea.
            El del ejemplo primero (b) carece de aliciente para la producción en sí, puesto que produce para la sociedad, sin obtener el equivalente para la satisfacción de sus necesidades. Sin embargo, continúa en el trabajo, pero sin aliciente, al verse obligado a someterse a las circunstancias generales del trabajo en toda la sociedad, y al ser ésta la situación de todos los ciudadanos.
El del ejemplo segundo, de hecho, no trabaja para producir, sino para obtener un salario. Pero, como quiera que su salario es inferior al requerido para la satisfacción de sus necesidades, lo que hace es, o bien buscar a un nuevo "amo" a quien venderle su trabajo a cambio de un precio mejor, o bien se ve forzado a permanecer en el trabajo para sobrevivir.
En cuanto al ejemplo tercero, se trata del único que produce con aliciente y sin coacción. Pero, como quiera que en la sociedad socialista no cabe la posibilidad de una producción realizada por un individuo que exceda de la satisfacción de sus propias necesidades, ni la saturación de necesidades ajenas a expensas o por medio de terceros, y que las empresas socialistas trabajan para saturar las necesidades de la sociedad, resulta que el tercer ejemplo es el que representa la correcta posición de la rentabilidad.
No obstante, en todos los casos -aún en los peores-, la producción se mantiene por la supervivencia. Nada más indicativo que el hecho de que, en las sociedades capitalistas, la producción se acumula y abulta en manos de un reducido número de propietarios que no trabajan, sino que explotan el esfuerzo de los trabajadores, que se ven obligados a producir para vivir. Sin embargo, el "Libro Verde" no sólo soluciona el problema de la producción material, sino que traza el camino hacia la solución global de los problemas de la sociedad humana, para que el hombre logre, definitivamente, su libertad material y moral y realice su propia felicidad.
Otros ejemplos:
Si suponemos que la riqueza de la sociedad es 10 unidades, y los habitantes de la misma 10, resultará que a cada uno le corresponderá la décima parte de las unidades de riqueza. Pero, si cierto número de miembros de la sociedad posee más de una unidad, esto equivaldría a que otros tantos miembros de la misma no poseen nada. Ello se debería a que la parte que le corresponde de las unidades de riqueza de la sociedad ha sido apropiada por los demás. Por esto hay ricos y pobres en la sociedad explotadora.
Supongamos que cinco miembros de esta sociedad poseen, cada uno, dos unidades de riqueza. Esto equivaldría a que haya otros cinco que no poseen nada, es decir, a que el 50 % esté privado de su derecho a esta riqueza, puesto que cada una de las unidades adicionales que posee cada uno de los primeros cinco corresponde a los otros cinco.
Si en esta sociedad, lo que el individuo requiere para la saturación de sus necesidades es una sola unidad del conjunto de la riqueza, resulta que aquel que posee más de una unidad, en realidad lo que ha hecho es adueñarse del derecho de otro miembro de la sociedad. Y, puesto que esta unidad es superior a lo que necesita para sus necesidades, lo que hace es poseerla con el fin de acumularla. Esta acumulación se hace siempre a expensas de terceros, tomando su parte de la riqueza, lo que explica la existencia de acumuladores que no gastan, que ahorran después de saturar sus necesidades, así como la existencia de pobres y gente privada de lo que le corresponde, que reivindica su derecho a la riqueza de su sociedad y no tiene qué consumir. Se trata de un robo, pero en este caso, público y lícito de acuerdo con las injustas normas de explotación que regulan esa sociedad.
Todo aquello que exceda de la saturación de las necesidades, pasa a ser patrimonio de todos los miembros de la sociedad. Cada uno de éstos, tiene, a su vez, derecho a ahorrar cuanto quiera, dentro de sus propias necesidades. Todo acopio por encima de las necesidades constituye un atentado contra la riqueza pública.
Los "bribones y listos" No tienen derecho a apropiarse de la parte que corresponde a los demás. Pero pueden beneficiarse de su condición para satisfacer, y aún economizar, sus necesidades. Tampoco los "incapaces, tontos y anormales" tienen, por su condición, menos derecho a la riqueza que la gente sana.
La riqueza de la sociedad es como la empresa de aprovisionamiento, que a diario ofrece, a un determinado número de personas, una determinada cantidad de productos de un determinado peso, suficiente para cubrir la necesidad diaria de las mismas. Cada cual puede ahorrar lo que desee, de la cantidad que le corresponde. Puede consumir lo que quiera y ahorrar lo que prefiera. En esto, aprovecha su propia capacidad y habilidad. En cuanto a aquel otro que utiliza sus aptitudes para sacar del almacén general de aprovisionamiento mayor cantidad de la que le corresponde, es -sin duda- un ladrón. Así, quienes se valen de sus mañas para adquirir una mayor riqueza, que exceda de la que se requiere para satisfacer las necesidades, de hecho atentan contra un bien público que es la riqueza de la sociedad que represen ta el almacén de aprovisionamiento citado en este ejemplo.
            No se pueden establecer oscilaciones en la riqueza de los miembros de la nueva sociedad socialista, salvo aquellos que. presten un servicio público, y a quienes la sociedad designe una determinada parte, equivalente a tales servicios. La parte correspondiente a los individuos no oscila sino en función del mayor servicio público prestado.
            De este modo, las magníficas experiencias históricas han generado un nuevo experimento que representa la coronación definitiva de la lucha del hombre por la integración de su libertad y la realización de su felicidad mediante la satisfacción de sus necesidades, el rechazo de la explotación, la supresión del abuso y el establecimiento de un sistema de distribución equitativa, de modo que cada uno trabaje por la saturación de sus necesidades, no para explotar a terceros para -que trabajen por su cuenta con el fin de cubrir, .gracias a su trabajo, sus propias necesidades, ni tampoco para intentar hacerse con las necesidades de los demás.
            Se trata de la teoría que establece la liberación de las necesidades para liberar al hombre.
Así, la nueva sociedad socialista constituye una consecuencia lógica de las injustas relaciones que predominan en el mundo, que han generado la solución natural consistente . en la fórmula de la propiedad privada para la satisfacción de la necesidad sin utilización de terceros. La propiedad en régimen del socialismo de los productores como socios en la producción, reemplaza al sistema de la propiedad privada basada en la producción de asalariados, sin derecho al producto en cuya elaboración participan.
Aquel que posee la vivienda que habitas, el medio de transporte que utilizas para tus desplazamientos, o la renta gracias a la que vives, posee en realidad, tu libertad o parte de tu libertad. Pero la libertad es indivisible y para que el hombre sea feliz, debe ser libre, y para que sea libre, debe ser dueño de sus propias necesidades.
Aquel que posee tu necesidad, te controla, te explota y, quizá, te esclavice, a pesar de cualquier legislación que lo prohiba.
Las ineludibles necesidades materiales y personales del hombre, empezando por la vestimenta y el alimento, hasta el medio de transporte y la vivienda, deben ser propiedad privada y sagrada del hombre. No debe ser arrendada por ninguna entidad. Su obtención de un pago da al verdadero dueño derecho a interferir en tu vida y a controlar tus necesidades vitales, aunque fuese la sociedad en general, en este caso, se controla tu libertad y se te restringe la felicidad. Al igual que el propietario de la vestimenta que te alquila para luego quitártela, probablemente en la calle, y dejarte desnudo, puede' hacer el propietario del medio de transporte, dejándote en la vía pública y también el de la vivienda, sin hogar.
Sería ridículo tratar las necesidades vitales del hombre con medidas legales o administrativas, etc. La sociedad debe instituirlas, totalmente, según principios naturales.
La meta de la nueva sociedad socialista es el logro de la felicidad del hombre, que, a su vez, no se realiza sino al amparo de la libertad material y moral. El establecimiento de la libertad se realizará en .Ia medida en que el hombre se haga dueño de sus propias ne-_ cesidades y las tenga sagradamente aseguradas. Es decir, tu necesidad no debe ser propiedad de otros. De lo contrario, será objeto de robo por cualquier parte de la sociedad y, si vives preocupado, pierdes la felicidad y no vives en libertad sino en las sombras de la espera de una interferencia exterior en tus necesidades vitales.
Convertir a las sociedades contemporáneas en sociedades de socios en vez de asalariados, es una tarea inevitable, que aparece como una consecuencia lógica de los contradictorios planteamientos económicos predominantes hoy día en el mundo y, así mismo, como resultado inevitable de las injustas relaciones basadas en el sistema de salarios, y que aún no han encontrado el camino hacia la solución.
La fuerza amenazadora que representan los sindicatos obreros en el mundo capitalista, es capaz de transformar a las sociedades capitalistas de sociedades de asalariados en sociedades de socios.
La posibilidad de una revolución para el establecimiento del socialismo, comienza por la apropiación, por parte de los productores, de sus correspondientes cuotas del producto que elaboran, con lo que los objetivos de las huelgas laborales consistentes en la reivindicación de aumentos salariales pasarían a ser exigencias por participar en la producción, lo que, más tarde o más temprano, llegará a suceder, con las orientaciones del "Libro Verde".
El paso definitivo lo constituye la llegada de la nueva sociedad socialista a la etapa de la desaparición del lucro y del dinero, mediante la transformación de la sociedad en una sociedad de plena producción y el logro de que ésta sature las necesidades materiales de los miembros de ésa. En esta etapa final, el lucro desaparece espontáneamente al igual que la necesidad del dinero. '
Admitir el lucro es tanto como admitir la explotación, con lo cual no habría ya límite que lo frenara. En cuanto a intentar restringirla, a través de la aplicación de medidas diversas, no deja de ser un intento reformista y no radical, para evitar la explotación del hombre por el hombre.
La solución definitiva consiste en la supresión del lucro. Pero, como quiera que el lucro constituye el motor del proceso económico, su supresión no puede producirse por decreto, sino que habrá de ser consecuencia de la evolución de la producción socialista que, al realizarse, logra la saturación de las necesidades de la sociedad y del hombre.

EL SERVICIO DEL HOGAR representa, con o sin salario, uno de los casos de trata de esclavos. Es más, es la trata de los tiempos modernos. Y, como quiera que la nueva sociedad socialista se basa en el principio de socios en la producción, no asalariados, al servicio del hogar no se le aplican las reglas naturales del socialismo, puesto que prestan servicios en lugar de elaborar un producto. Los servicios no representan una producción propiamente dicha y, por tanto, divisible en partes de acuerdo con el principio natural del socialismo. Por ello los sirvientes no pueden mas que trabajar a cambio de un salario o hacerlo sin pago, en las peores circunstancias. Y puesto que los asalariados constituyen una especie de esclavos, cuya esclavitud persiste mientras efectúan su trabajo a cambio de un salario y que los sirvientes del hogar están situados en un escalafón inferior con respecto a los otros asalariados de empresas y entidades económicas, a ellos les corresponde, prioritariamente, ser libertados de la esclavitud de la sociedad de los asalariados y de la esclavitud.
El servicio del hogar es uno de los fenómenos sociales que siguen al de la trata. En este sentido, la Tercera Teoría Universal trae buenos augurios a las masas, para su definitiva liberación de todas las cadenas de la injusticia, del abuso, de la explotación y de la dominación política y económica, para crear la .sociedad de todos, en la que todo el mundo es libre, en igualdad de poder, de riqueza. y de armas, con el fin de que la libertad triunfe total y definitivamente.
Por todo ello, el "Libro Verde" traza el camino de la salvación de las masas de asalariados y sirvientes, para el logro de la libertad del hombre. Así, resulta inevitable luchar por la liberación de los sirvientes del hogar del yugo de la esclavitud al que están sometidos, para convertirles en socios fuera del hogar, donde la producción material es divisible en partes según los factores. Al hogar le sirven sus gentes. La necesaria solución del servicio del hogar no se consigue mediante el servicio asalariado o no asalariado, sino mediante su transformación en empleados que puedan ser promovidos durante el ejercicio de su labor en el hogar y la garantía de la seguridad social y material, al igual que todo empleado de un servicio público.

Crac financiero y sobreproducción
La vigencia de la teoría marxista sobre las crisis capitalistas (I parte)
La crisis brutal del mercado financiero se ha transformado en una metástasis para la economía capitalista. La infección ha contagiando a un organismo que atraviesa una prolongada fase de decadencia y senectud, y que hace mucho tiempo dejó de jugar un papel progresivo en el desarrollo de las fuerzas productivas. Tras años de ilusiones y propaganda apologética, el fantasma real de la crisis y la recesión se ha presentado de imprevisto en la economía y la política mundial, amenazando con instalarse cómodamente por un periodo prolongado. En todo el mundo se habla de la crisis: en los diarios de circulación de masas; desde los gobiernos y las instituciones financieras; en las tribunas académicas y, por supuesto, en el seno de la clase obrera, en los barrios, las fábricas, los hogares... Después de años de beneficios multimillonarios, de burbujas financieras e inmobiliarias, de endeudamiento masivo y precariedad, la incertidumbre y el miedo sobrevuela el pensamiento de miles de millones de personas.
La crisis actual ha sido preparada concienzudamente durante años. Su naturaleza virulenta se explica, dialécticamente, por el carácter del boom económico que ha vivido la economía capitalista en las dos últimas décadas. Pocos fueron, sin embargo, los que predijeron la inevitabilidad de esta crisis. La inmensa mayoría de los economistas burgueses y los periodistas especializados, por lo general a nómina de los grandes consorcios capitalistas, no hace tanto que parloteaban acerca de la solidez de los cimientos del sistema financiero y la economía mundial, o escamoteaban cualquier trascendencia a los desequilibrios económicos de EEUU. Miles de estos individuos, que desde sus foros mediáticos crean diariamente la corriente dominante en la opinión pública, rechazaban indignados la perspectiva de un parón brusco de la actividad económica... Estos "realistas" no podían conciliarse con la idea de que su sistema podía no ser tan perfecto y que el "circulo virtuoso" se transformaría en una pesadilla.
En momentos tan aciagos para los defensores del capitalismo , es necesario decir con absoluta rotundidad que ¡Marx tenía razón! Las teorías económicas del marxismo han superado brillantemente la prueba de la experiencia; sus fundamentos y sus análisis del proceso global de la producción capitalista, de sus contradicciones y de su dinámica están vivos, más vivos que nunca. Basta leer obras como El Capital o Teorías sobre la plusvalía, escritas hace más de 150 años, para comprender por qué la burguesía y sus ideólogos consideran al marxismo su enemigo más temible, y al que recurrentemente hay que sepultar bajo toneladas de injurias, mentiras, difamaciones y falsificaciones. Para la clase obrera, para la juventud, para sus sectores más conscientes, conocer la riqueza que atesora la teoría económica marxista es una tarea necesaria. Por esta razón, queremos presentar algunos de sus aspectos más relevantes en una serie de artículos que publicamos en El Militante a partir de este número1.
Si no hay ganancia no hay producción
Para los teóricos de la economía burguesa, su concepción de la historia descarta que el capitalismo sea una formación social transitoria. Esto no es casualidad: como ideólogos a sueldo de los explotadores, consideran al sistema que les proporciona sus privilegios y prestigio el escalón más depurado del progreso humano2. En general todas las escuelas de la economía política burguesa suponen que, cuando la crisis estalla, tan sólo se necesita encontrar aquellos factores con los que lograr el reestablecimiento del equilibrio entre la producción y la demanda para resolver el problema. En otras palabras, el fenómeno de las crisis capitalistas es resoluble en el marco del sistema, y los periodos depresivos no son más que accidentes puntuales en un proceso de ascenso continuado de producción y creación de civilización.
Para la economía marxista, que se basa en el materialismo dialéctico, el punto de partida para abordar el problema es, justamente, el contrario. El sistema capitalista, como cualquier modo de producción o formación socioeconómica, tiene un carácter transitorio. Marx demostró en su obra cumbre, El Capital, las leyes que explican el funcionamiento de la producción, la circulación y el intercambio de mercancías y que caracterizan el sistema capitalista. Partiendo de y superando las contribuciones realizadas por la economía clásica, Marx descubrió que el objetivo que impulsa la producción capitalista es el máximo beneficio, es decir, la lucha por la apropiación de la plusvalía producida por el trabajo humano, la única fuente generadora de valor, que se valoriza en el mercado a través de la venta de mercancías. En el capitalismo lo importante no es la satisfacción de las necesidades sociales sino la obtención de ganancia: si no hay posibilidad de ganancia, de realizar la plusvalía, el capitalista no producirá. Este es el rasgo fundamental del modo de producción capitalista. Al mismo tiempo, la ley que actúa como regulador en la producción capitalista es la ley del valor, según la cual, la magnitud de valor de una mercancía se puede medir mediante la cantidad de la "sustancia creadora de valor", esto es, del trabajo contenido en ella. Para el marxismo, el valor de una mercancía viene determinado por el tiempo de trabajo socialmente necesario invertido en su producción.
Crisis de sobreproducción
Lejos del cuadro idílico que los economistas burgueses pretenden pintar sobre el funcionamiento lógico y ordenado del capitalismo, el marxismo explica el carácter anárquico de la producción capitalista, dirigida por las fuerzas ciegas del mercado y el afán de lucro individual de los capitalistas. Esta es la razón por la cual la acumulación capitalista siempre choca contra límites objetivos. El marxismo sitúa las causas de las crisis capitalistas en el propio corazón del sistema, en la contradicción derivada del carácter social que la producción adquiere bajo el capitalismo y el carácter individual, privado, de la apropiación.
Bajo el capitalismo, el desarrollo de las fuerzas productivas y la división internacional del trabajo ha transformado completamente el carácter de la producción, pero este hecho revolucionario lleva aparejado la aparición cíclica de crisis, de crisis de sobreproducción. A diferencia de otros modos de producción y formaciones socioeconómicas anteriores, los propietarios de capital, acuciados en todo momento por la competencia de otros capitalistas que concurren en el mercado, se ven obligados a revolucionar incesantemente las técnicas de producción, renovar los medios de producción e intensificar la explotación de la fuerza de trabajo asalariada (aumentando la plusvalía absoluta y relativa). Como resultado, entre los dueños de capital se desata una feroz competencia por conseguir una tasa de beneficios mayor, hecho que tendrá implicaciones dramáticas para el funcionamiento general del sistema.
De forma permanente, el capital afluye hacia aquellas ramas de la producción que ofrecen más margen de ganancia, aunque ello implique un elevado desembolso de capital fijo, y un aumento paulatino en la composición orgánica de capital. Este fenómeno se ha producido en todo periodo de auge capitalista, cuando la producción está en ascenso y se extiende la división internacional del trabajo y el comercio mundial amplía los mercados. Ocurrió en el periodo de auge económico posterior a la Segunda Guerra Mundial, tras una devastación bélica que destruyó la mayor cantidad de fuerzas productivas que registra la historia. En efecto, durante las décadas doradas de los 50 y 60 y en los países capitalistas avanzados, se produjo un formidable desarrollo de nuevas ramas de la producción (derivados del petróleo, química, industria automovilística, aeronáutica, electrónica, industria militar...), y se alcanzaron tasas de pleno empleo. Pero a partir de la gran recesión de 1973, el tipo de crecimiento ha sido muy diferente, con avances mucho menores y una reinversión de las ganancias en el aparato productivo muy modestas, lo que abrió las compuertas a una fase histórica de especulación financiera sin precedentes.
En cualquier caso, los capitalistas, como ya hemos señalado, invierten sus capitales movidos por la ganancia: si piensan que pueden obtener beneficios rápidos y mayores en determinadas ramas de la producción, no dudarán en invertir en ellos la mayor parte de capital que puedan, recurriendo al crédito bancario y al endeudamiento masivo. Si no lo hacen perderían posibilidades de ampliar su cuota de beneficios. Pero este proceso no puede ser ilimitado, aunque el afán de ganancia lo sea. Al final se produce una sobreinversión de capital, es decir las inversiones no se amortizan tan rápidamente porque el mercado se empieza a saturar de mercancías. El efecto inevitable de esta sobreinversión en bienes de capital es la sobreproducción, tanto de bienes de consumo como de medios de producción, y la sobrecapacidad productiva instalada. En definitiva, existe demasiada abundancia de todo, una abundancia que el mercado, en un momento dado, no puede absorber. A partir de determinado punto, comienza la fase de crisis, con una espiral de caída en la tasa de beneficios, desinversiones, despidos masivos, cierre de fábricas. En resumen, la destrucción de fuerzas productivas se apodera del ciclo económico.
Obviamente la crisis, que responde a la propia organización de la producción capitalista, puede ser catalizada y acelerada por diferentes factores. La fabulosa burbuja financiera acumulada en la última década gracias a la explosión del crédito y el endeudamiento masivo, no sólo extendió el mercado y la producción más allá de sus límites y proporcionó grandes ganancias a los capitalistas que especularon, también ha precipitado la actual recesión. La crisis de los mercados financieros no ha sido la causa de la recesión, que hunde sus raíces en la economía real, pero no hay duda de que la ha favorecido y condicionará su virulencia. En definitiva, tal como Marx y Engels señalaron en El Manifiesto Comunista, las crisis expresan la rebelión de las fuerzas productivas contra la camisa de fuerza de las relaciones de propiedad burguesas y el Estado nacional, creado por la burguesía en su fase de ascenso revolucionario, pero que en la época del dominio aplastante del mercado mundial se ha transformado en un obstáculo reaccionario.
1. En próximos artículos trataremos sucintamente las polémicas teóricas sobre las crisis que se han producido en el movimiento marxista, así como la teoría marxista del imperialismo. Posteriormente analizaremos la historia de las crisis centrando nuestra atención en el crac de 1929, el auge posterior a la Segunda Guerra Mundial y el pensamiento económico keynesiano, para concluir en la recesión de 1973/74. Por último analizaremos el colapso financiero actual, la recesión de la economía estadounidense y las implicaciones de ambos fenómenos en la economía mundial y en la lucha de clases.
2. "La tesis de que ‘el modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general', de que todas las relaciones sociales y estatales, todos los sistemas religiosos y jurídicos, todas las ideas teóricas que brotan en la historia, sólo pueden comprenderse cuando se han comprendido las condiciones materiales de vida de la época de que se trata y se ha sabido explicar todo aquello por estas condiciones materiales; esta tesis era un descubrimiento que venía a revolucionar no sólo la Economía Política, sino todas las ciencias históricas (...)
‘No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia" (Engels, Prólogo a Contribución crítica a la economía política de Carlos Marx. Estas ideas centrales del pensamiento marxista, en ningún caso suponen la adopción de una visión fatalista y mecánica de la historia. Marx y Engels también dejaron constancia de "que ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecerán nuevas y más altas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado en el seno de la propia sociedad antigua" (Carlos Marx, Prefacio a la contribución de la economía política.) Incluso un sistema en decadencia como el capitalismo, puede sobrevivir y arrastrarse durante un periodo muy prolongado si la clase obrera no es capaz de acabar con el por métodos revolucionarios y establecer otra forma superior de producción y organización de la sociedad. De ahí el rechazo frontal del marxismo hacia el determinismo económico, aunque éste haya sido considerado como un rasgo destacado del pensamiento marxista por sus enemigos ideológicos. Frente a cualquier visión mecánica y empírica, el marxismo revolucionario siempre se ha basado en la lucha de clases como motor del cambio histórico.
autor Juan Ignacio Ramos
lunes, 07 de abril de 2008
El Militante
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¿Qué es el socialismo?

A propósito del debate acerca del contenido del socialismo del siglo XXI se impone como una necesidad teórica y práctica articular la tradición intelectual latinoamericana y caribeña, el ALBA, símbolo de la alianza entre Martí y Bolívar, con las ideas socialistas tal y como las interpretan Hugo Chávez y Fidel Castro.
Durante el siglo XX se produjo tanta tergiversación del pensamiento de Marx, Engels y Lenin y sus ideas sobre lo que debía ser el socialismo que hoy se impone como una exigencia práctica ir directamente a sus textos originales. Veamos lo que señalaron Marx y Engels, así como ideas de Martí y Juárez sobre este tema:
En el trabajo titulado Feuerbach. Oposición entre las concepciones materialista e idealista, Marx y Engels dicen: «Para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal que ha de sujetarse a la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual (...)».
Federico Engels, en carta a Otto Von Boenigk de 21 de agosto de 1890, plantea: «La llamada "sociedad socialista", según creo yo, no es una cosa hecha de una vez y para siempre, sino que cabe considerarla, como todos los demás regímenes históricos, una sociedad en constante cambio y transformación. Su diferencia crítica respecto del régimen actual consiste, naturalmente, en la organización de la producción sobre la base de la propiedad común».
En carta que dirige Federico Engels a José Bloch en septiembre de 1890, plantea: «(...) la historia se hace de tal modo, que el resultado final siempre deriva de los conflictos entre muchas voluntades individuales, cada una de las cuales, a su vez, es lo que es por efecto de una multitud de condiciones especiales de vida; son, pues innumerables fuerzas que se entrecruzan las unas con las otras, un grupo infinito de paralelogramos de fuerzas, de las que surge una resultante —el acontecimiento histórico—, que a su vez, puede considerarse producto de una fuerza única, que, como un todo, actúa sin conciencia y sin voluntad. Pues lo que uno quiere tropieza con la resistencia que le opone el otro, y lo que resulta de todo ello es algo que nadie ha querido.
En carta dirigida por Engels a Carlos Kautsky en septiembre de 1882, expone: «Las fases sociales y económicas que estos países —se refiere a los que hoy llamamos subdesarrollados— tendrán que pasar antes de llegar también a la organización socialista, no pueden, creo yo, ser sino objeto de hipótesis bastante ociosas. Una cosa es segura: el proletariado victorioso no puede imponer la felicidad a ningún pueblo extranjero sin comprometer su propia victoria».
En su carta a la Redacción de Anales de la Patria, Carlos Marx expone: «A todo trance quiere convertir mi esbozo histórico sobre los orígenes del capitalismo en la Europa occidental en una teoría filosófico-histórica sobre la trayectoria general a que se hallan sometidos fatalmente todos los pueblos, cualesquiera que sean las circunstancias históricas que en ella concurra, para plasmarse por fin en aquella formación económica que, (...) asegura el desarrollo del hombre en todos y cada uno de sus aspectos. (Esto es hacerme demasiado honor y al mismo tiempo, demasiado escarnio) [...]
«Estudiando cada uno de estos procesos históricos por separado y comparándolos luego entre sí, encontraremos fácilmente la clave para explicar estos fenómenos, resultado que jamás lograríamos, en cambio con la clave universal de una teoría general filosófica de la historia, cuya mayor ventaja reside precisamente en el hecho de ser una teoría suprahistórica».
Por su parte, Federico Engels escribe a José Bloch en septiembre de 1890, lo siguiente: «...Según la concepción materialista de la historia, el factor que en última instancia determina la historia es la producción y la reproducción de la vida real. Ni Marx ni yo hemos afirmado nunca más que esto. Si alguien lo tergiversa diciendo que el factor económico es el único determinante, convertirá aquella tesis en una frase vacua, abstracta, absurda.
En el primer punto de la Tesis sobre Feuerbach, Carlos Marx plantea: «El defecto fundamental de todo el materialismo anterior —incluido el de Feuerbach— es que solo concibe las cosas, la realidad, la sensoriedad, bajo la forma de objeto o de contemplación, pero no como actividad sensorial humana, no como práctica, no de un modo subjetivo. De aquí que el lado activo fuese desarrollado por el idealismo, por oposición al materialismo, pero solo de un modo abstracto, ya que el idealismo, naturalmente, no conoce la actividad real, sensorial, como tal.
En carta a Werner Sombart de 11 de marzo de 1895, Federico Engels escribe: «Pero toda la concepción de Marx no es una doctrina, sino un método. No ofrece dogmas hechos, sino puntos de partida para la ulterior investigación y el método para dicha investigación».
Del mismo modo, solicito al lector estudie este párrafo de José Martí: «Una cosa te tengo que celebrar mucho, y es el cariño con que tratas y tu respeto de hombre, a los cubanos que por ahí buscan sinceramente, con este nombre o aquél, un poco más de orden cordial, y de equilibrio indispensable, en la administración de las cosas de este mundo. Por lo noble se ha de juzgar una aspiración: y no por esta o aquella verruga que le ponga la pasión humana. Dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras: —el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas— y el de la soberbia y rabia disimulada de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados».
Más adelante agrega: «Pero en nuestro pueblo no es tanto el riesgo, como en sociedades más iracundas, y de menos claridad natural: explicar será nuestro trabajo, y liso y hondo, como tú lo sabrás hacer: el caso es no comprometer la excelsa justicia por los modos equivocados o excesivos de pedirla. Y siempre con la justicia, tú y yo, porque los errores de su forma no autorizan a las almas de buena cuna a desertar de su defensa.
Estúdiese asimismo el siguiente párrafo de Carlos Marx y relaciónese con uno de Benito Juárez que también reproduzco. Dice Marx en la Crítica del Programa de Gotha escrita a fines de abril principios de mayo de 1875: «En la fase superior de la sociedad comunista, cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora, de los individuos a la división del trabajo, y con ella, la oposición entre el trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, solo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués, y la sociedad podrá escribir en su bandera. ¡De cada cual, según su capacidad; a cada cual, según sus necesidades!
El 11 de enero 1861, 14 años antes, Benito Juárez escribió un texto recuperado posteriormente por los historiadores. Señaló entonces:
«A cada cual, según su capacidad y a cada capacidad según sus obras y su educación. Así no habrá clases privilegiadas ni preferencias injustas (...)
«Socialismo es la tendencia natural a mejorar la condición o el libre desarrollo de las facultades físicas y morales».
Engels expresó, como subrayamos anteriormente, que el marxismo es un método de investigación y de estudio, y Lenin, por su parte, afirmó que era una guía para la acción. Con este método y esta guía podemos abordar los problemas concretos de nuestro tiempo pero como ellos mismos señalaron no existe una fórmula de aplicación general para todas las situaciones y países. Nos corresponde a nosotros, a partir del desarrollo concreto de nuestras sociedades y de la tradición intelectual y política de nuestra región, encontrar de manera creadora las vías y formas más adecuadas que abran cauce a ese socialismo verdadero del siglo XXI al que aspiran nuestros pueblos.
Cualquier análisis que realicemos debe partir de nuestra historia y de los vínculos que a lo largo de los siglos se han forjado entre los países latinoamericanos y caribeños y que hacen de nuestra región la de mayor vocación hacia la integración poseedora de un patrimonio espiritual de una riqueza impresionante.
En el siglo XXI, debemos inspirarnos en el pensamiento luminoso de Marx, Engels y Lenin expresado en sus textos originales, y relacionarlo en lo que tenga validez con el de Bolívar, Martí y los próceres y pensadores de nuestra América

El socialismo del siglo XXI
Por  Armando Hart Dávalos
Desde el balcón del Palacio de Miraflores, celebrando la contundente victoria electoral, Hugo Chávez Frías proclamó que los que habían votado por él lo habían hecho por el socialismo. También Chávez ha señalado la necesidad de avanzar hacia el socialismo del siglo XXI, un socialismo autóctono fundado en las realidades de nuestro tiempo y de nuestros pueblos. Va quedando atrás, para siempre, el "socialismo" del siglo XX europeo, aquel vencido "socialismo real" que no lo fue porque, precisamente, no fue socialismo. Recojamos las enseñanzas que de ello se derivan.
Nos acogemos a la antigua institución jurídica del derecho romano de que las herencias podían recibirse a beneficio de inventario para no cargar con las deudas. Nosotros asumimos, de la herencia recibida, las ideas de Mella, Mariátegui, Gramsci, el Che, Fidel y Chávez, que tienen como fundamentos las ideas latinoamericanas y caribeñas que representan Bolívar, San Martín, Sucre, Juárez, Alfaro, Martí y los grandes pensadores socialistas del siglo XX porque lo que ha triunfado es, precisamente, la expresión latinoamericana a favor de la unidad y de desempeñar un papel en el mundo bien diferente al de las últimas décadas. También, desde luego, contamos con la riqueza del pensamiento de Marx, Engels y Lenin y sus ideas sobre lo que debía ser el socialismo. De esto también merece la pena hablar en este artículo. Veamos lo que señaló Federico Engels al respecto:
Para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal que ha de sujetarse a la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual. Las condiciones de este movimiento se desprenden de la premisa actualmente existente.
Fue también Engels quien señaló que el marxismo es un método de investigación y de estudio, y Lenin, por su parte, afirmó que el marxismo es una guía para la acción.
Con éste método y ésta guía debemos profundizar en un problema filosófico clave: la búsqueda de la relación entre lo que se llamó objetivo y lo que se denominó subjetivo. Lamentablemente, muchos en el siglo XX olvidaron que el hombre es también materia.
¡Adelante Hugo Chávez con el socialismo del siglo XXI! Ahora corresponde a los estudiosos e investigadores de estos temas examinar, a la luz de los grandes forjadores las ideas socialistas, los puntos clave de este pensamiento, por ello, a manera de conclusión, les presento dos definiciones, una de Carlos Marx:
En la fase superior de la sociedad comunista, cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora, de los individuos a la división del trabajo, y con ella, la oposición entre el trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, solo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués, y la sociedad podrá escribir en su bandera. ¡De cada cual, según su capacidad; a cada cual, según sus necesidades!
Y esta otra nada menos que de Don Benito Juárez:
Cada cual, según su capacidad y a cada capacidad según sus obras y su educación. Así no habrá clases privilegiadas ni preferencias injustas (…) Socialismo es la tendencia natural a mejorar la condición o el libre desarrollo de las facultades físicas y morales.
En la fuente del movimiento liberal latinoamericano y del genuino ideal socialista de Marx, Engels y Lenin están las claves de los caminos a recorrer por el socialismo del siglo XXI. Enhorabuena que ya haya desaparecido aquel "socialismo" equivocado, mediocre y ajeno a las esencias de la mejor cultura universal.
 Por Armando Hart Dávalos

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