¿Derrota (electoral) de la derecha? 04-11-2014
¿Derrota (electoral) de la derecha?
En los procesos
electorales que se vienen dando en Sudamérica, se juega bastante más que
el cambio o la continuidad del proyecto político de un gobierno, se
juega la definición del mapa geopolítico regional, y es parte de un
proceso en el que debe incluirse la contundente victoria de Evo Morales
en Bolivia, la segunda vuelta electoral en Uruguay dentro de un mes, y
las elecciones presidenciales en Argentina el año próximo.
Días
atrás, el Partido de los Trabajadores en Brasil y el Frente Amplio en
Uruguay no solo derrotaron el intento de restauración neoliberal, sino
también al terror y la manipulación mediáticas del poder
empresarial-comunicacional. Hoy, ambos partidos se quejan de la
manipulación mediática (incluyendo su colateral, las encuestadoras),
pero hete aquí que en 12 años de gobierno el PT no logró aprobar una Ley
de Medios que rompiera el monopolio y fue precisamente Tabaré Vázquez
quien pidió al Congreso uruguayo que pospusiera su aprobación hasta
después de las elecciones… Es más, Dilma acaba de prometer que no lo
hará.
Y siguen presentes las presiones de las desgastadas ideas e
inciativas retrógradas para avanzar en acuerdos rápidos de
liberalización económica con países desarrollados, sin contemplar la
necesidad prioritaria de revertir asimetrías y promover la
diversificación productiva para ampliar la inclusión laboral y evitar
ahondar la condicionalidad a mercados mundiales inestables que provoca
la dependencia en el mercado mundial a la oferta de productos primarios a
las que condenan los tratados de libre comercio. Pareciera que alguno
quieren exhumar el cadáver del Área de Libre Comercio de las Américas
(ALCA), sepultado por los presidentes americanos (con Chávez, Lula,
Kirchner como motores) en Mar del Plata en 2005.
Quizá más
importante que resaltar un triunfo de la izquierda, debiéramos hablar de
una derrota de la derecha nacional y global. Poco antes, la aplastante
victoria de Evo Morales, hablaba del triunfo del modelo de estado
plurinacional, que desterró la Bolivia, racista, colonial y colonizada,
clasista, invisibilizadora de las grandes mayorías, hoy convertidas en
sujetos (y no meros objetos) de política, de la construcción de una
nueva democracia ya no declamativa sino participativa.
En América
latina estamos construyendo nuevas democracias, nuevas sociedades. Y no
hay un modelo a imitar, sino a crear, de acuerdo a la historia,
idiosincrasia, realidad de cada país. Más allá de las presiones para la
restauración neoliberal (en nombre de la modernidad y el pragmatismo,
muletillas que se pronuncian traición), sino de la socialdemocracia
europea (en especial francesa), para abandonar “la locura” del camino al
socialismo, más allá de la presión por una mayor injerencia de la
diplomacia vaticana entre los movimientos populares.
Quizá sea
cierto que las políticas de Lula y Dilma en Brasil y sobre todo las de
Tabaré Vázquez en Uruguay hayan sido de las más tímidas de los proyectos
transformadores en Latinoamérica, y algunas políticas neoliberales de
sus gobiernos progresistas han desilusionado a muchos de sus antiguos
simpatizantes y desmoralizado y desmovilizado a otros.
En realidad
no hay ya una fuerte izquierda en el PT ni el FA, partidos que pagaron
el precio de la burocratización, la demovilización popular y la
cooptación de los dirigentes sociales para la gestión gubernamental. En
Brasil, los movimientos sociales, que llevaron a Lula y a Dilma al
poder, perdieron la calle ante la ofensiva social de una derecha
fortalecida principalmente por el apoyo del gran capital extranjero y
los medios comerciales de comunicación endógenos y extranjeros. Pero hay
algo más grave y es el vacío de ideas y propuestas desde la izquierda
para salir de la crisis capitalista.
El triunfo de Dilma se debe a
varios factores: a) logró recordar a las clases menos pudientes que los
gobiernos del PT lograron importantes transformaciones: sacó a 40
millones de personas de la pobreza, redujo el desempleo a mínimos
históricos, benefició a la clases medias y logró significativos avances
contra el hambre en el país, aún uno de los de mayor desigualdad del
mundo. b) el liderazgo incuestionable de Lula y su compromiso con Dilma
y, especialmente, c) la gran movilización de la militancia joven del PT y
de los otros partidos de izquierda (incluido el Psol), de los
movimientos sociales, culturales y populares, los medios (¿es esa hoy la
izquerda brasileña?.
El aumento tremendo de la bancada de
diputados de la derecha más retrógrada (¿giro conservador?) y la
movilización de una clase media histérica e histerizada continuamente
por los medios comerciales de comunicación, jaquean el segundo mandato
de Dilma. A en su primer discurso tras las elecciones, prometió diálogo…
como si alguna vez la derecha hubiera siquiera dejado opinar.
El
triunfo del FA se debe a la movilización casa por casa hecha por
sectores juveniles y de los movimientos sociales, ninguneados casi
siempre en sus partidos, para impedir el retorno de la derecha “pituca”.
Esa movilización inorgánica logró también impedir –en otra gesta
popular- que se bajara la edad de inimputabilidad judicial de los
menores. Y la derrota, dentro del FA, fue para el sector másneoliberal
del zar de la política económica, Danilo Astori.
A Dilma le queda
ahora no solo medir bien cuál es la situación y abandonar la resistencia
a la ofensiva de la derecha para avanzar en la construcción no solo de
una alternativa, sino del poder popular que impida estos sustos.
Estaríamos más tranquilos si el PT, en su cuarta administración
consecutiva, logra no solo avanzar en las transformaciones que aún le
debe a su pueblo, construyendo un verdadero poder popular, con el apoyo
de los movimientos sociales, los trabajadores, los campesinos, los
estudiantes, los jóvenes, que hicieron posible este triunfo.
Estas experiencias quedan para ser analizadas en Argentina, de cara a las elecciones del año próximo. ¿No le parece?
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