El desarrollo de Venezuela comprometido por falta de unas verdaderas Universidades


“Locura es seguir haciendo lo mismo y esperar resultados diferentes”.
Albert Einstein

En Venezuela, cierto número reducido de Universidades públicas y privadas se han auto catalogado como “las privilegiadas del sistema educativo universitaria”, fundamentándose en criterios racionalmente mecanicistas y a veces efímeros, tales como: prestigio, experiencia, titulación, infraestructura, antigüedad, etc.
La experiencia venezolana, en cuanto a la formación en educación universitaria, no difiere mucho con relación a la experiencia de las Universidades Iberoamericanas. Más aún, cuando de primera mano se sabe que la formación universitaria educativa ha sido copiada, en muchas oportunidades, obedeciendo más a criterios de modas y a estilos del pensamiento engendrados y reproducidos en los países desarrollados.
Todo esto trae a colación, que incluso la estructura, forma y manera de dirección son copiadas de los sistemas de gobernanzas que han sido diseñadas muchas veces por esas mismas universidades ubicadas en esos países.
Por consiguiente, el estilo de gerencia ha sido dirigido por un grupo selecto y minoritario de candidatos que han llegado a la rectoría universitaria de muchas universidades, obedeciendo más al ámbito y al grupo determinado por la política, que por la actividad académica relevante que haya podido realizar algún candidato. 
Desde hace muchas décadas, en algunas aéreas y campos del conocimiento académico, se ha practicado lo que el investigador y Profesor José Carlos Bermejo Barrera ha denominado “La Oligarquía y el Caciquismo en la Universidad y la Ciencia”.
 Hace algunos años, este prestigioso investigador levantó una acuciosa inquietud en todas las esferas de la educación española, cuando a través de una conferencia dictada en el Instituto del Consejo Universitaria de Investigaciones Científicas de Madrid, España, expuso lo siguiente: 
“… Las universidades y la gestión de la ciencia, aunque aparentemente están gobernadas democráticamente y con criterios de transparencia, en realidad ni están democráticamente gobernadas, ni atienden a la búsqueda del bien común en los campos educativo, político, económico y social…”
“… Por el contrario, un sistema formalmente democrático se ha convertido en el patrimonio de unas oligarquías que utilizan criterios de gobierno y control de recursos profundamente antidemocráticos, procurando además hacer desaparecer la libre competencia y la libertad de expresión académica…”
 Estas afirmaciones, dadas por el Profesor José Carlos Bermejo Barrera en su discurso, se aprecian también en las universidades venezolanas.
Grupos y subgrupos perfectamente cohesionados en la dirección, control y rectoría de muchas universidades, han hecho de esos cargos un trampolín a la política. Demostrándose que el trabajo realizado por esas personas, ha sido realizado en función de intereses ya preconcebidos y personalistas, con clara ilusión al escenario público nacional.
Dejando a un lado las acciones por las cuales fueron escogidos para esos cargos, que no son más que las de desarrollar el espíritu de la universidad en toda su extensión.
Las intervenciones grandilocuentes de éstos grupos dentro de las universidades han sido más con intenciones de figurar en un sistema cerrado y creado oligárquicamente y con marcadas directrices para no permitir cambio alguno.
Entonces, ¿Qué pudiéramos estar pensando de nuestras universidades? ¿Acaso se trata de una enfermedad común que está afectando generalizadamente y que no se vislumbra medicamento alguno para su cura?
Las universidades venezolanas vienen reclamando un mayor presupuesto, para supuestamente poder operar administrativamente y poder cumplir académicamente con sus funciones. Han hecho ver al público en general que sus problemas y sus soluciones están sujetas únicamente a un presupuesto concedido por el Estado.
Pero el caso de los problemas que presentan las universidades venezolanas, no han sido nada más de presupuesto. Se trata de la administración y el manejo racional del recurso financiero del Estado; sumando la caótica formación educacional de los estudiantes y el poco profesionalismo académico de los profesores que imparten clases en educación universitaria.
La afirmación del Profesor Bermejo sobre la “aparente democracia y transparencia de la gestión” dentro de las universidades, toma fuerza, cuando una cúpula de profesores venezolanos, políticamente hablando, se apropian de la gobernanza de las universidades creando un claustro elitesco dentro del profesorado, haciendo que las transformaciones progresistas se vean truncadas y desechadas.
Lamentablemente las universidades venezolanas se han visto empañadas una vez más por la manzana de la discordia y los intereses personalistas de quienes las dirigen.
Los rectores de las universidades han permitido que las líneas del pensamiento de riqueza, fama y grandeza, ensombrecidas con pretendidos pensamientos ultra derechistas y ultra izquierdistas, hayan penetrado la “Academia” y se hayan colocado, por encima del progreso educativo, los pensamientos más bajos y casi rastreros de ese otro animal conocido como el “Homo Sapiens”.
El hecho que una cúpula de profesores universitarios, antepongan sus intereses políticos y personalistas, por encima del interés del colectivo universitario y que valiéndose de las posiciones jerárquicas que ostentan, logran que un grupo de estudiantes, empleados y obreros se sumen a un conflicto que a claras luces posee matices de desestabilización, constituye una acción que atenta contra el progreso formativo que una universidad debería de reflejar.
Es por ello, que el Profesor José Carlos Bermejo Barrero, tiene razón, cuando en su libro denominado “¿Quién debe gobernar las universidades? Ensayo sobre la legitimidad académica”, escribe lo siguiente:
“…La respuesta a esta pregunta hubiera sido muy sencilla hasta no hace mucho tiempo. Sin embargo, en el momento presente se pretende contestar a nuestra pregunta mediante unos análisis que serían el fruto, no sólo de una reflexión de tipo jurídico o político, sino de unos estudios de tipo estadístico, basados en la catalogación de diferentes indicadores del prestigio académico, tanto individual como institucional, como pueden ser los estudios bibliométricos o epistemétricos…”
 No cabe duda, que el Profesor Bermejo, acude al racionalismo lógico de un proceso de selección simple y natural que lo lleva a pensar y afirmar que sólo aquel profesor o catedrático que de muestra de su condición académica, no sólo en estudios y en formación, sino también en trabajos de investigación; donde la producción, circulación, dispersión, impacto y uso de lo investigado tenga una razón de ser para el mundo científico y social, podrá ser postulado a una rectoría universitaria.
De esta manera, nos estaremos garantizando una “legitimización de la academia y por ente de las universidades”.
Ahora bien, nos pudiéramos preguntar: ¿Por qué se debería confiar la rectoría de una universidad a alguien que posea un currículo impecable en trabajos de investigación y formación académica?
La respuesta sigue siendo simple, y nos la da el mismísimo profesor Bermejo, cuando escribe:
 “… porque sólo ellos pueden comprender los valores en que se basan esas instituciones y están dispuestos a seguirlos defendiendo…”
Para Venezuela, ese es nuestro problema. Nos encontramos con una realidad que nos atañe a todos los venezolanos, que no es más que la  “Comprensión de los Valores” y la “Disposición a Defenderlos”.
Valores y Compromisos
Así es, Valores y Compromisos que lamentablemente no los tenemos, porque simplemente no los practicamos.
Todos nos encontramos dentro de un espiral de la perdición. El sistema educativo venezolano no funciona como debe de ser. La formación primaria, secundaria y universitaria, tienen los mismos problemas, que precisamente no son los que se relacionan con el problema presupuestario.
Los profesores y maestros ya no son los mismos de antaño, cuando la vocación y el entusiasmo por enseñar y educar eran tomados por ellos como una de sus máximas obligaciones.
Hoy en día, ser educador en éste país, está asociado a niveles de estatus de enseñanza. Donde el profesor universitario denigra del profesor de secundaria, y éste último hace lo mismo con el maestro de escuela. Para el colmo, el salario dado por el Estado, contribuye a afianzar esa condición.
Otro factor que se le suma, es el nivel del aprendizaje académico con que cada uno de estos profesionales de la educación fue formado.
No importa el grado o año o curso que tenga para enseñar (primaria, secundaria o universitaria) la gran mayoría de los educadores, evidencia un deficiente nivel de formación. Producto del sistema de ingreso, ya que los que ingresan a las universidades para formarse como educadores, son aquellos que como estudiantes de bachillerato no obtuvieron un excelente promedio de calificación para poder optar por otra carrera universitaria.
Por lo tanto, se ven obligados estos bachilleres a cursar estudios en el área de la educación, porque simplemente el promedio que se les exige es uno de los más bajos para el ingreso a la educación universitaria.
Un grave error del estado venezolano que más temprano que tarde tendrá que corregir.
Educadores que se forman para deformar
He aquí otro gran error del proceso educativo venezolano. Educadores que nunca tuvieron en su vida como estudiante una atracción y motivación para aprender a aprender.
¿Cómo se explica, que ciertos educadores puedan enseñar, cuando nunca sintieron y apreciaron el valor del estudio? ¿Cómo enseñar, cuando nunca se tuvo un compromiso para el éxito y el logro en los estudios? ¿Cómo enseñar, cuando no se ha vivido el valor del esfuerzo y el empeño para el aprendizaje?  ¿Cómo enseñar, cuando todas las evaluaciones obtenidas en primaria, secundaria y universitaria de un educador, dan como prueba, que nunca tuvo buenas experiencias de aprendizajes, y por lo tanto, no puede transmitir esas experiencias, porque simplemente nunca las ha tenido?
Todo esto es una verdadera desfachatez y un verdadero golpe bajo para todo el sistema educativo venezolano.
No basta una reforma universitaria. Hay que mover todos los cimientos del sistema educativo y lograr que el educador, sea de escuela, liceo o  de universidad provenga de las filas de los mejores estudiantes de éste país.
Para que ellos en el futuro puedan inyectar el sentido de la vocación y de la motivación para el aprendizaje, y por ende, para la enseñanza; porque simplemente una vez tomado éste ciclo jamás podrá interrumpirse.
Sólo cambiando la apreciación que se tiene de los educadores y logrando que la carrera del educador se convierta en una profesión de prestigio y base de la pirámide del progreso de ésta nación, haremos que los ciudadanos de nuestro pueblo se conviertan en los mejores ciudadanos del mundo.
Por: Carlos Salazar(*)
Fecha de publicación: 25/10/10
(*)Lic.
salazarcu@gmail.com

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