Soberanía política e independencia económica



Ernesto Guevara
(Conferencia pronunciada en La Habana, el 20 de marzo de 1960).
Naturalmente, se impone al iniciar una conferencia de este tipo un saludo a todos los oyentes de Cuba y además de reiterar la explicación que hiciera nuestro compañero, la explicación sobre la importancia que tiene este tipo de pedagogía popular, llegando directamente a todas las masas de nuestros obreros y campesinos, dando al explicar las verdades de la revolución quitándole todo el ropaje de un lenguaje hecho especialmente para ondear la verdad, desnudar a la verdad de todo lo artificioso y mostrarla en esta forma.
Tengo el honor de iniciar este ciclo de conferencias aunque en primer lugar se había puesto aquí a nuestro compañero Raúl Castro, que por tratarse de temas económicos declinó en mí. Nosotros como soldados de la revolución vamos directamente a hacer la tarea que el deber nos impone y muchas veces tenemos que estar realizando algunas para las que no tenemos la capacitación ideal por lo menos. Quizás ésta sea una de esas tareas, revertir en palabras fáciles, en conceptos que todo el mundo conozca y entienda, la enorme importancia que tiene el tema de la soberanía política y de la independencia económica y explicar, además, la unión estrechísima entre estos dos términos. Puede alguno, como sucedió en algún momento en Cuba, anteceder al otro, pero necesariamente van juntos, y al poco tiempo de andar deben juntarse, ya sea como una afirmación positiva, como el caso cubano que logró su independencia política, e inmediatamente se dedica a conseguir su independencia económica, u otras veces en el caso negativo de países que logran o entran en el camino de la independencia política y por no asegurar la independencia económica, ésta poco a poco se va debilitando hasta que se pierde. Nuestra tarea revolucionaria en el día de hoy es no solo pensar en este presente cargado de amenazas, sino también pensar en el futuro.
La palabra de orden en este momento es la de planificación. La reestructuración consciente e inteligente de todos los problemas que abordará el pueblo de Cuba en los años futuros. No podemos pensar solamente en la réplica, en el contragolpe frente a alguna agresión más o menos inmediata, sino que tenemos que ir haciendo un esfuerzo para elaborar todo un plan que nos permita predecir el futuro. Los hombres de la revolución deben ir conscientemente a su destino, pero no es suficiente que los hombres de la revolución lo hagan, es necesario también que el pueblo entero de Cuba comprenda exactamente cuáles son todos los principios revolucionarios y que pueda saber entonces que, tras estos momentos en que en algunos está la incertidumbre del porvenir, nos espera sin lugar a dudas un futuro feliz y un futuro glorioso, porque hemos sido los que hemos puesto esta primera piedra de la libertad de América, por eso es que es muy importante un programa de este tipo, programa en que todas las personas que tengan un mensaje vengan y lo digan. No es que sea nuevo, pues cada vez que nuestro Primer Ministro comparece ante las cámaras, es para dar una lección magistral, como solamente un pedagogo de su categoría puede darla, pero aquí también hemos planificado nuestra enseñanza y tratamos de dividirla en temas específicos y no solamente respondiendo a preguntas entrevistadas. Entraremos entonces en el tema que es, como ya lo apuntamos, soberanía política e independencia económica.
Pero antes de referirnos a las tareas que la revolución está realizando para hacer realidad estos dos términos, estos dos conceptos que deben ir siempre juntos, es bueno definirlo y aclararlo ante ustedes.
Las definiciones siempre son defectuosas, siempre tienden a congelar términos, a hacerlos muertos, pero es bueno por lo menos dar un concepto general de estos dos términos gemelos. Sucede que hay quienes no entienden o no quieren entender, que es lo mismo, en qué consiste la soberanía y se asustan cuando nuestro país por ejemplo firma un convenio en el cual, entre paréntesis, me cabe la honra de haber participa do, como es el convenio comercial con la Unión Soviética, y además recibir un crédito de esta nación, sin embargo. Es algo que en la historia de América tiene antecedentes toda esta lucha. Sin ir más lejos, en estos días, precisamente hace dos días, se cumple un nuevo aniversario de la expropiación de las compañías petroleras mexicanas, en el gobierno del general Lázaro Cárdenas. Nosotros los jóvenes, en aquella época éramos muy niños; ha pasado más de una veintena de años y no podemos precisar exactamente la conmoción que produjo en América; pero en todo caso, los términos y las acusaciones fueron exactamente iguales a las que hoy debe soportar Cuba, a la que soportó en un ayer más cercano y por mí vivido personalmente, Guatemala; la que deberán soportar en un futuro todos los países que tomen decididamente por este camino de libertad. Podemos hoy decir casi sin caricaturizar nada, que las compañías o las grandes empresas periodísticas y los voceros de opinión de los Estados Unidos, dan la tónica de la importancia y la honestidad de un gobernante simplemente invirtiendo los términos.
Cuando un gobernante sea más atacado, mejor será indiscutiblemente y tenemos el privilegio hoy de ser el país y el gobierno más atacados, no solamente en este momento, sino quizás en todos los momentos de la historia de América, mucho más que Guatemala y más quizá que el México del año 38 o 36, cuando el general Cárdenas ordenó la expropiación. El petróleo en aquella época jugaba un papel importante en la vida mexicana; en el nuestro de hoy, el azúcar juega ese mismo papel.
El papel de monoproducto que va a un monomercado, o sea que va a un sólo mercado.
"Sin azúcar no hay país", vociferan los voceros de la reacción y además creen que si el mercado no nos compra ese azúcar, deja de hacerlo, la ruina es absoluta. Como si ese mercado que nos compra ese azúcar lo hiciera solamente por un deseo de ayudarnos a nosotros.
Durante siglos el poder político estuvo en manos de esclavistas, después de señores feudales y para facilitar la conducción de las guerras contra los enemigos y contra las rebeliones de los oprimidos delegaban sus prerrogativas en uno de ellos, el que nucleaba a todos, el más decidido, el más cruel quizá que pasaba a ser el rey, el soberano y el déspota que poco a poco iba imponiendo su voluntad a través de épocas históricas para llegar en un momento a hacerla absoluta.
Naturalmente que no vamos a relatar todo el proceso histórico de la humanidad y además ya el tiempo de los reyes ha pasado. Quedan solamente algunas muestras en Europa. Fulgencio Batista no pensó nunca en llamarse Fulgencio I. Le bastaba simplemente con que cierto vecino poderoso le reconociera como el presidente y que los oficiales de un ejército lo acataran, es decir, los poseedores de las fuerzas físicas, de las fuerzas materiales, de los instrumentos de matanza, que lo acataban y lo apoyaban como el más fuerte entre ellos, como el más cruel o como el de mejores amigos afuera. Ahora existen los reyes que no tienen corona, son los monopolios, los verdaderos amos de países enteros y en ocasiones de continentes, como ha sido hasta ahora el continente africano y una buena parte del continente asiático y desgraciadamente, también, el nuestro americano. Otras veces han intentado el dominio del mundo. Primero fue Hitler, representante de los grandes monopolios alemanes que trató de llevar la idea de superioridad de una raza, a imponerla por los campos del mundo en una guerra que costó 40 millones de vidas.
La importancia de los monopolios es inmensa, tan grande es que hace desaparecer el poder político de muchas de nuestras repúblicas.
Hace tiempo leíamos un ensayo de Papini, donde su personaje Gog compraba una república y decía que esa república creía que tenía presidentes, cámaras, ejércitos y que era soberana, cuando en realidad él la había comprado. Y esa caricatura es exacta; hay repúblicas que tienen todas las características formales para serlo y sin embargo dependen de la voluntad omnímoda de la Compañía Frutera, por ejemplo, cuyo bien odiado director era un fallecido abogado; como otros dependen de la Standard Oil o de alguna compañía monopolista petrolera, como otros dependen de los reyes del estaño o de los que comercializan el café, dando ejemplos americanos para no buscar los africanos y asiáticos; es decir, que la soberanía política es un término que no hay que buscarlo en definiciones formales sino que hay que ahondar un poquito más, hay que buscarle sus raíces. Todos los tratados, todos los códigos de derecho, todos los políticos del mundo, sostienen que la soberanía política nacional es una idea inseparable de la nación de estado soberano, de estado moderno, y si no fuera así, no se verían algunas potencias obligadas a llamar estados libres asociados a sus colonias, es decir, a ocultar tras una frase la colonización. El régimen interno que tenga cada pueblo que le permita en mayor o menor grado o por completo o que no lo permita en absoluto, ejercer su soberanía, debe ser asunto que competa a dicho pueblo; pero la soberanía nacional significa, primero, el derecho que tiene un país a que nadie se inmiscuya en su vida, el derecho que tiene un pueblo a dar el gobierno y el modo de vida que mejor le convenga, eso depende de su voluntad y solamente ese pueblo es el que puede determinar si un gobierno cambia o no. Pero todos estos conceptos de soberanía política, de soberanía nacional, son ficticios si al lado de ellos no está la independencia económica.
Habíamos dicho al principio que la soberanía política y la independencia económica van unidas. Si no hay economía propia, si se está penetrado por un capital extranjero, no se puede estar libre de la tutela del país del cual se depende, ni mucho menos se puede hacer la voluntad de ese país si choca con los grandes intereses de aquel otro que la domina económicamente. Todavía esa idea no está absolutamente clara en el pueblo de Cuba y es necesario rememorarla una y otra vez. Los pilares de la soberanía política que se colocaron el 1° de enero de 1959, solamente estarán totalmente consolidados cuando se logre una absoluta independencia económica. Y podemos decir que vamos por buen camino si cada día se toma una medida que asegure nuestra independencia económica. En el mismo momento en que medidas gubernamentales hagan que cese este camino o que se vuelva atrás, aunque sólo sea un paso, se ha perdido todo y se volverá indefectiblemente a los sistemas de colonización más o menos encubiertos de acuerdo con las características de cada país y de cada momento social.
Ahora en este momento es muy importante conocer estos conceptos. Ya es muy difícil ahogar la soberanía política nacional de un país mediante la violencia pura y simple. El último o los dos últimos ejemplos que se han dado son el ataque despiadado y artero de los colonialistas ingleses y franceses a Port Said, en Egipto, y el desembarco de tropas norteamericanas en el Líbano. Sin embargo, ya no se envían los marines con la misma impunidad con que se hacía antes y es mucho más fácil establecer una cortina de mentiras que invadir un país, porque simplemente se haya lesionado el interés económico de algún gran monopolio. Invadir a un país que reclama el derecho de ejercer su soberanía en estos momentos de Naciones Unidas en que los pueblos quieren emitir su voz y su voto, es difícil. Y no es fácil adormecer al respecto ni la opinión pública propia ni la del mundo entero. Es necesario para ello un gran esfuerzo propagandístico, que vaya preparando las condiciones para hacer menos odiosa esa intervención.
Eso es precisamente lo que están haciendo con nosotros; nunca debemos dejar de puntualizar cada vez que sea posible que se están preparando las condiciones para reducir a Cuba a la forma que sea necesaria y que depende de nosotros solamente que esa agresión no se provoque. Podrán hacerla económicamente hasta donde quieran, pero tenemos que asegurar una conciencia en el país si quieren hacerla material directamente con soldados compatriotas de los monopolios o con mercenarios de otros países, sea tan caro el precio que tengan que pagar que no puedan hacerlo. Y están tratando de ahogar y preparando las condiciones necesarias para ahogar en sangre si fuera necesario, esa revolución, solamente porque vamos en el camino de nuestra liberación económica, porque estamos dando el ejemplo con medidas tendientes a liberar solamente a nuestro país y a que el grado de nuestra libertad económica alcance el de nuestra libertad y el de nuestra madurez política de hoy.
Nosotros hemos tomado el poder político, hemos iniciado nuestra lucha por la liberación con este poder bien firme en las manos del pueblo. El pueblo no puede soñar siquiera con la soberanía si no existe un poder que responda a sus intereses y a sus aspiraciones, y poder popular quiere decir no solamente que el Consejo de Ministros, la Policía, los Tribunales y todos los órganos del gobierno estén en manos del pueblo. También quiere decir que los órganos económicos van pasando a manos del pueblo. El poder revolucionario o la soberanía política es el instrumento para la conquista económica y para hacer realidad en toda su extensión la soberanía nacional. En término cubano, quiere decir que este Gobierno Revolucionario es el instrumento para que en Cuba manden solamente los cubanos en toda la extensión del vocablo, desde la parte política hasta disponer de las riquezas de nuestra tierra y de nuestra industria. Todavía no podemos proclamar ante la tumba de nuestros mártires que Cuba es independiente económicamente. No lo puede ser cuando simplemente un barco detenido en Estados Unidos hace parar una fábrica en Cuba, cuando simplemente cualquier orden de alguno de los monopolios paraliza aquí un centro de trabajo. Independiente será Cuba cuando haya desarrollado todos sus medios, todas sus riquezas naturales y cuando haya asegurado mediante tratados, mediante comercio con todo el mundo, que no pueda haber acción unilateral de ninguna potencia extranjera que le impida mantener su ritmo de producción y mantener todas sus fábricas y todo su campo produciendo al máximo posible dentro de la planificación que estamos llevando a cabo. Sí podemos decir exactamente que la fecha en que se alcanzó la soberanía política nacional como primer paso, fue el día en que venció el poder popular, el día de la victoria de la revolución, es decir, el 1° de enero de 1959.
Este fue un día que se va fijando cada vez más como el comienzo no solo de un año extraordinario de la historia de Cuba, sino como el comienzo de una era. Y tenemos pretensiones de pensar que no es solamente el comienzo de una era en Cuba, sino el comienzo de una era en América. Para Cuba, el 1° de enero es la culminación del 26 de julio de 1953 y del 12 de agosto de 1933, como lo es también del 24 de febrero de 1895 o del 10 de octubre de 1868. Pero para América significa también una fecha gloriosa, puede ser quizá la continuación de aquel 25 de mayo de 1809, en que Morrillo se levantó en el Alto Perú, o puede ser el 25 de mayo de 1810, cuando el Cabildo Abierto de Buenos Aires, o cualquier fecha que marque el inicio de la lucha del pueblo americano por su independencia política en los principios del siglo XIX.
Esta fecha, el 1º de enero, conquistada a un precio enormemente alto para el pueblo de Cuba, resume las luchas de generaciones y generaciones de cubanos, desde la formación de la nacionalidad por la soberanía, por la patria, por la libertad y por la independencia plena política y económica de Cuba. No se puede hablar ya de reducirla a un episodio sangriento, espectacular, decisivo si se quiere, pero apenas un momento en la historia de los cubanos, ya que el 1º de enero es la fecha de la muerte del régimen despótico de Fulgencio Batista, de ese pequeño Weyler nativo, pero es también la fecha del nacimiento de la verdadera república políticamente libre y soberana que toma por ley suprema la dignidad plena del hombre.
Este 1º de enero significa el triunfo de todos los mártires antecesores nuestros, desde José Martí, Antonio Maceo, Máximo Gómez, Calixto García, Moncada o Juan Gualberto Gómez, que tiene antecedentes en Narciso López, en Ignacio Agramonte y Carlos Manuel de Céspedes, y que fuera continuado por toda la pléyade de mártires de nuestra historia republicana, los Mella, los Guiteras, los Frank País, los José Antonio Echeverría o Camilo Cienfuegos.
Consciente ha estado Fidel, como siempre, desde que se dio por entero a los combates por su pueblo, de la magnitud de la entereza revolucionaria, de la grandeza de la fecha que hizo posible el heroísmo colectivo de todo un pueblo: este maravilloso pueblo cubano del cual brotara el glorioso Ejército Rebelde, la continuación del ejército mambí.
Por eso a Fidel siempre le gusta comparar la obra a emprender con la que tenía por delante el puñado de sobrevivientes cuando el desembarco ya legendario del Granma. Allí se dejaban, al abandonar el Granma, todas las esperanzas individuales, se iniciaba la lucha en que un pueblo entero tenía que triunfar o fracasar. Por esto, por esa fe y por esa unión tan grandes de Fidel con su pueblo, nunca desmayó, ni aún en los momentos más difíciles de la campaña, porque sabía que la lucha no estaba centrada y aislada en las montañas de la Sierra Maestra, sino que la lucha se estaba dando en cada lugar de Cuba, donde un hombre o una mujer levantaran la bandera de la dignidad.
Y sabía Fidel, como lo supimos todos nosotros después, que ésa era una lucha como la de ahora, donde el pueblo de Cuba entero triunfaba o era derrotado. Ahora insiste en estos términos y dice: o nos salvamos todos o nos hundimos todos. Ustedes conocen la frase. Porque todas las dificultades a vencer son difíciles como en aquellos días siguientes al desembarco del Granma; sin embargo, ahora los combatientes no se cuentan por unidades o por docenas, sino que se cuentan por millones.
Cuba entera se ha convertido en una Sierra Maestra para dar en el terreno en que se coloque el enemigo, la batalla definitiva por la libertad, por el provenir y por el honor de nuestra patria, y de América, por ser en este momento, desgraciadamente, la única representante en pie de lucha de nuestros pueblos.
La batalla de Cuba es la batalla de América, no la definitiva, por lo menos no la definitiva en un sentido. Aún suponiendo que Cuba perdiera la batalla, no la perdería América; pero si Cuba gana esta batalla, América entera habrá ganado la pelea. Esa es la importancia que tiene nuestra isla y es por ello por lo que quieren suprimir este "mal ejemplo" que damos. En aquella época, en el año 56, el objetivo estratégico, es decir, el objetivo general de nuestra guerra, era el derrocamiento de la tiranía batistiana, es decir, la reimplantación de todos los conceptos de democracia y soberanía e independencia conculcados por los monopolios extranjeros. A partir de aquella época del 10 de marzo se había convertido Cuba en un cuartel de esas mismas características de los cuarteles que estamos entregando hoy. Toda Cuba era un cuartel. El 10 de marzo no era la obra de un hombre, sino de una casta, un grupo de hombres unidos por una serie de privilegios de los cuales uno de ellos, el más ambicioso, el más audaz, el Fulgencio I de nuestro cuento, era el capitán. Esta casta respondía a la clase reaccionaria de nuestro país, a los latifundistas, a los capitales parásitos, y estaba unida al colonialismo extranjero. Eran bastantes, toda una serie de ejemplares desaparecidos, como por arte de magia, desde los manengues hasta los periodistas de salón presidencial, de rompehuelgas a los zares del juego y de la prostitución. El 1° de enero alcanza entonces el objetivo estratégico fundamental de la revolución en ese momento, que es la destrucción de la tiranía que durante casi siete años ensangrentaba al pueblo de Cuba. Pero, sin embargo, nuestra revolución que es una revolución consciente, sabe que soberanía política está unida íntimamente a soberanía económica.
No quiere repetir esta revolución los errores de la década del 30, liquidar simplemente un hombre sin darse cuenta de que ese hombre es la representación de una clase y de un estado de cosas y que si no destruye todo ese estado de cosas, los enemigos del pueblo otro hombre. Por eso la revolución fuerza a destruir en sus raíces el que aquejaba a Cuba. Habría que imitar a Martí y repetir una y otra vez que radical no es más que eso, el que va a las raíces; no es radical quien no vea las cosas en su fondo, ni hombre quien no ayude a la seguridad y a la dicha de los hombres. Esta revolución se propone arrancar de raíz las injusticias, lo ha definido Fidel, utilizando distintas palabras, pero la misma orientación que Martí. Logrado el gran objetivo estratégico de la caída de la tiranía y el establecimiento del poder revolucionario surgido del pueblo, responde ante él, cuyo brazo armado es ahora un ejército sinónimo del pueblo, el nuevo objetivo estratégico es la conquista de la independencia económica, una vez más la conquista de la soberanía nacional total. Ayer, objetivos tácticos dentro de la lucha eran la sierra, los llanos, Santa Clara, el Palacio, Columbia, los centros de producción que se debían conquistar mediante un ataque frontal o por cerco o por acción clandestina.
Nuestros objetivos tácticos de hoy son el triunfo de la Reforma Agraria que da la base de la industrialización del país, la diversificación del comercio exterior, la elevación del nivel de vida del pueblo para alcanzar este gran objetivo estratégico que es la liberación de la economía nacional. Y el frente económico ha tocado ser el principal escenario de la lucha, aún considerando otros de enorme importancia como son el de la educación; por ejemplo; hace poco nos referíamos a esa importancia que tenía la educación que nos permitiera dar los técnicos necesarios para esta batalla. Pero eso mismo indica que en la batalla el frente económico es el más importante, y la educación está destinada a dar los oficiales para esta batalla en las mejores condiciones posibles. Yo puedo llamarme militar, militar surgido del pueblo que tomó las armas como tantos otros, simplemente obedeciendo a un llamado, que cumplió su deber en el momento en que fue preciso, y que hoy está colocado en el puesto que ustedes conocen. No pretendo ser un economista, simplemente como todos los combatientes revolucionarios estoy en esta nueva trinchera donde se me ha colocado y tengo que estar preocupado como pocos por la suerte de la economía nacional, de la cual depende el destino de la revolución. Pero esta batalla del frente económico es diferente de aquellas otras que librábamos en la sierra, éstas son batallas de posiciones, son batallas donde lo inesperado casi no ocurre, donde se concentran tropas y se preparan cuidadosamente los ataques.
Las victorias son el producto del trabajo, del tesón y de la planificación.
Es una guerra donde se exige el heroísmo colectivo, el sacrificio de todos, y no es de un día o de una semana ni de un mes, es muy larga, tanto más larga cuanto más aislados estemos, y tanto más larga cuanto menos hayamos estudiado todas las características del terreno de la lucha y analizado al enemigo hasta la saciedad.
Se libra con muchas armas también, desde el aporte del 4% de los trabajadores para la industrialización del país, hasta el trabajo en cada cooperativa, hasta el establecimiento de ramas hasta ahora desconocidas en la industria nacional, como la citroquímica, la química pesada misma o la siderurgia y tiene como principal objetivo estratégico, y hay que recalcarlo constantemente, la conquista de la soberanía nacional.
Es decir, para conquistar algo tenemos que quitárselo a alguien, y es bueno hablar claro y no esconderse detrás de conceptos que puedan mal interpretarse. Ese algo que tenemos que conquistar, que es la soberanía del país, hay que quitárselo a ese alguien que se llama monopolio, aunque los monopolios en general no tienen patria, tienen por lo menos una definición común, todos los monopolios que han estado en Cuba, que han usufructuado de la tierra cubana, tienen lazos muy estrechos con los Estados Unidos. Es decir, que nuestra guerra económica será con la gran potencia del norte, que nuestra guerra no es una guerra sencilla; es decir, que nuestro camino hacia la liberación estará dado por la victoria sobre los monopolios y sobre los monopolios norteamericanos concretamente. El control de la economía de un país por otro, merma indiscutiblemente la economía de este país.
Fidel dijo el 24 de febrero en la CTC: ¿Cómo se concebía que una revolución se pusiera a esperar la solución del capital privado extranjero de inversión? ¿Cómo se concebía que una revolución que surgiera reivindicando los derechos de los trabajadores, que habían estado conculcados durante muchos años, fuera a ponerse a esperar la solución del problema del capital privado extranjero de inversión que va donde más le interesa, que se invierte en aquellos artículos, no que sean los más necesarios para el país, sino los que más ganancias les permita? Luego, la revolución no podía coger este camino. Había que golpear al más irritante de todos los monopolios, al monopolio de la tenencia de la tierra, destruirlo, hacer pasar la tierra a manos del pueblo e iniciar entonces la verdadera lucha porque ésta, a pesar de todo, era simplemente la primera entrada en contacto de dos enemigos. La batalla no se libró a nivel de la Reforma Agraria es un hecho, la batalla se librará ahora, se librará en el futuro, porque a pesar de que los monopolios tenían aquí fuertes extensiones de terrenos, no es allí donde están los más importantes, los más importantes están en la industria química, en la ingeniería, en el petróleo, y ahí donde molesta de Cuba el ejemplo, el mal ejemplo, como lo llaman ellos.
Sin embargo, había que empezar por la Reforma Agraria, el 1 1/2% de los propietarios de la tierra, de los propietarios cubanos o no cubanos, pero de tierras cubanas, poseían el 46% del área nacional y el 70% poseía solo un 12% del área nacional; había 62 mil fincas que tenían menos de 3/4 de caballería, considerándose por nuestra Reforma Agraria 2 caballerías como mínimo necesario para que una familia de 5 personas, en terreno no irrigado, pudiera hacer una vida satisfaciendo sus mínimas necesidades. En Camagüey, cinco compañías de cinco a seis compañías azucareras, controlaban 56 mil caballerías. Eso significa el 20% del área total de Camagüey.
Y además los monopolios tienen el níquel, el cobalto, el hierro, el cromo, el magnesio, y todas las concesiones petroleras. En petróleo, por ejemplo, había concesiones entre las otorgadas y pedidas que superaban tres veces el área nacional. Es decir, estaba dada toda el área nacional, además estaba dada toda la cavería y toda la zona de la plataforma continental cubana y además de todo eso, había zonas solicitadas por dos o tres compañías que estaban en litigio. También se fue a liquidar esta relación de propiedad de las compañías norteamericanas. También se golpeó en la especulación con la vivienda mediante la rebaja de alquileres y ahora con los planes del INAV para dar vivienda barata. Aquí había muchos monopolios de la vivienda, aunque quizá no fueran norteamericanos, eran capitales parásitos unidos a los norteamericanos, solamente por lo menos en cuanto a la concepción ideológica de la propiedad privada al servicio de una persona para explotación de un pueblo. Con la intervención de los grandes mercados y la creación de las tiendas populares, de las cuales hay 1.400 en el campo cubano, se frenó o se dio el primer paso para frenar la especulación y el monopolio del comercio interior.
Ustedes saben cómo se encarecen los productos y si hay campesinos escuchándonos, sabrán ustedes de la gran diferencia que hay entre los precios actuales y los precios que cobraban los garroteros en aquella época nefasta en todo el campo cubano. La acción desenfrenada de los monopolios en los servicios públicos, ha sido frenada por lo menos. En el teléfono y en la electricidad, hay dos ejemplos. Los monopolios figuraban en todas las manifestaciones de la vida del pueblo cubano. No solo en las económicas que aquí nos ocupan, sino también en la política y en la cultural.
Ahora había que salir a dar otro de los pasos importantes en nuestra lucha de liberación: el golpe al monopolio del comercio exterior.
Ya se han hecho varios tratados comerciales con diversos países y constantemente vienen nuevos países a buscar el mercado cubano en pie de absoluta igualdad. De todos los convenios firmados indiscutiblemente el que más importancia tiene es el que se hizo con la Unión Soviética. Es bueno recalcarlo porque nosotros ya hemos vendido a esta altura algo insólito: toda nuestra cuota sin nada en el mercado mundial, cuando todavía tenemos pedidos, que se pueden estimar entre un millón u ochocientas mil toneladas a un millón si no es que se hacen nuevos contratos, nuevos convenios con otros países. Además, hemos asegurado durante 5 años una venta de un millón de toneladas cada una. Que bien es cierto que no conseguimos dólares, sino en un 20% por ese azúcar, pero el dólar no es nada más que el instrumento para comprar, el dólar no tiene ningún otro valor que el de su poder de compra y nosotros al cobrar con productos manufacturados o materia prima, estamos simplemente utilizando el azúcar a manera de dólar.
Hay quien me decía que era ruinoso hacer un contrato de esta característica, pues la distancia que separa a la Unión Soviética de Cuba encarecía notablemente todos los productos que se importaran. El contrato firmado por el petróleo ha echado por tierra todas estas predicciones. La Unión Soviética se compromete a poner en Cuba petróleo de especificaciones diversas a un precio que es un 33% más barato que el de las compañías monopolistas norteamericanas que están a un paso nuestro. Eso se llama liberación económica.
Naturalmente, hay quienes pretenden que todas estas ventas de la Unión Soviética son ventas políticas. Hay quienes pretenden que nada más se hace eso para molestar a Estados Unidos. Nosotros podemos admitir que eso sea cierto. A la Unión Soviética en uso de su soberanía si le da la gana de molestar a los Estados Unidos, pero nos vende el petróleo y nos compra el azúcar a nosotros para molestar a los Estados Unidos, y a nosotros qué, eso es aparte, las intenciones que tengan o dejen de tener son aparte, nosotros al comerciar estamos simplemente vendiendo mercancía y no estamos vendiendo soberanía nacional como lo hacíamos antes. Vamos a hablar simplemente un lenguaje de igualdad. Cada vez que viene un representante de una nueva nación del mundo aquí, en este momento actual, viene a hablar un lenguaje de igualdad. No importa el tamaño que tenga el país de donde viene ni la potencia de sus cañones. En término de nación independiente, Cuba es un voto en las Naciones Unidas al igual que los Estados Unidos y que la Unión Soviética. Con ese espíritu se han hecho todos los tratados y con ese espíritu se harán todos los nuevos tratados comerciales, porque hay que insistir en que ya Martí lo había visto y precisado claramente hace muchos años cuando insistía en que la nación que compra es la nación que manda, y la nación que vende, es la que obedece. Cuando Fidel Castro explicó que el convenio comercial con la Unión Soviética era muy beneficioso para Cuba, estaba simplemente explicando que... más que explicando podríamos decir, sintetizando los sentimientos del pueblo cubano. Realmente, todo el mundo se sintió un poco más libre cuando supo que podía firmar convenios comerciales con quien quisiera y todo el mundo debe sentirse hoy mucho más libre todavía, cuando sepa contundentemente que no solamente se firmó un convenio comercial en uso de la soberanía del país, sino que se firmó uno de los convenios comerciales más beneficiosos a Cuba. Y cuando se analicen los onerosos préstamos de las compañías norteamericanas y se compare con el préstamo, o con el crédito concedido por la Unión Soviética a doce años, con un 2 1/2% de interés, de lo más bajo que registra la historia de las relaciones comerciales internacionales, se verá la importancia que tiene. Es cierto que ese crédito es para comprar mercancía soviética, pero no es menos cierto que los préstamos, por ejemplo, el del Export Bank, que es supuestamente una entidad internacional, se hacen para comprar mercancías en los Estados Unidos. Y que, además de eso, se hacen para comprar determinadas mercancías de monopolios extranjeros. El Export Bank, por ejemplo, le presta (por supuesto no significa que sea real) a la Compañía Birmana de Electricidad; -pensemos que la Cía. Birmana de Electricidad es igual a la Cía. Cubana de Electricidad- y entonces se le prestan ocho, diez o quince millones de pesos a esa compañía. Coloca entonces sus aparatos, empieza a suministrar fluido eléctrico carísimo y muy mal, cobra cantidades enormes y después la nación paga. Esos son los sistemas de créditos internacionales.
Enormemente diferente de un crédito concedido a una nación para que esa nación lo aproveche y para que todos sus hijos se beneficien con ese crédito. Muy distinto sería si la Unión Soviética hubiera prestado 100 millones de pesos a una compañía subsidiaria suya para establecer un negocio y exportar sus dividendos a la misma Unión Soviética. Pero en estos casos se ha planeado ahora hacer una gran empresa siderúrgica y una destilería de petróleo, totalmente nacionales y para el servicio del pueblo.
Es decir, todo lo que paguemos significa solamente la retribución de lo que recibimos y una retribución correcta y honesta, como se ha visto en el caso del petróleo. Yo no digo que a medida que se vayan firmando otros contratos, en la misma forma abierta en que el Gobierno de Cuba explica todas sus cosas, podremos dar informes también de precios extraordinariamente baratos en todas las mercancías que produce ese país y además en todos los productos manufacturados. El Diario de la Marina, hay que creerlo una vez más, se opone. Desgraciadamente no traje un artículo que hay muy interesante que da 5, 6 o 7 razones por las cuales el convenio le parece mal. Todas son falsas por supuesto. Pero no solamente falsas en la interpretación, lo que ya es malo. Son falsas incluso en las noticias. Son falsas, por ejemplo, cuando dice que eso significa el compromiso de Cuba de apoyar las maniobras soviéticas en las Naciones Unidas. Muy diferente es que en una declaración que está absolutamente al margen de ese convenio y que fue redactada de común acuerdo, Cuba se compromete a luchar por la paz dentro de las Naciones Unidas. Es decir que se acusa a Cuba, como ya lo explicara Fidel, exactamente de hacer aquello para lo cual las Naciones Unidas se habían formado, según sus actas de constitución y todas las otras cuestiones económicas que han sido muy bien refutadas por nuestro Ministro de Comercio, adolecen de fallas muy grandes y de mentiras groseras. La más importante es con respecto al precio. Ustedes saben que el precio del azúcar se guía en el mercado mundial naturalmente, por la oferta y la demanda. Dice el Diario de la Marina que si ese millón de toneladas que Cuba vende, la Unión Soviética lo vuelve a poner en el mercado, entonces Cuba no ha ganado nada. Eso es mentira, por el hecho simple de que está bien establecido en el convenio que solamente la Unión Soviética puede exportar azúcar a los países que habitualmente le compraban. La Unión Soviética es una importadora de azúcar, pero exporta también azúcar refinado a algunos países limítrofes que no tienen refinería, como son el Irán, el Irak, el Afganistán y a esos países a los que habitualmente exporta la Unión Soviética; naturalmente seguirá sirviéndoles, pero nuestro azúcar se consumirá íntegramente dentro de los planes de aumento de consumo popular que tiene ese país.
Si los norteamericanos están muy preocupados, porque ya están en el mismo congreso diciendo que la Unión Soviética los alcanza, y si le creen ellos a la Unión Soviética, ¿por qué nosotros no tenemos que creerlo? Cuando nos dicen, y lo firman además, porque no es que lo digan de palabra, que ese azúcar es para su consumo interno, y ¿por qué tiene ningún periódico aquí que regar la duda, duda que se recoge internacionalmente y sí puede hacer mal a los precios del azúcar? Es simplemente nada más que la tarea de la contrarrevolución. La tarea de los que no se resignan a perder su privilegio. Por otra parte, con respecto al precio del azúcar cubano, que mereció hasta una inmerecida mención de uno de los voceros, fue el Lincoln Price con respecto a una aseveración nuestra hace unos días, ellos insisten en que esos cien o ciento cincuenta millones de pesos que pagan de más por el azúcar, eso es un regalo a Cuba. No es tal, Cuba firma por ello compromisos arancelarios que hacen que por cada peso que los norteamericanos gastan en Cuba, Cuba gaste más o menos un peso y quince centavos. Eso significa en 10 años que mil millones de dólares han pasado de las manos del pueblo cubano a las de los monopolios norteamericanos, nosotros no tenemos por qué regalar a nadie, pero si pasara de las manos del pueblo cubano a las del pueblo norteamericano, podríamos estar más contentos, pero pasan a las arcas de los monopolios, que sirven nada más que para ser instrumentos de opresión para evitar que los pueblos subyugados del mundo inicien su camino de liberación. Los empréstitos que Estados Unidos ha dado a Cuba le han costado a Cuba 61 centavos de interés por cada peso, y es a corto plazo, no digamos lo que costaría a largo plazo, como el convenio con la Unión Soviética. Por eso nosotros hemos seguido a cada paso la prédica martiana y en el comercio exterior hemos insistido en diversificarlo lo más posible, no atarnos a ningún comprador y no solamente diversificar nuestro comercio exterior sino nuestra producción interior para poder servir más mercados.
Cuba, pues, marcha hacia adelante; vivimos un minuto realmente estelar en nuestra historia, un minuto en que todos los países de América ponen sus ojos en esta pequeña isla y acusan los gobiernos reaccionarios a Cuba de todos los estallidos de indignación popular que hay por cualquier lado de la América. Se ha puntualizado bien claro que Cuba no exporta revoluciones; las revoluciones no se pueden exportar. Las revoluciones se producen en el instante en que hay una serie de contradicciones insalvables dentro de un país. Cuba sí exporta un ejemplo, ese mal ejemplo que he citado. Es el ejemplo de un pequeño pueblo que desafía las leyes de una falsa ciencia llamada "geopolítica" y en las mismas fauces del monstruo que llamara Martí, se permite lanzar sus gritos de libertad. Ese es el crimen y ése es el ejemplo que temen los imperialistas, los colonialistas norteamericanos. Quieren aplastarnos porque es una bandera de Latinoamérica, quieren aplicarnos la doctrina Monroe, ya que hay una nueva versión de la que dio Monroe, presentada al Senado de los Estados Unidos; creo que afortunadamente para ellos mismos, no fue aceptada o no pasó de alguna comisión.
Tuve oportunidad de leer los considerandos considerando una mentalidad tan cavernaria, tan extraordinariamente colonial, que yo creo que hubiera constituido la vergüenza del pueblo norteamericano el aprobarla. Esa moción revivía la doctrina Monroe, pero ya mucho más clara y en uno de sus párrafos decía, recuerdo perfectamente que era así: "Por cuanto la doctrina Monroe establece bien claro que ningún país fuera de América puede esclavizar a los países americanos". Es decir, países dentro de América, sí. Y entonces seguía: "...es natural una versión más de aquella otra que se presenta ahora para intervenir, sin necesidad de llamar a la OEA" y después de presentar el hecho consumado ante la OEA. Pero, bueno, éstos son los peligros de tipo político derivados así de nuestra campaña de tipo económico por liberarnos. Tenemos el último problema, el de cómo invertir nuestras divisas, cómo invertir el esfuerzo de la nación para lograr llevar adelante rápidamente nuestras aspiraciones económicas. El 24 de febrero, ante los trabajadores, recibiendo el importe total simbólico del 4%, Fidel Castro dijo: "... Pero cuando la revolución llega al poder, ya las reservas no podían disminuir más y teníamos un pueblo habituado a un consumo de importación mayor de lo que exportaba".
En esa situación un país tiene que ahorrar o tiene que recibir capital del extranjero. Ahora bien, cuál era la tesis nuestra de ahorrar y de ahorrar sobre todo nuestras divisas para desarrollar nuestra industria propia. Pues establecía la tesis de la importación de capital privado. Cuando se trata de capital privado nacional, el capital está en el país. Pero cuando se trata de la importación, porque se necesitan capitales y la fórmula de solución que se aconseja es la inversión de capital extranjero no se mueve por generosidad, no se mueve por un acto de noble caridad, no se mueve, ni se moviliza por el deseo de llegar a los pueblos. El capital extranjero se moviliza por el deseo de ayudarse a sí mismo. El capital privado extranjero es el capital que sobra en un país y se traslada a otro país, donde los salarios sean más bajos, las condiciones de vida, las materias primas sean más baratas para obtener mayores ganancias. Lo que mueve el capital de inversión privado extranjero, no es la generosidad sino la ganancia y la tesis que se había defendido siempre aquí era de ganancia al capital privado de inversión para resolver los problemas de la industrialización. Entre la agricultura y la industria se invertirán 300 millones. Esa es la batalla para desarrollar económicamente en nuestro país y resolver los males. Claro, que no es camino fácil. Ustedes saben que nos amenazan, ustedes saben que se habla de represalias económicas, ustedes saben que se habla de maniobras, de quitarnos cuotas, etcétera, etcétera, mientras nosotros tratamos de vender nuestros productos. ¿Esto quiere decir acaso que tengamos que retroceder? ¿Esto quiere decir que tengamos que abandonar toda esperanza de mejoramiento, porque nos amenacen? ¿Cuál es el camino correcto del pueblo? ¿A quién le hacemos nosotros daño queriendo progresar? ¿Es que nosotros queremos estar viviendo del trabajo de otros pueblos? ¿Es que nosotros queremos estar viviendo de la riqueza de otros pueblos? ¿Qué es lo que queremos, qué es lo que queremos los cubanos aquí? Lo que queremos es no vivir del sudor de otros, sino vivir de nuestro sudor.
No vivir de la riqueza de otros, sino de nuestra riqueza, para que todas las necesidades materiales de nuestro pueblo se satisfagan y sobre esa base resolver los demás problemas del país, porque no se habla de lo económico por lo puramente económico, sino de lo económico como base para satisfacer todas las demás necesidades del país, de la educación , de una vida higiénica y saludable, la necesidad de una vida que no solo sea de trabajo, sino de esparcimiento. Cómo vamos a gastar todos esos millones, es algo que les explicará algún otro compañero en una de estas charlas, haciendo una demostración de por qué se van a gastar también, no solo de cómo, en el camino que nosotros hemos elegido.
Ahora para los débiles, para los que tengan miedo, para los que piensen que estamos en una situación única en la historia y que ésta es una situación insalvable, y que si nosotros no nos detenemos o no retrocedemos, estamos perdidos, quiero citarles la última cita hasta aquí, una breve anécdota de Jesús Silva Herzog, economista mexicano que fue el autor de la Ley de Expropiación del Petróleo y que se refiere precisamente a la época aquélla vivida por México, cuando también se cernía el capital internacional contra los valores espirituales y culturales de los pueblos; esto es la síntesis de lo que se habla de Cubas y dice así: "Por supuesto, se dijo que México es un país comunista. Surgió el fantasma del comunismo. El embajador Daniels en el libro que ya he citado en conferencias anteriores, cuenta que va a Washington de visita en esos días difíciles, y un caballero inglés le habla del comunismo mexicano. El señor Daniels le dice: 'Pues yo en México no conozco más comunista que a Diego Rivera; pero, ¿qué es un comunista?', le pregunta seguidamente Daniels, al caballero inglés. Este se sienta en cómoda butaca, medita, se levanta y ensaya una definición. No le satisface. Se vuelve a sentar, medita nuevamente, se pone un tanto sudoroso, se pone nuevamente de pie, y da otra definición. Tampoco es satisfactoria. Y así continúa hasta que al fin, desesperado, le dice a Daniels: 'Señor, un comunista es cualquier persona que nos choca'".
Ustedes pueden ver cómo las situaciones históricas se repiten; yo estoy seguro de que todos nosotros chocamos bastante a la otra gente. Parece que tengo el honor junto con Raúl de ser de los más chocantes... Pero, las situaciones históricas tienen su parecido. Así como México nacionalizó su petróleo, y pudo seguir adelante, y se reconoce a Cárdenas como el más grande presidente que ha tenido esa República, así también nosotros seguimos adelante.
Todos los que están del otro lado nos llamarán de cualquier modo, nos dirán cualquier cosa, lo único cierto es que estamos trabajando en beneficio del pueblo, que no retrocederemos y que aquellos, los expropiados, los confiscados, los "siquitrillados", no volverán...
Patria o Muerte.
          

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