El Imperialismo, LIbia y la Revolución Arabe.


Notas sobre Libia, el imperialismo y la revolución árabe
Por: Pedro Fuentes*
Fecha de publicación: 28/08/11


Los rebeldes combatientes libios, apoyados ya por una gran parte de la población de Trípoli, están terminando con los últimos focos de resistencia de Gadafi. Se trata de un nuevo triunfo, uno más de la revolución desatada en el mundo árabe a comienzos del año y que seguramente se extenderá a Siria, Yemen, Marruecos, Argelia. Nuestro partido de ninguna manera puede confundirse y dar apoyo –así sea crítico- a Gadafi o Bashar al Asad. Nosotros que defendemos las banderas del “socialismo y la libertad”  quedaríamos del otro lado de las revoluciones democráticas que están conmoviendo al mundo y la dominación imperialista.  
La revolución de Libia por ser el proceso más complejo de la región abrió una serie de interrogantes. Luego de siete semanas de iniciada y cuando las tropas de Gadaffi amenazaban a Bengazi  la OTAN intervino con sus bombardeos aéreos. De ahí las dudas que surgen en muchos luchadores y de ahí también que sectores de la izquierda planteen que lo que ha habido es un triunfo del imperialismo. Se trata de un debate muy importante. Si aceptáramos este razonamiento lo que estaría sucediendo es que en la región árabe ha comenzado una contrarrevolución que ha triunfado en Libia. Bajo la idea de la lucha contra el imperialismo estaríamos justificando las matanzas de Gadafi y de Bashar al Asad de miles de luchadores. Y ese mismo razonamiento llevaría a pensar que en definitiva lo que hubo en el mundo árabe fueron revueltas que terminaron siendo controladas por el imperialismo.
Es verdad que Libia es un país codiciado por su riqueza petrolera y por ello los peligros de la injerencia imperialista existen. Pero lo más importante y determinante de la situación es que se está derrocando al viejo régimen; ese es un triunfo del pueblo libio y de la revolución democrática árabe que ha dado un nuevo paso adelante.
El levantamiento popular en Libia y la guerra civil
Las manifestaciones revolucionarias iniciadas en Libia el 16 de febrero en Bengazi y que luego se propagaron en varias ciudades llegando a Trípoli bajo el lema de “abajo Gadafi”, fue un hecho previsible. Libia está geográficamente entre Túnez y Egipto, los dos países en los que en esa fecha ya habían estallado las revoluciones populares. Gadafi no era muy diferente a Ben Alí o Mubarak; conducía también un régimen autocrático en el que no cabían más partidarios que los de su familia y que se mantenía en el control con la represión. Con el alzamiento revolucionario que encabezó en 1969 Libia se convirtió en un país independiente. Pero como ya sucedió muchas veces en la historia el gobierno nacionalista se fue degenerando para culminar en el 2000 en un fuerte acuerdo con el imperialismo. Los abrazos con Tony Blair, Berlusconi, y más recientemente la misma Hillary Clinton, sellaron la apertura de la riqueza petrolera a las empresas extranjeras.  ENI de Italia, Winterstal de Alemania, Total de Francia, Marathon y Philips de los EEUU se hicieron con una gran parte del petróleo libio. Y esos abrazos fueron más estrechos cuando Gadafi tomó partido del lado de la “guerra contra el terror” de Bush bajo la cual se justificaron las invasiones de Irak y Afganistán; ya que fue uno de los primeros gobiernos a asumir una posición activa de persecución al islamismo radical.
El levantamiento popular fue protagonizado por el pueblo, con los jóvenes a la vanguardia, de la misma forma que sucedió en los otros países. Bengazi zona tradicionalmente opositora, se transformó en el centro de la revolución y las movilizaciones se extendieron a numerosas ciudades alcanzando algunos días después a Trípoli. Jamal Jaber, militante libanes que estuvo en Bengazi enviado por la revista trotskysta Inprecor relata en un reciente artículo su experiencia en Bengazi.  El habla de una “total libertad de expresión y una vida asociativa intensa. Destaca como impactante la participación de las mujeres en las actividades en la plaza de la Libertad, rebautizada con ese nombre la que antes era plaza de los Tribunales. El dice que pudo constatar una cantidad de demandas exigiendo la emancipación de las mujeres como también la gran participación de los jóvenes. Relata que en la plaza había un gran cartel que decía “Por una Libia unida contra la partición” y algunas fotos del Che y Bob Marley entre los jóvenes muy activos. Un gran cartel decía “Palestina y Libia : revolución para la nación árabe”. Quienes tuvimos la posibilidad de estar en la plaza Tarhir de Egipto o en el Boulevard Borguiba de Tunéz, podemos comprender que era algo muy similar lo que pasaba en ese país.
Aplastar los revolucionarios como ratones 
La diferencia con esas revoluciones es que en Líbia el régimen no cayó, Gadafi resistió la primeras grandes embestidas populares y lanzó una brutal represión. Seif Al Islam, su hijo sucesor graduado en Economía y Relaciones Internacionales en Londres, tomó la televisión para decir amenazante que estaban dispuestos a usar toda la fuerza militar para aplastarlos como ratones. Y así fue. A pesar de la deserción de algunos mandos y ministros, Gadafi mantuvo el control del ejército para lanzarlo brutalmente contra el pueblo movilizado en las calles. La represión sanguinaria costó miles de muertos. El pueblo no se asustó se armó gracias al asalto de a comisarías y cuarteles y con eso la revolución dio paso para transformarse en un enfrentamiento armado desigual. En un primer momento las milicias que fueron conformando el ejército rebelde lograron avanzar sobre ciudades importantes y con ello surgió la autoridad provisoria que ahora pasó a llamarse CNT (Consejo Nacional de Transición). Este ejército no profesional fue el resultado de un amplio frente anti-Gadafi formado por los jóvenes voluntarios surgidos de las plazas, militantes del islamismo agrupados en la hermandad musulmana, sectores de clase media democráticos entre ellos muchos profesionales y sectores burgueses opositores que se localizan en Bengazi. Hay incluso militantes islámicos radicales que tienen conexión con Al Queda.
Su improvisada preparación y su plan militar espontaneista y caótico hizo posible que Gadafi en base a los bombardeos de su aviación y su ejército profesional recuperara terreno y lanzara una brutal y sanguinaria ofensiva que puso un cerco amenazador sobre Bengazi.
La intervención de la OTAN
La OTAN interviene en momentos que se preparaba el baño ejemplificador de sangre en Bengazi para terminar con la revolución. No sería la primera vez que Gadafi reprimiría salvajemente en esa ciudad, ya lo había hecho en 1984 ante un levantamiento popular opositor.
Hay que destacar que el imperialismo dejó correr todo el tiempo la ofensiva de Gadafi. Los rebeldes reclamaban por armas que los países occidentales se negaban a dar bajo el pretexto de no armar islamistas vinculados a Al Queda. También pidieron la clausura del espacio aéreo a principios de marzo y la Liga Árabe hizo el mismo reclamo el 6 de marzo. La ONU aprobó su resolución el día 17 de ese mes y su intervención comienza bastantes días después. De esa manera intervino cuando la revolución estaba debilitada y para evitar que a los ojos de la gran mayoría de la población mundial apareciera como cómplice de la matanza. Los rebeldes apelaron a lo único que podían apelar para defender su revolución y Bengazi. Estaban entre la espada y la pared, o morir como ratones, o salvarse por medio de los bombardeos de la OTAN. Como escribió Gilbert Acchar en sus artículos publicados en Inprecor era lícito en esa situación pactar con el diablo. 
En el artículo ya citado de Jamal Jaber él también cuenta cuenta que la mayoría de los insurgentes que interrogó en Bengazi, y notablemente los jóvenes, continúan pensando que la intervención de la OTAN es necesaria para terminar con lo que resta del régimen de Gadafi y extender la autoridad del CNT sobre el conjunto del territorio. Que se trata de un acuerdo de corto plazo. “Cuando yo he remarcado que se trata de una cuestión peligrosa, ellos me respondieron que no se trata más que de una convergencia de intereses a corto plazo, y que ellos (los imperialsitas) no tendrán más ventajas sobre el petróleo que las que ya tuvieron que las que ya Gadafi les había acordado”.
Entonces no es una casualidad que a pesar de lo heterogéneo este frente anti Gadafi no pidió nunca soldados en tierra. Y no por casualidad uno de los carteles más significativos se la plaza de la Libertad dice “No a la intervención extranjera sobre nuestro suelo”.
Por eso, era y es un error pensar que a partir de los bombardeos los rebeldes se transformaban en una pieza dócil del imperialismo. De esa manera se pierde de vista el conjunto de la revolución árabe y la Libia como una parte de la misma y las grandes diferencias que está teniendo esta acción militar con otras llevadas a cabo por el imperialismo. El imperialismo siempre es un enemigo, por supuesto, y hasta que las masas lo derroten en el mundo son el principal enemigo en este sistema capitalista; pero hay que hacer el análisis concreto de la situación concreta en la que actúa, no todas sus intervenciones son iguales y no tienen siempre la misma fuerza.
Porque Libia no es Afganistan ni Irak
La intervención en Libia es muy diferente a las de las guerras de Bush- Rumsfeld en Afganistán e Irak en dos aspectos importantes. Irak e Afganistán fueron guerras de conquista territorial con objetivos colonialistas en la que los bombardeos altamente destructivos tenían como objetivo facilitar la ocupación militar de los territorios. Además, en estos países había en el poder gobiernos autocráticos que controlaban totalmente la situación. En Libia interviene cuando hay una revolución en curso y después que se dio mal en las dos guerras de conquistas que mencionábamos. Es una opinión ya general que en Irak no consiguió implantarse y a tenido más pérdidas que beneficios por lo que se está retirando y que en Afganistán va por igual camino.
Si ahora en Libia no ha puesto ningún soldado en tierra y no la ha encarado como una guerra de conquista se debe a la lucha de las masas libias, de las masas árabes y a la derrota sufrida en esos dos países. Esto no quiere decir que en la nueva situación -como luego veremos- no intente desplegar como en muchos otros países una tropa de paz con el pretexto de la anarquía y las matanzas. Pero es totalmente diferente a una ocupación militar. Esta política distinta se expresa también en el hecho de que por primera vez la acción militar no es encabezada por los EEUU y si por Francia. Las diferencias entre el número de aviones y los bombardeos que hubo en estas guerras y el mismo de Kosovo con relación a Libia son muy grandes. (En la “tormenta del desierto” en 11 días Irak fueron 2.555 incursiones por día, en Kosovo los aliados usaron 1.100 aviones y realizaron en los 78 días 38.000 incursiones, en Libia han sido 250 aviones que han efectuado en 124 días 11.000 incursiones, o sea 57 por día)
En un artículo de opinión del periódico inglés The Guardian, Mahomed Salem, escribió: “Se nos dice que Libia está destinada a ir por el camino del caos y de la fragmentación. Que Libia será otro Irak o Afganistán. Se equivocan, porque el escenario post conflicto se diferencia de estos dos ejemplos donde la intervención militar tuvo fracasos cruciales. De hecho, si se estudia los hechos, Libia está a punto de ser el más completo y con más posibilidades de éxito de la mayoría de los levantamientos árabes”.
Y en efecto esto puede ser es así. Porque en Egipto y Tunez la revolución democrática terminó con el régimen autocrático pero no con todas las instituciones del mismo; quedaron el ejército, la policía, la justicia, y sobre esa base la burguesía intenta -y puede tal vez lograrlo- contener o amortiguar el proceso para que no se profundice. En Libia la situación es otra. El régimen está totalmente deshecho, destruido, y por eso mismo están las condiciones para que el proceso democrático popular revolucionario avance con nuevas instituciones.
No por casualidad la política del imperialismo fue la de tentar hasta último momento una negociación con Gadafi para que esto no ocurriera. Antes y durante los bombardeos se negociaba un plan de partición del país con los rebeldes controlando el Oriente con la capital en Bengazi y el occidente para Gadafi o un sucesor con capital en Trípoli. Recordemos que la resolución de la OTAN y las declaraciones de los “líderes” occidentales siempre fueron muy cuidadosas sobre que hacer con Gadafi.
Si la partición de Libia no ocurrió fue por la lucha de los rebeldes y en particular por la heroica resistencia que hicieron en la ciudad de Misrata, ciudad ubicada en el occidente en la zona que controlaba Gadafi. Los habitantes de esta ciudad aguantaron dos meses el asedio de Gadafi. "Nos tiran con todo, también con misiles Grad. También nos disparan por los lados. Ellos tienen mejores armas y más medios, incluso instrumentos de visión nocturna", contaba un poblador al diario “El País” de España.  Este cerco a Misrata fue poco asediado por la OTAN que dejó hacer a Gadafi.  Fue la heroica resistencia de los rebeldes quienes consiguieron romperlo.  Y son estos combatientes de Misrata quienes ahora juegan un papel fundamental para la toma de Trípoli y la marcha hacia Sirte.  Así fue como el proceso revolucionario avanzó y evitó la partición del país.
La situación nueva está perfectamente sintetizada en la nota de opinión de Mohamed Salem que citamos: “Libia está a punto de ser el más completo y con más posibilidades de éxito de la mayoría de los levantamientos árabes”, o sea están las condiciones para avanzar hacia un régimen nuevo, una asamblea constituyente que reconstruya el país sobre o tras bases democráticas.
La revolución árabe golpeó al imperialismo en la región
La revolución árabe, mal que les pese a aquellos que defienden a Gadafi, ha vuelto patas arriba el esquema de dominación imperialista de la región que se sustentaba en el apoyo de las dictaduras árabes –exceptuando Siria- a la política de los EEUU en el conflicto Palestina- Israel.  Con la caída de Mubarak en Egipto cambia todo el montaje imperial.  La revolución árabe tiene hasta consecuencias directas en Israel donde comenzaron las movilizaciones de indignados con grandes manifestaciones de más de trescientas mil personas.  El imperialismo está corriendo por detrás, a la defensiva en un proceso revolucionario que como lo señalaba el cartel de la plaza de Bengazi tiene fuertes elementos antiimperialistas, “Palestina y Libia: revolución para la nación árabe”.   Hemos visto las banderas palestinas en todas las manifestaciones ocurridas en la región; el rechazo a la política de los dictadores y el apoyo a la causa palestina es un componente importante de la revolución árabe. Las dictaduras están cayendo por sus políticas económicas y su régimen represor pero también porque son vistos como los agentes traidores en el mundo árabe a la lucha del pueblo de Palestina.
Una encuesta de un importante instituto de los EEUU sobre el prestigio del gobierno de los EEUU en la región que se hace anualmente a 4.000 personas en seis países árabes (Marruecos, Egipto, Líbano, Jordania, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos) muestra la baja impresionante que ha tenido el gobierno de Obama en el 2011, el año de la revolución.  El informe dice que “Cuando Obama hizo el acto en la Universidad del Cairo en 2009 después de 100 días en el cargo la calificación de EE.UU pasó de un 9 por ciento en 2008 (era Bush) a 30 por ciento, pero ahora ha caído al 5 por ciento en la encuesta de este año”.  “En Marruecos, por ejemplo, las actitudes positivas hacia los Estados Unidos pasó de 26 por ciento en 2008 a un máximo de 55 por ciento en 2009 y hoy en día, han caído un 12 por ciento”.  El informe concluye diciendo que “este es un balde de agua fría sobre las ilusiones de algunos analistas en los EEUU e Israel, que quieren imaginar que, en el contexto de esta primavera árabe, los árabes sienten ahora que el tema palestino israelí no es tan central para sus vidas”.
Los peligros para la revolución árabe existen. En este rico proceso todavía no han surgido direcciones antiimperialistas consecuentes, tampoco socialistas ni clasistas con un gran peso en las masas. Esta situación no es culpa de las masas de esos países sino que es una herencia que todavía pagamos del descrédito que tiene el socialismo como alternativa real como consecuencia de la experiencia con el socialismo estaliniano que fracasó y que dominó por décadas sectores importantes del movimiento de masas.  Pero esta ausencia no puede servir para desmerecer los grandes acciones que hacen las masas y con ello los cambios que están haciendo en el mundo y su propio aprendizaje que llevará mas tarde o más temprano a la formación de nuevas alternativas revolucionarias.  A eso tenemos que apostar.  Lo que ellas hacen es mucho; están cambiando el planeta, y por eso vivimos en un mundo mucho más explosivo desde que comenzó la lucha en enero con la salida de los pueblos árabes. Estamos en agosto y ya tuvimos las plazas tomadas de España y Grecia, la revuelta inglesa, las luchas en Chile, las grandes movilizaciones contra la corrupción en la India, las huelgas en Kazastán. La nada izquierdista revista Forbes tituló un reciente artículo así: “Los conflictos en el Reino Unido y  la nueva guerra de clases mundial”. Es verdad, la lucha de clases ha vuelto y a ella tenemos que apostar para avanzar en el camino del socialismo con libertad.
*Secretaria de Relações Internacionais PSOL

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